lunes, 8 de agosto de 2016

Hiroshima y Nagasaki: el mayor crimen de la “democracia” imperialista




En estos días se recuerda el mayor "atentado terrorista" perpetrado en nombre de la democracia en Hiroshima y de Nagasaki. La Segunda Guerra mundial había terminado pero EEUU necesitaba demostrar al mundo su fuerza hegemónica.

Entre el 6 y el 9 de agosto de 1945, Estados Unidos lanzó las bombas atómicas, argumentando la necesidad de invadir Japón para evitar la muerte de miles de soldados norteamericanos. Sin embargo, hoy se reconoce que Japón, a esa altura de la guerra, ya estaba derrotado. El objetivo era político. EE.UU. se proponía, desde el inicio de la guerra, definir el reparto del mundo a su favor y consolidar su hegemonía a nivel mundial, así como Alemania se había propuesto dominar Europa. A un objetivo contrarrevolucionario le corresponden medios contrarrevolucionarios. Los dos recurrieron al terrorismo de Estado, al racismo y el genocidio para exterminar en masa a millones de personas y lograr sus objetivos.
- Las bombas fueron para derrotar a las masas pero no a los imperialistas japoneses: La exigencia de rendición incondicional de Japón de los “aliados” durante la Conferencia de Postdam, en julio de 1945, terminó siendo sólo para los militares. Los aliados debatían si preservar al emperador de Japón, Hirohito, que luego de dirigir la guerra había decidido, en junio de ese año, cambiar el gobierno para favorecer la negociación con los aliados. Al mismo tiempo las masas japonesas eran bombardeadas cuando ya no había objetivos militares. En marzo de 1945, fue el primer bombardeo a Tokio que destruyó el 50 % de la ciudad. Durante mayo, junio y julio, otras ciudades japonesas fueron destruidas bajo las bombas de napalm aliadas. Algunos calculan que los muertos ya llegaban a un millón, antes de Hiroshima y Nagasaki (donde murieron casi 200.000 personas y los efectos radiológicos continuaron durante decenas de años). A la par, Estados Unidos, con el consentimiento de Gran Bretaña, avanzaba rápidamente las pruebas para el lanzamiento de la bomba.
Los aliados temían un posible levantamiento de las masas frente al derrumbe de un régimen que había sido derrotado en la guerra. Tal como hicieron en Francia, Italia y Grecia, los “aliados” pactaron con los regímenes más reaccionarios, colaboracionistas de los nazis, a cambio de “preservar” los regímenes frente a las masas, que se habían vuelto o podían volverse revolucionarias. La política de EE.UU. para Japón fue bombardear, invadir, mantener al emperador Hirohito e imponer un gobierno de ocupación (que llamaría a elecciones). Bajo el gral. Douglas MacArthur, la ocupación duró siete años. Entre otras medidas “democráticas”, prohibió toda referencia a las consecuencias de las bombas en los periódicos. Pese a que hubo una cierta recuperación de las masas japonesas en la posguerra, aún hoy sufren las secuelas de las bombas. Los “hibakushas” (miles de sobrevivientes de las bombas) fueron librados a su suerte durante años. Japón continuó siendo una potencia imperialista pero bastante subordinada a los dictados de EE.UU.
- Poner límites al expansionismo de la URSS: Los acuerdos de Yalta y Potsdam redefinieron el mapa del mundo según los intereses de las potencias ganadoras. Allí se sentaron EE.UU., Gran Bretaña y la URSS. La presencia de la URSS no era del agrado de EE.UU. Sin embargo, debía aceptar la relación de fuerzas que le habían sido impuestas al triunfar la URSS sobre los nazis. Luego de estos acuerdos quedaban algunos “detalles” por definir, especialmente en Asia, donde Stalin tenía interés en avanzar. No precisamente para “expandir la revolución”. Ya había dado muestras de su “falta de interés” en ello en Grecia, Francia, Italia, donde los Partidos Comunistas habían entregado los procesos revolucionarios a las burguesías de esos países. Igualmente, y más allá de Stalin, la URSS era un socio poco “confiable” para el imperialismo, continuaba siendo un Estado obrero y había sido vista por las masas del mundo como la vencedora de los nazis. Por ello, era necesario ponerle límites.
- Demostrar la hegemonía militar frente a las otras potencias (incluidas las “aliadas”) y las nuevas semicolonias: De acuerdo a sus objetivos imperialistas, Roosevelt autorizó la fabricación de la bomba desde marzo de 1942. El “proyecto Manhattan” siguió su curso hasta 1945. Harry Truman, que reemplazó a Franklin Roosevelt al final de la guerra, vio en el lanzamiento de las bombas la posibilidad de “dictar nuestros propios términos al final de la guerra”. Con ellas, EE.UU. inauguró la “pax americana”, que sufrió su primer revés recién en los ’70, con la derrota de Vietnam.
- Imponer su democracia “atómica” a las masas del mundo: Las bombas atómicas fueron la culminación de los bombardeos a las masas que comenzaron los aliados desde el desarrollo de procesos revolucionarios en Europa y Asia en 1943. Entre este año y 1947, mientras EE.UU. fundaba su “democracia” y su “libertad”, al mismo tiempo que se mostraba como el “liberador” de las colonias, millones de trabajadores, pobladores, hombres, mujeres y niños murieron bajo sus bombas (y las de Gran Bretaña y Francia) en Roma, Grecia, Alemania (en especial Dresde), Argelia, India, Madagascar y otras ciudades. Abortando y derrotando las revoluciones proletarias, el imperialismo logró imponer su continuidad y sus “democracias” basadas en millones de muertos.

Gabriela Liszt

La rosa de Hiroshima

Vinicius de Moraes

Piensen en la criaturas
Mudas telepáticas
Piensen en las niñas
Ciegas inexactas
Piensen en las mujeres
Rotas alteradas
Piensen en las heridas
Como rosas cálidas
Pero ¡oh! no se olviden
De la rosa de la rosa
De la rosa de Hiroshima
La rosa hereditaria
La rosa radioactiva
Estúpida e inválida
La rosa con cirrosis
La anti-rosa atómica
Sin color sin perfume
Sin rosa sin nada.

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