lunes, 31 de diciembre de 2018

El Segundo Desembarco, el de las Multinacionales españolas en Latinoamérica




Quinientos años después de la Conquista de América, las empresas multinacionales españolas, con el apoyo de la diplomacia, de los organismos financieros internacionales y de los medios de comunicación, se hicieron con los sectores clave de las economías de América Latina. Es el segundo desembarco...Modernización, generación de empleo, disminución de la pobreza, fueron solo mitos. El saldo en forma de impactos de todo tipo no puede ser más negativo: daños medioambientales, desplazamientos de población, carestía y deficiencias de los servicios públicos privatizados, deterioro de los derechos laborales, violaciones de los derechos humanos y, en general, saqueo económico y de los recursos naturales.
Frente a ello, hoy, una amplísima red de organizaciones sociales del Sur y del Norte coordinan sus luchas y resistencias. Este es el tema que nos ocupa en esta pupila asombrada donde nada es fortuito...¡Acompañenos!

domingo, 30 de diciembre de 2018

Israel asesinó en 2018 a más de 200 jóvenes palestinos




Desde el 30 de marzo de este año, durante ocho meses, el ejército israelí asesinó a 190 palestinos, sin contar los muertos por bombardeos. La gran mayoría de esas muertes fueron niños y jóvenes que no superan los 21 años.

La marcha del retorno en Gaza, en alusión al derecho de los palestinos a retornar a sus tierras, había sido convocada por Hamas, la organización político militar que dirige esa parte del territorio palestino (que en verdad es una cárcel a cielo abierto, pues está cercada por el Estado de Israel tanto sea por tierra, aire y mar), como por Al Fatah –el partido dirigido por Abbas que controla parte de Cisjordania-.
Centenares de miles de palestinos, jóvenes y adultos se movilizan todos los viernes desde ese 30 de marzo, en repudio particularmente al gran robo de tierras que realizó Israel en 1976 en la zona de Galilea.
Este año coincidió además, con el 70 aniversario de la Nakba (tragedia en árabe), ya que en 1948 fue creado, gracias a una resolución de las Naciones Unidas, con el apoyo de Gran Bretaña y Estados Unidos, el Estado de Israel.
Ese año las fuerzas paramilitares (en hebreo Haganá, que significa defensa), predecesoras de lo que hoy es el ejército del Estado Nacional Judìo de Israel (también conocido por su nombre hebreo Tzahal), a fuerza de asesinatos, robo de propiedades y expulsión de habitantes originarios, lograron constituir su Estado.
Volviendo a la Gran Marcha del Retorno, el sitio web británico Middle East Eye (Ojo del Medio Oriente), denuncia que Israel ha asesinado desde el inicio de las manifestaciones, hasta fines de noviembre, a un palestino cada 31 horas.
Tres cuartas partes de esos muertos tenían menos de 29 años. Siendo 24 años el promedio de edad de los asesinados.
Este es el saldo que dejó la ofensiva israelí contra las manifestaciones en Gaza, sin tener en cuenta los muertos por bombardeos, o en otras situaciones en las zonas linderas al muro del apartheid que separa a Cisjordania de las fronteras actuales de Israel.
Para el Estado comandado por el derechista Benjamín Netanyahu tanto el aniquilamiento selectivo a líderes palestinos, como el asesinato a mansalva de jóvenes e incluso niños es moneda corriente. Incluso cientos de niños pueblan las cárceles israelíes.
La más conocida es la adolescente, activista defensora de los derechos de su pueblo, Ahed Tamimi que fue encarcelada y estuvo 8 meses presa por cachetear a un militar israelí cuando intentaban allanar su casa. Su hermano y sus primos también fueron detenidos.
Al día de hoy, según diversas organizaciones humanitarias, se calcula que hay aproximadamente 290 niños y adolescentes palestinos en las cárceles sionistas. Todos ellos son juzgados por tribunales militares, como si fueran criminales de guerra y no jóvenes que desde la cuna crecen sabiendo que viven bajo la bota del opresor.
Todo este año recrudeció la ofensiva militar de Israel sobre la Franja de Gaza. Pero a mediados de noviembre el Gobierno Israelí y Hamas pactaron un endeble alto el fuego, aunque continúa el bloqueo de ese territorio y la brigada de francotiradores sionistas continúan efectuando disparos, sobre todo en la zona lindera al muro segregacionista y desde los territorios ocupados.
Esa tregua hizo que renunciara el ultraderechista, ahora ex ministro de Defensa Avigdor Lieberman. Lo cual es un síntoma más de la crisis política que atraviesa Netanyahu, que ademas afronta varias acusaciones por corrupción.
Recientemente el líder del Likud se vio obligado a llamar a elecciones anticipadas para el 9 de abril, ya que la coalición de gobierno quedó muy debilitada con la salida del partido que dirige Lieberman.
Otra gran discusión interna, sobre la cual Netanyahu no logró un acuerdo, es el proyecto de ley para que los jóvenes ultraortodoxos realicen el servicio militar obligatorio. Hasta son el único sector de la población israelí que está libre de ingresar al ejército. Los religiosos se dedican al estudio de los libros sagrados del judaísmo.

Netanyahu en América del Sur

Este viernes 28 el Primer Ministro del Estado Nacional Judìo de Israel arribó a Brasil para participar el 1º de enero de la asunción presidencial del ultraderechista Jair Bolsonaro.
Como no podía ser de otra manera, éste llamó "país hermano" a la única potencia nuclear de Medio Oriente, que como Estado ejerce una práctica terrorista sobre el pueblo palestino.
En la reunión que tuvieron ambos, en el día de llegada del israelí, conversaron sobre convenios de cooperación en la industria armamentística, tecnológica, sobre agricultura y recursos hídricos. Además Bolsonaro ratificó su intención de mudar la embajada brasilera de Tel A Viv a Jerusalén. Siguiendo la línea de Trump.
La derecha brasileña festejó la visita del premier sionista. El "hermano" responsable de la matanza, que este año que se acaba, terminó con la vida de centenares de jóvenes palestinos.

Mirta Pacheco
@mirtapacheco1

sábado, 29 de diciembre de 2018

Trump y Siria: “Mambrú se fue a la guerra y no sabe cuándo vendrá”




El anuncio de la retirada de las tropas norteamericanas en el norte de Siria y de Afganistán desató una crisis política en Estados Unidos. La renuncia del jefe del Pentágono, el general James Mattis, al ministerio de Defensa, puso de manifiesto una oposición de alcance estratégico a esta medida por parte del alto mando militar del país y del conjunto de la Otan. En una línea que atraviesa a la política norteamericana desde el comienzo del mandato de Trump, Mattis denuncia a ambos retiros como una concesión inadmisible a Rusia, cuyo ejército ocupa el lugar central en la guerra en Siria y la frontera con Afganistán. Putin correspondió a esa caracterización con un apoyo declarado a la decisión del retiro.
¿Qué busca Trump con este retiro? Varias cosas al mismo tiempo.

Impasse

De un lado, es indudable que su gobierno atraviesa un impasse político creciente, que se manifiesta, en este momento, en el cierre de las oficinas del Estado, con motivo del choque entre Trump y una mayoría del Congreso que se opone a aprobar el financiamiento del muro con México. De otro lado, las investigaciones policiales acerca de una colusión de la campaña electoral de Trump con ‘hackers’ rusos avanzan sin freno, mientras que una parte de sus asesores ha sido condenada por diversos delitos de financiamiento electoral y coimas.
A ello se ha sumado ahora una perspectiva de recesión como consecuencia del agotamiento del impulso económico promovido por las rebajas impositivas al capital dictadas el año pasado, y la insinuación ahora de una crisis bursátil que empalmaría con una de deuda del 70% de las compañías norteamericanas.
Luego de las enormes operaciones de rescate de la banca y del capital en la última década, la banca central y la Tesorería no tienen recursos semejantes para contener un desplome financiero. Más allá de la demagogia que implica “traer de vuelta a los muchachos a casa”, Trump pretende, si no quebrar al menos neutralizar al aparato político y económico que confronta con su orientación de gobierno.
Trump sigue, por otra parte, una línea ya emprendida por sus antecesores, ante la evidencia del fracaso del intervencionismo militar para ‘remodelar’ los estados del Medio Oriente. Intenta economizar en una causa perdida: cómo mantener una tutela decisiva en la región sin recurrir a estrategias inviables y a medios insustentables.
Después de diecisiete años de ocupación norteamericana, el movimiento talibán controla el 75% del territorio de Afganistán; Putin, no un gobierno norteamericano, ha ‘pacificado’ a Siria. “América primero” se convierte de este modo en una consigna defensiva acorde con este retroceso del imperialismo y con la desintegración en proceso del sistema mundial posterior a la disolución de la ex URSS y a la integración capitalista de China al mercado internacional.

De una guerra a otra

Las tropas norteamericanas instaladas en Siria alcanzan a cuatro mil hombres y dominan un territorio equivalente al cuarto del conjunto de Siria – una superficie igual a la de Croacia. Por otro lado, ha armado a unos 60 mil milicianos de las llamadas Fuerzas Democráticas, constituida esencialmente por la milicia kurda del YPG, ligada al PKK, un partido que está presente en el conjunto del Kurdistán – o sea en el sur de Turquía, en el norte de Irak y en las fronteras de Irán y Siria.
El movimiento nacional kurdo ha abandonado la posición histórica de reunir al conjunto de estas poblaciones en un estado independiente, para plantear la autonomía política, en distinto grado, en las regiones donde se encuentra asentada. Este cambio de programa, sin embargo, no ha allanado el camino de un acuerdo del movimiento nacional kurdo con los estados involucrados.
En Turquía, el gobierno lleva a cabo una guerra implacable contra el PKK en el sur del país (frontera con Siria). La franja oeste del norte de Siria se encuentra ocupada por otra fracción kurda, liderada por Masud Barzani, una corriente histórica de derecha del nacionalismo kurdo que gobierna el norte de Irak con el acuerdo de Turquía, en calidad de poder regional.
El retiro norteamericano deja sin resguardo a la milicia kurda, que Estados Unidos apoyó para enfrentar al Estado Islámico, lo que favorecería la intención de Turquía de erradicarla del norte de Siria. Es lo que promete hacer Erdogan, el presidente de Turquía, quien dice además que recibió carta blanca para ello en una conversación telefónica con Trump, sin que esto haya sido confirmado por EEUU.
En este sentido, el retiro yanqui constituiría un giro político de 180° y justificaría el grito de traición de los kurdos. Hay informaciones de un desplazamiento de tropas turcas para cumplimentar este objetivo.
De acuerdo a algunos analistas, sin embargo, EEUU debería desarmar antes a las milicias kurdas. Sea como fuere, una ocupación del 25% del territorio sirio por parte de Turquía no podría ser tolerada por el gobierno de Siria ni por Rusia.
Desde la intervención de Rusia, a finales de 2015, uno y otro han avanzado considerablemente en la re-ocupación del territorio sirio. ¿El retiro incita a una guerra entre Turquía, de un lado, y Rusia y Siria, del otro, como lo dejaría entrever la afirmación de Trump para justificar el retiro: “es hora que la pelea la arreglen entre ellos”?

Alianzas cambiantes

La renuncia de Mattis, centrada en el ataque a Rusia, apunta en otra dirección, o sea que Trump impulse a Putin a completar la re-ocupación de Siria con el acuerdo de Turquía. Rusia saludó el retiro yanqui. El apoyo norteamericano a los kurdos había llevado a Turquía, un país clave de la OTAN, a una alianza con Rusia e Irán; Erdogan ha incluso comprado las baterías aéreas de última generación de Rusia – los SS-300.
Trump anunció la disposición de Arabia Saudita a invertir en la reconstrucción de Siria –un negocio de centenares de miles de millones de dólares, mientras la población siria que ha debido escapar denuncia la confiscación de sus propiedades para incentivar el desarrollo inmobiliario, que tendrá características gigantescas.
En este cuadro, una invasión turca del norte de Siria estaría excluida, y sólo formaría parte de una postura nacionalista de Erdogan frente a las elecciones municipales en su país, que tendrán lugar en marzo. La base militar norteamericana en Irak, que Trump visitó recientemente, sería suficiente para neutralizar en forma preventiva esa invasión.
Es necesario subrayar, de todos modos, que las ambiciones internacionales de Erdogan son enormes, superiores a su capacidad de materialización. Lo muestra el intento de apropiarse del norte de Siria, como una suerte de muro de protección, pero también del norte de Irak, donde ya intervino en la guerra para recuperar Mosul de manos del Estado islámico.
Se trata de la región petrolera norte de Irak. Un rediseño político que contraríe esta estrategia tendrá un costo enorme para la continuidad de Erdogan.
Si la salida de las tropas norteamericanas obedece a un acuerdo con Putin, contempla seguramente el problema más importante para Trump: el retiro de Irán y Hizbollah de Siria. Putin ya aceptó la exigencia del sionista de Netanyahu de alejar a esas milicias de la frontera norte de Israel.
Trump acaba de decir que la ayuda económico-militar que le entrega EEUU es suficiente para que Israel pueda defenderse sola.
Trump pretende, claramente, introducir una cuña (si es que ya no la metió) en la alianza Rusia-Turquía-Irán (la alianza de Astrana). Se trata de un diseño político que contraría al Pentágono porque anula la gravitación de la Otan en beneficio de una alianza con Rusia, que podría ir más allá del tablero mesoriental –por ejemplo a la cuestión que más afecta a Rusia, las sanciones internacionales por la cuestión de Ucrania.
La caída del precio del petróleo ha agudizado la crisis presupuestaria de Rusia, como lo evidencia el intento de reforma previsional de Putin, que se encuentra estancada debido a la enorme resistencia popular. Los gobiernos imperialistas de Europa se han pronunciado todos contra el retiro norteamericano, en otro episodio de la confrontación con Trump.
El acuerdo de Astrana prevé una ‘normalización política’ de Siria, mediante un arreglo constitucional. Trump ha prometido apoyarlo en tanto prevea la salida de Bashar al Assad.
En conclusión, el retiro norteamericano no apunta a concluir una guerra sino a re-diseñarla, en las condiciones de un fenomenal impasse político interior como internacional. El presupuesto militar norteamericano es el más alto de la historia. No abre una vía para la autodeterminación nacional sino que las cierra aún más por medio de acuerdos con potencias reaccionarias, como son todas las que intervienen en la región.
Debajo de la superficie, el retiro yanqui muestra una los últimos estertores del llamado ‘orden internacional’ y de los regímenes políticos existentes.

Jorge Altamira

Los chalecos amarillos y la memoria histórica profunda

A la memoria de Osvaldo Bayer, historiador anticapitalista y hombre de una sola pieza.

La lucha de clases, de la que la rebelión de los chalecos amarillos franceses forma parte, es como un río cársico que cuando parece hundirse en la arena reaparece en la superficie más tarde y a distancia porque mientras existan las clases explotadoras y la opresión será inevitable la resistencia de los explotados y su búsqueda de una alternativa social.
Los trabajadores reconstituyen su unidad en la lucha y en ella construyen su conciencia de clase sobre la base de valores morales antiguos - como la solidaridad, la fraternidad, la justicia, la igualdad, el altruismo, la acción comunitaria, la democracia de iguales nacida- que nacieron mucho antes de la construcción de Estados y de aristocracias, esa división en estratos sociales separados y congelados que los pueblos bárbaros imitaron queriendo parecerse a Egipto y Roma.
Toda gran ola social de fondo arrastra inevitablemente desclasados y desechos sociales, delincuentes y fascistas pero, al mismo tiempo, destruye las barreras a la alegría y la creatividad de los pueblos y fomenta heroísmos, abnegación, desarrollo humano, origina canciones y, porque confusamente busca cauces al desarrollo de una sociedad justa y bella, tiene reiterados momentos lúdicos y no sólo expresiones de una antigua y profunda ira.
Francia nos da un ejemplo. Con sus jacqueries (sublevaciones campesinas) y sus intelectuales subversivos obligó en 1788 al rey a convocar los Estados Generales que dieron origen a la revolución que terminó decapitándolo y creando la República de Robespierre y Saint Just. Los Cuadernos de Reclamos que prepararon esos Estados Generales fueron amasando un pensamiento común y las discusiones en las asambleas de los Clubes infundieron seguridad y audacia a los quejosos y afinaron sus propuestas y soluciones.
Enterrada la República por Napoleón I, esas experiencias reaparecieron en 1830 en la huelga insurreccional de los tejedores de seda de Lyon y, después de la derrota de éstos, en las barricadas en los barrios obreros de París en 1848 que restauraron la República. Después, culminaron y se expandieron en la Comuna de París de 1871 y el Frente popular en 1936 con su huelga general masiva o el 1968, con la mayor huelga general de la historia de Francia y el libertarismo juvenil, mantuvieron en alto esas antorchas.
Hoy los alcaldes en lucha contra el poder central de tipo monárquico que les quita derechos y fondos reúnen nuevamente Cuadernos de Reclamos para sostener la lucha de los Chalecos Amarillos y de sindicatos, asambleas locales y piquetes surge la exigencia de Estados Generales (de la Sanidad, de la Educación, del Transporte). Por su parte, las acciones de los Chalecos Amarillos, que el 78 por ciento de los franceses apoyan, son autoconvocadas, democráticas y autogestionarias y no tienen ni jefes ni delegados omnipotentes mientras la canción de los guerrilleros comunistas italianos Bella Ciao se canta hasta en las fiestas junto con la reciente On lâche rien! (¡No nos rendiremos!).
Existe una conciencia histórica profunda que hace que los trabajadores y los sectores populares reproduzcan siempre los momentos del pasado en que se vieron a sí mismos en toda su fuerza y capacidad potenciales al rebelarse contra el poder monárquico- burgués, como el de Luis XVI. Esa seguridad histórica les da un fuerte espíritu de ofensiva que convence y arrastra a otros sectores oprimidos y explotados de Francia y del resto del mundo, donde la historia popular francesa tiene gran peso.
“Los muertos agarran a los vivos”. La historia actúa hoy porque los seres humanos toman conciencia apoyándose en las experiencias pasadas y encontrando en ellas materia para reconstruir sus formas organizativas y su visión del mundo y de sí mismos.
Los Chalecos Amarillos hicieron ceder dos veces al gobierno y le desbarataron sus planes pues la reforma de las jubilaciones que aquél pensaba hacer resulta ya políticamente imposible. Hundieron así la arrogancia y la prepotencia de Macron, dividieron al partido de éste (la República en Marcha) amenazando con barrerlo del escenario político y sus acciones y reivindicaciones son hoy el centro de la vida política francesa, en la cual Macron y el capital financiero han perdido protagonismo y la iniciativa política.
Sin embargo, los Chalecos Amarillos aún deben crecer y definirse mejor para evitar desvíos o pérdidas de impulso siempre posibles. Para imponer la alternativa anticapitalista que les anima pero que por ahora sólo esbozan deben incorporar a los inmigrados antiguos y recientes (físicamente poco presentes en manifestaciones y piquetes) y a los trabajadores sindicalmente organizados, ayudándoles de paso a democratizar y politizar sus sindicatos.
Lo que todavía es consciente a medias y constituye su memoria histórica profunda debe incorporarse como conciencia de clase para que una huelga general unida a la resistencia civil pueda abrir las puertas a otra política.

Guillermo Almeyra

jueves, 27 de diciembre de 2018

El retiro de las tropas en Siria precipita la renuncia de James Mattis




La decisión de Trump que ordenó la retirada de las tropas estadounidenses en Siria tendrá impacto regional y global. El secretario de Defensa estadounidense renunció tras la noticia. Quienes son los ganadores y perdedores.

El 18 de diciembre el presidente Donald Trump anunció por twitter el retiro de los 2000 efectivos norteamericanos desplegados en Siria. Dijo sencillamante que Estados Unidos ya habría derrotado al Estado Islámico (ISIS) y que esa era la única razón por la cual había militares en el terreno bajo su presidencia. Luego de este anuncio, el presidente siguió ampliando. Dijo que el retiro de Siria fue una de sus promesas de campaña (lo cual es verdad) y que Estados Unidos estaba haciendo el trabajo que le correspondía a Rusia, Irán y Siria, a los que llamó los “enemigos locales del ISIS”. Imposible no recordar la fallida “Misión cumplida” de George W. Bush en la guerra de Irak.
Algunos analistas lo consideran intempestivo pero predecible y leen esta decisión de Trump en sintonía con la estrategia de seguridad nacional, que reorienta las prioridades de Estados Unidos hacia el resurgimiento del conflicto entre grandes potencias (empezando por China y Rusia) y desplaza la lucha contra el terrorismo a un segundo plano. Mientras que otros lo interpretan como una táctica distraccionista del presidente para correr el foco del “Rusiagate” y de otros escándalos, como el affaire Stormy Danniels.
Para otros, esta reafirmación del “decisionismo” presidencial, a través del cual Trump ejerce su voluntad bonapartista y crea el espejismo de que es el amo del mundo, estaría al servicio de alejar el espectro de “pato rengo” que acecha desde la pérdida de control de la Cámara de Representantes luego de las elecciones de medio término.
Las hipótesis son varias, incluyendo quienes esperan que el presidente retroceda, pero el anuncio por sí mismo ya ha tenido efectos tanto en la política doméstica como en el complejo panorama geopolítico del Medio Oriente.
Empecemos por el plano interno. La decisión de Trump volvió a dejar en evidencia las disputas en la administración republicana y en la cúpula del poder estatal. Varios funcionarios quedaron en falsa escuadra. No solo los que militan en el ala moderada sino también los súper halcones, como el asesor de seguridad nacional, John Bolton, que hace apenas dos meses había asegurado que Estados Unidos no se retiraría de Siria mientras Irán y Rusia tuvieran la capacidad de ser los árbitros de la posguerra.
Casi al mismo tiempo en que el presidente declaraba la victoria sobre el Estado Islámico, el Pentágono afirmaba que una cosa era haber expulsado al ISIS del territorio que ocupaba y otra muy distinta haberlo derrotado. De hecho estima que aún hay entre 14.500 combatientes en suelo sirio. Otros cálculos menos optimistas elevan esa cifra al doble.
La decisión de Trump precipitó la renuncia de su secretario de Defensa, James Mattis, a quien muchos consideraban la última barrera para imponer algo de coherencia al pragmatismo trumpiano. La cúpula del Pentagono se había negado a secundar la decisión sobre las tropas en Siria, a pesar de los pedidos de Trump, y dejó en claro que el retiro sería interpretado casi sin matices como una rendición de Estados Unidos –y más en general de Occidente- ante la influencia de Rusia e Irán en Siria. Y en esto coincide con el ala “realista” del establishment republicano y demócrata. Con la renuncia de Mattis, que siguió el mismo camino de salida de John Kelly, se puede considerar como clausurada la etapa de los “generales” en puestos clave de la administración Trump, y lo que se viene es otra reconfiguración del esquema de poder de la Casa Blanca.
Las consecuencias geopolíticas de este giro en la posición norteamericana en Siria son múltiples y se verán en el tiempo, cuando quede claro el significado definitivo de este acto político. Los aliados de la OTAN tomaron la decisión de Trump como otra provocación (y van…) y rechazaron esta decisión unilateral de Estados Unidos que los deja en soledad enfrentando el espectro del terrorismo islámico.
Como es usual en estos casos, el análisis arroja ganadores y perdedores: en el grupo de los ganadores sin dudas están Rusia, Irán (y el régimen de Assad que es su vasallo) y también Turquía aunque haya combatido en una de las trincheras opuestas de la guerra civil.
El caso de Rusia e Irán no necesita demasiada elaboración. Han tomado el retiro como un reconocimiento de su triunfo y, por lo tanto, de su derecho a establecer los términos de la salida de la guerra. Veremos si esta es una lectura demasiado literal.
En cuanto a Turquía, el rumor que suena más fuerte es que el retiro es un resultado directo de un acuerdo alcanzado entre Trump y el presidente turco R. Erdogan durante una conversación telefónica el pasado viernes. La clave del acuerdo es el problema kurdo. Como se sabe, Turquía ha librado una guerra doble en Siria. Contra el régimen de Assad, apoyando al bando opositor, incluidas fracciones reaccionarias del fundamentalismo islámico. Y contra las milicias kurdas (YPG) ligadas al Partido de Trabajadores del Kurdistán (PKK) y aliadas tácticas de Estados Unidos en su batalla contra el Estado Islámico. Erdogan viene amenazando con invadir el territorio kurdo en Siria, lo que podía hacer realidad la pesadilla de un encontronazos entre las tropas turcas y las fuerzas norteamericanas en el terreno.
Las relaciones entre Estados Unidos y Turquía, que es miembro pleno de la OTAN, se vienen deteriorando, en particular desde el intento de golpe fallido contra Erdogan de julio de 2016. En ese momento, el presidente turco denunció que los militares insurrectos tenían una cierta cobertura de Washington.
Las contradicciones relativas llevaron a que Estados Unidos y Turquía intervinieran en bandos distintos en la guerra civil en Siria, lo que profundizó la grieta entre ambos. Pero esto puede estar cambiando. Y el único signo no es el retiro de la presencia militar norteamericana en suelo sirio. Casi en simultáneo, el Departamento de Estado informó la venta a Turquía de misiles Patriot (un negocio de 3500 millones de dólares) lo que evitó que Ankara concretara la compra de un armamento similar a Rusia.
Trump tiene razones estratégicas y también motivaciones geopolíticas más inmediatas para recomponer la alianza con Turquía, entre ellas, relajar la presión sobre el príncipe Salman de Arabia Saudita que tanto el gobierno turco como la CIA señalan como el principal responsable del asesinato del peridiosta Jamal Kashoggi, ultimado y desmembrado en el consulado saudita en Estambul.
Entre los posibles perdedores está el Estado de Israel, que ve con preocupación el avance iraní hacia sus fronteras, aunque el gobierno del ultra derechista B. Netanyahu está evaluando la estrategia de conjunto de Trump que tiene como objetivo central redoblar el sometimiento de Irán. Por eso está en una actitud de esperar y ver.
Los perdedores absolutos son las milicias kurdas que pusieron el cuerpo en la batalla contra el Estado Islámico y fueron los únicos aliados tácticos de Estados Unidos en el terreno y ahora han quedado a la intemperie. Los kurdos enfrentan la amenaza probable de que resurja el Estado Islámico. Sin embargo, el peligro más concreto viene de Turquía, y es que Erdogan tome el retiro norteamericano como luz verde para lanzar una ofensiva militar decisiva contra el kurdistán sirio.
Ante este panorama no se descarta que las milicias kurdas retomen la negociación con el régimen de Assad que a cambio de cierta convivencia podría recuperar el control de la región de Rojava.
La historia parece repetirse. No es la primera vez que una dirección nacionalista del movimiento kurdo confía en Estados Unidos y termina liquidando la justa lucha por la autodeterminación nacional, actuando como un peón en el ajedrez de los intereses imperialistas. Es lo que sucedió en Irak en la primera guerra del Golfo. Y es lo que sucede ahora en Siria, donde el entusiasmo inicial por la derrota del Estado Islámico en Kobani a manos de las milicias kurdas y el establecimiento de un incipiente autogobierno kurdo democrático, terminó en la decepción de la colaboración con el imperialismo norteamericano. Como muestra la brutal guerra civil siria, el costo de estas lecciones para los explotados y oprimidos es altísimo.

Claudia Cinatti

miércoles, 26 de diciembre de 2018

La Navidad de Mark: Facebook en caída libre




Toda la prensa indica que este es, por lejos, el peor año para la corporación que formara Mark Zuckerberg, el joven programador de Harvard, hoy uno de los multimillonarios que suele disputar los primeros puestos entre los afortunados de Forbes. Su red social perdió el 40,6% de su valor en la Bolsa. Las acciones que, en julio, estaban en los u$s 218,62, en noviembre caían a u$s 126 (iProfesional, 23/11)).

Es cierto que el derrumbe afectó severamente a todas las FAANG (Facebook, Amazon, Apple, Netflix y Google). La crisis económica mundial –en particular la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que además están embarcados en una carrera tecnológica– y la crisis política –una de cuyas manifestaciones son los juicios que acumula Donald Trump cuando apenas va por la mitad de su mandato– forman parte del cuadro de factores que amenazan con llevarse puestos a los hasta hace poco exitosos gigantes del mundo digital que ahora muestran signos de derrumbe. Amazon, por caso, fue la que más perdió en términos absolutos: u$s280.000 millones, en momentos en que, contra aquellos que vaticinaban el fin del trabajo, arrecian las huelgas en Alemania (La Vanguardia, 17/12) y en España donde los sindicatos de Amazon convocaron huelgas a lo largo de diciembre y hasta los primeros días de enero por aumento de salarios y contra los convenios precarizadores que la empresa de Jeff Bezos pretende imponer en los centros de logística (Economía digital, 6/12)
Sin embargo, la caída de Facebook ha sido la más ruinosa y ruidosa desde el escándalo de Cambridge Analytic. Como se recordará, en marzo de este año se denunció una operación por la cual la consultora, dedicada al marketing electoral global, había obtenido el perfil de entre 50 y 80 millones de usuarios –se calcula un 15% de la población estadounidense– a quienes se los manipuló psicológicamente a través de las redes para favorecer la candidatura de Trump o para desalentar la participación en las elecciones (se ha denunciado que la campaña se había focalizado en los votantes afroamericanos). Cambridge Analytic quebró (aunque se reconvirtió bajo el nombre de Emerdata Ltd) y Facebook no pudo despuntar desde entonces. Recientemente se sumó otra denuncia: “El Parlamento británico dice tener correos electrónicos que explican cómo desde Rusia se recopilaron en 2013 datos personales de Facebook con un sistema similar al que usó Cambridge Analytica” (El País, 1/12). Todo puede ser peor, entonces.
Según los datos publicados por StatCounter GlobalStats, que mide la cuota de mercado de las redes sociales por plataforma, solo en los Estados Unidos, Facebook cayó del 78,1% en febrero al 64.27% en marzo (cuando estallan las denuncias), al 51% en junio para terminar recuperándose a fin de año pero al 61%. Las tendencias a la baja, aunque menos pronunciadas, se registran en otros lugares del mundo.
Los números parecen consistentes con las opiniones que recogen los medios en torno a la gran crisis de Facebook. El escándalo Cambridge Analytic fue “una especie de gota que colmó el vaso, pero también la llave que abrió la caja de los truenos” (PuroMarketing, 23/11).
La amigable red social que nos auguraba un mundo transparente, participativo y democrático terminó por desnudar, a su pesar, el bajofondo de la sottopolitica: compraventa de datos y perfiles personales para el uso de la industria publicitaria, realización de campañas políticas para manipular las orientaciones de vastas audiencias y electores, intervención creciente de compañías globales de información y de agencias de inteligencia de los países imperialistas.
De nada valen los intentos por evitar la caída. Zuckerberg ha contratado a Definers, una empresa de relaciones públicas, para contrarrestar las críticas de competidores y activistas, pero sin el menor resultado. Lo que se hizo transparente es la naturaleza mafiosa de las democracias occidentales. Este hecho no desmiente las posibilidades de las tecnologías de información y comunicación para usos emancipadores. Más bien, revela que tales posibilidades están clausuradas por las relaciones capitalistas en las que están inscriptas.

Santiago Gándara

Navidad sin paz en los “mercados”: ¿qué hay detrás del derrumbe histórico del Dow Jones?




Ola vendedora en la Meca de la especulación. La oposición acusa a Trump de generar “caos”. El impacto se trasladó a bolsas europeas y a Tokio, que cayó 5 %.

Este lunes 24, en una rueda de corta duración por la víspera navideña, el Índice Dow Jones se derrumbó: el promedio industrial retrocedió 2,9 %. Según el sitio especializado Barron, se registró la mayor caída en cien años para una jornada de víspera de Navidad.
En el Dow Jones industriales hubo caídas notorias de las cotizaciones de Nike, Microsoft, Johnson & Johnson, Procter & Gamble y United Technologies. Por otro lado, el Índice Standard & Poor (S&P) exhibió una baja de 2,7 % y el Nasdaq Composite de 2,2 %.
El impacto se trasladó a las bolsas europeas con un retroceso en Londres de 0,5 %, en París de 1,4 % y en Madrid de 0,9 %. En Europa, las bolsas están a punto de cerrar el año con el peor comportamiento desde 2008.
Pero el mal clima no se mide sólo en índices bursátiles: el Brexit y la primera ministra Theresa May atraviesan una crisis profunda; Emmanuel Macron tuvo que retroceder ante las movilizaciones de los “chalecos amarillos”; entre otras inestabilidades que atraviesa la Unión Europea.
Aun así, la mayor marcha atrás del día lunes se observó en Tokio con una caída de 5 %: el Índice Nikkei mostró su nivel más bajo desde abril de 2017. Además del arrastre de Wall Street, en Japón, el aumento de su moneda, el yen, está afectando a los exportadores locales y la suba prevista del IVA hacia octubre próximo anticipa una baja del consumo.
Las autoridades japonesas intentaron restar importancia a la situación interna. En tal sentido, Yoshihide Suga, el portavoz del Gobierno, explicó por "factores exteriores" la caída bursátil.
Los acontecimientos navideños están diciendo algo más. Veamos qué.

Tensiones económicas

El alerta en los "mercados" de este lunes comenzó por un llamado a un comité de crisis por parte del secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, luego de que trascendiera que el presidente estadounidense, Donald Trump, quería despedir a Jerome Powell, el titular de la Reserva Federal (FED) de los Estados Unidos, por haber elevado la tasa de interés (aunque moderó las subas previamente anunciadas para 2019).
La amenaza de Trump implica una gigantesca intromisión a los principios liberales de independencia de la Reserva Federal respecto al Poder Ejecutivo, cuestión que a través de complejos mecanismos implica una suerte de garantía a los negocios del gran capital en general y del capital financiero en particular.
Mnuchin convocó a los principales banqueros de Estados Unidos durante el fin de semana para conversar sobre la caída en la bolsa, que venía registrándose hace días: la semana pasada Wall Street registró la peor semana desde 2011. Incluso está instalado en el debate de los analistas una posible nueva crisis financiera.
El movimiento del secretario del Tesoro, quien aclaró (o ¿desmintió? a Trump) que no iban a despedir a Powell, estuvo orientado a calmar las aguas, pero el efecto fue totalmente el contrario.
El diario New York Times señala que una reunión de crisis tiene un antecedente en 2008, año en que se produjo la quiebra de Lehman Brothers. De este modo, la convocatoria de Mnuchin contribuyó al pánico de los “mercados” que, si bien no consideran que la situación sea tan grave, presuponen que podría estar ocultándose algo más.
A través de su cuenta de Twitter, a esta altura casi su principal herramienta de comunicación política, Trump atacó nuevamente el lunes a Powell: señaló que el “único problema” de la economía es que la FED "no tiene tacto con el mercado".
Pero no parece ser el único problema: en simultáneo, la Administración de los Estados Unidos sufre el cierre parcial (“shutdown”) desde el viernes 21 por falta de financiamiento. Una situación similar se vivió bajo el Gobierno de Barack Obama, pero finalmente se resolvió. No puede descartarse que esta vez pase lo mismo.
No obstante, la situación podría extenderse más allá del 3 de enero, cuando asume el nuevo Congreso votado en noviembre, debido a la falta de acuerdo con los demócratas, que niegan presupuesto para la construcción de un muro fronterizo que instale un hito más en la política xenófoba contra los mexicanos.
La clave del derrumbe bursátil está asociada a una combinación de elementos inmediatos, como el mencionado “efecto” Powell en primer lugar y el cierre del Gobierno en segundo término, junto con factores de mediano plazo, como el pronóstico cada vez más cierto de una desaceleración de la economía mundial y de los Estados Unidos hacia 2019 y 2020.
El Fondo Monetario Internacional en su último informe de perspectivas económicas revisó a la baja el crecimiento de la economía mundial de 2019 a 3,7 %, lo cual significaría que se sostiene en un nivel similar a los dos años previos.
Sin embargo, llamaba la atención el FMI, que “al mismo tiempo, la expansión es menos equilibrada y es posible que en algunas economías grandes ya haya tocado máximos. Los riesgos para el crecimiento mundial han aumentado en los últimos seis meses”.
La desaceleración es un fenómeno generalizado, que incluso comprende a China (que no obstante crece a tasas elevadas), una de las “locomotoras” de la economía mundial de las últimas décadas, y a varias economías de las denominadas “emergentes”.
En particular, sobre los Estados Unidos, el FMI advierte que el estímulo fiscal por las rebajas impositivas que impulsó Trump a las grandes corporaciones se extinguirá en 2020, momento en que el “endurecimiento de la política monetaria” (es decir, justamente las subas de tasas de interés que tiene planeada la FED), se encuentre en su nivel máximo. Estos dos factores actuarían como una tenaza comprimiendo la economía yanqui.
De hecho, hacia 2020 la economía estadounidense exhibe uno de los peores índices pronosticados de crecimiento para la década. Es que la rebaja de impuestos ha impulsado la repatriación de ganancias de las corporaciones hacia Estados Unidos para la recompra de acciones, pero el impacto fue bajo en inversiones y productividad, que hacen a la esencia del crecimiento.
Evidentemente, la caída bursátil no puede resumirse a una rencilla de Trump con el presidente de la FED.

Tensiones políticas

La intervención de Trump en la política de la FED, es un factor que genera una enorme inestabilidad financiera. No sólo eso: también política. "El mercado bursátil está desplomándose y el presidente está embarcado en una guerra personal contra la Reserva Federal, justo después de haber despedido al secretario de Defensa", refiriéndose al general Jim Mattis, expresaron en un comunicado las principales espadas demócratas del Congreso.
Luego del mal resultado en las elecciones de medio término de noviembre, se agudizó la debilidad política de Trump, cuestión que el jefe de la Casa Blanca parece querer compensar con una intención algo desesperada de mayor bonapartismo en sus decisiones.
Esta actitud genera incertidumbre sobre el devenir de la principal potencia mundial (aunque en lenta decadencia) y enciende alertas frente al temor de que Trump quiera deshacerse de la parte del establishment que integra su gabinete y que opera como “control” interno. El presidente carece de poder para tal devenir, pero esto no es un moderador de la situación, sino que por el contrario está actuando como factor de inestabilidad política creciente.
El propio Trump buscó apiadarse de su situación de estar "todo solo" en la residencia presidencial. Un síntoma estremecedor del estado de salud de la mayor “democracia” del mundo.

Tensiones geopolíticas

En este evento de caída de Wall Street la explicación central e inmediata es la crisis política en los Estados Unidos, que es equivalente a una crisis en el centro de gravedad de la economía mundial. Pero no deberían pasar inadvertidos otros factores, además de los señalados débiles pronósticos económicos, de fuerte inestabilidad en la situación internacional.
El principal de ellos es la relación entre Estados Unidos y China, a quien la estrategia de seguridad nacional del país del norte ha colocado (junto a Rusia), a principios de año, en el centro del resurgimiento de conflictos con grandes potencias.
La distensión acordada por Trump y el presidente del gigante asiático, Xi Jinping, en la cumbre del G20 en Buenos Aires, se volatilizó rápidamente, entre otras cuestiones por la detención (luego liberada bajo fianza) en Canadá de la directora financiera de Huawei debido a las acusaciones de Washington contra la multinacional china por supuestamente violar las sanciones comerciales contra Irán. Este acontecimiento es una expresión sintética de la competencia tecnológica entre ambos países.
En el marco de la redefinición estratégica de Estados Unidos, que desplaza la lucha contra el terrorismo a segundo plano, se comprende el anuncio que hizo Trump, una vez más a través de Twitter, del retiro de las tropas yanquis en Siria, cuestión que precipitó la renuncia de James Mattis, que era considerado como una figura que podía revestir de cierta coherencia al pragmatismo de Trump.
Ese retiro de tropas engendra una contradicción: una primera lectura (no definitiva) ubica como uno de los principales ganadores en terreno sirio, justamente, a Rusia. No es la única paradoja: Mattis es el autor del documento que definía que “La competencia estratégica interestatal, no el terrorismo, es ahora la principal preocupación de la seguridad nacional de Estados Unidos”.
El fin de año consagra la ruptura de Trump con el “ala militar”, una de las pocas bases firmes de apoyo del presidente.
Wall Street y los “mercados” de las principales economías parecen estar metabolizando la debilidad de Trump, el pirómano que comanda la Casa Blanca.

Pablo Anino
@PabloAnino

lunes, 24 de diciembre de 2018

El último general de Trump y la debilidad de su Gobierno




La renuncia de Mattis, el último revés en la Corte Suprema, aun teniendo mayoría conservadora, el cierre parcial del gobierno y el RusiaGate, el panorama no es muy claro para el presidente de Estados Unidos.

El martes pasado el presidente Donald Trump anunció la salida de las tropas estadounidenses en Siria. Lo hizo, como es su costumbre, contra el consejo de varios de sus asesores, incluido el ex general Jim Mattis, Secretario de Defensa. Mattis escribió su renuncia y el jueves fue a la Casa Blanca con la carta impresa en un último intento de convencer a Trump de dar marcha atrás, pero no lo logró.
El perro rabioso Mattis es el autor del documento sobre Estrategia de Seguridad Nacional que se presentó en enero de este año y que marca el abandono de la estrategia de la guerra contra el terrorismo. El documento definía que “La competencia estratégica interestatal, no el terrorismo, es ahora la principal preocupación de la seguridad nacional de Estados Unidos” y daba cuenta de la preeminencia del ala militar en el gobierno de Trump. Mattis era el último de los que el presidente llamó mis generales entre los que estaban HR McMaster, Asesor de Seguridad Nacional y el recientemente renunciado John Kelly, Jefe de Gabinete, considerados ampliamente como los únicos capaces de brindarle un poco de estabilidad y coherencia a la Casa Blanca. Esta última salida es la ruptura definitiva del trumpismo con el ala militar, uno de los apoyos más firmes con los que contaba.
Pareciera que se acerca una nueva etapa de inestabilidad en el gobierno estadounidense. Durante la campaña electoral de medio término, Trump parecía haber conseguido disciplinar a su tropa demostrando que él es el dueño de los votos ya que su apoyo constituyó la diferencia entre ganar o perder la interna republicana. Luego de las elecciones de medio término, donde el el gobierno perdió el control de la cámara de Diputados, los republicanos parecen estar más dispuestos a desafiar al presidente.
El senador por Arizona Jeff Flake, pronto a retirarse, supeditó su voto a favor de las últimas nominaciones judiciales de Trump a la aprobación de una ley que proteja la investigación del fiscal especial Mueller, que lleva la causa sobre la posible intromisión rusa en las presidenciales de 2016, que varios dolores de cabeza le causó a gobierno y por la que ya cayeron Michael Cohen, Paul Manafort, y Michael Flynn. El senador por Tennessee Bob Corker, también presto a retirarse, impulsó hace una semana una resolución donde se declara al príncipe Saudí Bin Salman “responsable” del asesinato del periodista Jamal Khashoggi, un golpe por elevación a Trump que dijo reiteradamente que “estaba seguro” que Bin Salman no tenía nada que ver.
En la última gran batalla legislativa del año, donde estaba en juego la continuidad del financiamiento del gobierno, el líder de la cámara alta Mitch McConnell se negó públicamente a usar la “opción nuclear”, un último recurso para pasar una ley con mayoría simple y que permitiría que el Partido Republicano mantenga el financiamiento del gobierno y además consiga los fondos que demanda Trump para su muro. O sea, McConnell le negó a Trump una victoria en toda la linea. En la media noche del viernes el Senado pospuso la decisión, efectivamente cerrando parcialmente el gobierno, afectando a 9 ministerios y varias agencias estatales.
La intransigencia del presidente, que primero dijo que estaba dispuesto a afrontar un cierre del gobierno si no le otorgaban la financiación para su muro y que ahora intenta responsabilizar a los demócratas, puede afianzar el apoyo de su base, que lo ve como alguien que intenta cumplir sus promesas pero el congreso se lo impide. Pero difícilmente puede ayudarlo de cara a su posible reelección en 2020, ya que no le permite ampliar su base de apoyo. Las brutalidades que dijo e hizo durante su mandato, como separar familias en la frontera le valió el rechazo por parte de un sector de la población blanca con estudios universitarios, tradicionalmente republicana. Ante este panorama y las pequeñas “rebeliones” en el senado se reabre la posibilidad de un impeachment, que por ahora nadie quiere discutir pero si se combina una ofensiva demócrata en el congreso con un avance significativo en la investigación de Mueller y Trump sigue haciendo de las suyas y perdiendo apoyos, no está descartado que avance. El impeachment sigue siendo un tiro en el pie para el partido de gobierno pero a esta altura ya se quedaron sin buenas opciones y solo les resta el control de daños.
De todas maneras, el resultado de las últimas elecciones está muy fresco como para pensar en las próximas. Más allá de la baja popularidad y la capacidad de Trump para perder apoyos, habrá que ver cómo se configura la complicada ingeniería electoral de una de la más antidemocrática de las democracias occidentales.¨Esta semana vimosla renuncia de Mattis, el último revés en la corte suprema, aún teniendo mayoría conservadora, el cierre parcial del gobierno y los nuevos avances en el RusiaGate. El panorama no es muy claro para el presidente de Estados Unidos.

Nicolás Daneri

El de Bolsonaro será un gobierno neoliberal de agresión contra los trabajadores

Entrevista a Claudio Katz de Economistas de Izquierda (EDI)

Mario Hernandez.- Apelo a Claudio Katz para hablar sobre la situación de Brasil. Además, estás presentando un libro.
Claudio Katz.- Se trata de La teoría de la dependencia 50 años después, hacemos un balance, una evaluación y un análisis de la actualidad de una teoría que tuvo un gran predicamento en los ´70. Las figuras de Ruy Mauro Marini, Theotonio dos Santos, Vânia Bambirra que interpretaban el subdesarrollo de América Latina centrado en la pérdida de recursos padecida por la región, analizaba el porqué de una reproducción dependiente acentuada por la inserción internacional subordinada de la región.
Me parece que en el plano económico hay cuatro puntos de gran actualidad de esa teoría. En primer lugar el extractivismo, la primarización, el patrón de reproducción basado en el cultivo de exportación, la minería a cielo abierto, la dependencia del petróleo; todo eso acentúa la vulnerabilidad de la región al vaivén de los precios de las materias primas, eso es muy visible en la relación dependiente de la Argentina con EEUU y China. De nuevo volvemos a la sumisión de una región a lo que ocurre con las cotizaciones internacionales de los productos básicos.
Hay un segundo plano más llamativo que es la regresión industrial de América Latina, especialmente de los países que construyeron el modelo de sustitución de importaciones: Argentina y Brasil. La crisis industrial de Brasil es muy importante, el aparato productivo está muy reducido en relación a los ´80, la productividad se ha estancado y por eso tuvo una crisis tan fuerte que desembocó en el escenario que tenemos hoy en Brasil y en Argentina ni que hablar. La recuperación industrial de la década pasada apenas compensó la caída previa y ahora con Macri, 100.000 despidos industriales, una caída descomunal del PBI, cierre de pequeñas industrias, etc.
Hay un tercer plano económico que es la deuda, una pesadilla de América Latina que ilustra su relación dependiente pero que tiene distintos períodos, de agravamiento, de atenuación. En la década pasada tuvimos un período de alivio y ahora de nuevo la deuda vuelve a ser un problema en toda la región pero especialmente en el caso argentino, no es una crisis más, pasamos de una deuda del 40% del PBI a otra que está entre el 80 y el 110% con fuertes perspectivas de cesación de pagos el año que viene.
El cuarto tema es la crisis. La teoría de la dependencia estudió con mucho detalle la especificidad de las crisis de los países latinoamericanos, no sólo la capitalista general tipo 2008, que vimos hace 10 años, o la crisis general de los países intermedios sino una crisis muy determinada por el sector externo de desequilibrios comerciales, salidas de fondos financieros y un modelo de consumo tan segmentado que conduce a ahogos en el plano del consumo.
La crisis argentina actual también puede ser leída en la interpretación tradicional de una crisis vista por la teoría de la dependencia. Por lo tanto me parece muy oportuno volver al análisis de la teoría de la dependencia en el plano económico y también en el plano social.
Cincuenta años después el drama social latinoamericano es infinitamente mayor que en los ´70. No solo por la mayor desigualdad y mayor desempleo, hay un tipo de pobreza que se agravó muchísimo por el éxodo campesino. En América Latina son pobres no solamente los excluidos sino un sector formal laboral importante. Tenemos una clase media muy empobrecida muy distinta a la de los países desarrollados. Acá es la miseria del cuentapropista y no la clase media tecnificada de un país avanzado. Hubo una ilusión de que teníamos una clase media extendida en Brasil, lo que ha sucedido en los últimos años lo desmiente por completo.
Por lo tanto, una crisis social muy importante que es muy interesante para entender el fenómeno Bolsonaro, que ha basado su ascenso en una demagogia punitiva contra la criminalidad porque la crisis social ha llevado a Brasil a una cifra pavorosa en materia de delincuencia, hubo más de 65.000 asesinatos el año pasado, algo que aproxima a Brasil a ese parámetro del terror que es México con sus 200.000 muertos y 30.000 desaparecidos en esta guerra contra el narcotráfico.
Por lo tanto crisis económica, crisis social y el último plano, quizás el que más va a suscitar reflexiones en la presentación del libro que es la dimensión política. Porque la teoría de la dependencia cuando estudiaba las dictaduras tradicionales: Pinochet, Videla, la dictadura del ´64 de Brasil, comenzó a utilizar el término “fascismo dependiente” para evaluar las peculiaridades de algunos regímenes de América Latina o un ingrediente de fascismo peculiar en la región y esto ahora con Bolsonaro ha vuelto a cobrar una gran actualidad.
Bolsonaro es la llegada de la ultraderecha en ascenso mundial a América Latina, ya no tenemos solo a Le Pen en Francia, a Trump en EE UU, a Salvini en Italia, ahora tenemos al ultra derechista gobernando el principal país de la región.
Bolsonaro tiene muchos puntos en común con la ultraderecha mundial, en Europa los chivos expiatorios son los inmigrantes, en EE UU los latinos y negros, en el caso de Bolsonaro la delincuencia, los excluidos, los pobres expulsados de la sociedad acusados de delinquir y hay mucho debate si es o no fascista, hay un elemento de potencial fascismo latente, basta escuchar sus discursos, observar lo que imagina para Brasil, que es un verdadero cronograma de barbarie.
Al mismo tiempo es importante diferenciar el fascismo potencial, su factibilidad y hay un larguísimo trecho para que eso sea aplicable en Brasil. En gran medida por la resistencia que ya tuvo en las semanas previas a su ascenso y la que puede desencadenar su gobierno. Por lo tanto hay muchos temas de la teoría de la dependencia, también hay temas teóricos para volver con esta teoría.
Mario Hernandez.- Este es un libro que me va a interesar muy especialmente sobre todo por el tema de China, porque veo su relación con América Latina y Argentina muy vinculada a la teoría de la dependencia. Te quiero consultar porque estuviste en Brasil recientemente ¿Cómo ves la relación de este nuevo gobierno de Brasil y nuestro país? Porque Bolsonaro rechaza la invitación que le hace Temer de acompañarlo al G20, entonces ¿Bolsonaro nos ve como el patio trasero de Brasil?
Claudio Katz.- Ahí hay una pregunta sin respuesta todavía pero que se va a saber rápido, después de la asunción de Bolsonaro vamos a ver cuánto de la declamación previa se transforma en práctica política real. Con Argentina ha tenido una actitud ambivalente, inmediatamente lo llamó a Macri, lo saludó, lo presentó como el hombre que había terminado con Cristina, trató de hacer un paralelo derechista con él. Al mismo tiempo hizo anuncios explosivos diciendo que no iba a venir a la Argentina que iba a EE UU, a Israel y a Chile. Y también anunció que enfriaba el Mercosur, pero después lo relativizó y probablemente lo hizo porque es un tema de conflicto dentro de Brasil entre el lobby agroexportador y el polo industrial paulista.
El lobby agroexportador quiere el libre comercio, buscar nuevos clientes, deshacerse de la Argentina para hacer convenios libres que le permitan exportar más y salir de la restricción de un arancel común. Al mismo tiempo, el polo industrial paulista tiene un gran cliente en la Argentina y un gran proveedor de insumos. Ese es uno de los tantos conflictos que va a tener que arbitrar Bolsonaro, algo muy parecido va a ocurrir con el sector financiero, va a elegir un gabinete financista, pero a altas tasas de interés ya sabemos el efecto que tiene, va a afectar la recuperación económica y ahí va a tener otro conflicto. Lo mismo pasa con las privatizaciones, va a tener un sector que va a querer acelerar mucho y otro que va a querer detenerlas. Hay una gran discusión sobre qué va a suceder con Petrobrás. Ahí está abierto un punto de tensión.
En materia de política exterior Bolsonaro anticipa anuncios explosivos, sugiere que va a desplazar la embajada de Brasil a Jerusalén, alineándose con Trump. Al mismo tiempo sugiere que va a enfriar las relaciones con China y que va a acentuar la alianza con EE UU, pero China ya le advirtió que ese es un camino muy peligroso.
Mario Hernandez.- China es el principal socio comercial de Brasil.
Claudio Katz.- No solo eso, tiene créditos e inversiones importantes en Brasil.
Mario Hernandez.- Y chocaría también con uno de los sectores que lo ha apoyado que es el sector agrario.
Claudio Katz.- Exacto. Por eso una cosa es hacer piruetas preelectorales y otra es la geopolítica conectada con los negocios. Trump va a estar muy feliz si Brasil queda subordinado a su estrategia mundial de tensión con China. Pero una cosa es EE UU pulseando con China y otra Brasil. Brasil es un país dependiente y el choque con el lobby agroexportador es algo muy grande. Es parecido a lo que puede suceder con Venezuela.
Hizo declaraciones muy agresivas frente a Venezuela, la idea de seguir a los halcones de la OEA, de tomar el pretexto del caos humanitario para participar en la jugada colombiana de enterrar los acuerdos de paz y pulsear fuerte con Venezuela. Pero los últimos dos golpes contra Maduro fracasaron, la conspiración de mayo, el ataque con drones, la oposición derechista venezolana está muy disgregada y cualquier aventura militar contra Venezuela es ajena a las tradiciones geopolíticas de Brasil.
Mario Hernandez.- Y no olvidemos que hubo advertencias de jefes del ejército brasileño afirmando que no está en condiciones de encarar una situación bélica contra el ejército venezolano.
Claudio Katz.- Lo que ha diferenciado en las últimas décadas a América Latina de África y de Medio Oriente, volviendo a la teoría de la dependencia, tres regiones de condición dependiente; la diferencia de América Latina es que esa dependencia que ha sido comercial, financiera, política, no se ha traducido en guerras imperiales en la región. Si comienzan guerras en la región uno de los efectos sería sobre los refugiados y esto que estamos viendo de los migrantes presionando sobre la frontera estadounidense se convertiría en un aluvión de refugiados que convertiría a la región en un polvorín también en materia de inmigrantes y refugiados.
Una de las diferencias importantes en mi opinión con respecto a los ´70 es que la posibilidad del ejército brasileño jugando un rol sub imperial ha cambiado significativamente, lo que se acentuó en Brasil es la sumisión a EE UU y, por lo tanto, el estrechamiento de la posibilidad de jugar cartas más autónomas. Habrá que ver qué nos espera con Bolsonaro. Yo creo que puede haber sorpresas pero también por el lado de una política más cautelosa de lo que él está diciendo.
Lo que no cabe duda es que es un gobierno que viene a confrontar con los trabajadores y las masas populares de Brasil y su prioridad va a ser completar las reformas neoliberales de Temer, y si Temer hizo la reforma laboral ahora la prioridad es una reforma jubilatoria siguiendo el modelo chileno. De eso no podemos tener dudas, va a ser un gobierno neoliberal de agresión contra los trabajadores, pero sobre su estrategia política internacional hay que esperar para verlo.
Volver a la teoría de la dependencia es clave para entender la crisis económica argentina actual y el giro político que vemos en Brasil. Estos dos grandes trastornos que estamos viendo en la región, se pueden comprender a través de los elementos teóricos que nos aporta la teoría de la dependencia para comprender la lógica subyacente de estos procesos.

Mario Hernandez
Rebelión / La Maza

domingo, 23 de diciembre de 2018

Centenario de la revolución alemana




Cartel espartaquista de 1918

Parte 1

Se están cumpliendo en estos días los cien años de dos acontecimientos íntimamente ligados. El fin de la Primera Guerra Mundial y la revolución que estalla en esos mismos días en Alemania.

La Primera Guerra Mundial

El enfrentamiento entre los dos bloques imperialistas, el liderado por Alemania, de un lado, y el bloque anglo-francés, por el otro, se venía gestando desde los primeros años del siglo XX. Alemania, cuya industria había tenido un impresionante desarrollo a fines del siglo XIX y la primera década del siglo XX, había llegado tarde al reparto colonial, acaparado mayoritariamente por Gran Bretaña y Francia, y pretendía conquistar la primacía europea y un nuevo reparto colonial. Los líderes de las potencias imperialistas se habían ocupado en los años previos a la guerra de atraer en su favor a los dirigentes no sólo de las capas medias sino también de las organizaciones obreras, con ciertas concesiones a las masas y prebendas a los dirigentes. Esto fue muy acentuado, tanto en Gran Bretaña y Francia como en Alemania y Austria.1
Por el equilibrio de fuerzas a mediados de 1914, el mando militar y político alemán estimó que tomar la iniciativa de las acciones bélicas en ese momento, le permitiría un rápido triunfo sobre Francia (y luego sobre Rusia), antes que Francia completara un nuevo reclutamiento decidido a mediados de 1913 y que Gran Bretaña pudiera organizar su intervención terrestre en Europa continental. Al plan se lo conocía como Schlieffen (por el militar que lo había diseñado) y proponía lanzar todas las fuerzas militares sobre Francia pero a través de Bélgica (contando con las escasas defensas que Francia tenía en la frontera belga, hasta entonces país neutral). Según ese plan, en ocho semanas, ocuparían París, logrando la rendición francesa. Esto explica la rápida escalada alemana desde que, a fines de junio de 1914, un nacionalista serbio asesinó al heredero austríaco en Sarajevo. No importaba a los círculos dirigentes alemanes que, aunque demorara un tiempo, su conducta agresiva se hiciera pública y eso afectara el apoyo popular a su estrategia y ayudara, por el contrario, a sus adversarios a fortalecer su frente interno. En sus cálculos, el rápido triunfo en una guerra “rápida y alegre” justificaría a posteriori, el riesgo asumido. “En Alemania casi todos creían en ese plan, comenzando por los conservadores y terminando por los socialdemócratas, (…) lo que más se conocía del plan era una sola cosa: que en pocas semanas la guerra estaría terminada. Esta idea parecía hipnotizar a generaciones enteras”2.

La socialdemocracia alemana apoya la guerra

Declarada la guerra en los primeros días de agosto, la Cámara de Diputados alemana (Reichstag) se reunió, el 4 de agosto, para votar el presupuesto de la guerra. La bancada socialdemócrata estaba dividida sobre cómo votar. La dirección impone su postura de votar a favor por 78 votos contra 14 que incluían tanto a la izquierda del partido (Karl Liebknecht y Otto Ruhle) como a diputados del centro referenciados en Kautsky y liderados por Hasse y Ledebour. La minoría acata la votación y vota el presupuesto de guerra. Liebknecht, como veremos, se arrepentirá al poco tiempo de haber acatado a la mayoría. La noticia provoca una conmoción en el movimiento socialista internacional. La socialdemocracia alemana era el partido más importante y hasta cierto punto una guía para el resto. Lenin, cuando recibe el ejemplar del diario socialdemócrata, lo considera inicialmente como una falsificación del gobierno alemán. Pero no era un caso aislado. Si bien el apoyo a la guerra del laborismo inglés, que no formaba parte de la Internacional, era más previsible, los grandes partidos europeos, el francés y el austríaco se encolumnaron detrás de sus burguesías imperialistas y apoyaron la guerra. Sólo una minoría, los bolcheviques en Rusia y minorías de los otros partidos denunciaron esa traición de los principales dirigentes de la Internacional. En Francia, incluso, el principal dirigente socialista, Jean Jaurès, que venía denunciando firmemente los preparativos bélicos, fue asesinado, el 31 de julio, por un terrorista de derecha. Su funeral, con participación del gobierno y de todo el parlamento, terminó siendo un acto de “unidad nacional”.

El fracaso de la ofensiva alemana

Inicialmente, la campaña alemana sobre Francia marchaba según lo planificado. En diez días, Bélgica fue ocupada por los alemanes que marcharon hacia París. Las primeras batallas les fueron ampliamente favorables. El 3 de septiembre, el presidente y los ministros abandonaron París y se trasladaron a Burdeos. La noticia de los éxitos alemanes, “exagerados y magnificados… generaron una indescriptible excitación, se esperaba, de hora en hora, la noticia de la caída de París”. Pero el 4 de septiembre comenzó una contraofensiva francesa que se extendió, obligando a los ejércitos alemanes a retroceder y atrincherarse. Los franceses que los perseguían se atrincheraron frente a ellos y comenzó la larga guerra de posiciones. La batalla del Marne tuvo enormes consecuencias.
No sólo fue el descalabro del Plan Schlieffen. Retrospectivamente, muchos expertos militares alemanes consideraron que la guerra se perdió cuando fueron arrojados del Marne3. Para el dirigente espartaquista, Paul Fröhlich, la derrota del Marne “había determinado, no sólo la suerte de una batalla cualquiera sino de toda la guerra de conquista”.4 Comenzó la guerra de agotamiento, y en ese terreno los recursos del bloque anglo-francés, con sus posiciones en los cinco continentes, eran muy superiores a las de Alemania.

Comienza la resistencia

El firme dominio de la dirección socialdemócrata dificultó inicialmente las expresiones contrarias a la guerra, pero en aquellas secciones donde la oposición de izquierda ejercía posiciones dirigentes y contaba con medios de prensa comenzaron a publicarse críticas a la guerra. En Brunswick, en Stuttgart, en Bremen y en Leipzig. También en un distrito de Berlín comienza a aparecer la primera publicación clandestina.
Pero “los revolucionarios alemanes se encontraban en un estado de atomización total. Iban a aprender, a su propia costa, que en un partido al que todavía consideraban suyo, podían recibir una represión que doblaba la del Estado y su policía. Ya la prohibición, dictada el 1° de agosto, de toda manifestación y reuniones públicas, trazaba un marco general impidiendo la expresión política de los adversarios de la guerra. El ejecutivo del partido iba a extender este estado de sitio al mismo partido”5. La oposición dentro del Partido estaba compuesta de muy diversas posturas. En los primeros meses, Rosa Luxemburgo convoca a un conjunto de dirigentes opositores para emitir una declaración contra la guerra, pero tiene que renunciar al intento. Las reuniones que organizan los opositores son prohibidas por la policía y/o por el Partido. Los órganos de prensa en manos de los opositores son clausurados por las autoridades o cerrados por la dirección del Partido.
“Para los más lúcidos de la oposición se hace rápidamente evidente que se emplearán todos los medios para amordazarlos, y que no se les dará ninguna posibilidad de dirigirse a la base”6. Entonces Liebknecht toma una decisión que para él es dolorosa, votará en contra de los créditos de guerra, en contra de la decisión del Partido. Reunido con los demás diputados que están en contra, en un tenso debate, no logra en ese momento convencer a ningún otro y vota en solitario, el 3 de diciembre, contra los créditos de guerra. A pesar de exceder la edad, es incorporado al ejército en febrero. En mayo redacta su famoso volante donde afirma: “El enemigo principal está en nuestro propio país”, que Lenin destacará como la fórmula revolucionaria por excelencia frente a la guerra. Rosa Luxemburgo es detenida en febrero. El ejemplo de Liebknecht impacta. En marzo de 1915 ya son más de treinta los diputados que no están de acuerdo en votar los créditos de guerra y la dirección del Partido tiene que aceptar que se abstengan. Sólo dos votan en contra.

El “bloqueo del hambre”

A pesar de algunos éxitos militares alemanes durante 1915, en el frente oriental y los Balcanes, Alemania tiene claro que sus aliados (Austria, Turquía y Bulgaria) deben ser apoyados material y militarmente para que puedan continuar la guerra. Y lo que es más grave, Gran Bretaña puso en marcha un cerrado bloqueo marítimo que impide a Alemania abastecerse de ultramar. Las condiciones de vida en Alemania se deterioran aceleradamente y, si bien en 1915 todavía no es tan acentuado, el racionamiento comienza a hacer estragos en el ánimo de la población y alienta la resistencia obrera. El pan está racionado desde febrero; después toca a la grasa, la carne, las papas. El invierno de 1915/1916 es el terrible “invierno de los colinabos (por coles y nabos)”.
En diciembre, el Reichstag aprobó la ley de movilización, que ataba al trabajador a la empresa. Todo hombre no reclutado debe presentar una cartilla de trabajo. No les queda nada a los proletarios alemanes de sus conquistas, de sus libertades, aquéllas que sus dirigentes les habían invitado a defender por medio de la guerra y, a pesar de la represión, su cólera se manifiesta cada vez más frecuentemente.

Zimmerwald

En setiembre de 1915 se reúne, en la localidad suiza de Zimmerwald, la Conferencia socialista internacional contra la guerra, convocada por socialistas italianos y suizos. Lenin y un pequeño grupo de delegados forman la izquierda de Zimmerwald, que no sólo denuncia a la derecha socialdemócrata, social-patriotera, sino que denuncia al centro cómplice y encubridor. De los diez miembros de la delegación alemana, la más numerosa, dos votan con Lenin y el resto con una mayoría que resiste a romper con el centro. De todos modos, se acuerda una declaración que es repartida en volantes en Alemania en cientos de miles, causando una gran conmoción, y en especial un volante conjunto de las delegaciones alemana y francesa.

Notas

1. Ver E. V. Tarle: Historia de Europa, Ed. Futuro, 1960, Cap. V y VI.
2. Idem, pág. 275.
3. Idem, págs. 356/7.
4. Paul Fröhlich: Para la historia de la revolución en Alemania, T. I., pág. 105.
5. Pierre Broue: Revolución en Alemania, pág. 35.
6. Idem, pág. 36.

Parte 2

La guerra durante 1916

“Las autoridades alemanas (tanto las militares como las civiles) no podían dejar de tener en cuenta que (las conferencias de) Zimerwald y Kienthal habían tenido su mayor éxito precisamente en Alemania” (Tarle, pág. 379). Ni en Inglaterra ni en Francia se observaba una agitación contra la guerra de la envergadura de Alemania. La insurrección de Irlanda (apoyada por Alemania) en la Pascua de 1916 había fracasado a pesar del heroísmo de sus líderes. “Todos tenían la seguridad de que la revolución estallaría en Rusia (…) pero esa revolución estaba demorándose en exceso” (ídem).
Inquieto por la perspectiva de una guerra que se alargaba, el alto mando alemán consideró que una victoria decisiva sobre Francia podía abrir el camino hacia la paz. Decidieron atacar en Verdún, fuertemente defendida por los ejércitos aliados. La batalla duró desde febrero de 1916 hasta setiembre, la más larga de la guerra. Ambos ejércitos perdieron centenares de miles de hombres en una carnicería infernal. La batalla llegó a su fin por agotamiento, sin que las posiciones se hubieran modificado. En agosto, Alemania derrotó a Rumania con lo que pudo contar con petróleo y cereales rumanos. Pero aún con ese aporte, la situación social alemana a fines de 1916 era desesperante.

Crece la oposición

“La tremenda matanza de Verdún, que no había tenido ningún resultado positivo y había concluido, en sustancia, con una derrota, después de meses de inauditos esfuerzos e incalculables pérdidas, produjo una profunda, dolorosa impresión” (Tarle, pág. 381).
Las protestas se extienden por todo el país. El 1° de mayo de 1916, la oposición de izquierda convoca a un acto en Berlín al que concurren algunos miles de obreros y jóvenes, en el que Liebknecht toma la palabra. Es detenido, pero el día de su juicio, el 28 de junio, 55 mil obreros de Berlín realizan una huelga de protesta. Los acompañan trabajadores de distintas partes de Alemania y en Hamburgo estallan verdaderas rebeliones.
Corrido el velo de la “unidad patriótica” de agosto de 1914, el gobierno persigue y encarcela a los “agitadores”. Kautsky admite en una carta a Víctor Adler de agosto de 1916: “El extremismo corresponde a las necesidades actuales de las masas no educadas. (...) Liebknecht es el hombre más popular en las trincheras” (Broue, pág. 42).

La Liga Espartaco y las oposiciones de izquierda

La oposición de izquierda se va estructurando. En abril de 1915 comienzan a publicar la revista “Die Internationale”. Se organiza una red de contactos en las distintas ciudades y en marzo de 1916 una conferencia funda la Liga Espartaco. No sólo critican a la dirección derechista sino que se diferencian del centro que se está conformando paralelamente. Critican tanto la “paz civil” de la derecha como las ilusiones pacifistas del centro, y afirman que la paz no resultaría más que de una acción revolucionaria del proletariado.
Paralelamente se desarrollan grupos opositores de los más variados. Uno de los más activos y que tendrá un rol protagónico en la revolución es el surgido de los sindicatos de Berlín, los “delegados revolucionarios (…) Red elástica, que descansa sobre contactos de confianza entre militantes de organizaciones legales, el círculo de delegados revolucionarios es, de hecho, candidato al papel de dirección de los trabajadores berlineses que disputa victoriosamente, en múltiples ocasiones, al partido socialdemócrata o a los sindicatos, sin tener la ambición de constituirse en dirección política autónoma ni en sindicato escisionista” (Broue, pág. 48). Encabezados por Richard Müller, líder de los torneros, conviven en ella dirigentes de izquierda y del centro. Ellos protagonizan la huelga en solidaridad con Liebknecht de junio de 1916.
Un debate central en las oposiciones de izquierda es la actitud hacia el Partido Socialdemócrata. Los bolcheviques habían defendido en las conferencias de Zimerwald y Kienthal la necesidad de constituir un partido revolucionario independiente frente a la bancarrota de la Segunda Internacional, separado no solamente de la dirección derechista, agente de la burguesía imperialista en el movimiento obrero, sino también del centro pacifista y vacilante que la encubría. Otto Rhule, poco después de la conferencia de marzo publica en el “Vorwärts” un artículo resonante en favor de una escisión de la socialdemocracia. Lo mismo opinan grupos de Berlín, Bremen y otras ciudades. Rosa Luxemburg, en cambio, los combate: es necesario, según ella, permanecer en el partido todo el tiempo posible, guardarse de constituir una secta, actuar para arrastrar a los obreros a la lucha. La manifestación del 1° de Mayo y la huelga de junio parece una confirmación de esta línea: trabajadores, que no están encuadrados por los revolucionarios, conducen en plena guerra una huelga política que los revisionistas juzgaban imposible en tiempo de paz. Los espartaquistas se oponen a romper con el Partido Socialdemócrata. La tarea es enderezarlo. El protagonismo de las masas les permitirá recuperar la orientación revolucionaria. La escisión inmediata, que propugnan los bolcheviques y que empiezan a proponer en Alemania algunos elementos influidos por ellos, les parece un remedio peor que la enfermedad.
Estos planteos mostrarán rápidamente su inviabilidad y la superior perspectiva trazada por los bolcheviques. Chocan contra la realidad que los golpeará duramente. La escisión se producirá, pero por iniciativa de la derecha, del aparato, y escindirá a la derecha del centro. La izquierda que no supo ni preverla ni prepararla tendrá que tomar posición frente a los hechos consumados. La Liga Espartaco es numéricamente pequeña y no logra capitalizar en términos organizativos la simpatía que genera el prestigio de Liebknecht.

La formación del Partido Socialdemócrata Independiente

El centro liderado por Kautsky y Haase defiende una política de paz sin anexiones y mantiene una “oposición leal” a la dirección derechista. Como parte de este equilibrio, la dirección del partido autoriza las abstenciones de los diputados del centro. Pero, a fines de 1915, una veintena de diputados del centro votan en contra de los créditos militares. Con el deterioro de la situación social y el empantanamiento de la guerra se acrecientan los síntomas de descontento en el seno del partido. En marzo de 1916, Haase denuncia el estado de sitio y los diputados del centro votan en contra de su renovación. La réplica es inmediata, la fracción los excluye por cincuenta y ocho votos contra treinta y tres. Los excluidos forman un “colectivo de trabajo socialdemócrata”. Así, durante todo 1916 convivirán en el mismo partido dos grupos parlamentarios separados y tres corrientes políticas.
Las dos oposiciones, la pacifista y la revolucionaria compiten por ampliar sus bases en el partido. Pero es la dirección la que los aproximará. La tensión social y política lleva al extremo la crisis del partido, que se rompe bajo la presión de fuerzas sociales antagónicas, clases dirigentes actuando por mediación del ejecutivo, clases trabajadoras exigiendo a los opositores la expresión de su voluntad de resistencia. Para el ejecutivo no hay otro recurso más que imponer en el partido el estado de sitio que pesa ya sobre el país. La oposición leal debe defenderse y dejar de ser leal so pena de verse aniquilada.
Por iniciativa del “colectivo de trabajo socialdemócrata” de Haase se convoca a una conferencia de toda la oposición en Berlín en enero de 1917 a la que concurre los espartaquistas. Nadie propone la escisión. La conclusión es que se mantendrán contactos permanentes entre todas las oposiciones para defenderse de las agresiones de la dirección. Pero es el Ejecutivo derechista el que toma la iniciativa. Acusa a la oposición de colocarse ella sola fuera del partido y comienza una purga implacable por todo el país. La oposición tendrá que sacar las conclusiones. La escisión es un hecho. Una nueva conferencia en la pascua de 1917, en Gohta, decide la formación del Partido Socialdemócrata Independiente.
No se trata de la salida de algunos dirigentes ni la secesión de organizaciones locales. El partido se parte de arriba abajo. Unos 170.000 militantes quedan en el viejo partido, mientras que el nuevo reivindica 120.000. Entre éstos, los dirigentes más conocidos de todas las tendencias de antes de la guerra, Liebknecht y Luxemburgo, Haase y Ledebour, Kautsky y Hilferding, e incluso Bernstein. Ni querida ni preparada por la oposición, la escisión resulta de la doble presión de la cólera obrera y de la determinación del ejecutivo, al servicio de la política de guerra, de impedir cualquier resistencia. Los dirigentes del nuevo partido, que habían luchado durante años con el objetivo declarado de evitar la escisión, se encuentran, paradójicamente, a la cabeza de un nuevo partido.
Kautsky y Bernstein sólo se decidieron a adherirse a la nueva organización, después de consultar con sus amigos, para servir de contrapeso a los espartaquistas y contribuir a limitar su influencia (Broue, pág. 56).

El rechazo al centralismo y la división de la izquierda

Los espartaquistas ingresan al nuevo partido liderado por los centristas en contra del reclamo de los sectores de izquierda radical que rechazan someterse al centro. Uno de los aspectos que seduce a muchos espartaquistas para ingresar al nuevo partido es también controversial: el nuevo partido renuncia a todo centralismo. Uno de sus portavoces, el joven Fritz Rück, lo precisaba sin vueltas: “Queremos ser libres para seguir nuestra propia política”. Pero esto es un llamado al espontaneísmo. Los espartaquistas ni siquiera forman una fracción dentro del nuevo partido. La actitud de los espartaquistas se explica por su concepción de la naturaleza de la revolución, elaborada en la lucha contra la centralización burocrática y dejando poco espacio a la organización; es ahí donde están las raíces de sus divergencias, no sólo a nivel internacional, con los bolcheviques, sino en el nacional, con los radicales de izquierda.
Una consecuencia del ingreso de los espartaquistas al nuevo partido es partir en dos a la minoría revolucionaria. En agosto se celebró en Berlín, con la presencia de delegados de Bremen, Berlín, Francfort, Rüstringen, Meoers y Neustadt, una conferencia de grupos radicales de izquierda con el objetivo de crear un “partido socialista internacional”. Pronto Otto Rühle, todavía diputado, se une a los “socialistas internacionalistas”, con los militantes de Dresde y de Pir que le siguen.

Bibliografía
Eugene Tarle: Historia de Europa, Ed. Futuro, 1960.
Pierre Broue: Revolución en Alemania.

Parte 3

El viraje de 1917

El año 1917 marca un viraje profundo en el curso de la guerra, tanto en los escenarios bélicos como sobre todo por el clima político y social en los Estados que la estaban llevando adelante. Las enormes pérdidas de vidas humanas durante las batallas de 1916 produjeron un tremendo efecto, especialmente en Alemania donde como venimos analizando la situación social se deterioraba en la retaguardia pero también comenzó a afectar al frente. Los altos mandos alemanes Ludendorff y Hindenburg veían como alternativa buscar la paz inmediatamente mientras Alemania contara aun con algunas ventajas territoriales que negociar o lanzarse a la guerra submarina para quebrar el bloqueo naval inglés (Tarle, p.385).
Se aplicaron en forma sucesiva. Alemania hizo un llamado formal a la paz en diciembre de 1916 que fue rechazado por los aliados y se lanzó a la aventura de la guerra submarina sin restricciones desde comienzos de 1917, que no solo fracasó en quebrar el bloqueo sino que le dio al presidente Wilson, de Estados Unidos, el pretexto justo para justificar ante su población sumarse a los aliados y declararle la guerra a Alemania en abril de 1917. Naturalmente que los yanquis ya tenían decidido intervenir. El desgaste sufrido por las potencias europeas hasta entonces y su enorme capacidad industrial le permitían colocarse como un protagonista decisivo de la posguerra.

La Revolución Rusa, las huelgas de abril en Berlín y la agitación en la flota alemana

Pero el hecho que marcó el viraje fue la Revolución Rusa de febrero de 1917, marzo según el calendario occidental. La caída del zar, la formación de los soviets, la comprobación de que las penurias de la guerra tenían su efecto en la conducta de las grandes masas y podían desembocar en una Revolución que liquidó en una semana a un régimen milenario, provocaron una profunda impresión en todos los países beligerantes.
En Alemania, como señalamos en la nota anterior, entre enero y marzo se formó el Partido Socialdemócrata independiente que representó, aun con todas sus limitaciones la puesta en pie de una nueva organización que ponía sobre el tapete el debate sobre la necesidad de un partido revolucionario. Un informe del prefecto de policía al comandante militar de Berlín, fechado el 23 de febrero de 1917, declaraba: “Actualmente, casi todos los militantes sindicales metalúrgicos que se imponen en las fábricas, son miembros de la oposición, y una gran parte del grupo Espartaco que ha tomado por consigna “Poner fin a la guerra mediante las huelgas” (Broue, p. 61).
La influencia de la Revolución Rusa multiplicó la agitación de los sectores más radicales de la oposición socialdemócrata. El llamado a una paz sin anexiones que el gobierno provisional declamaba (aunque trataba de continuar la guerra por sus compromisos con los imperialistas aliados), tenía impacto en las masas. En abril se desarrolla en Berlín una masiva huelga impulsada por los “delegados revolucionarios” que engloba a más de 300 mil obreros. Aunque sus reclamos son inicialmente reivindicativos (mejoras en el abastecimiento sobre todo), una huelga paralela en Leipzig, donde lideraban los sectores más radicales agrega reivindicaciones políticas: una declaración del gobierno en favor de una paz sin anexiones, la supresión de la censura y el levantamiento del estado de sitio, la abolición de la ley de movilización del trabajo, la liberación de los presos políticos, la introducción del sufragio universal en elecciones a todos los niveles. En Berlín se debate sumar los reclamos de Leipzig. La burocracia y la dirección del partido socialdemócrata asumen formalmente la huelga, y maniobran para levantarla sin que se incluyan las reivindicaciones políticas y con algunas concesiones menores. Pero no logran derrotarla. Una valla había sido superada. Las masas habían librado su primer combate. Los socialdemócratas independientes habían ganado un gran prestigio. Aparecían a los ojos de las más amplias capas como los campeones de una lucha de masas por la paz, revolucionaria a causa de las condiciones en las que era llamada a desarrollarse. En numerosas fábricas se lanzó la consigna de formar consejos obreros como en Rusia.
Entre junio y julio un movimiento se pone en marcha entre los marineros de la flota anclada en Kiel. Forman una liga clandestina de marinos y soldados que llega a agrupar a cinco mil miembros. Se dirigen a los dirigentes independientes para que les den orientación. Estos parlamentarios con nula experiencia en trabajo clandestino terminan poniendo en peligro el movimiento que se desenvuelve con acciones de masas pero son duramente reprimidos. Los líderes son ejecutados en septiembre de 1917. Algunas semanas más tarde, Lenin escribe que este movimiento revolucionario marca “la crisis de crecimiento de la revolución mundial”, y constituye uno de los “síntomas de un despertar de la revolución, a escala mundial”. En realidad, la tragedia que llegará a Alemania está inscrita por completo en este drama, el contraste entre la voluntad de acción de los jóvenes trabajadores con uniforme y la incapacidad de “los jefes” que deberían liderarlos (Broue, p. 67).
La Revolución Rusa provoca también un debilitamiento de la guerra en el frente oriental. El gobierno francés, preocupado por esto, con los ingleses concentrando sus energías contra el gobierno turco, y los Estados Unidos sin pesar en la batalla, inicia una ofensiva sobre las líneas alemanas en abril de 1917 que tiene el mismo efecto que la batalla de Verdun del año anterior. Miles de muertos, heridos y prisioneros de ambos bandos y ninguna ventaja militar. Pero la revolución rusa también impactó en Francia. Entre mayo y junio estallan motines e insoburdinaciones en el ejército francés y se convocó a la formación de consejos de soldados. Una intensa agitación recorrió al ejército. Las autoridades prefirieron no enfrentarlo abiertamente sino aplicar una represión selectiva y tratar de controlarlo, lo que lograron hacia fines de junio (Tarle, p. 446).

La Revolución de Octubre y la agitación obrera en Alemania y Austria-Hungría

Cuando en noviembre de 1917 los bolcheviques toman el poder, hacen un llamamiento por la paz y contra la guerra. A poco comienzan las negociaciones en Brest Litovsk. Los bolcheviques, con Trotsky a la cabeza de la delegación, han sabido utilizar las conversaciones como una tribuna desde donde los trabajadores rusos llaman en su socorro a sus hermanos de los países beligerantes, que tiene un enorme impacto en los imperios centrales, Alemania y Austria-Hungría. La llamada es escuchada: el 14 de enero de 1918 estalla la huelga en la fábrica de municiones, en Budapest. En unos días se extiende a todas las empresas industriales de Austria y de Hungría.
En este clima se celebra, el domingo veintisiete de enero, la asamblea general de los torneros de Berlín. A propuesta de Richard MüIler, decide por unanimidad desencadenar la huelga al día siguiente, y celebrar asambleas generales que elegirán a los delegados. Estos delegados se reunieron en la sede de los sindicatos y designaron la dirección de la huelga: las lecciones de abril de 1917 no han sido olvidadas. El 28 por la mañana, hay 400.000 huelguistas en Berlín y las asambleas generales previstas se celebran en todas las fábricas, donde torneros y delegados revolucionarios obtienen aplastantes mayorías. Se reúnen los cuatrocientos catorce delegados, elegidos en las fábricas. El número de huelguistas llega a 500.000. Los socialdemócratas de la mayoría intervienen para frustrar el movimiento. En sus memorias el dirigente socialdemócrata Ebert, futuro presidente de la república burguesa reconoce su rol: “En las fábricas de municiones de Berlín, la dirección radical había tomado las riendas. Algunos afiliados a nuestro partido fueron obligados por los radicales a dejar el trabajo atemorizados y vinieron al ejecutivo a suplicar que se enviasen algunos miembros a la dirección de la huelga (...) Yo entré a la dirección de la huelga con la intención bien determinada de ponerle fin lo más deprisa y evitar así al país una catástrofe”. En una escala ampliada, las maniobras de abril de 1917 para hacer retroceder la huelga.
Para Richard Müller y sus camaradas, no queda más que batirse en retirada, reconociendo la derrota. Para una minoría revolucionaria, esta derrota es rica en enseñanzas. Richard Müller escribe que el sentimiento dominante entre los proletarios era: “Nos hacen falta armas. Nos hace falta hacer propaganda en el ejército. La única salida es la revolución”. Los espartaquistas han lanzado, durante el movimiento ocho volantes de veinte a cien mil ejemplares cada uno, lo que constituye un verdadero record para una organización ilegal. Sin embargo, toman conciencia de que no están suficientemente organizados ni claramente orientados. Jogiches, uno de sus principales dirigentes escribe: “parece que ha habido entre los delegados (...) muchos de nuestros partidarios. Sólo que estaban dispersos, no tenían un plan de acción y se perdían entre la muchedumbre. Además, la mayor parte de las veces, ellos mismos no tuvieron perspectivas claras (Broue, p.69-73).

La paz de Brest Litovsk y el nuevo fracaso de la ofensiva alemana en Francia

Con una rápida ofensiva sobre el frente ruso los alemanes logran imponerle a los bolcheviques la paz de Brest Litovsk el 3 de marzo de 1918, por la cual desprenden de Rusia enorme territorios (Ucrania y los países bálticos, entre otros). La paz produce un doble efecto. Por un lado facilita la disponibilidad de las tropas alemanas en el frente occidental (Francia). Pero al mismo tiempo pone de relieve ante las masas tanto de Alemania como de los demás países beligerantes que el imperio alemán lleva adelante una guerra de conquista, de anexiones.
Envalentonados con sus conquistas y presumiendo por demás de los beneficios que les reportarían los granos y otras exacciones de Ucrania y los territorios ocupados (que finalmente no fueron tantos), el alto mando alemán lanzó una nueva ofensiva sobre el frente occidental. Una vez más a mediados de marzo oleadas de soldados alemanes son lanzados sobre las fortalezas francesas. Hasta junio obtuvieron algunas victorias aunque ninguna decisiva. En julio comienza la segunda batalla del Marne pero en agosto el ejército francés retoma la ofensiva. El ingreso masivo de los tanques, esa nueva maquinaria infernal que Estados Unidos produce masivamente termina por desbalancear los combates. A partir de entonces, la derrota alemana es sólo cuestión de tiempo.

BIBLIOGRAFIA

Eugene Tarle, Historia de Europa, Ed Futuro, 1960
Pierre Broue, Revolución en Alemania

Parte 4

El impacto de la revolución Rusa

Como hemos señalado en la nota anterior, la revolución rusa impactó fuertemente sobre el movimiento obrero alemán que comenzó a tomar en sus sectores más radicales la consigna de los consejos obreros. El triunfo bolchevique en noviembre de 1917 y la campaña para acabar con la guerra que llevó adelante la delegación bolchevique encabezada por Trotsky durante las conversaciones de paz en Brest Litovsk fueron muy bien recibidas por los sectores más activos del movimiento obrero alemán.
Pero los socialdemócratas independientes estaban profundamente divididos sobre la actitud a adoptar frente a la revolución y al nuevo poder soviético. El viejo “centro pacifista”, ala derecha del Partido Socialista Independiente (PSI) encabezado por Kautsky era fuertemente crítico de los bolcheviques, denunciaba la “dictadura proletaria”, daba lugar en su prensa a la oposición menchevique, en síntesis, se oponía a llevar adelante una acción revolucionaria y anticipaba el seguro fracaso de la “aventura bolchevique”. Por el contrario, los espartaquistas y los sectores de izquierda que permanecieron fuera del PSI se mostraban partidarios de una revolución de consejos de obreros y soldados, como en Rusia.
Para los bolcheviques, la cuestión de la revolución alemana fue desde un primer momento una prioridad. Más aún, para los bolcheviques la revolución rusa era la iniciadora de la revolución europea, mientras que la alemana que debía seguirla era considerada como el puente que empalmaría con la Revolución mundial.
No estaban errados en esta perspectiva, habida cuenta que la revolución alemana va a desencadenarse más temprano incluso que lo que muchos imaginaban. Los debates en el partido bolchevique alrededor de las negociaciones de Brest Litovsk, ¿hasta dónde estirarlas?, ¿en qué momento aceptar las duras condiciones impuestas por el imperio germánico? giraban en torno a cómo influirían esas decisiones en el despertar de la revolución alemana.
Los bolcheviques intentaron influir sobre los alemanes por lo menos desde abril de 1917 y más aún después de la toma del poder. Llevaron adelante una masiva propaganda y agitación entre los prisioneros de guerra (más de 150 mil soldados alemanes), entre los cuales había numerosos socialdemócratas que fueron influidos por el bolchevismo. Editaron un periódico y lanzaron cientos de miles de volantes. Y crearon el “grupo alemán del partido comunista ruso (bolchevique)” bajo el liderazgo de Radek. Después de la paz tuvieron que liberarlos, pero el alto mando alemán era consciente que llevaban inoculado el virus de la revolución y que era peligroso llevarlas al frente francés.
Después de la paz se abrió otro frente de propaganda y organización a través de la embajada soviética en Berlín. A cargo de Joffe, desarrolló una amplia actividad de sostén material y político al ala izquierda del PSI.

La izquierda alemana frente a la Revolución Rusa

Tanto los espartaquistas como los radicales de izquierda de Bremen apoyaron la toma del poder por los bolcheviques sin reservas. Los redactores de Arbeiterpolitik (“Política Obrera”, órgano de los radicales de izquierda) saludaron, desde el 17 de noviembre, con entusiasmo a los consejeros de obreros y soldados en el poder; el 15 de diciembre, Johann Knief explicaba por qué la revolución rusa ha podido progresar tan rápidamente y vencer: “Única y exclusivamente porque existía en Rusia un partido autónomo de extrema izquierda que, desde el principio, ha desplegado la bandera del socialismo y luchado bajo el signo de la revolución social”. Franz Mehring, el “decano” de la izquierda espartaquista, dirigió el 3 de junio de 1918 una “carta abierta” a los bolcheviques, en la que se declaraba solidario de su política. Criticaba ferozmente la perspectiva – del PSI – de reconstruir la socialdemocracia de antes de la guerra y emplear la “vieja y probada táctica”, y la calificaba de “utopía reaccionaria”. Se pronunciaba por una nueva construcción de la Internacional y formulaba una autocrítica: “Nos hemos equivocado sobre un solo punto: precisamente cuando después de la fundación del partido independiente (...), nos hemos unido a él a nivel organizativo, con la esperanza de impulsarlo adelante”. Esta esperanza hemos tenido que abandonarla. En el periódico de Leipzig, Mehring desarrollaba más ampliamente estos conceptos y asociaba el régimen de los soviets a las enseñanzas de la Comuna de París.
En el suplemento femenino del mismo periódico, Clara Zetkin desarrollaba los temas del poder de los consejos, la forma “soviética” que debe revestir en Alemania la revolución proletaria. Pero esta importante evolución de algunos de los elementos más responsables del grupo espartaquista no se tradujo en decisiones de amplitud parecida en materia de organización.
Una vez más el debate sobre la necesidad de la formación de un partido revolucionario independiente y autónomo va a recorrer todo el año 1918. La postura principal de crítica a la idea de un partido independiente la desarrollaba Rosa Luxemburgo, la principal líder de la Liga Espartaco. Ella se oponía a formar un partido independiente porque sería una secta, y confiaba que la evolución de las masas permitiría superar las limitaciones del PSI. Pero esto colocaba a los espartaquistas como rehenes de la dirección derechista del PSI y privaba al numeroso activismo de la izquierda socialdemócrata de una dirección independiente y de un cuadro orgánico que le permitiera intervenir colectivamente en la lucha de clases. Recordemos que ni siquiera formaron una fracción dentro del PSI. Rosa Luxemburgo tenía además reservas frente a la política de los bolcheviques, lo que se entremezclaba con sus diferencias respecto a la necesidad de un partido independiente: criticaba la política de terror y la persecución de las otras tendencias socialistas, criticaba la política agraria, que creaba, según ella, un peligro capitalista, y criticaba, sobre todo, la política exterior de la Rusia soviética, su aceptación de la paz de Brest-Litovsk, que retrasaba el final de la guerra y la explosión de la revolución alemana.
Rosa Luxemburgo había redactado en agosto o septiembre de 1918 una dura crítica a la política de los bolcheviques en Brest-Litovsk, que sería una “carta de Spartakus”. De común acuerdo, Levi, Léviné y Ernst Meyer (los tres principales líderes espartaquistas que estaba en libertad) rehusaron publicarla (como explicaron varios años después en Die Rote Fahne, 15 enero 1922). Paul Levi visitó a Rosa Luxemburgo en la prisión de Breslau y llegó a convencerla para que renunciase a su publicación. En el momento que se retiraba Rosa Luxemburgo le entregó el manuscrito sobre la Revolución Rusa diciéndole: “He escrito este folleto para vosotros; si sólo pudiese convenceros, mi trabajo no habría sido inútil”.
La carta de Spartakus, “La tragedia rusa”, expresaba un sentimiento difundido en la vanguardia alemana, la idea que la revolución rusa, aislada y en cierta forma prematura, estaba condenada al desastre en un plazo breve. Pero la nota de presentación precisaba el sentido de esta preocupación: “Estos temores resultan de la situación objetiva de los bolcheviques y no de su comportamiento subjetivo. Nosotros reproducimos este artículo sólo en función de su conclusión: sin revolución alemana, no hay salud para la revolución rusa, no hay esperanza para el socialismo en esta guerra mundial. Sólo existe una sola solución: la sublevación masiva del proletariado alemán”.

La revolución proletaria y el renegado Kautsky

Uno de los ejes de la polémica de Lenin con los revolucionarios alemanes era la demora en constituir un partido revolucionario independiente, polémica que recorrió las conferencias de Zimmerwald y Khiental y que se agudizó después de la Revolución de Octubre ante la perspectiva más cercana de la revolución alemana. Los militantes de la Internacional de la juventud, en Suiza, aseguraronn la difusión clandestina en Alemania de la carta de Lenin sobre “El programa militar del proletariado revolucionario”. Por Estocolmo y por Suiza, a la vez, penetraron en Alemania miles de ejemplares de El Estado y la Revolución.
Para Lenin, la principal batalla política debía ser dirigida contra los centristas y particularmente contra Kautsky, a quien juzgaba como el adversario más peligroso, ya que había roto oficialmente con los “social-chauvinistas”, mientras que defendía, de hecho, su política; todos los esfuerzos de Kautsky se dirigían a impedir al proletariado alemán el acceso a la vía del bolchevismo. Con el propósito de convencer a los militantes revolucionarios alemanes, Lenin redactó en 1918 su folleto “La Revolución proletaria y el renegado Kautsky”, en el que proponía la revolución bolchevique como modelo: “La táctica de los bolcheviques era correcta; era la única táctica internacionalista (...) ya que hacía lo máximo, de lo que era realizable, en un sólo país para el desarrollo, el sostén, el despertar de la revolución en todos los países. Esta táctica se ha afirmado con un inmenso éxito, porque el bolchevismo (...) se ha transformado en el bolchevismo mundial; ha dado una idea, una teoría, un programa, una táctica, que se distinguen concretamente, en la práctica del social-chauvinismo y del social-pacifismo. (...) Las masas proletarias de todos los países se dan cuenta, cada día más claramente, que el bolchevismo ha indicado la vía a seguir para escapar de los horrores de la guerra y del imperialismo, y que el bolchevismo sirve de modelo de táctica para todos”.
A mediados de octubre de 1918, ante la preocupación de que la situación alemana madurara más rápido que la impresión de su folleto, redactó un resumen de unas diez páginas para difundirlo lo más rápidamente posible en Alemania. El texto finalizaba con este subrayado que muestra el eje de las preocupaciones de Lenin en ese momento: “El mayor mal para Europa, el mayor peligro para ella, es que no existe partido revolucionario. Hay partidos de traidores como los Scheidemann (...) o de almas serviles como los Kautsky. No hay partido revolucionario. Ciertamente, un potente movimiento revolucionario de masas puede corregir este defecto, pero este hecho sigue siendo un gran mal y un gran peligro. Por esto debemos, por todos los medios, desenmascarar a los renegados como Kautsky y sostener así a los grupos revolucionarios de los proletarios verdaderamente internacionalistas, como los que hay en todos los países. El proletariado dejará rápidamente a los traidores y renegados para seguir a estos grupos en cuyo seno formará a sus jefes”.
La revolución marchaba más rápido que los revolucionarios. Se producirá antes que los revolucionarios hayan podido romper con su rutina, soltar la tenaza de la represión y sacar, en la práctica, las conclusiones que les dictaban tres años de lucha en Rusia y en el resto del mundo. Y va a llegar esencialmente por la derrota militar.

Andrés Roldán