martes, 31 de agosto de 2021

Afganistán acelera la declinación del imperio


La derrota de EEUU en Afganistán agudiza la crisis de la sociedad estadounidense y le da centralidad a la declinación del imperio en favor de China y Rusia. 

 La decisión de Joe Biden de acelerar la retirada de las tropas en Afganistán terminó en una verdadera debacle. Numerosos analistas equiparan esta derrota con la sufrida por EEUU en Vietnam. Tal vez resulte una mirada algo superficial pues pasa por alto que esta derrota es esencialmente política e ideológica más que militar. Para el académico libanés Gilbert Achcar, «las fuerzas sudvietnamitas eran mucho más sólidas que las del gobierno afgano, que lograron resistir durante dos años la ofensiva de las fuerzas comunistas que el propio EEUU fue incapaz de derrotar y que contaban con un apoyo internacional y regional mucho mayor del que jamás han tenido los talibán». 
 Tanto el ejército como la policía afgana, organizados y equipados con armamento por EEUU nunca mostraron mayor disposición a la lucha y sufrieron la corruptela de un régimen artificial organizado desde arriba. Hay indicios de que estuvieron infiltrados desde sus inicios. Todo explicaría porque se desmoronaron tan rápido frente al talibán. 

 20 años después 

 La ofensiva de EEUU, lanzada como respuesta a los atentados del 11-S del 2001 con la excusa de combatir el terrorismo y «liberar al país» (en realidad ocultaba una estrategia imperial para posicionarse en Asia Central) tuvo también un contenido de keynesianismo de guerra ayudando a recuperar una economía en recesión (importancia económica del complejo militar/industrial). Se da la paradoja que la actual derrota ocurre cuando la economía estadounidense ha recuperado su lugar en el mundo globalizado. Está en franca expansión (+7% estimado para este año) y arrastrando, junto con la china (+8.5%), a la economía mundial.
 Dos décadas después los objetivos de terminar con el talibán, de construir una fuerza militar afgana y forjar un Estado nacional «moderno» quedaron solo en enunciados. El fracaso es en toda la línea y el poder ha vuelto a manos de quienes lo detentaban 20 años atrás.

 Dimensión de la derrota 

 La derrota sacude el tablero internacional. Es que Afganistán está ubicado en el corazón del Asia, su importancia estratégica deviene de ser punto de encuentro entre Eurasia, Asia Central, China, India y el Oriente Próximo; de sus fronteras con Pakistán, Irán y China y de su cercanía con varias potencias nucleares. Además territorio estratégico para el paso de oleoductos y gasoductos. Su principal actividad es la agricultura, aunque solo el 5% de su tierra es cultivable (uno de los mayores productores mundiales de opio, que se extrae de cultivos ubicados en zonas dominadas por los talibanes más radicalizados y son su fuente de financiamiento). Pero su territorio también contiene petróleo, gas, hierro y oro, y sobre todo cobalto y litio (esenciales para la nueva era tecnológica) lo que le otorga gran relevancia para las potencias mundiales. 
 Esta derrota puede ser un punto de inflexión. Por un lado coloca a EEUU en su momento de mayor declinación frente a China en su disputa estratégica y en paralelo deteriora las relaciones con las potencias europeas que Joe Biden estaba tratando de recuperar luego de los destratos de Donald Trump. Por el otro agudiza las contradicciones internas en la sociedad norteamericana, incluso los demócratas podrían perder las elecciones de medio camino el año que viene en ambas cámaras (en diputados tienen una débil mayoría de 8 bancas, mientras que en senadores están empatados). Adicionalmente descoloca a la comunidad atlántica y a la OTAN, que se alinearon con EEUU y coorganizaron la «Operación Libertad Duradera». La retirada anticipada y unilateral de las tropas estadounidenses sin aviso a los europeos introduce nuevos elementos de crisis en el bloque mientras aumenta el descrédito de la dirigencia política, que alcanzaría a la alemana Angela Merkel (su partido podría perder las próximas elecciones, incluso ya se está hablando de un gobierno de coalición). Debe medirse también el impacto que el regreso de los talibanes tendrá en el mundo islámico, especialmente en Pakistán, Yermén, Siria, Somalia y en algunas naciones de la ex URSS. 
 Con la OTAN retirando también sus tropas el protagonismo pasa a Rusia, Irán, Pakistán, que vive el triunfo como propio, y especialmente a China que se ha convertido en el gran interlocutor con los talibanes. En julio pasado una delegación visitó la República Popular, se comprometieron a que no volverían a ser refugio y base de ataques de grupos tipo Al Qaeda, también incursionaron en temas comerciales y de inversión. Afganistán necesita reconstruir y construir infraestructura que permita integrar las distintas zonas del país hoy incomunicadas (lo que favorece a los señores de la guerra locales frente a la centralidad frustrada de Kabul). En tanto que China ve ahí la posibilidad de extender la Nueva Ruta de la Seda, que así quedaría a las puertas de India, hasta ahora renuente a integrarse al proyecto.
 Todo sucede cuando no es de descartar una nueva ola de refugiados (estimada en 3.5 millones de personas), que Europa no está dispuesta a recibir sino en cuenta gotas, mientras que Turquía sí y ganar así prestigio internacional. 

 Tiempo de incertidumbres 

 El triunfo de los talibanes y la segunda gran derrota de EEUU han puesto en movimiento las principales piezas del tablero global. Sus efectos serán duraderos y se verán a futuro. ¿Qué implicancias estratégicas tendrán? ¿Los que regresan al poder serán los mismos que lo perdieron en el 2001? ¿El reconocimiento de China y Turquía los legitima? ¿Afganistán se consumirá en una nueva guerra civil como en los inicios de los ’90 o los triunfadores lograran un mando unificado que contenga y discipline a las diversas tribus, etnias y al ISIS local? (los recientes atentados en las cercanías del aeropuerto de Kabul y las demoras en formar gobierno no son buenas señales) ¿Las mujeres mantendrán lo poco alcanzado en estos años en los centros urbanos, no así en el interior. Lograran forjar un movimiento que las libere de tanta opresión y atraso, cuando de alguna forma han sido aliadas del invasor que les ofrecía mejores condiciones de vida y existencia). 
 La declinación de EEUU ha avanzado varios casilleros y esto abre numerosos interrogantes.

 Eduardo Lucita. Integrante del colectivo EDI (Economistas de Izquierda).

lunes, 30 de agosto de 2021

El doble atentado en Afganistán complica aún más a los yanquis


Cerca de 100 muertos, incluyendo 13 soldados norteamericanos. 

 El doble atentado suicida en las cercanías del aeropuerto de Kabul, que dejó alrededor de 100 muertos, incluyendo 13 soldados norteamericanos, complica aún más la retirada estadounidense de Afganistán y amplía la crisis del imperialismo tras su histórica derrota en ese país. 
 El Estado Islámico del Gran Khorassan (EI-K), la rama afgana de la organización que puso en pie un califato en Medio Oriente entre 2014 y 2019, se atribuyó los ataques. El presidente Joe Biden ha ratificado que la evacuación aérea de tropas, ciudadanos y colaboradores de la ocupación culminará el 31 de agosto, a como dé lugar, aunque quede gente en el terreno (en estos últimos días, se priorizará la repatriación de los soldados). Esta precipitada salida obedece no solo al temor al EI-K, sino también al ultimátum de los talibanes para que se ciñan a la fecha mencionada, bajo la advertencia de empezar a atacarlos. 
 Al interior de Estados Unidos, los cuestionamientos contra Biden arrecian y el mandatario ha tenido también una caída en su imagen. A su vez, el gobierno norteamericano sufrió críticas de sus pares europeos, ellos también envueltos en el fracaso, que le reclamaron que retrasara la salida de las unidades.
 Con todo, el atentado en el aeropuerto ha sido repudiado por los talibanes, que se habían comprometido en una conferencia de prensa a mantener a raya a grupos como el Estado Islámico, en busca del reconocimiento de su gobierno por parte de China y Rusia. 
 Los talibanes y el Estado Islámico se encuentran enfrentados desde hace muchos años. El EI-K opera en Afganistán desde comienzos de 2015, y según algunos medios surge como una ruptura del movimiento talibán pakistaní. Tras los acuerdos de febrero de 2020, que establecieron la retirada de las tropas estadounidenses, los talibanes intensificaron sus ataques contra el EI-K en la provincia de Nangarhar, fronteriza con Pakistán, incluso con apoyo “limitado” de Estados Unidos, según reconoció el general del Mando Central Frank McKenzie (El País, 26/8).
 Los ataques kamikazes del jueves muestran que el EI-K conserva capacidad de daño. Se le atribuyen entre 500 y 1.500 combatientes. 
 Si los talibanes están enfrentados con el EI-K, no es tan clara la situación en el caso de Al Qaeda. Naciones Unidas y las potencias occidentales denuncian que la red que supo dirigir Osama ben Laden hasta su muerte, en 2011, y que tiene peso en Afganistán, posee vínculos con la milicia que acaba de tomar el poder. El nexo sería la red Haqqani, liderada por quien es considerado el número 2 de los talibanes, Sirajuddin.
 Vale la pena detenerse en este grupo. Fundado por Jalaluddin Haqqani, peleó contra los soviéticos en los ’80, no sin la colaboración del imperialismo. “Entonces se le consideraba un recurso valioso de la CIA cuando Estados Unidos y sus aliados, como Pakistán, destinaban dinero y armas a los mujahidines”, asegura un cable de la agencia AP (reproducido por La Nación, 23/8). Jalaluddin se alió con los talibanes en los ’90 y fue ministro cuando estos gobernaron el país entre 1996 y 2001, hasta que fueron eyectados por la invasión yanqui. Ahora dirigida por su hijo, la red tiene posiciones en la frontera con Pakistán y algunos le atribuyen lazos con el Ejército y los servicios secretos de ese país (ídem).
 Al calor de la ofensiva final de los talibanes, se supone que todos los grupos islamistas han crecido en Afganistán. 

 Nuevo gobierno 

Los talibanes se encuentran, mientras tanto, preparando su nuevo gobierno. En la conferencia de prensa ya referida, prometieron un gobierno “amplio” para estabilizar el país, que es un reclamo de chinos y rusos, pero también de algunas potencias occidentales. Están llevando a cabo negociaciones con el expresidente Hamid Karzai (uno de los gobiernos títeres de la ocupación) y Abdullah Abdullah, quien formó parte de los diálogos con los talibanes en Qatar. 
 Esas conversaciones se extienden, según un cable de la agencia afgana Tolo News (26/8), al Frente Nacional de Resistencia (FNR), que aglutina a las fuerzas que enfrentan al talibán en el valle de Panshir. A apenas 80 kilómetros al norte de Kabul, este valle -habitado sobre todo por la minoría tayika- es de muy difícil acceso y desde sus montañas se puede abatir con facilidad a cualquier invasor. El FNR está liderado por Ahmad Massoud, hijo de Ahmad Shah Massoud, quien enfrentó a los soviéticos en los ’80, pero también a los talibanes en los ’90, y fue asesinado por Al Qaeda el 9 de septiembre de 2001, dos días antes del ataque a las Torres Gemelas. 
 El FNR pidió armas y municiones a Estados Unidos, pero por ahora el pedido no parece haber surtido efecto, dado que los norteamericanos apenas pueden manejar su propia retirada. Los talibanes aseguran que han bloqueado los ingresos al valle, cortando la posibilidad de que el frente se abastezca desde la vecina Tayikistán (La Nación, 26/8).
 Ante su estrepitosa derrota militar, el imperialismo busca resarcirse por medio del ahogo económico. Los organismos financieros han cortado todo flujo de fondos, en tanto que ciertos países suspendieron la ayuda monetaria anual que enviaban (Alemania). En un cuadro de completa falta de divisas, los talibanes han apelado al cierre de bancos durante algunas jornadas y a un corralito que impide la retirada de dólares.
 Aun así, el cuadro está marcado por la derrota de los invasores, de tal proporción que se compara con la de Vietnam. La huida del imperialismo abre una nueva etapa. 

 Gustavo Montenegro

¿Qué son los "falsos positivos"? // Entrevista con la Asamblea de Colombianos en Buenos Aires


jueves, 26 de agosto de 2021

Israel vuelve a bombardear la Franja de Gaza


Abajo la agresión del sionismo contra el pueblo palestino. 

 Israel volvió a bombardear la Franja de Gaza el sábado y el lunes, violando el alto al fuego suscripto en el mes de mayo. El fin de semana, a su vez, las fuerzas sionistas reprimieron con munición de plomo una manifestación en el enclave costero, sobre la frontera, que había sido convocada con motivo del 52° aniversario del incendio de la Mezquita de Al-Aqsa. Hubo más de 40 palestinos y un policía israelí heridos. En tanto, en el campo de refugiados de Balata, Cisjordania, efectivos israelíes asesinaron este martes a un joven de 17 años. 
 Las nuevas agresiones del Estado de Israel se producen a escasos tres meses de los ataques aéreos contra la Franja que dejaron más de 200 muertos. El repudio a esa masacre desencadenó una histórica huelga general de la población árabe-israelí, de Cisjordania a Jerusalén Este. A su vez, hubo movilizaciones solidarias en todo el mundo. En contraste con ello, el gobierno de Joe Biden y la Unión Europea convalidaron los ataques. 
 La crisis de mayo fue desatada por dos motivos: una orden de desalojo de la justicia israelí contra un puñado de familias del barrio Sheikh Jarrah, en Jerusalén Este, a favor de colonos; y el despliegue de soldados en sitios de rezo de la comunidad musulmana. Las movilizaciones de protesta de los palestinos ante estos hechos fueron reprimidas por Israel, y en ese contexto se produjeron los lanzamientos de cohetes por parte de Hamas. 
 El gobierno de Naftali Bennett, quien asumió en junio tras formar una variopinta coalición que destronó a Benjamin Netanyahu, no ha abandonado el propósito de expulsar estas familias, pero aún no se ha atrevido a consumarlo, dado que Sheikh Jarrah se ha transformado en un símbolo de la resistencia a la ocupación sionista. A comienzos de mes, la Corte Suprema propuso que las familias abonaran un alquiler a los colonos que dicen ser los propietarios, a cambio de poder quedarse en el lugar, pero el planteo fue rechazado, dado que reconocía la titularidad de los colonos. 
Esta semana, la Corte congeló el desplazamiento “hasta que el tribunal termine todos los procedimientos” (Monitor de Oriente, 16/8).
 Según la agencia de noticias palestina, Wafa (6/8), 1.250 palestinos están amenazados de expulsión en los barrios de Sheikh Jarrah y Silwan, en Jerusalén Este, área que Israel se anexó tras la guerra de 1967.
 En tanto, las provocaciones en el área de la Ciudad Vieja (Jerusalén Este) no se han detenido. A mediados de julio, 1.300 colonos fueron autorizados a visitar el Monte del Templo, donde se encuentra la mezquita de Al Aqsa, en ocasión de una celebración religiosa. Durante esa misma mañana, palestinos fueron desalojados de la Puerta de Damasco, por la que se ingresa al lugar. 
 Esta semana, el primer ministro Bennett está llevando a cabo una gira por Estados Unidos, en la que se ratificará la alianza entre el imperialismo y el sionismo. A esta entente reaccionaria, los pueblos del mundo le deben oponer la solidaridad incondicional con la lucha de los palestinos. Abajo el Estado sionista, por una Palestina única, laica y socialista, como parte de una federación socialista de pueblos de Medio Oriente. 

 Gustavo Montenegro

miércoles, 25 de agosto de 2021

Afganistán, el imperialismo es responsable


La situación de las mujeres. 

 Un ataque imperialista nunca representa un avance civilizatorio para los pueblos y Afganistán está lejos de ser la excepción. Que hoy Estados Unidos intente cubrir su retirada militar con épica feminista, no significa que la defensa de las mujeres haya sido la preocupación de los ocupantes. Se trata de la prédica imperialista de hace 20 años para justificar esta y otras invasiones. El grito internacional para defender a las mujeres afganas no puede ser indiferente al rechazo a la invasión imperialista, uno debe ir de la mano de la otra.
 El talibán que manejó el gobierno entre 1996 y 2001 sólo pudo acceder a ese poder de la mano del financiamiento imperialista. Sobre lo que este régimen dejó a las mujeres afganas es largamente conocido: encierro hogareño, represión y todo tipo de vejámenes. Por otro lado, los relatos periodísticos están repletos de todo tipo de ataques y situaciones surgidas de las agresiones contra mujeres por parte de los invasores, historias terribles de asesinatos en masa a la población civil que son las que explican el crecimiento talibán. No se trata de un pueblo que no quiere avanzar, como dijo el presidente Joe Biden, se trata de un pueblo que ha padecido crímenes y opresiones tremendas que la invasión yanqui agravó en medio de negocios con las mafias de la venta ilegal de armas, el tráfico de opio y de minerales. 
 EE.UU. debe hacerse cargo de haber financiado durante 20 años la creación de una burguesía colonial afgana, atada a negociados ilegales como el tráfico de armas y de opio, única beneficiaria de la invasión de casi 20 años que dejó más de 170 mil muertos, un costo para EE.UU. de 900 mil millones de dólares y atraso económico para Afganistán. 
 Muchos expertos creen que el retorno de los talibanes es consecuencia del Acuerdo de Doha, cerrado en febrero de 2020 por Donald Trump y los talibanes. «Aquello no fue un acuerdo de paz, fue una rendición», le dijo a BBC Mundo Husain Haqqani, director para Asia Central y Meridional del Instituto Hudson y exembajador de Pakistán en Estados Unidos.
 La sharía rige como ley oficial en Afganistán desde 1992. Todos los gobiernos desde entonces, talibanes o títeres de los invasores de la OTAN se rigieron por la ley islámica, ni el feminista Obama ni el combatiente de la “ideología de género” Donald Trump la anularon a través de sus gobiernos títeres, todo depende de cómo les convenga interpretarla. 
 Para las feministas del mundo islámico el feminismo occidental es la ideología del coloniaje y han salido al cruce de las feministas como Wassyla Tanzali (argelina ex directora de Unesco) para quien la portación de la hiyab (un velo que sólo cubre el pelo) sería incompatible con deseos de liberación femenina, una tesis que es señalada como islamofóbica por parte de las feministas islámicas. Chandra Mohanty, profesora de estudios de género de origen indio y una referente mundial de los feminismos decoloniales, “critica la forma occidental de ver a las mujeres del ‘tercer mundo’. Afirma que parte del feminismo occidental entiende a estas mujeres como un colectivo homogéneo, dependiente y oprimido, una visión que Mohanty considera colonialista” (Feministas.org). 
 En la percepción de las mujeres de clases medias y altas o con acceso a ellas que obtuvieron algunos derechos, este debate sobre la naturaleza de los discursos feministas y su entrelazamiento con las ideologías oficiales capitalistas de diferente orden debe ser también tenido en cuenta. Los regímenes islámicos han construido también su propia filosofía de la igualdad femenina que en ningún caso incluye terminar con esos regímenes absolutamente injustos, sino que pretenden reformarlos en favor de las mujeres, como ocurre con la mayoría de las corrientes feministas occidentales, que buscan mejorar al régimen capitalista, algo que sólo es posible ignorando lo que ese régimen social le depara a la mayoría de las mujeres, condenadas al hambre, la miseria, la precarización y por lo tanto a todo tipo de vulneraciones.
 Desde las dos puntas del debate está ausente el cuestionamiento de fondo al régimen capitalista en cualquiera de sus versiones y mucho más ausente una perspectiva socialista que permita incluir a las mayorías de las mujeres trabajadoras en las aspiraciones de las minorías sociales que protagonizan el debate. 
 Los derechos de las mujeres afganas solo serán arrancados con la organización propia de las mujeres afganas y no como parte de una dádiva circunstancial imperialista otorgada a una mínima porción de mujeres para justificar todo un régimen de sojuzgamiento internacional. 

 Cinismo y más 

“ONG, activistas y periodistas han denunciado durante años la situación de las afganas, pero Europa consideró que Afganistán era un país seguro para ellas y prefirió no aceptarlas como personas refugiadas que asumían riesgos si eran deportadas”, señala la periodista especializada en DDHH Olga Rodríguez. Tampoco estos gritos de auxilio alcanzaron para que los que hoy buscan presentar al invasor como civilizatorio se preocuparan en tiempo real sobre lo que ocurría durante estos 20 años con las mujeres afganas. La mayoría de la migración afgana reside en Irak y en Siria. 
 Así lo comprendieron muchas afganas que habiendo conquistado alguna posibilidad de predicamento social, denunciaron esta situación y los crecientes abusos sexuales de los soldados de la Otan contra las mujeres, a la par que denunciaban la aplicación de la ley islámica por parte de los talibanes otrora aliados del régimen norteamericano, empoderado por estos desde la década del 70, en su guerra contra la URSS. 
 Aunque se trate de un recurso político bastante exitoso en la actualidad, no es tan difícil describir el cinismo de quien viola a las mujeres diariamente, mata a sus familias, desconoce su cultura y la atropella y a su vez se presenta como progresivo frente a ciertos derechos civiles. Sólo quien no quiere denunciar la política imperialista puede comprar el marketing norteamericano. Sin embargo, muchas mujeres usaron su voz para denunciar que la mayoría de las mujeres afganas seguían padeciendo los sufrimientos del pasado agravados por los oprobios perpetrados por los invasores y por supuesto, para protestar contra los talibanes y su brutal represión hacia la población y en particular hacia las niñas y mujeres. A muchas del grupo minoritario de mujeres que accedió a derechos, el mismo régimen político les dio el voto y les asesinó a sus familias o muchas de ellas no dejaron de ver lo que ocurría con las mayorías populares, y no están dispuestas a que ese sea el precio para acceder a sus derechos porque no hay derechos si el precio que deben pagar es el de la barbarie generalizada. Y eso es lo que dejó el imperialismo norteamericano, inglés y de la Otan en 20 años de ocupación que prometía “Libertad Duradera”, nombre que se le dio a la operación militar. 
 “Dos tercios de las jóvenes afganas no están escolarizadas, el 80% de las mujeres siguen siendo analfabetas, más de la mitad han sufrido violencia machista en el seno de su propia familia y el 75% afrontan matrimonios forzosos, en muchos casos antes de cumplir 16 años. Todo ello, cuando aún estaban las tropas de la Otan en el país, antes de que los talibanes conquistaran territorio y llegaran hasta Kabul”, señala en su columna de ElDiarioAr “El cinismo de Afganistán” la periodista Olga Rodríguez. 
 La presencia talibana en buena parte del territorio afgano no tardó en extenderse desde el primer momento de la invasión y el avance visto en los últimos días no podía sorprender al gobierno apadrinado por los invasores. La miseria popular contrastaba con la opulencia de los narcos, el funcionariado corrupto y los ocupantes. En el año 2006 estalló una protesta en Kabul, capital afgana, que dejó un registro del malestar popular con los invasores. 
 La puesta en pie de un régimen criminal de narcos, mafias, traficantes de opio, de armas y demás excrecencias humanas, por parte del “civilizatorio” occidental norteamericano, claramente privilegió el negocio de una casta ante las necesidades de la población y esto permitió a los talibanes capitalizar el descontento popular, aun cuando el invasor imperialista tenía para ofrecer a un puñado de mujeres una vida de la que, con derecho, ya no quieren ni deben retroceder. 
 El parlamento afgano tiene el 30% de mujeres. El talibán se comprometió hace dos años ante Trump a permitir que las mujeres puedan trabajar, estudiar y hacer política y este martes sugirió algo en ese sentido en la conferencia de prensa que brindó habiendo ingresado a Kabul, la capital afgana. Según analistas, el 40% de la matriz económica de Afganistán depende de las donaciones de otros países y se supone que esta generación de talibanes estarían más interesados en no romper con la comunidad internacional al menos antes de ganar independencia económica. No le faltarían recursos naturales para eso, ya que es rico en minerales y particularmente en codiciadas reservas de litio.
 Ante la campaña internacional que reclama la preservación de los derechos para las mujeres, el comando talibán salió a plantear que el límite del respeto a estos derechos es la ley islámica, la sharía. El significado de esta afirmación todavía se debe ver. Y plantearon también que la campaña sería injustificada poniendo de ejemplo que las mujeres siguen estudiando en las escuelas organizadas por el gobierno títere de los invasores en los territorios recuperados hace tiempo por el talibán. Sin embargo, legítimamente y luego de la experiencia feroz vivida entre el 96 y el 2001, una parte de la población teme que esto sea solo una actitud temporal mientras recuperan el poder.
 La defensa de los derechos de las mujeres debe dar pie a una organización internacional que repudie la agresión imperialista y utilice los derechos de las mujeres como una punta de lanza para la puesta en pie de una organización política que termine con los regímenes teocráticos y gangsteriles que representan los talibanes sin ninguna alianza con el imperialismo mundial. 

 Vanina Biasi

lunes, 23 de agosto de 2021

Ante el desmantelamiento del Estado, crece la conflictividad en Uruguay

La correlación de fuerzas en Uruguay ha variado desde la recolección de firmas contra el proyecto insignia del gobierno de Luis Lacalle Pou, la Ley de Urgente Consideración (LUC). El próximo año se dirime su derogación o no en un referéndum. Con este panorama, el oficialismo aprieta el acelerador en cuanto a su meta de desmantelamiento del Estado y por ende darle paso al mercado para que regule varios aspectos de la vida pública.

 De conflictos 

 El mes de agosto ha tenido un nivel alto de conflictividad con marchas, protestas y concentraciones tanto ante Presidencia como ante el Parlamento. Se reclamó por el homicidio de un artesano donde la policía se lo llevó detenido y apareció muerto por sobredosis, según los agentes, pero familiares y amigos acusan a la policía por su deceso.
 La Asociación de Cultivadores de Cannabis (ACCA) se manifestó frente al edificio de Presidencia para reclamar por la persecución que desde el Ministerio del Interior se realiza a cultivadores, clubes cannábicos y consumidores de marihuana. 
 La ley de 2012 protege la identidad de los cultivadores y sus direcciones, pero en una embestida del extinto ministro del Interior Jorge Larrañaga, el Estado se ha saltado sus propias leyes y ha encarcelado a personas que ni siquiera configuran delitos y no alcanzan el grado de falta. Se apunta al narcomenudeo con la excusa de un combate al gran narcotráfico. Donde en otros países se ha demostrado más de una vez que fracasó dicha política. La consigna de la marcha fue “No más presos por plantar”. 
 Por su parte, la Confederación de Organizaciones de Funcionarios del Estado (COFE) marchó denunciando que el gobierno de Lacalle Pou no solo ha echado a discreción a varios funcionarios estatales por causa del escaso presupuesto sino que ha colocado funcionarios “a dedo” como se dice coloquialmente. 
 Los gremios de la educación también se manifestaron en contra de la rendición de cuentas y por el proyecto que el Ministro de Educación Pablo Da Silveira develara. El mismo, es un plan piloto para desarrollar el año que viene en algunos centros educativos y a implantarse a nivel nacional en 2023.
 Este proyecto implica una reducción en la diversificación de los bachilleratos secundarios, donde se reduce la oferta educativa al campo tecnológico, de medicina y arquitectura. Las humanidades y las artes quedan relegadas a su mínima expresión y priorizando así, una educación con objetivos marcados por el mercado. 
 Los 34 artículos sobre educación que se incluyen en la LUC son un ataque directo a los sindicatos. Pretende un poder de mando y autoridad jugando con el imaginario colectivo, abonado por la propia derecha, de que los sindicatos son omnipotentes. 
 En la LUC se reduce la participación de representantes electos de los docentes, se le da mayor protagonismo a las autoridades designadas por los partidos políticos y al Consejo Directivo Central (Codicen), presidido por Robert Silva que es un acérrimo enemigo de los sindicatos. Lavándose las manos, Lacalle Pou responsabilizó a los sindicatos por la falta de alimentación escolar durante el paro del miércoles.
 Los uruguayos organizados en la Coordinadora Popular y Solidaria (CPS) Ollas por Vida Digna también se presentaron ante las puertas de presidencia. La CPS exigió que “el Estado se tiene que hacer cargo” para “terminar con el negocio del hambre». La concentración en Plaza Independencia fue bajo la consigna “Por trabajo, pan y techo. Las ollas decimos basta”, a la que asistieron centenares de personas vinculadas a los merenderos y ollas populares. 
 “Al día de hoy sabemos que más de 200.000 personas se encuentran en inseguridad alimentaria en Uruguay y 320.000 son las personas en situación de vulnerabilidad social. Semanalmente las ollas de la Coordinadora que se encuentran organizadas en 17 redes y/o coordinadoras sirven 150.000 porciones de comida en ollas y merenderos”, agrega la proclama. 
 Según la coordinadora, “en este mismo momento donde hay cientos de personas haciendo cola para comer, los mercaderes del hambre que administran los fondos cedidos por un Estado ausente en los problemas de fondo, hacen sus cuentas. Se vuelcan importantes recursos públicos para que una organización sin la más mínima idoneidad técnica les diga a miles de personas lo que tienen que comer, tratando de resolver la emergencia alimentaria como si fuese el catering para un cumpleaños de quince años”. 
 Agosto trajo una nueva interpelación a un ministro por parte del centroizquierdista Frente Amplio, ahora desde la oposición. El interpelado fue Luis Alberto Heber, hoy Ministro del Interior, pero que firmó el contrato – cuando este era ministro de Transporte y Obras Públicas- con la multinacional belga Katoen Natie entregando el puerto de Montevideo hasta 2081 en un acuerdo con mucho secretismo.
 El Frente Amplio quería saber por qué el núcleo duro del Poder Ejecutivo negoció sin informar al sistema partidario (incluyendo al resto de la “coalición multicolor”),‌ que sólo se enteró de los resultados cuando un decreto de Presidencia formalizó el acuerdo, y de la que no quedó constancia documental. 
 También pidió explicaciones acerca de los motivos de que quienes representaban al Estado la hayan llevado adelante sin disponer de informes técnicos propios, jurídicos ‌o económicos (por ejemplo, sobre las probabilidades reales de que la empresa tuviera éxito en la demanda que amenazó con presentar). 
 Asimismo pidió los fundamentos de que se aceptaran los términos del acuerdo, que según especialista como Edison González Lapeyre, del Partido Colarado –miembro de la coalición multicolor de gobierno- “está plagado de horrores” y muestra “La ineptitud d quienes negociaron”, exponiendo al Estado a graves consecuencias, 
 La interpelación tuvo como contexto la protesta del Sindicato Único de Trabajadores del Mar y Afines (SUNTMA) manifestándose fuera del parlamento. 
 Según el Frente Amplio, se entregan 180 hectáreas del puerto de Montevideo a cambio de nada, se le perdonaron deudas anteriores a la multinacional. Además, el Estado le va a comprar energía a un precio más alto que a cualquier parque eólico y se le regaló el muelle de la Armada. Todo esto sin informes económicos ni jurídicos que avalen dicho acuerdo. 

 Proyecciones 

 Surge de la Rendición de Cuentas que hubo un recorte de gastos de 309 millones de dólares, pero 86 de esos 309 se recortaron en salarios. Y casi 100 millones ecortados del funcionamiento de escuelas, hospitales y centros CAIF, entre otros gastos sociales. 
 El economista Ignacio Munyo, director del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres) un think tank asociado a la ultraderechista Red Atlas, realizó una presentación sobre «Las perspectivas económicas postpandemia». 
 Con respecto a la situación del empleo, Munyo explicó que hicieron una encuesta a las empresas socias de Ceres, en donde el 80% se ve “optimista” o “muy optimista” hacia el futuro, sin embargo, solo un 18% prevé aumentar la cantidad de trabajadores. Una prueba más de que el derrame del crecimiento es pura retórica. 
 Respecto de las propuestas sobre la reactivación del sector empresarial, la Confederación de Cámaras Empresariales (CCE) destaca la necesidad de abordar una serie de temas como «reducir subsidios cruzados o encubiertos y dar transparencia al respecto; abatir el gasto público; profundizar en la regla fiscal; continuar con la mejora de la seguridad y el control fronterizo para evitar el contrabando; combatir el informalismo en los sectores productivos; estudiar las tarifas públicas en función de precios de paridad de importación, como combustibles y otros».
 El 14 de agosto se conmemoró el día de los mártires estudiantiles. Miles marcharon con la consigna histórica “Obreros y estudiantes, unidos y adelante.” Considerando el panorama actual, el slogan de la derechista Coalición Multicolor en el gobierno podría ser: “Empresarios y gobernantes, unidos y adelante.”

 Nicolás Centurión. Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)

Paro de la docencia en Uruguay


Contra el ajuste presupuestario. Este miércoles 18 la docencia uruguaya efectuó un paro contra los recortes presupuestarios del gobierno de Luis Lacalle Pou. 

El cese de actividades contó con una gran adhesión y abarcó a trabajadores de la educación de todos los niveles (incluyendo el universitario), nucleados en la Confederación de Sindicatos de la Enseñanza del Uruguay (CSEU). 
 En octubre de 2020, el parlamento aprobó por mayoría un presupuesto quinquenal de ajuste, y esa línea ha sido ratificada en la rendición de cuentas aprobada esta semana por la Cámara de Diputados. Referentes sindicales estiman recortes de hasta 300 millones de dólares en el área educativa de aquí al cierre de 2024 (Nodal y La Diaria, 18/8). 
 Durante la jornada del miércoles, hubo una movilización de los sindicatos estatales, que partió del Obelisco y finalizó con un acto fuera del Palacio Legislativo, donde convergieron con los docentes. Trabajadores de la salud pública, del Ministerio de Ganadería y Pesca, de Ancap (la petrolera estatal), del Inau (Instituto del Niño y el Adolescente) y la Corte Electoral también pararon (Nodal y La República, 18/8).
 En la marcha hubo críticas a la Ley de Urgente Consideración (LUC), una norma ómnibus aprobada el año pasado que fortalece el aparato represivo, cercena el derecho a huelga y avanza en el ajuste. Ante la presentación de cientos de miles de firmas por parte de las organizaciones sindicales, la Corte Electoral estaría por convocar a un referéndum sobre la posible derogación de 135 de esas leyes. La LUC es una pieza clave de las políticas de ajuste. 
 Mientras tanto, este jueves paraban los trabajadores de peaje, enrolados en el Sunca (sindicato de la construcción), cuyos puestos de trabajo están en peligro por la eliminación del cobro en cabinas y su digitalización. Reclaman una “reconversión laboral clara y real” (Noticias por el Mundo, 19/8).
 Aunque por el momento las movilizaciones se han desarrollado en los términos de la burocracia, crece la bronca por abajo. El acatamiento al paro docente, como indicábamos, fue muy alto, y algunos sectores independientes vienen de protagonizar luchas, como en frigoríficos y pesca.
 Para derrotar el ajuste de Lacalle Pou, es necesario profundizar la lucha, superando los límites de la conducción del PIT-CNT y la política contemporizadora del Frente Amplio.

 Prensa Obrera

domingo, 22 de agosto de 2021

Las mujeres en Afganistán

Desde que tomaron Kabul, los jefes talibanes han prometido “respetar” a las mujeres. Como prueba de esta flexibilidad, su portavoz Zabihullah Mujahid admitió que lo entrevistara una, y garantizó “que habrá respeto y no violencia” si bien “los valores islámicos son nuestro marco de referencia”. Más claro: la sharía, la ley islámica.
 Otro abundó: “Intentamos tener el mayor respeto por los derechos de las mujeres. Y este respeto, en nuestra opinión, reside en mantenerlas en casa para ofrecerles la mejor seguridad. Si ellas salen, aparecen en público, si hablan sobre sus valores o necesidades, esto desmerece sus derechos y valores. Son los hombres quienes pueden controlar la sociedad, la población”. Respecto de la indumentaria, dijeron que si bien las mujeres deberán cubrirse no es necesario que sea exclusivamente con la burka, esa túnica que permite la visión a través de una tejido y solo hacia el frente. Poco después, periodistas de la televisión estatal afgana y de la agencia Tolo denunciaron que se las estaba expulsando masivamente de los medios de comunicación. 
 El tono de los talibanes -que algunos juzgan moderado- se contradice con los informes periodísticos y videos caseros que muestran los límites de la “tolerancia”. Según el NYT, en algunas provincias las mujeres ya no pueden transitar sin un pariente. En Herat, ni maestras ni estudiantes pudieron ingresar a la universidad. Las estudiantes de la Universidad de Kabul que no tienen tutor no pueden salir de sus habitaciones. En Kandahar, las clínicas médicas para mujeres cerraron “preventivamente”. En algunas regiones, las escuelas para niñas también cerraron “preventivamente” desde que los talibanes tomaron el control (NYT, 18/8). La BBC denuncia que los talibanes han censado, casa por casa, a las mujeres y niñas desde los 8 hasta los 45 años. 
 Las afganas, sin embargo, no pierden ningún paraíso. La ocupación norteamericana no sólo deja unos 170.000 muertos y un país devastado, cuya producción principal es el opio y la exportación del 90% de la heroína traficada en el mundo. Otra industria que explotó fue la de la trata de mujeres y los burdeles para los soldados, que incluyó “dar luz verde al abuso infantil por las milicias aliadas”. 
 Estados Unidos huye dejando un 80% de mujeres analfabetas. Cuatro millones de chicos no reciben ningún tipo de educación y el 60% son niñas. La mitad de la población infantil nunca fue vacunada. Dos tercios de las jóvenes -en un país cuyo promedio de edad es 18 años- nunca pisó una escuela. Casi 8 de cada 10 chicas menores de 18 años fue sometida a un matrimonio forzoso. La burka siguió siendo uniforme obligatorio en las zonas rurales controladas por los talibanes y también por sus enemigos de la Alianza del Norte, los clérigos y señores de la guerra aliados a Estados Unidos.
 La sharía precede largamente a los talibanes. Fue impuesta en 1992, cuando los muyaidines expulsaron a los soviéticos. Desde entonces permaneció vigente sin que los invasores occidentales vieran motivo para derogarla. 
 Entre 1996 y 2001, los talibanes impusieron un apartheid de género sin fisuras. Prohibieron que las mujeres salieran solas a la calle y cerraron las escuelas de niñas, prohibieron que trabajaran y que fueran atendidas por médicos hombres. Las familias fueron forzadas a casar a sus hijas, niñas aún, con los talibanes. Se impuso la burka desde la primera infancia. Ningún hombre debía escuchar ni los pasos ni la voz de una mujer que no fuera “suya”. La que burlara esas prohibiciones era sometida públicamente a latigazos, a veces hasta morir. Las adúlteras o quienes tuvieran contacto con hombres fueron lapidadas o fusiladas. Tampoco dudaron en rebanar los dedos que, en un desliz, quedaran a la vista de los transeúntes. 
 En nombre de combatir esa barbarie, los norteamericanos invadieron Afganistán, aclamados por un coro -en el que descollaron muchas feministas occidentales- que les reclamaba un “bombardeo humanitario” para “liberar a las mujeres bajo el yugo del Islam”. 
 La consigna funcionó como una tapadera “democrática” a la llamada guerra contra el terrorismo. No es algo único. No tan lejos, en Irak, la alianza yanky con los señores de la guerra y los clérigos, mandó a las iraquíes a la sharía, el analfabetismo, el rapto para el casamiento y los crímenes de honor. Arabia Saudita, socio privilegiado de Estados Unidos en la región, mantiene a las mujeres confinadas y en absoluta minoridad legal. 
 Oportunamente, feministas islámicas como Sirin Adlbi Sibai o Fátima Mernissi, acusaron a sus sororas occidentales de serviles al imperialismo y las mandaron a ocuparse de la liberación de las mujeres en su propia tierra. 

 ¿Y con los yankies, qué? 

El saldo de 20 años de ocupación militar imperialista exhibe el carácter de la “liberación” que tuteló la OTAN, propiciando la fragmentación nacional y luchas sectarias y religiosas entre sectores que habían convivido por siglos, armando a los guerrilleros fundamentalistas, mientras se imponían el terror y los asesinatos en masa de población civil. 
 Respecto de las mujeres, el escritor Tarik Alí sostiene que “la situación no cambió mucho fuera de la Zona Verde infestada de ONGs”, la zona de máxima seguridad donde se agrupan las embajadas, las empresas internacionales, los ocupantes y el funcionariado. Los “cientos de millones de dólares para la educación de las niñas, la capacitación de lideresas sociales y la mejora de los servicios de salud materna” se repartieron entre los oficiales de la OTAN y el corrupto gobierno títere. 
 Un sector de mujeres educadas fue cooptado por el régimen de la ocupación hasta alcanzar un 30% de diputadas, alguna ministra, alguna alcaldesa: “Estados Unidos es un maestro en desviar la lucha revolucionaria y política de las personas, especialmente de las mujeres. En los últimos 18 años, además de apoyar a la mayoría de los elementos contra las mujeres en todo Afganistán, y garantizar que permanezcan intocables, introdujo una corriente de mujeres educadas en el gobierno y otras instituciones, en ONG, la sociedad civil y las redes. Utiliza a estas mujeres para engañar al mundo sobre la situación real de las afganas”, explica Samia Walid, integrante de la Asociación Revolucionaria de las Mujeres de Afganistán (Kurdistan Report, 19-9-19). 
 La RAWA es la organización de mujeres más importante de Afganistán. Feminista y laica, nació durante la ocupación soviética. Sus fundadoras fueron asesinadas y desde entonces trabajan en la clandestinidad tanto en el país como en los campos de refugiados de Pakistán, muchas veces infiltradas en ONG o partidos. Durante el régimen talibán, la RAWA se hizo famosa por sus escuelas clandestinas para niñas. Siempre repudiaron la ocupación imperialista: “Vemos la liberación de las mujeres afganas contra el colonizador imperialista, los fundamentalistas islámicos y el gobierno títere. La libertad de las mujeres está directamente relacionada con la resistencia, y la lucha revolucionaria de las mujeres es contra la causa principal de su sufrimiento y desgracia, es decir, los ocupantes y sus lacayos internos” (Tercer Mundo, 24/9/19).
 La llamada “guerra contra el terrorismo” de Estados Unidos, dijo una vocera de la RAWA en junio de 2020, “eliminó al régimen talibán en octubre de 2001, pero no eliminó el fundamentalismo religioso, que es la principal causa de todas nuestras miserias. De hecho, al reinstalar a los señores de la guerra en el poder, la administración estadounidense reemplazó un régimen fundamentalista por otro. El gobierno de Estados Unidos y Karzai dependen principalmente de los líderes criminales de la Alianza del Norte que son tan brutales y misóginos como los talibanes. Mejorar la situación de las mujeres en mi país no pasa por reformas, se necesita una revolución”. 
 En estos días, sus voceras han puntualizado: “Las afganas tenemos tres enemigos: la ocupación occidental, los talibanes y la Alianza del Norte. Con la partida de Estados Unidos, dijo, tendremos dos”. 
 La defensa internacional de las mujeres afganas debe empezar por la condena al imperialismo y su guerra global contra el terrorismo. 

 Olga Cristóbal 
 21/08/2021

sábado, 21 de agosto de 2021

Perú: el gobierno de Castillo cede frente a la derecha y los militares


La renuncia del canciller Bejar. 

 El flamante ministro de Relaciones Exteriores, Héctor Bejar, presentó -a 15 días de haber asumido en el nuevo gobierno de Pedro Castillo- su “renuncia”. 
 ¿El motivo? La acusación de la derecha de que este viejo (85 años) ex guerrillero de los 60 es un promotor del terrorismo. Para ello se basa en declaraciones de Bejar en noviembre del 2020 en un “zoom” con un pequeño grupo de izquierda. 
 Se trata de un ataque al elemental derecho de opinión. Bejar habría dicho entonces que quien comenzó con el terrorismo en Perú, en la década de los 70, fue la marina de guerra. Este arma ha sido acusada desde hace largo tiempo de numerosos atentados clandestinos durante ese período. Atentados que varios periodistas, algunos notables, han confirmado. Bejar dijo que ese terrorismo de Estado –que años después se continuó con la represión antipopular de la dictadura de Alberto Fujimori- fue instigado por la CIA, la “agencia de informaciones” del Departamento de Estado yanqui. La indignación de la derecha (y de las Fuerzas Armadas) es hipócrita: como si la CIA no hubiera participado abiertamente en la organización del golpe pinochetista en Chile o en el apoyo y armamento de los talibanes en los 80. Se trata ya no solo de un ataque derechista al derecho de opinión, sino al pensamiento. 
 Las declaraciones atribuidas al ahora renunciante ministro Bejar fueron hechas 6 meses antes de la primera vuelta electoral en abril de este año y casi 9 meses antes de su asunción. Estas declaraciones no tenían estado público: deben de haber sido buscadas por algún servicio de inteligencia en alguna red privada. 
 ¿Cuál es la causa directa de la triunfante campaña derechista? 
 Los anuncios de Bejar de que pensaba retirar al Perú del llamado Grupo de Lima, un agrupamiento impulsado por el ex presidente norteamericano Donald Trump, compuesto por gobiernos latinoamericanos, en “defensa de los derechos humanos”. Que tenía como objetivo directo preparar una intervención militar imperialista sobre Venezuela y apuntalar todos los avances de la derecha en el continente (apoyo directo al golpe de Jeanine Añez en Bolivia, etc.). 
 En el parlamento peruano, el fujimorismo de Fuerza Popular, apoyado por una coalición de partidos derechistas, presentó un llamado a interpelación del ministro Bejar, en contra de “la eventual salida del Perú del Grupo de Lima”. “No existe razón válida por la cual el Perú debiera retirarse del Grupo de Lima”, dice. 
 Lo más pusilánime es que el primer ministro, Guido Bellido, caracterizado como un “izquierdista”, ha presionado a Bejar para que presente la renuncia. Y el presidente Pedro Castillo la ha aceptado. Bejar ha declarado que él no renunció “motu proprio”, sino que le fue pedida la renuncia por su colega del Ministerio de Defensa (un ex militar), el primer ministro y el propio presidente Castillo. 
 Un nuevo avance de la iniciativa de la derecha que viene acorralando al gobierno, lo presiona para que no desarrolle ninguna acción de carácter popular y lo condiciona para mantener el status quo social sin afectar los intereses del gran capital nacional y extranjero.

.Golpismo parlamentario 

La derrotada Keiko Fujimori (hija del dictador) ha armado una mayoría derechista antigubernamental en el parlamento. Contra toda tradición política peruana, las autoridades del Congreso (presidencia y 3 vicepresidencias) han sido repartidas entre los partidos derechistas minoritarios, excluyendo al ganador Perú Libre. Esto coloca una eventual “sucesión constitucional” bajo la égida de la derecha “parlamentaria”. La Unicameral se ha transformado en un centro permanente de conspiración derechista y golpista. No solo en la presidencia, sino en las comisiones parlamentarias más importantes han sido nominados políticos derechistas, reconocidos por haber apoyado el reciente golpe que destituyó a Martín Vizcarra el año pasado y nombró a Manuel Merino (quien tuvo que renunciar luego de una semana de movilizaciones populares que no pudo contener con salvajes represiones). Un ejemplo paradigmático es el de la Comisión parlamentaria de Educación. Castillo es un docente que hizo campaña presidencial resaltando este origen y que fue apoyado masivamente por la casi la totalidad de la docencia peruana. La bancada parlamentaria de Perú Libre está integrada por numerosos docentes. Pero la presidencia de dicha Comisión le fue entregada a Ricardo Medina, de Renovación Popular. Un reconocido empresario, ferviente derechista, impulsor del agrupamiento “Con mis hijos no te metas”, que está en contra de la educación sexual, etc. También miembro prominente de las agrupaciones pro-vida y pro-familia que se oponen al derecho al aborto y a los derechos de género. 
 Este se ha encargado rápidamente de anunciar que va a revisar los cierres de algunas universidades privadas hechas por anteriores gobiernos por su baja calidad educativa y estafa a los estudiantes. Ya el golpe de Merino tenía uno de sus principales motores en este reaccionario y privatista lobby empresarial. 
 De acuerdo a la Constitución peruana el parlamento tiene que dar un voto de confianza al gabinete ministerial. Esto se realizará el próximo 26 de agosto. Si no lo aprueba, el gabinete debe renunciar y el presidente nombrar a otro. Pero… en el éxito de la campaña contra Bejar que llevó a su destitución, la derecha se ha cebado y reclama nuevas cabezas ministeriales. Y la amenaza de que si el presidente Castillo no se pliega a los reclamos derechistas sería declarado “vacante”, es decir, destituido. La mesa derechista del Congreso sigue avanzando: se prepara para “elegir”-digitar el Tribunal Constitucional, organismo reaccionario que serviría para iniciar acusaciones que lleven al juicio político presidencial. Constituye “comisiones de investigación” contra el gobierno (de revisión de los resultados electorales, etc.). La fiscalía del Tribunal Supraprovincial Especializado en delitos de terrorismo y lesa humanidad ha iniciado actuaciones contra el primer ministro, Bellido, el dirigente de Perú Libre, Vladimir Cerrón y otras autoridades de dicha corriente, acusándolos de cómplices con el terrorismo. En no más de 120 días debiera expedirse, amenazando con plantear la destitución del primer ministro Bellido. 
 Pero más importante es el comunicado público de reclamo de la Marina de Guerra contra el ahora ex ministro Bejar, planteando que se rectifique de sus acusaciones (privadas) contra los marinos como partícipes en acciones terroristas. Rompe con la norma constitucional; se define políticamente por encima del presidente, que es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. Estamos ante un planteo militar amenazante, que todas las formaciones políticas burguesas no solo aceptan, sino que saludan. Y que el Poder Ejecutivo peruano avala de hecho, al ejecutar el reclamo de destitución del ministro Bejar. 

 Una gigantesca confluencia derechista, semigolpista 

A esto hay que añadirle que la derecha está ganando también las calles. Todos los fines de semana organiza concentraciones con grandes carteles que piden la “vacancia” del presidente Castillo. Ahora ha iniciado directamente un plan de actos regionales no solo en Lima (Arequipa el sábado 21, etc.).
El presidente Castillo, su primer ministro, Perú Libre y el frente que ha conformado con los centroizquierdistas Frente Amplio y Juntos por Perú de Verónika Mendoza (política preferida del centroizquierdismo latinoamericana del Grupo de Puebla) se adaptan a la ofensiva militar derechista. Las escasas movilizaciones que ha convocado son de aparato. Tienen pánico a que se produzca una movilización masiva contra la derecha. Porque los problemas que sufren las masas se están potenciando (crisis sanitaria, carestía, desocupación, precariedad laboral, etc.) y –como el conjunto de la burguesía- temen una irrupción de luchas que “desestabilice” al gobierno por izquierda. La derecha, consciente de esta actitud política de autocontrol de Castillo y las burocracias que lo rodean (en primer lugar la stalinista CGTP), aprietan. Quieren exprimir el limón de la impotencia política del gobierno y sus aliados todo lo que se pueda y el fantasma de un golpe parlamentario-militar corporizarlo si intenta alguna medida contraria a sus intereses, o cuando su permanencia deje de jugar algún rol de contención
. Esta política de desmovilización del castillismo no solo alienta crecientemente al avance provocador de la derecha, sino que está produciendo una desmoralización entre los trabajadores y explotados. 
 Bellido llamó a las comunidades campesinas que se movilizaron contra la depredación ambiental de las mineras a que aguanten porque él sigue negociando con las patronales monopólicas. Ante el voto de desconfianza al gabinete ministerial que la derecha puede llegar a dictaminar en el parlamento el próximo 26 de agosto, el ministro de Justicia, Aníbal Torres, declaró: “si el Congreso no nos da la confianza, nos tenemos que ir a nuestra casa, nadie es indispensable, vendrán otros ministros”. Una rendición anunciada ante la derecha. 
 La CGTP y el castillismo han levantado –y van…- una movilización convocada para el pasado domingo 16. Y la han reconvocado para el jueves 26, día en que el gabinete debe rendir su prueba de buena conducta frente al parlamento. 
 Para que haya una real y masiva movilización popular hay que levantar un programa de reivindicaciones apremiantes. Por inmediato aumento de salarios para llevarlo al costo de la canasta familiar, enfrentar la carestía y recuperar lo perdido. Derogación de la ley de “suspensión perfecta” y reincorporación de los despedidos. Pase a planta de todos los trabajadores tercerizados y precarizados, en primer lugar los de la salud. Expropiación de la jubilación privada de las AFP: sistema estatal de jubilación basado en los aportes de las patronales. Tierra, no verso, para los campesinos. 
 Organicemos en forma independiente la movilización de masas para el 26 de agosto en columnas que lleven pancartas con los reclamos de los explotados. 
 Es necesario que las fuerzas de la vanguardia obrera, campesina y de la izquierda, que se reclaman clasistas, se unan impulsando plenarios zonales para coordinar planteos de lucha de clases, de independencia política y de acción directa contra el colaboracionismo de clases y la subordinación de las masas a un gobierno impotente que amenaza con transformarse en instrumento ejecutor de la reacción o abrir paso al avance de la derecha en un marco de impotencia política. 
 Insistimos en la necesidad de agitar y organizar por un congreso de trabajadores para poner en pie un reagrupamiento de fuerzas y un polo independiente del gobierno y abrir una perspectiva superadora de la impotencia oficial y su adaptación política a la derecha.

 Rafael Santos

La carta a Biden que tampoco será publicada


jueves, 19 de agosto de 2021

Miami, la mafia anticubana y la política de la Casa Blanca, hoy en la Mesa Redonda


El silencioso retroceso de Uruguay: de la ola pandémica a la marea neoliberal

Con tres días consecutivos sin fallecimientos y un porcentaje alto de vacunación en la población, parece que en Uruguay la pandemia está controlada. Desde el gobierno se pretende abrir las fronteras paulatinamente y retomar la vida social. La ola pandémica retrocede y emergen a la superficie los desastres de la marea neoliberal del gobierno de Lacalle Pou. 

 Con hambre no se puede pensar 

 Si construir lleva décadas o una vida entera, para destruir alcanza tan solo con un gobierno neoliberal. Es que la situación socioeconómica en Uruguay se deprime cada vez más y más. Donde hubo derechos conquistados hoy se debate su continuidad. Donde se planteaban cuestiones de desarrollo y avance, hoy se vuelve pasos atrás con botas de siete leguas, retrasando cualquier progreso diez, veinte o cincuenta años. 
 Para puntualizar y graficar podemos hablar de los escolares. Donde antes se le entregaba una laptop llamada “Ceibalita”, hoy los escolares no pueden repetir su almuerzo en el comedor de su centro educativo. El argumento de las autoridades, fue que estaban fomentando la no obesidad infantil. Algo que caía por su propio peso y enseguida fue rebatido por la asociación de nutricionistas del Uruguay. Además las porciones de comida cada vez son más magras y exiguas. 
 A esto se suma la falta de logística (o voluntad política) para que los niños puedan comer en vacaciones. En más de una ocasión se han entregado tickets con días de atraso como si el hambre supiera de burocracias. Pasamos de debatir el uso de laptops a cuestionar cuánto comen los niños en la escuela en un país donde se produce alimentos para diez veces más que su población.
 Esta semana se aprobó con los 18 votos de la coalición de gobierno en el Senado y la oposición de los nueve legisladores del Frente Amplio, el proyecto presentado por el oficialismo sobre el teletrabajo. Según sus detractores es una ley que precariza el empleo y atrasa en materia de derechos.
 La crisis pandémica y el proyecto de saque del gobierno empieza mostrarnos el rostro que menos queremos ver: gente en situación de calle. Según un informe del Ministerio de Desarrollo, este año se registraron un 16% más de personas en situación de calle, casi duplicando los guarismos de 2019. 

 A por las empresas públicas 

 A través de la Ley de Urgente Consideración (LUC) el precio de los combustibles viene aumentando todos los meses. El gobierno aduce una obligación impuesta desde afuera y la solución que plantea es la desmonopolización de la estatal Administración nacional de Combustibles, Alcohol y Portland (Ancap). Uno de sus principales abanderados es el senador del oficialistas Partido Nacional, Sebastián Da Silva, muy allegado a los sectores agropecuarios. 
 El litro de nafta en diciembre de 2004 costaba $29.40 cuando el Frente Amplio ganó las elecciones. En agosto de 2021, con menos de 18 meses de gestión de Lacalle Pou, el litro cuesta 70.81 pesos, más de 1,60 dólares. 
 Si rastreamos en la historia, el Partido Nacional viene proponiendo la desaparición o al menos la desmonopolización de Ancap desde su fundación por decreto en la década de 1930. Por si faltaba algo, el directorio de Ancap no llegó a un acuerdo por los consejos de salarios con el sindicato de trabajadores y la empresa se encuentra ocupada por sus trabajadores. 
 Un solo Uruguay, el grupo de “autoconvocados” que representa a sectores de productores y exportadores del agro, analiza movilizarse pero defiende la LUC, que es el instrumento que aumenta los combustibles de manera mensual. El gobierno por su parte, atendiendo al reclamo de las gremiales del campo, evaluó poder aumentar los combustibles de manera bimensual. 

 El palito de abollar ideologías, el bastón del señorío 

 Las exportaciones en Uruguay crecieron 43% en junio y 32% en el primer semestre del año. En junio, las ventas al exterior de carne bovina, soja, celulosa y madera, incluyendo las zonas francas, llegó a los 1.071 millones de dólares. Si se tiene en cuenta el primer semestre del año, se registraron ventas por 5.054 millones de dólares, 32% más respecto del primer trimestre de 2020. 
 El panorama demuestra una vez más, como en la década de 1990, que cuando gobierna el Partido Nacional hay crecimiento, pero eso queda en sectores concentrados. El derrame no es tal, en todo caso hay derrame de ajuste, pobreza y represión. 
 Esta semana un artesano terminó muerto luego de presentarse en oficinas del Ministerio de Desarrollo Social en el departamento de Colonia. Lo último que se sabe es que lo llevaron detenido por desacato a una comisaría policial y falleció por un paro cardiorrespiratorio provocado por una sobredosis. Familiares desmienten los hechos y acusan a la policía local por su muerte. 
 El caso presenta muchas irregularidades, como la hora del deceso y que la familia fue comunicada recién 24 horas después de lo ocurrido. La investigación está en proceso y presenta similares características al de uno acontecido el año pasado, donde una persona sin hogar solicitó lugar en un refugio del Ministerio de Desarrollo Social y a pesar de que había cupo, fue echado y llevado por la policía por razones de desacato. Apareció horas después y con golpes en la cabeza ya fallecido. Las autoridades declararon que murió por hipotermia. 
 La LUC es el instrumento legal con el que el gobierno pretende cerrar con represión su proyecto de saqueo, ya que el mismo no cierra con la gente adentro. Por ejemplo el abogado penalista y exsuplente a la Intendencia de Montevideo Andres Ojeda, presentó un proyecto, en nombre del sindicato policial, para que los procedimientos policiales no sean abarcados por el delito de abuso de funciones.
 El periodista Gabriel Pereyra en una de sus columnas plantea: “Todo es una suma de ignorancia, de repetir errores, de una política de seguridad clasista. (…) A la reiteración de errores, se suman golpes al vacío, golpes a los débiles, un retroceso de 30 años en la mejora de la Policía que había comenzado con los gobiernos colorados de los 90 y que siguió con el Frente Amplio(…) afuera de esas gráficas solo se ve más muerte, más violencia, más miedo, más gente perdida en el resumidero de la miseria.” 
 Crece la torta y aumentan las exportaciones, pero se raciona la comida en las escuelas. Se derrama desigualdad, hay cada vez más gente sin casas y casas sin gente. Luego de la ola pandémica, avanza la marea neoliberal y el mar de fondo popular empieza a golpear contra el gobierno. 

 Nicolás Centurión. Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)

Galeano, a secas


“Pensar contra la corriente del tiempo es heroico; decirlo, una locura”. Eugéne Ionesco

 La memoria no me da para recordar con exactitud cuándo leí por primera vez Las venas abiertas de América Latina (1), provocadoramente descritas por Eduardo Germán María Hughes Galeano. Debió ser a poco de su publicación, a inicios de los años setenta. Vivía en Alemania. Y en la misma época, a más del texto del uruguayo, llegaron a mis manos otros dos libros, escritos por un colombiano y un peruano: Cien años de soledad y La ciudad y los perros. Mientras intentaba aprender ese endiablado idioma, el alemán, procuraba mantener canales de sintonía con el mundo de donde venía, esa Nuestra América que no deja de sangrar… 
 Desde entonces la lectura de los libros de esos tres escritores latinoamericanos fue una constante. Sería largo e incluso en extremo complejo tratar de explicar cómo el segundo y el tercero de los autores mencionados, han influido en mi vida, desde la literatura. En lo que si soy categórico, Eduardo Galeano, con sus venas y sus múltiples textos, caracterizados por la frontalidad y claridad, se convirtió en un referente, casi obligado. Hasta ahora. 
 No me considero un conocedor de su obra. A lo largo de los años debo haber citado varios pasajes de sus escritos y haberlos utilizado como epígrafes en algunos textos míos, pero definitivamente no soy un especialista en el tema. Su influencia, sin embargo, ha sido tal, que hasta le plagié abiertamente. 
 Se acercaba el Mundial de Fútbol de Italia, en 1990, cuando Galeano hizo pública una de sus pasiones, que la comparto a plenitud. “Hasta el papa de Roma ha suspendido sus viajes por un mes -afirmó categóricamente-. Por un mes, mientras dure el Mundial de Italia, estaré yo también cerrado por fútbol, al igual que muchos otros millones de simples mortales”. Y consecuente como era, él puso en la puerta de su casa un letrero: “Cerrado por mundial”. Ese gesto me despertó aún una mayor simpatía. 
 Desde 1962, cuando, en mi país natal, por primera vez pudimos escuchar las narraciones radiales del mundial, en esa ocasión en Chile, he procurado religiosamente sintonizarme a tiempo completo con este ritual que convoca a millones de personas alrededor de una pelota, redonda como la Tierra. Tanto que, en la puerta de mi oficina de FLACSO, llegué a poner un letrero igual al de Galeano en su casa. Y no solo eso, consciente -como Galeano- de que hay prioridades en la vida, mi afición por los mundiales generó varias tensiones con quien llegaría a ser presidente de mi país, pues, como era obvio, él no podía contar conmigo durante la campaña del 2006 en los momentos en que se transmitían los partidos desde Alemania… lo que llegaría a provocar algunas rabietas de alguien que resultó ser tan poco tolerante.
 Eso sí, lo que en todos esos años no me habría podido figurar es cómo Galeano llegaría a desempeñar un papel determinante en un proceso histórico que me toco presidir. Este es un dato más que anecdótico. 
 En un contexto de discusiones -complejas, duras y conflictivas-, en pleno proceso constituyente, con el apoyo de Galeano, conseguimos cristalizar los Derechos de la Naturaleza. 
 En Montecristi, un pequeño pueblo en la costa ecuatoriana, se elaboró y aprobó la última Constitución de este pequeño país andino. Desde 1830, la vigésima primera. Un récord indiscutible, pero no encomiable. Esa Constitución será recordada en el mundo entre otros temas destacables por la aprobación de los Derechos de la Naturaleza, es decir asumir a la Pacha Mama como sujeto de derechos. Fue un paso trascendental, a momentos impensable y por cierto inaceptable para muchos. Se repitió la historia. La emancipación de los esclavos o la extensión de los derechos a los afroamericanos, a las mujeres y a los niños y niñas fueron rechazadas en su tiempo por ser consideradas como un absurdo. 
 El derecho de tener derechos ha exigido siempre un esfuerzo político para cambiar aquellas normas que negaban esos derechos. Y eso sucedió con los Derechos de la Naturaleza, que desde entonces se expanden más y más por el mundo.
 La coyuntura del momento constituyente, la intensidad del debate y el compromiso de un grupo de asambleístas, junto a las luchas ecologistas y en especial la incorporación de visiones y vivencias desde el mundo indígena, en donde la Pacha Mama es parte consustancial de sus vidas, permitieron que finalmente se aceptara esta iniciativa. 
 Esto es medular tener presente: las raíces de los Derechos de la Naturaleza tienen una larga historia y, aunque parezcan invisibles para ciertas lecturas prejuicidas o simplemente superficiales, están profundamente enraizadas en el mundo de los pueblos originarios. El tronco y las ramas de este gran árbol de mestizaje intercultural -en un debate intensamente vivido en Montecristi- se enriquecen con injertos no indígenas. Así, aunque los indígenas no tienen un concepto de Naturaleza como el que existe en “occidente”, su aporte es clave. Ellos comprenden perfectamente que la Pacha Mama es su Madre, no una mera metáfora (2). 
 Pero, ¿qué tiene que ver el uruguayo mencionado en estas líneas en este proceso? 
 La historia es sencilla y curiosa. Luego de que Galeano conoció lo que se discutía la posibilidad de que se declare constitucionalmente que la Naturaleza es sujeto de derechos, preparó un artículo vibrante, denominado “La Naturaleza no es muda” (3).
 La emoción de recibir su espaldarazo fue grande. No era para menos. El era, desde las venas, pasando por fantasmas y crónicas, abrazos y espejos, un gran referente para nosotros. Pero él, quien rompió lanzas por la vida desde siempre, dudó en difundir su escrito. Tanto que casi a renglón seguido de habernos enviado su artículo mostró su preocupación al decir, en un correo electrónico, que “prefiero esperar, para evitar que el artículo tenga vida efímera. Los hechos, a veces imprevisibles, podrían desautorizarlo como expresión de deseos, de poco serviría”.
 Insistimos. Hasta vencer sus temores. Galeano publicó su artículo en el Semanario Brecha, el 18 de abril del 2008, en Montevideo. Una copia del mismo fue distribuida entre los y las constituyentes por disposición del presidente de la Asamblea Constituyente para la sesión número 40 del pleno de la Asamblea, celebrada el 29 de abril de 2008. No se si Galeano alguna vez se enteró que su artículo fue tan influyente. Lo cierto es que con su pluma consolidaría una posición que no parecía muy prometedora al inicio de la Asamblea. El nos animó en el empeño. Concretamos este paso constitucional único en el mundo. Su texto fue citado en el pleno. Rafael Esteves, asambleista constituyente, un personaje proveniente de filas populistas, en una intervención memorable, leyó trozos del artículo de Galeano. 
 Así, su reclamo -cual si Galeano habría sido asambleísta constituyente en Montecristi- fue clave:
 “Suena raro, ¿no? Esto de que la Naturaleza tenga derechos… Una locura. ¡Como si la naturaleza fuera persona! En cambio, suena de lo más normal que las grandes empresas de Estados Unidos disfruten de derechos humanos. En 1886, la Suprema Corte de Estados Unidos, modelo de la justicia universal, extendió los derechos humanos a las corporaciones privadas. La ley les reconoció los mismos derechos que a las personas, derecho a la vida, a la libre expresión, a la privacidad y a todo lo demás, como si las empresas respiraran. Más de ciento veinte años han pasado y así sigue siendo. A nadie le llama la atención.” 
 Este argumento caló hondo. Comprender que las corporaciones tengan amplios derechos como personas jurídicas y la Naturaleza no, impactó. Paulatinamente cobró sentido hablar de la Naturaleza como sujeto de derechos. Y Galeano, con su mensaje, cuya lectura recomiendo, apuntaló la conclusión expuesta al inicio de su breve y a la vez decisivo texto: 
 “la Naturaleza tiene mucho que decir, y ya va siendo hora de que nosotros, sus hijos, no sigamos haciéndonos los sordos. Y quizás hasta Dios escuche la llamada que suena desde este país andino -Ecuador-, y agregue el undécimo mandamiento que se le había olvidado en las instrucciones que nos dio desde el monte Sinaí: ‘Amarás a la Naturaleza, de la que formas parte’”. 
 La Asamblea Constituyente y luego el pueblo ecuatoriano, que aprobó masivamente la nueva Constitución en un referéndum el 28 de septiembre del mismo año, escucharon a la Naturaleza. Y sin duda, Galeano contribuyó a consolidar el derecho a la existencia de los seres humanos, que de eso se tratan también los Derechos de la Naturaleza. 
 Siendo tema de otras reflexiones, lo que nos debe quedar claro es que, en realidad, quien nos da el derecho a la existencia es la Madre Tierra. Y que los humanos no solo necesitamos derechos para nuestra convivencia, sino también para relacionarnos con nuestra Madre Tierra. Así, nos debe quedar claro que justicia social y justicia ecológica van de la mano, y que los Derechos Humanos se complementan con los Derechos de la Naturaleza, es decir con ese undécimo mandamiento planteado por Galeano. 
 Pasaron los años y me encontré personalmente con él, por primera y última vez (de lo que recuerdo). El había ido a Barcelona a recibir un Premio Internacional de Periodismo por su entusiasmo futbolero, otorgado por la Fundación FC Barcelona y el Colegio de Periodistas catalán. Y a los dos nos convocó a la Plaza de Cataluña la pasión por la indignación. Estuve tentado a acercarme y agradecerle, pero no fue posible. El se encontraba rodeado de indignados; corría el mes de mayo del 2011. 
 Un par de años más adelante, Galeano, el autor de ese gran libro que caló tan hondo en las venas de muchas generaciones, en un gesto de profunda honestidad, poco antes de morir, diría que “no sería capaz de leerlo de nuevo, pues caería desmayado. (…) Para mí, esa prosa de la izquierda tradicional es aburridísima. Mi físico no aguantaría. Sería ingresado al hospital”. Pero complementó ese crudo reconocimiento diciendo que “no me arrepiento de haberlo escrito, pero es una etapa que, para mí, está superada”. 
 Puede que esa prosa esté superada, pero no así el contenido de su mensaje. Bastaría con citar apenas una corta frase para comprender la actualidad de su libro: “La fuerza del conjunto del sistema imperialista descansa en la necesaria desigualdad de las partes que lo forman, y esa desigualdad asume magnitudes cada vez más dramáticas”. 
 Tanto que hoy, como hace 50 años, los pueblos de esta sangrante América Latina siguen protestando ante tanto atropello, resistiendo ante tanto extractivismo y soñando porque algún día se cierren las venas abiertas de sus sociedades y de su Naturaleza. 

 Alberto Acosta 

 Notas

 1. Disponible en http://www.unefa.edu.ve/CMS/administrador/vistas/archivos/las-venas-abiertas-de-america-latina.pdf 
 2. Reconociendo que el impulso fundamental para constitucionalizar a la Naturaleza como sujeto de derechos, proviene del mundo de los pueblos originarios, es conveniente tener presente otros aportes, como el de otro uruguayo, también Eduardo, Eduardo Gudynas, uno de los mayores estudiosos de la materia. Al respecto se puede consultar el texto del autor de estas líneas (2019); “Construcción constituyente de los Derechos de la Naturaleza – Repasando una historia con mucho futuro”, en el libro de varios autores y varias autoras: La Naturaleza como sujeto de derechos en el constitucionalismo democrático, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito. Disponible en https://uninomadasur.net/?p=2159
 3. Disponible en https://es.slideshare.net/ecuadordemocratico/la-naturaleza-no-es-muda-por-eduardo-galeano 

 Alberto Acosta es un economista ecuatoriano; fue Presidente de la Asamblea Constituyente de Ecuador 2007, ministro, candidato presidencial y docente universitario. 
 Publicado en Palabra Salvaje el 3 de agosto de 2021.

martes, 17 de agosto de 2021

Estados Unidos debate su derrota en Afganistán


El discurso de Biden y los ataques de los republicanos. 

 La huida desordenada de Afganistán se está cobrando las primeras repercusiones políticas en Estados Unidos. Los republicanos cerraron filas para cuestionar a Joe Biden, y en el caso de Donald Trump, directamente pidió la renuncia del mandatario. La prensa norteamericana, incluso la que simpatiza con el gobierno demócrata, ha sido durísima con el presidente y ha puesto de relieve los descomunales errores de cálculo del Ejecutivo yanqui. El New York Times recuerda que hace pocas semanas el presidente estadounidense dijo que “las posibilidades de que los talibanes arrasen con todo y tomen el país son casi nulas”, y también que “bajo ninguna circunstancia veremos gente evacuada de los techos de la embajada de Estados Unidos en Afganistán” (reproducido por La Nación, 17/8). La antiprofecía.
 En el caso de los republicanos, se trata nada más que de hacer leña del árbol caído, toda vez que fue George W. Bush quien lanzó la invasión en 2001, y el propio Trump quien arribó al acuerdo de retiro de tropas consumado por su sucesor demócrata. Cuatro presidentes, dos republicanos y dos demócratas (Obama llegó a desplegar hasta 100 mil soldados), comparten el empantanamiento y el fracaso norteamericano en Afganistán. 
 Biden emitió un discurso en que defendió el retiro de las tropas, señalando que tarde o temprano había que hacerlo y posponer la resolución no hubiese alterado el resultado, algo en lo que muy probablemente tenga razón. A su vez, hizo una serie de definiciones que pasamos a diseccionar: 

 “Nunca se suponía que la misión en Afganistán fuera construir una nación. Nuestro único interés nacional vital en Afganistán sigue siendo hoy lo que siempre ha sido: prevenir un ataque terrorista en la patria estadounidense” 

 Estas dos afirmaciones son tramposas. Estados Unidos presentó la invasión no solo como un combate contra el terrorismo (algo que de por sí era simplemente una coartada para ocultar su verdadero interés de poner un pie en una región estratégica), sino también por la libertad de los afganos. A tal punto esto es así que la operación llevó por nombre “Libertad duradera”. En 2005, tras lograr su reelección, Bush señaló en su discurso de investidura que desde los atentados contra las Torres Gemelas de 2001 “el objetivo de Estados Unidos es sembrar la libertad y la democracia en el mundo”. Y abundaba: “aquel que viva en la tiranía y en la desesperanza debe saber que Estados Unidos no ignorará vuestra opresión ni excusará a vuestros opresores” (El País, 20/1/05), en un mensaje dirigido… a los pueblos que invadía. 
 Por otra parte, Estados Unidos ni siquiera ha logrado desmantelar a los grupos terroristas. A la par del progreso de los talibanes, Al Qaeda viene experimentando un desarrollo en Afganistán. Esta cuestión fue uno de los puntos introducidos por los norteamericanos en las negociaciones con la milicia pastún en Qatar. 

 “Si Afganistán no es capaz de resistir a los talibanes, las tropas de EEUU no pueden hacer la diferencia” 

 Deslindar responsabilidades. Un clásico. Tras el derrocamiento de los talibanes en 2001, quienes se reorganizarían luego desde las montañas y la vecina Pakistán, Estados Unidos apuntaló en Afganistán varias administraciones títeres. Estas se ganaron el repudio de la población, debido al contraste entre el enriquecimiento de aquellas -aprovechando el desembolso de los fondos norteamericanos- y la miseria de la mayoría. Al propio Ejército no le llegaban suficientes balas ni comida. Pero insistimos: eran los gobiernos impulsados y reconocidos por el imperialismo, pese a que llegaron en algunos casos al poder bajo denuncias de fraude, como el ahora fugado Ashraf Ghani. 

 “Seguiremos alzando la voz por los derechos básicos del pueblo afgano, de las mujeres y las niñas”

 La preocupación de Estados Unidos por las mujeres afganas es por lo menos selectiva. En la década del 80, grupos como los talibanes -contrarios a que las mujeres trabajen, estudien o salgan a la calle sin estar acompañadas por un hombre- crecieron con el apoyo de las monarquías reaccionarias del Golfo Pérsico y de Estados Unidos, que los veía como un contrapeso frente a los soviéticos en la región. Hoy en día, uno de los principales aliados norteamericanos en Medio Oriente es Arabia Saudita, donde las mujeres recién lograron su derecho a conducir automóviles en 2018. 
 Tampoco sabemos qué “derechos básicos” puede declamar una potencia que ha dejado bajo las bombas los sueños de miles de mujeres y niñas en todo el mundo. Bajo el gobierno de Biden, ya han sido bombardeadas Siria, Irak y Somalia.

 “Defenderemos a nuestra gente con una fuerza devastadora si es necesario”

 Finalmente, Biden termina mostrando la verdadera naturaleza del régimen imperialista con esta bravuconada, que bien podría haber dicho Trump o Bush. 
 La derrota norteamericana en Afganistán, que ha sido parangonada con la de Vietnam, es una muestra de la debacle del imperialismo. Se suma a su pérdida de posiciones en Medio Oriente y a su propia situación doméstica, marcada por una reciente rebelión popular, una aguda crisis política (incluyendo un intento de golpe de Estado), un devastador impacto del Covid-19 y la crisis capitalista. 
 Biden llegó al poder tratando de recomponer la primacía norteamericana, pero lo ocurrido en Afganistán revela los límites de esa tentativa. 

 Gustavo Montenegro

¿Del SOS Cuba al SOS Miami?


lunes, 16 de agosto de 2021

La caída de Kabul y la huida norteamericana


Veinte años después, los talibanes recuperan el poder en Afganistán.

 Cuando arrancó la fulminante ofensiva de los talibanes que capturó una tras otra las capitales provinciales, el gobierno norteamericano aseguraba que a la milicia pastún le llevaría al menos tres meses llegar a Kabul. Este lunes, sin embargo, diplomáticos estadounidenses y civiles que colaboraron con la invasión se peleaban en las pasarelas de los aviones por abordar los vuelos para huir de la capital afgana, en una caótica retirada que ha sido comparada con la caída de Saigón, en 1975. El presidente, Ashraf Ghani, había escapado un día antes a la vecina Turkmenistán. 
 En su ofensiva final, los talibanes encontraron poca resistencia, inclusive en Kabul. Los medios señalan que la desmoralización de las tropas era completa. El Ejército venía carcomido ya por la corrupción: pese a la financiación millonaria del imperialismo, a las tropas no les llegaban suficientes balas ni comida.
 Los talibanes recuperan el poder a casi 20 años de haberlo perdido. En octubre de 2001, tras los atentados contra las Torres Gemelas, Estados Unidos lanzó una invasión contra Afganistán bajo el pretexto de capturar a Osama bin Laden, quien había recibido refugio político en el país. Fue el comienzo de la llamada “guerra contra el terrorismo”, bajo la cual Estados Unidos emprendió no solo ataques en el exterior sino también una mayor vigilancia de su población y un cercenamiento de las libertades democráticas. Apenas dos años después de la invasión de Afganistán, los norteamericanos arrasarían con Irak, ahora bajo el argumento de un arsenal de destrucción masiva que no se encontró nunca. 
 Aunque el gobierno de los talibanes sucumbió rápidamente, la milicia sunnita consiguió reorganizarse desde la vecina Pakistán y las zonas montañosas. Fue recuperando terreno en las áreas rurales, y Estados Unidos debió reforzar su presencia. Bajo el gobierno de Barack Obama, llegó a haber 100 mil soldados, pero bajo esa misma administración comenzó a haber un recorte de la presencia militar, cuando ya era claro un empantanamiento de la Otan y la impopularidad de la guerra crecía: 3.400 soldados norteamericanos murieron. Trump hizo campaña con el retiro de las tropas, y bajo su gobierno se inició una negociación con los talibanes que llevó en febrero de 2020 a un acuerdo de retirada, bajo el compromiso de una mesa de negociación entre aquellos y el gobierno de Afganistán. 
 La mesa entre el gobierno afgano y los talibanes se puso en marcha, pero se estancó enseguida. Estados Unidos, y detrás de él las potencias europeas, iniciaron de todos modos su repliegue. Cuando los talibanes lanzaron la última ofensiva, el gobierno de Ghani hizo un último pedido desesperado para que las tropas se quedaran, pero el gobierno de Joe Biden confirmó la retirada, asegurando que el entuerto afgano había complicado a cuatro presidentes (dos republicanos, dos demócratas) y no tenía la intención de transferir el problema a un quinto. 
 La victoria talibán y la salida desordenada del imperialismo es una expresión más del declive norteamericano. A la par de él, se produce un crecimiento de la influencia china en la región. A fines de julio, una delegación de los talibanes fue recibida en el gigante asiático y reconocida como un actor político fundamental en el país. Beijing tiene dos grandes intereses en la zona: la ruta de la seda, a raíz de la cual ya se emprendieron algunas obras en el país, si bien modestas como resultado de la guerra; y una preocupación política, que es la operación de movimientos islamistas en la frontera, partidarios de la independencia de la región china de Xinjiang, de mayoría musulmana. Uno de los compromisos de los talibanes en dicha reunión habría sido neutralizar esas intervenciones. 
 Rusia también inició conversaciones con los talibanes en el último período. E Irán, que tiene un gobierno chiíta, inició su propio acercamiento, de características pragmáticas, debido a que su país es un receptáculo natural de los desplazados por el conflicto.
 En la reunión desarrollada en China, el gobierno de Beijing instó a sus interlocutores a arribar a un acuerdo político con el gobierno. Moscú seguía el mismo libreto. El avance formidable de los talibanes de las últimas dos semanas replantea la cuestión. Lo que ahora habrá que ver es si el gobierno talibán es o no reconocido por Putin y Xi Jinping. China ha dicho que espera “relaciones amistosas” con el nuevo gobierno. Es probable que tanto uno como el otro, de todos modos, condicionen cualquier reconocimiento a concesiones por parte del nuevo régimen (como un compromiso para evitar el ataque de milicias islamistas a sus territorios). Un aspecto importante a tener en cuenta es la reconstrucción del país. El oficialista Global Times publicó este lunes un artículo en que señala que Beijing podría participar en ella. 
 Con respecto al nuevo gobierno talibán, se espera el restablecimiento de un gobierno brutalmente oscurantista, que prohíbe la recreación y el arte por desviar la atención del Corán, e impide a las mujeres trabajar, estudiar y salir a las calles sin estar acompañadas. El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, exhortó a los talibanes a respetar los derechos humanos. 
 La hipocresía del imperialismo es mayúscula, dado que en los ’80 apañó -al igual que las monarquías de Medio Oriente- a los grupos oscurantistas, en el marco de las disputas con la Unión Soviética. A su vez, mientras critica a los talibanes, Estados Unidos mantiene una alianza con Arabia Saudita, un país en que las mujeres recién han ganado su derecho a conducir automóviles en 2018. Contra estos regímenes, la única respuesta puede provenir de las propias mujeres y trabajadores organizados. 
 El resultado de los veinte años de presencia norteamericana y de la Otan ha sido más de 150 mil muertos y el desplazamiento de millones de personas (lo que ha jugado su papel en la crisis de refugiados en el continente europeo), el crecimiento de la producción de opio y el establecimiento de administraciones políticas títeres que hundieron el país en la corrupción, mientras la población vive hundida en la miseria. 
 La derrota norteamericana socava el rol de gendarme global del imperialismo. En ese sentido, crea mejores condiciones para las luchas de los pueblos (del Líbano a Túnez), si bien estos deberán superar a las corrientes oscurantistas y reaccionarias como la de los talibanes. 

 Prensa Obrera

El colapso de Afganistán evoca en EE.UU. el recuerdo de Vietnam


En el imaginario colectivo, un escape en helicóptero es sinónimo de la evacuación de Saigón, en 1975.
 Es decir, es sinónimo de fracaso militar. 

 “No habrá ninguna circunstancia en la que vayan a ver gente despegando desde el techo de la embajada de Estados Unidos en Afganistán”, dijo Joe Biden el 8 de julio pasado desde la Casa Blanca. La promesa le duró poco más de un mes. Este domingo, las imágenes que llegaron desde Kabul mostraron un helicóptero que trasladaba al personal del país norteamericano desde la sede diplomática hasta el aeropuerto. Para Estados Unidos, la imagen de un escape en helicóptero es sinónimo de la evacuación de Saigón, en 1975, cuando el ejército norvietnamita tomó la ciudad. Es sinónimo de fracaso militar.

 Después de veinte años 

Después de 20 años y más de dos billones de dólares gastados, Estados Unidos se va de Afganistán de una forma que nunca pudo prever. El colapso del gobierno afgano y retorno de los talibanes, que Biden hace un mes calificó como “altamente improbable”, sucedió en tiempo récord. En menos de una semana, el grupo islamista radical tomó provincia tras provincia hasta llegar a la capital. 

 Abusos y torturas 

Hace apenas un mes, las tropas estadounidenses habían dejado en silencio la base aérea de Bagram, un predio que también funcionó como prisión y en la que se documentaron casos de abusos y torturas en los primeros años de la guerra. Este domingo, Associated Press incluía Bagram entre los edificios que ya están bajo control del Talibán. 
 Biden heredó de Donald Trump el acuerdo de una retirada total. Cuando asumió, extendió el período para hacerlo y pasó, para el 31 de agosto, lo que originalmente tenía que terminar en mayo de este año. Aunque todavía faltan dos semanas para esa fecha, ya se sabe que el retorno de las tropas no va a suceder como se pensaba.

 Caos y críticas 

Desde que anunció su intención de continuar con la retirada, Biden enfrentó las críticas de quienes señalaban que existía el peligro de que los talibanes retornaran. Cuatro presidentes, dos de cada uno de los dos partidos mayoritarios de Estados Unidos, han estado a cargo de la guerra en Afganistán desde 2001. Al asumir, Biden fue tajante: “No voy a pasarle esta responsabilidad a un quinto”. 
 Durante la semana pasada, cuando quedó claro el regreso del grupo islamista radical, el gobierno estadounidense mantuvo su postura. “Un año más o cinco años más de presencia militar de Estado Unidos no habría marcado una diferencia si el ejército afgano no puede o no va a controlar su propio país”, dijo Biden en un comunicado. A pesar de eso, autorizó el despliegue de unas 6.000 tropas en medio del caos para asegurar “una retirada ordenada y segura del personal” del país norteamericano y de sus aliados. 
 Pero si Washington planeaba una evacuación tranquila de la embajada, eso quedó descartado en cuanto fue evidente que el gobierno de Ashraf Ghani no se sostendría mucho más tiempo. Este domingo, la sede diplomática suspendió las operaciones consulares y emitió una alerta. “La situación de seguridad en Kabul cambia rápidamente, aeropuerto incluido. Hay informes de que el aeropuerto está bajo fuego. Por lo tanto, instruimos a los ciudadanos estadounidenses a que busquen refugio en donde estén”, dice el aviso. 
 Mientras las noticias desde Kabul confirmaban el ingreso de los talibanes a la capital, la Casa Blanca se mantuvo prácticamente en silencio. Biden pasó el fin de semana en Camp David, una residencia ubicada en las afueras de Washington en la que los presidentes estadounidenses suelen descansar. Su agenda no lo muestra con actividad pública hasta el próximo miércoles. 
 La administración apenas dejó ver una foto del mandatario recibiendo un informe por videoconferencia. “El presidente y la vicepresidenta se reunieron con su equipo de seguridad nacional y funcionarios de alto rango para escuchar informes sobre la retirada de nuestro personal civil de Afganistán, evacuación de quienes pidieron visas especiales y otros aliados afganos”, dice el tuit oficial. 
 El que sí salió a hablar fue el secretario de Estado, Antony Blinken. Su principal misión fue intentar detener, sin éxito, las comparaciones con el fin de la Guerra de Vietnam. “Entramos en Afganistán hace 20 años con una misión y esa misión era hacer frente a los que nos atacaron el 11 de septiembre. Esa misión fue exitosa», insistió. Pero tanto el resultado como la extensión de la guerra alimentan las comparaciones.

 Una guerra interminable

 Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) derrocaron a los talibanes en Afganistán en 2001, después de la decisión del republicano George W. Bush de llevar adelante una guerra contra el terrorismo y Al Qaeda tras el atentado contra las Torres Gemelas. 
 Un año después, el mandatario prometió “ayudar a reconstruir un Afganistán que sea libre de este mal y un mejor lugar para vivir”. Hasta 2009, el Congreso de Estados Unidos le autorizó 38 mil millones de dólares para hacerlo, según Council on Foreign Relations. En el medio, el país asiático sancionó una constitución, eligió presidente e integrantes de las dos cámaras de su parlamento. 
 La llegada del demócrata Barack Obama a la Casa Blanca en 2009 significó un nuevo envío militar a Afganistán. Durante su presidencia, Estados Unidos asesinó a Osama Bin Laden, líder de Al Qaeda, en Pakistán, pero las tropas igualmente se quedaron también durante sus dos mandatos.
 En 2013, el ejército afgano se hizo cargo de la seguridad del país. Desde entonces, el relato oficial de la coalición Estados Unidos-OTAN fue el de que estaba entrenando a los afganos para que pudieran sostenerse. Pero hace dos años, un informe del Washington Post mostró cómo Estados Unidos venía escondiendo la evidencia de que estaba en una guerra que no podía ganar. “Si el pueblo estadounidense viera la magnitud de esta disfunción… 2.400 vidas perdidas”, decía uno de los testimonios recogidos por el periódico. El número se refiere apenas a las vidas de militares estadounidenses. Associated Press estima que murieron 66.000 miembros del ejército y de la policía afganos y 47.245 civiles. Del lado de los talibanes, la cifra es de 51.191.
 En 2017, Trump asumió con la idea de irse de Afganistán y terminar con lo que él consideraba guerras eternas en las que Estados Unidos gastaba mucho mientras sus aliados se aprovechaban. En febrero de 2020, anunció un acuerdo con los talibanes: Estados Unidos se retiraría y el país asiático no sería usado en actividades terroristas. En noviembre pasado, después de que el republicano perdiera las elecciones, el Departamento de Defensa informó que para enero de este año habría apenas 2.500 tropas en terreno afgano, en línea con lo que se proponía el acuerdo. 
 Tras asumir, Biden lo mantuvo. Aunque el colapso era posible, ningún informe de inteligencia o de seguridad le había indicado que estaba tan cerca. 

 Aldana Vales | 16/08/2021