martes, 30 de mayo de 2023

Censura a Roger Waters: un ladrillo más en el muro del capitalismo


La presentación de Roger Waters, ex líder de la icónica banda Pink Floyd, en Alemania, en el marco de su gira internacional “This Is Not a Drill”, desde el primer momento, se supo que no iba a pasar inadvertida. 
 Varios estados federales buscaron prohibir los shows del consagrado bajista y vocalista británico, acusado de “antisemitismo” por su apoyo público a la causa palestina. Fue el caso del municipio de Frankfurt, donde se iba a realizar el concierto en el Festhalle el 28 de mayo. Tras los primeros recitales en tierras teutónicas, la policía federal investiga a Waters por “incitación al odio” y al “desorden público”. 
 Esto es debido a que Waters apareció vestido como Pink, el protagonista de la película de 1982 basada en el álbum The Wall. Metáfora de la alienación del star system rockero y de una generación criada al calor de los bombardeos de la II Guerra Mundial, Pink se asemeja a un desquiciado líder de masas frente a su público. 
 Waters lució entonces un brazalete con un símbolo similar al de las SS alemanas. Con esta representación, Waters buscaba denunciar los peligros del totalitarismo, la manipulación mediática y la pérdida de la identidad y humanidad en una sociedad opresora. Al contrario de lo que los creadores del film dirigido por Alan Parker quisieron denunciar, el Estado alemán tomó el atuendo del músico como una banalización del Holocausto y una exaltación al nacionalsocialismo. Irónicamente, los que señalan a Waters de nazi son los mismos que en sus entrañas cobijan a las células neonazis que pululan, al día de hoy, por toda Alemania. Sin ir más lejos, en el nonato golpe de Estado neonazi del año pasado, en Alemania, fueron detenidos varios oficiales policiales y un número importante de miembros antiguos y activos del ejército, incluso varios oficiales del Comando de las Fuerzas Especiales. 
 La campaña de supuesta lucha contra el antisemitismo tiene un objetivo claro: censurar a Roger Waters y las denuncias políticas que realiza en cada presentación. Lo que tiene de especial esta gira es que se da en medio de una guerra imperialista feroz, donde Alemania apoya al campo de la OTAN decididamente con armamento y dinero. Justamente lo que busca tapar el Estado alemán es la responsabilidad del militarismo germánico en las masacres imperialistas. Roger Waters es un activo militante contra la guerra, crítico de la OTAN como de Putin. Esto le ha valido numerosos ataques, incluso de sus ex compañeros de banda. 
 La música de Waters, en sus presentaciones, es acompañada con grandes mensajes en las pantallas de video donde se podían ver algunos mensajes como: “Rechazar todos los imperios”, “Rechazar los drones”, “Rechazar los bombardeos en sus casas”, “Rechazar la ocupación” y “Libertad a Julián Assange”, entre otros. (Idem) Otro punto fuerte de la noche es cuando pone imágenes de los presidentes norteamericanos Ronald Reagan, George Bush, Barack Obama y Donald Trump con la frase: “Criminales de guerra”. Todos estos momentos acompañados por los aplausos cerrados del público de todas las generaciones. Como podemos observar, los shows de Waters son una poderosa denuncia al imperialismo, del cual Alemania es parte de su columna vertebral.
 En conclusión, la censura a Waters no es más que un intento de silenciar una voz crítica y disidente que denuncia las atrocidades del imperialismo y el fascismo. La censura es uno de los ladrillos con los que el capitalismo construye un muro de alienación y opresión sobre los trabajadores y los pueblos oprimidos del mundo. Un muro que debemos derribar con la lucha de nuestra clase contra el régimen social y la solidaridad internacionalista. Como dice la canción: “All in all it’s just another brick in the wall” (Después de todo es solo otro ladrillo en el muro). 

 Mauri Colón 
 29/05/2023

Un poeta comunista: Rafael Alberti


lunes, 29 de mayo de 2023

El agua era un bien público


Uruguay: una leyenda patria

 Por plebiscito nacional en el Uruguay quedó establecido que el agua era un bien público. Que debía atender las necesidades generales antes que las particulares. Que no era, por lo tanto, comercializable.

 Estas declaraciones de principios me hacen acordar a las preguntas que un delegado de uno de los tantos soviets que de algún modo vehiculizaban el rechazo de la población rusa al viejo orden aristocrático tras el sacudón institucional de 1917, hacía al nuevo poder establecido, en las sesiones del Congreso Panruso de los Soviets en 1920: ‘Nos dicen que tenemos las aguas, pero ustedes administran los peces, nos dicen que ahora somos los dueños de la tierra, pero ustedes deciden quiénes y cómo sembrar; nos dicen que somos los dueños de los trenes, pero no tenemos derecho a desplazarnos’ …
 Aquí en nuestro Uruguay nos plebiscitan que el agua es un servicio público, es “del pueblo”, nos llegamos a inflamar emocionalmente con nuestro progresismo institucional, pero la realidad subyacente transita muy de otra manera: el agua es administrada, o apropiada, por determinadas personas, físicas o jurídicas, y el destino del agua nos es tan ajeno como, al común de los orientales (o uruguayos) como a los campesinos rusos pobres una dictadura que invocaba su nombre (y representatividad). 
 La heteronomía en que la cuestión del agua se mueve, como tantos otros atributos a los que solemos otorgarle protagonismo, se patentiza únicamente en crisis de coyuntura. 
 El gobierno uruguayo aprobó una infame “Ley de Riego” en 2015, ratificando otras precedentes. ¿Por qué cabe el calificativo de infame? Porque borra, precisamente, con su mera aprobación, lo que se pretendió tener por aprobado con el Plebiscito por el Agua de 2004: que el agua es algo para todos. 
 Hubo un intento de resistencia desde sectores de la población uruguaya a la Ley de Riego, porque se entrevió justamente esa privatización, esa apropiación consiguiente del agua. 
 Pero el intento para derogar mediante referendo, esta Ley de Riego naufragó porque no se llegó al número de firmas requerido (un tope increíblemente alto, casi 700 mil firmas para poder habilitar apenas su discusión….).1
 Desechado aquel recurso, quienes habían logrado mediante lobby extraer del Poder Legislativa la “sacralización” de su política de apropiación, se vieron “legitimados”: cientos y cientos de embalses empezaron a festonar el curso del Santa Lucía y sus afluentes. No sabemos si los embalsadores crearon sus reservas particulares en otras partes, con otras cuencas; pero sí se pudo ver que en la del Santa Lucía “se chuparon” buena parte del río. 
 Este desmadre pasó más o menos impunemente hasta que una sequía más intensa que la de los ciclos normales anuales, empezó a dejar sin agua potable a dos tercios de la población del país. Y allí se reveló en blanco sobre negro, el divorcio entre la verdad oficial del Uruguay democrático e institucional y la verdad de la milanesa del Uruguay real; que el agua en nuestro país la tienen, en primer lugar los poderosos, y lo que sobre, es para “todo el mundo”. 
 Cuando se ensayó la resistencia a la apropiación privada del agua se dijo claramente: “La nueva norma permite la creación de sociedades y asociaciones agrarias de riego con el objetivo de utilizarlo de manera colectiva y multipredial, mediante la construcción de represas en cuencas de agua. Los opositores de la medida alertan que ésta puede resultar en el control y manejo privado del agua, una vez que será posible la participación de privados en estas asociaciones, algo que puede, por su vez, implicar en la creación de un mercado paralelo de este bien natural.” 2 
 Aun con su lenguaje modoso, se dejaba en claro el daño. Solo que entonces era todavía potencial. 
 La modosidad linda con el ridículo cuando se aclara que la utilización del agua que se sustrae al cauce del Santa Lucía tendrá un uso colectivo. Mi impresión es que aunque se entrevió el tema, se lo visualizó sin advertir el atentado a la atención de las necesidades generales de la población.
 Pero si tenemos en cuenta que desde la década de los ’60 ya se barajaba la necesidad de una fuente alternativa de agua para la capital, rompiendo la dependencia de un único suministro para una ciudad que fue sobrepasando el millón de habitantes, y que ese suministro único de agua potable en realidad cubría por lo menos dos tercios de la población del país; ciudades como Canelones, Santa Lucía, San José, Juan Soler, San Jacinto, Libertad, Las Piedras, La Paz, Sauce, Pando, Atlántida, Ecilda Paullier y unas cuantas más, hay que llegar a la conclusión que la negligencia ha sido monumental, verdaderamente histórica. 
 ¿Qué tenemos que hacer con declaraciones de optimismo y lecho de rosas?, como las que fueron hilvanándose mientras se entregaba el río Negro a UPM por parte de ministros y otros encargados “del gobierno”; no recuerdo el nombre de una ministra, pero sí, con precisión, los porcentajes de potabilidad del agua que enarboló: que en tanto la calidad del agua alcanzaba en Suecia al 94%, ella conocía, científicamente, que la uruguaya alcanzaba el 97%. Penosa puerilidad.
 Propiamente, “espejitos de colores”. Lamentablemente, parecen inagotables. Hubo una escaramuza alrededor de límites de agrotóxicos: la Dirección de Servicios Agrícolas comprobó su uso reiterado incluyendo algunos prohibidos en viveros de UPM en Guichón, aplicaciones que por cierto no se limitan al perímetro del vivero sino que escurren y afectan notoriamente a productores linderos que han estado denunciando, durante años, no sólo la contaminación sino el hecho escandaloso que UPM esté usando varios agrotóxicos que están prohibidos en el país. 
 El planteo de UPM fue recio, desde el poder incontestable: querían usar tales agrotóxicos; si no, tendrían que generar desocupación.3 
 La respuesta del estado uruguayo no fue insistir en no aceptar el uso tóxico, sino apenas, multar a quien no respeta las prohibiciones. Una política cómoda para una empresa, que puede salirse con la suya “pagando unos mangos”. 
 Pero ni siquiera eso. El gobierno condonó la multa (un millón de dólares) y UPM agradeciendo tanta “buena onda” le obsequió una “plantita” de ósmosis inversa para desalinizar (hasta dos mil litros por hora), que UPM usara en sus instalaciones cuando la construcción en Pueblo Centenario. Para usar en puntos críticos del complicado panorama del agua en Uruguay. 
 A quien se porta bien, se lo recompensa con un caramelo. 

 Luis E. Sabini Fernández | 29/05/2023 

 Notas: 

 1 En la lucha en que algunos estamos empeñados para cortar con los infames contratos que entendemos son una vergüenza para el Uruguay, entre personas jurídicas, privadas e incontrolables, y gobiernos que por diversos y a menudo desconocidos motivos ceden a sus demandas, se juntan firmas para acabar con este abuso nacional y establecer algunas formas de control social, más desde abajo, por ejemplo, reduciendo de 25% a 10% el requisito de firmas para su reconsideración. Consigna Uruguay soberano.
 2 https://www.world-psi.org/es/en-uruguay-mas-de-300-mil-firmas-contra-la-ley-de-riego. 8 nov. 2018.
 3 https://www.ambito.com/mundo/uruguay/polemica-el-gobierno-autorizo-upm-usar-mas-agroquimicos-cuestionados-n5577489. 
Buenos Aires, 7 nov. 2022. 
 Blog del autor: https://revistafuturos.noblogs.org/

Migrantes en el desierto de Atacama: la crisis humanitaria de Boric y Boluarte


Cuatro marinos chilenos están presos por asesinar, golpeándolo con sus propias muletas, a Milton Domínguez, un migrante colombiano de 61 años, especialista en paneles solares, que vivía en las calles de Iquique. Una enfermedad contraída en el “refugio para migrantes” local había obligado a amputarle una pierna.
 Iquique queda en el desierto de Atacama, inhóspito, árido, que tiene altas temperaturas de día y un sol feroz, y es muy frío de noche. Miles de migrantes acampan hace meses en esa zona fronteriza entre Chile, Perú y Bolivia, paso habitual de quienes entran o salen de Chile por el llamado Norte Grande. Como los gobiernos cerraron las entradas y las custodian cientos de militares a cada lado, lo que se produjo es un limbo, una encerrona, en la que esperan miles de personas.
 Muchos son venezolanos que quieren volver a su país, huyendo no solo de la crisis económica en Chile sino de la política xenófoba del gobierno de Boric. Como la desesperación y la miseria no tienen bandera, también hay haitianos, ecuatorianos, salvadoreños, colombianos. En dirección contraria, venezolanos y peruanos atascados en Tacna, Perú, intentan regresar a sus trabajos y familias en Chile. No dejan cruzar ni a unos ni a otros. Según medios locales, en los últimos días llegaron unas 300 personas más al punto fronterizo. 
 Los migrantes están a la intemperie, sin agua, alimentos ni servicios sanitarios. Del lado chileno hay un hostigamiento constante de las fuerzas de seguridad y de parte de la población, azuzada por grupos ultraderechistas. Del lado peruano se han denunciado violaciones y que están operando redes de trata. Son frecuentes los enfrentamientos entre policías, soldados y las familias que acampan a la intemperie. Se trata de un lugar que “está extremadamente sucio, con mucha basura y moscas. No hay baños o puntos de hidratación. Muchos niños están enfermando del estómago”, explica uno de los informes elaborados por la Asamblea Abierta de Migrantes y Promigrantes. 
 El 7 de mayo partió el primer vuelo humanitario que trasladó a un centenar de venezolanos desde Chile. Forma parte del programa del gobierno de Maduro “Vuelta a la Patria”, que ya repatrió 30.000 venezolanos de los 7 millones que abandonaron al país en los últimos años y están dispersos en 25 países distintos. 
 En Chile son por lo menos medio millón de venezolanos, un tercio del total de la inmigración. En febrero, Boric se unió a la derecha xenófoba que agita la expulsión de los inmigrantes. Los responsabilizó de la inseguridad, militarizó la frontera Norte del país y suspendió en la frontera los derechos constitucionales por 90 días. Un trato similar al que reciben los mapuches en la Araucanía. Antes hizo votar un puñado de leyes que prácticamente convierten en delincuente pasible de expulsión a cualquier extranjero sin papeles. Ahora el Congreso chileno debate un proyecto de ley que convertiría la migración irregular en un delito con penas de cárcel de hasta 541 días.
 La presencia de migrantes en la frontera generó una crisis con Perú pero no porque tengan estrategias distintas. El gobierno golpista de Dina Boluarte decretó la semana pasada el estado de emergencia por 60 días en sus fronteras y ordenó el envío de militares. “Quienes cometen a diario asaltos, robos y demás actos delincuenciales son extranjeros”, dijo la presidenta Diana Boularte, que envió al Congreso un proyecto de ley que condena a más de 500 días de prisión a los extranjeros que no tengan documentos en regla.
 No hay grietas entre progresistas o golpistas en la xenofobia y la política de expulsión a los trabajadores extranjeros que huyen de sus países para tratar de sobrevivir a la miseria o a la violencia. 

 Olga Cristóbal 
 26/05/2023

domingo, 28 de mayo de 2023

Kissinger, un genocida cumple cien años


El 27 de mayo Henry Kissinger cumple un siglo de vida, cuando se cumple medio siglo de algunos de los crímenes más infames en distintas partes del mundo, los cuales llevan su firma. Momento para recordar algunos de los impresionantes logros de una mente psicópata. 
 Kissinger no inventó nada en materia de manipulación mediática y de masacres preventivas en nombre de la libertad y en procura de más poder. No lo distingue nada de otros psicópatas que actuaron en el silgo XIX y antes de la Guerra Fría, sino su longevidad. De hecho, repitió hasta el hastío, por todo el mundo, el modelo aplicado a Guatemala en 1954. 
 En su penúltimo mensaje radial, Árbenz había declarado: “Nuestro único delito ha sido el darnos nuestras propias leyes; nuestro crimen ha sido el aplicarlas a la United Fruit… No es verdad que los comunistas están tomando el poder en nuestro gobierno… No hemos impuesto ningún régimen del terror; por el contrario, los amigos guatemaltecos del Sr. John Foster Dulles son quienes desean imponer el terror entre los guatemaltecos atacando a niños y mujeres desde aviones piratas”. 
 Cuando Guatemala solicitó una comisión investigadora de la ONU, el embajador de Estados Unidos, Henry Cabot Lodge, vetó la resolución. La CIA continuó bombardeando por tres días los abastecimientos de petróleo y arrojando bombas NTN sobre Chiquimula, Gavilán y Zacapa. El 27 de junio, Árbenz leyó su último mensaje por la radio pública: “Les digo adiós, amigos míos, con amargo dolor, pero manteniendo firme mis convicciones. Cuiden lo que tanto ha costado. Diez años de lucha, de lágrimas, de sacrificios y de conquistas democráticas”. 
 Estas palabras de despedida de Árbenz se repetirán casi veinte años después cuando en Chile, 1973, Salvador Allende deba hacer lo mismo. De la misma forma, la declaración de inocencia de los secretarios John Foster Dulles en 1954 y la de Henry Kissinger en 1973 se repetirán como si fuesen escritas en papel calco, como otra prueba de la paranoia sistemática de quienes necesitan controlar el mundo. 
 También como lo hizo Kissinger horas después del golpe de Estado en Chile en 1973, en 1954 el Secretario de Estado, John Foster Dulles informó que “el Departamento de Estado no tiene ni el más mínimo indicio de que se haya tratado de otra cosa que de una rebelión de los guatemaltecos contra su gobierno”. Una vez consumado el golpe, el mismo Dulles, el fanático religioso que se guiaba por la rectitud moral de las Escrituras, después de organizar el complot en base a repetidas mentiras, anunció en cadena de radio: “El gobierno de Guatemala y sus agentes comunistas de todo el mundo han insistido en oscurecer la verdad —la del imperialismo comunista— denunciando que el interés de Estados Unidos era proteger los intereses económicos de las empresas estadounidenses… Liderados por el coronel Castillo Armas, el pueblo guatemalteco ha decidido derrocar al gobierno comunista. Ha sido un asunto interno de los guatemaltecos”.
 Con el golpe de Estado de 1954, la UFCo no sólo recuperó sus tierras nacionalizadas sino que se privatizaron varias áreas de propiedad pública. Los generales del ejército participantes del golpe también recibieron tierras, una especie de reforma agraria inversa. Washington invirtió millones de dólares en Guatemala bajo dictadura para demostrarle al mundo la eficacia de la obediencia a la que llamará, por alguna misteriosa razón, democracia. 
 Miles de campesinos que se negaron a abandonar las tierras otorgadas por Árbenz fueron desplazados por la fuerza o, simplemente, ejecutados. Otros 200.000 guatemaltecos serán asesinados o masacrados por las dictaduras militares que seguirán hasta los años 90. El presidente Ronald Reagan las llamará “dictaduras amigas” y las pondrá como modelos de libertad y democracia. 
 El 11 de mayo de 1967, Richard Nixon repitió su tour latinoamericano de una década atrás. Esta vez no encontró ni críticas, ni manifestaciones de estudiantes ni escupitajos como en 1958. Claro, tampoco tantas democracias. Desde el golpe contra Rómulo Gallegos en Venezuela en 1948, América latina perdió una decena de democracias, gracias a la ayuda económica, estratégica y moral de Washington. 
 Al día siguiente, el New York Times reprodujo un cable de UPI con las declaraciones de Nixon en Buenos Aires: el general Onganía “es uno de los mejores líderes que conocí en mi vida”. Al igual que su amigo Henry Kissinger, sabe y dice la verdad: nada importante ocurre en América del Sur o a nadie en el norte debe importarle. 
 El 8 de setiembre de 1970, en una reunión secreta de la Comisión 40 para impedir que Allende asuma como presidente electo en Chile, se encontraban presentes el Asesor de Seguridad nacional, Henry Kissinger, el fiscal general John Newton Mitchell y el director de la CIA Richard Helms, entre otros. Según Henry Kissinger, Allende, como Árbenz en Guatemala dos décadas atrás, era un peligro mayor que Fidel Castro por haber llegado a la presidencia a través del voto, lo cual serviría no sólo como ejemplo para otros países de la región sino, incluso, para Europa, como era el caso inminente de Italia.
 El 12 de setiembre, Kissinger le comunicó a Richard Helms la decisión de impedir que Allende tome posesión del cargo a cualquier precio. Más tarde, con su arrogancia clásica, confirmó la filosofía fundacional del proyecto: “No veo por qué razón deberíamos limitarnos a ver cómo un país se convierte en comunista por la irresponsabilidad de su propia gente”. El director de la CIA, Richard Helms, le escribió a Kissinger con la solución, por cierto, nada creativa: “Un repentino desastre económico será el pretexto lógico para justificar una acción militar”. 
 Tres días después, el martes 15, en reunión secreta con Kissinger, Helms tomó nota de las palabras del presidente Nixon. Con letra apurada, escribió en forma de verso: “cualquier gasto vale la pena / ningún riesgo que pueda preocuparnos / mantener la embajada por fuera / diez millones de dólares o más si es necesario / haremos que la economía chilena grite de dolor”. El 25 de noviembre, Henry Kissinger le envió un memorándum al presidente Nixon para la actuación en Chile con el título “Acción encubierta en Chile”, en la cual resume la estrategia a seguir: 
 “1) Fracturar la coalición de Allende; 
 2) Mantener y extender los contactos con el ejército chileno;
 3) Proveer de ayuda a los grupos no marxistas; 
 4) Darle visibilidad a los diarios y los medios contrarios a Allende; 
 5) Apoyar a los medios como [censurado] para que inventen que Cuba y los soviéticos están detrás de su gobierno. 
 El Comité ha aprobado las medidas de actuación de la CIA y el presupuesto necesario”. 
 Nixon reemplazó al embajador Korry por Nathaniel Davis y al director de la CIA, Richard Helms, por James Schlesinger en procura de una mayor agresividad en la ejecución del plan. La CIA canalizó millones de dólares, esta vez no para los políticos amigos sino para crear rabia e insatisfacción popular contra el gobierno que apenas había asumido y para torcer el ejército chileno en contra del orden constitucional, alegando razones morales y patrióticas. El Plan B funcionó a la perfección. La estrategia fue efectiva: continuar la guerra económica y psicológica antes de la solución final. El 21 de setiembre, el embajador Edward Korry le envió a Kissinger un reporte oficial : “No permitiremos que ni una tuerca ni un tornillo llegue a Chile mientras Allende sea presidente. Haremos todo lo que esté a nuestro alcance para condenar a Chile y a todos los chilenos a la mayor miseria que sea posible”. 
 Para facilitar el plan, Kissinger solicitó colaboración a su viejo amigo, David Rockefeller, director general del banco de la familia, el Chase Manhattan Bank (luego JPMorgan Chase), y uno de los principales bancos en Chile. Nixon cortó los créditos de aquel país, pero no las ayudas millonarias a la oposición. El gerente de ITT en Chile, John McCone (ex director de la CIA, dueño del 70 por ciento de las telefónicas en ese país y distinguido en 1987 por Ronald Reagan con la Medalla Presidencial de la Libertad) ya había informado de su disposición de poner un millón de dólares para desestabilizar a Allende. Su primera donación había sido de 350.000 dólares para la campaña política del rival de Allende, Jorge Alessandri, la cual había sido igualada por múltiples donaciones de otras grandes corporaciones estadounidenses en Chile. 
 Aunque el 3 de julio de 1972 el New York Times había publicado el informe de uno de sus enviados identificado como Mr. Merriam filtrando los sobornos de ITT en Chile, ni a Nixon ni a Kissinger les importó, como alguna vez les importó a sus predecesores. Años antes, el Pentágono había financiado y organizado diferentes infiltraciones en la academia sudamericana con programas como el Proyecto Camelot en Chile, el que debió ser suspendido por el Secretario de Defensa de entonces, Robert McNamara, el 8 de julio de 1965 “debido a la mala publicidad de la que ha sido objeto”. 
 En Washington, Henry Kissinger dio una conferencia de prensa y, como copia del discurso exculpatorio del Secretario de Estado John Foster Dulles luego de destruir la democracia en Guatemala en 1954, negó cualquier participación del gobierno de Estados Unidos en el golpe militar de Chile. Kissinger sigue, letra por letra, el manual de la CIA que, por décadas, exige que todo lo que sea hecho debe ser hecho “permitiendo una negación plausible” y, bajo cualquier circunstancia, “nunca se debe admitir alguna participación en ningún hecho, aunque todas las pruebas indiquen lo contrario”. 
 El 6 de julio de 1971, Kissinger informó al mismo comité que la Casa Blanca le ha encomendado eliminar al nuevo gobierno de Bolivia, liderado por un militar con tendencias izquierdistas llamado Juan José Torres. Kissinger considera que la nueva Asamblea del Pueblo donde obreros, mineros, campesinos y universitarios participan por igual, es una de las mayores amenazas inspiradas por los soviéticos, por lo cual era necesario ayudar a la oposición con dinero y propaganda. En el comité se concluye que antes “teníamos un líder a quien apoyar [general René Barrientos] y ahora tenemos un auto en marcha y estamos en la búsqueda del conductor”. 
 Casi al mismo tiempo, el secretario ejecutivo del Departamento de Estado Theodore Eliot comunicaba de forma confidencial que Washington estaba preocupado por la posibilidad de que el nuevo partido de izquierda, el Frente Amplio, pueda ganar la intendencia de Montevideo y no quería un nuevo Allende, aunque sea en una alcaldía. Echando recurso a una estrategia más indirecta que la usada en Chile, Washington intervino en el proceso electoral, como lo hizo a lo largo de las décadas anteriores, propagando información conveniente, plantando editoriales en “diarios prestigiosos” e infiltrando las fuerzas de represión locales. Aunque lejos de la violencia desatada por generaciones en las repúblicas tropicales, en Uruguay también se contaba con la excusa perfecta del combate a un grupo subversivo llamado Tupamaros, surgido años después de la intervención de la CIA en uno de los países más independientes y democráticos del continente. El memorándum a Henry Kissinger informaba sobre las buenas posibilidades de su candidato preferido, Juan María Bordaberry, aunque también advertía que en Uruguay “el fenómeno de los Tupamaros es básicamente una revolución de la clase media en contra de un sistema que no ofrece oportunidades de participación”. 
 Para las cruciales elecciones de 1971, Washington y Brasilia ya se habían encargado de que el Frente Amplio obtenga una mala votación y que el Partido Blanco (el partido de Nardone, ayudado por la CIA una década atrás, pero ahora posicionado unos pasos hacia la izquierda con su candidato Wilson Ferreira Aldunate) pierda las elecciones. Luego de meses de recuento y de denuncias de fraude, el candidato del Partido Colorado, ahora en manos de la derecha militarista, resultará vencedor. Juan María Bordaberry obtendrá unos pocos miles de votos más que Wilson Ferreira y se encargará de entregar el país a la dictadura militar dos meses antes del golpe en Chile. Este mismo año, en la Casa Blanca, Richard Nixon, Henry Kissinger, Vernon Walters y otros funcionarios de Washington le agradecen personalmente al dictador brasileño Emílio Garrastazu Médici por su intervención en las elecciones en Uruguay, por su liderazgo en la represión de los movimientos sociales de América Latina y por el bloqueo de Cuba como miembro de la OEA. 
 También de forma simultánea, entre 1969 y 1973, caían sobre Camboya más bombas (500.000 toneladas) que las que cayeron sobre Alemania y Japón durante la Segunda Guerra. Lo mismo les ocurrió a Corea del Norte y a Laos. En 1972, el presidente Nixon preguntó: “¿Cuántos matamos en Laos?” a lo que su Secretario de Estado, Ron Ziegler, contestó: “Como unos diez mil, o tal vez quince mil”. Henry Kissinger agregó: “en Laos también matamos unos diez mil, tal vez quince mil”. En realidad, estas cifras son apenas la sombra del genocidio perpetrado en la región. 
 Luego de que la Comisión Church del senado revelara varias operaciones de la CIA, como la manipulación de la prensa y la cultura en decenas de países, el apoyo con dinero y logística a políticos obedientes en múltiples elecciones, la organización de golpes de Estado y el asesinato de líderes populares por todo el mundo, Henry Kissinger propuso radicalizar las medidas que impidieron futuras acusaciones bajo nuevos estándares de “secreto incondicional”. Las estrategias fueron y son infinitas. Según el National Security Archive, el mismo Kissinger había filtrado documentos secretos por lo cual se intentaba castigar a las comisiones investigadoras y, según uno de los periodistas que destaparon el escándalo que terminó con la renuncia de Nixon, Carl Bernstein, la misma comisión Church omitió información más comprometedora. 
 En 1976, Henry Kissinger llegó a Santiago y le entregó al general Pinochet el discurso que pensaba leer al día siguiente, asegurándole que no habría ninguna mención a los Derechos Humanos referidos a Chile sino a los regímenes comunistas. “Usted es una víctima de la izquierda internacional”, dice el poderoso Kissinger, como forma de consuelo. Luego agrega: “Queremos ayudarlo. Usted ha hecho un gran servicio a Occidente derrocando a Allende”. Chile fue el primer laboratorio del neoliberalismo diseñado por Friedrich von Hayek y Milton Friedman y, como siempre, impuesto a fuerza de sangre y acoso. 
 Poco después Kissinger aterrizó en Argentina para ayudar a otro de sus regímenes favoritos. Aunque la Junta militar justificaba el golpe en la violencia de los grupos subversivos de izquierda, los registros de la Embajada de Estados Unidos muestran que la violencia del terrorismo paramilitar era muy superior. Sólo durante el primer año del gobierno de Isabel Perón, los asesinatos de la Alianza Anticomunista Argentina (la Triple A creada por José López Rega, la mano derecha de la presidenta) sumaron 503 víctimas, más que todas las víctimas de los atentados de los grupos de izquierda. El mismo embajador Robert Charles Hill, el 24 de marzo de 1975 había reportado al secretario de Estado, Henry Kissinger, sobre 25 ejecuciones políticas en solo 48 horas, de las cuales dos tercios eran víctimas del paramilitarismo de extrema derecha. “El mayor incidente —escribió el embajador en un memorándum— ocurrió el pasado viernes cuando 15 terroristas (de la Triple A) secuestraron a jóvenes de la izquierda peronista en ocho Ford Falcon. Una mujer fue asesinada cuando intentaba evitar que se llevasen a su esposo. Más tarde, aparecieron otros seis cuerpos… En Mar del Plata, como represalia por la muerte de un abogado de la derecha peronista a manos de un grupo de montoneros, otros cinco izquierdistas fueron asesinados, los que suman más de cien asesinatos políticos en lo que va del año”. 
 Apenas un año después, el desprecio del embajador Robert Hill se proyectó sobre Kissinger. Poco antes de dejar este mundo, como una reacción moral al final de su larga carrera imperialista, el embajador intentó resistir la aprobación de Kissinger a la dictadura argentina debido a las obvias violaciones a los derechos humanos. En la reunión de la OEA en Santiago de Chile de junio en el Hotel Carrera, Hill intentó revertir sin éxito la poderosa diplomacia por entocnes no oficial del todopoderoso Kissinger. Uno de los hechos que precipitaron la crisis moral del embajador Hill poco antes de su muerte fue cuando el hijo de treinta años de uno de los empleados de su embajadora, Juan de Onis, fue secuestrado y desaparecido por el gobierno de Videla. Cuando en octubre de 1987 The Nation informó sobre este caso, Kissinger se burló de las excesivas preocupaciones del fallecido embajador Hill sobre los derechos humanos. 
 Kissinger siempre fue intocable y sus objetivos por demás claros. El 25 de marzo de 1976, en el telegrama 72468 del Departamento de Estado, había enviado a la Casa Blanca una copia de la conclusión del Bureau of Intelligence and Research, confirmando los beneficios del nuevo golpe en América Latina, razones que sólo repiten otros argumentos usados en el siglo XIX: “Los tres líderes de la Junta son conocidos por sus posiciones en favor de Estados Unidos… y por sus preferencias por las inversiones de los capitales extranjeros. Además, el nuevo gobierno buscará la ayuda de asistencia financiera de Estados Unidos, sea moral o en dólares”. Como es costumbre, la nueva dictadura argentina no fue bloqueada sino lo contrario. El FMI aprobó, en cuestión de pocas horas, un préstamo de 127 millones de dólares (575 millones al valor de 2020) para asegurar el éxito del nuevo régimen terrorista, de la misma forma que habían hecho con Chile y otras dictaduras militares―préstamo que, como fue el caso de otras dictaduras amigas, saltará por las nubes poco después debido a las nuevas tasas de interés de la FED. 
 El 7 de octubre 1976, luego del golpe, Henry Kissinger, en una reunión en la que se encontraba el subsecretario de Estado de Estados Unidos Philip Habib, le dirá personalmente al ministro argentino de Relaciones Exteriores, el almirante César Guzzetti: “Nuestro interés es que tengan éxito. Tengo una visión pasada de moda según la cual a los amigos hay que defenderlos. En Estados Unidos la gente no entiende que ustedes tienen una Guerra civil aquí. Leen sobre la necesidad de los Derechos Humanos pero no entienden el contexto… Así que cuanto antes lo hagan, mejor”. 
 Un par de años antes, el 24 de marzo de 1977, el nuevo consejero de Seguridad nacional del presidente Carter, Zbigniew Brzezinski, pecando de un exceso de optimismo, había declarado que la doctrina Monroe “ya no es válida; representa un legado imperialista que ha destruido nuestras relaciones internacionales” y que lo que corresponde es tener una relación más igualitaria con los vecinos del sur. Los idealistas no durarán muchos años. Ni siquiera podrán gobernar cuando les toque gobernar. En un memorando secreto dirigido al mismo Brzezinski con fecha del 11 de julio de 1978, Robert Pastor le informará sobre la visita de Kissinger a la Argentina con motivo de la Copa Mundial de Fútbol. Refiriéndose a la Junta militar, Pastor informará que las palabras de reconocimiento del ex secretario de Estado Henry Kissinger “por los logros del gobierno en su lucha contra el terrorismo fueron música para sus oídos, algo que habían estado esperando por mucho tiempo”. Luego: “sus declaraciones sobre la amenaza soviético-cubana me parecieron desactualizadas, con un retraso de quince o veinte años… Lo que me preocupa es su deseo de atacar las nuevas políticas de la administración Carter sobre los derechos humanos en América Latina. Por otra parte, no queremos una discusión pública sobre esto, sobre todo porque necesitamos su ayuda para el SALT”. 
 En julio de 1978, el Buenos Aires Herald publicó declaraciones de Henry Kissinger que se parecen a su respuesta ante las cámaras de televisión sobre el desconocimiento del golpe de Estado en Chile cuatro años atrás. Ahora, el intocable Kissinger (su apellido significa “más que un beso”) vuelve a hacer uso de su clásica hipocresía. “Se supone que soy un experto en asuntos internacionales, pero no he tenido mucha información sobre lo que ha ocurrido en Argentina en los últimos diez años”, declara. El embajador Robert Hill, en un momento de crisis de fe, toma un bolígrafo y subraya estas palabras. Al margen del diario, escribe: “perfecta mierda”. 
 El poder de Kissinger fue más allá de lo razonable, aún sin un cargo oficial. Poco después, Robert Pastor le solicitó a Brzezinski que trate de preguntarle a Kissinger si no le importaría el hecho de que un miembro de su staff (“yo mismo”) pudiese cuestionar los objetivos de su viaje a Argentina. Con cierta ambigüedad o ingenuidad, Pastor concluye: “Eso podría darme un indicio sobre si a él realmente le interesa algo sobre nuestras políticas de derechos humanos para promover una campaña y darle alguna información sobre la efectividad de nuestra política de derechos humanos para América Latina”. 
 Cuarenta años después, aparte de la sistemática y masiva violación de los derechos humanos en Argentina, los documentos desclasificados en Washington abundarán en menudencias como la costumbre de las fiestas, los conciertos y las cenas de rigor a los que estaban expuestos los diplomáticos en Argentina; la reunión de Henry Kissinger en abril con Jorge Luis Borges, con Martínez de Hoz (el representante del proyecto neoliberal en ese país) y con el ministro de exteriores, Cesar Augusto Guzzetti, a quien Kissinger autorizó (“[gave] explicit permission”) para actuar de la forma que fuese necesario para “reprimir el terrorismo”.
 Desde principio de los años 60, como en cualquier otro país de la frontera sur, en África y en Asia, la CIA arma y financia grupos paramilitares que se hacen célebres en la historiografía por sus matanzas y sadismo sin límites contra cualquier indio o pobre que resista los abusos y desalojos de sus tierras apetecidas por las corporaciones. En América central las dictaduras apoyadas por Washington, por empresarios y pastores como Pat Robertson, dejan cientos de miles de muertos y se las llama “Guerra civil”. Desde 1971, Israel también abasteció de armas a las dictaduras centroamericanas, entre otras, pero de 1977 a 1980 (debido al recorte de ayuda militar del presidente Jimmy Carter) se convierte en el principal proveedor junto con el régimen de apartheid de África del Sur. Durante diversos gobiernos militares de la región, y con la venia de Henry Kissinger, Israel también proveyó ayuda técnica y logística en control interno y según la doctrina de la Seguridad Nacional. Como en casi todos los otros casos, la razón de esta doctrina (la existencia de grupos subversivos) es una consecuencia de la misma doctrina. Incluso cuando la resistencia armada existe es, en proporción, irrelevante. La Corte Interamericana de Derechos Humanos insiste que los grupos guerrilleros carecen del armamento y de las fuerzas necesarias para convertirse en una amenaza para el gobierno de Guatemala. Pero el terrorismo de Estado necesita una razón para existir. El ejército y los paramilitares se encargan de casi todas las matanzas y a eso se le llama “Guerra Civil”. Ametralladoras importadas y penes nacionales son las principales armas del genocidio y la humillación sistemática.
 El 21 de julio de 2020, el gobierno de Trump emitirá orden de captura y una recompensa de cinco millones de dólares por el presidente del Tribunal Supremo de Venezuela, Maikel Moreno, acusado de corrupción. El secretario de Estado Mike Pompeo explicó la decisión: Moreno “aceptó sobornos para influir en los resultados de algunos casos criminales en Venezuela; con este anuncio estamos enviando un mensaje claro: Estados Unidos está en contra de la corrupción”. 
 Casi veinte años antes, en agosto de 2001, como respuesta al requerimiento del juez español Baltasar Garzón para que el exsecretario de Estado Henry Kissinger declare ante los tribunales internacionales por su participación en las dictaduras latinoamericanas, el gobierno de George W. Bush emitió un comunicado protestando: “Es injusto y ridículo que un distinguido servidor de este país sea acosado por cortes extranjeras. El peligro de la Corte Penal Internacional es que un día los ciudadanos estadounidenses puedan ser arrestados en el extranjero por motivaciones políticas, como en este caso”.
 En 1968, cuando aún era un desconocido profesor de Harvard, Kissinger, sobreviviente de la persecución nazi en Alemania, había resumido toda la filosofía imperialista con su clásico cinismo: “Existen dos tipos de realistas: aquellos que manipulan los hechos y aquellos que los crean; Occidente necesita hombres capaces de crear su propia realidad”.
 Hace cincuenta años, dos meses después del golpe de Estado en Chile, Kissinger fue distinguido con el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos por la paz en Vietnam. Kissinger declaró que recibía el premio “con humildad” y donó el dinero del premio a los niños huérfanos de los soldados estadounidenses caídos en Vietnam, Laos y Camboya. 
 Dicen que corrieron lágrimas de emoción por tan noble gesto.

 Jorge Majfud. Extractos del libro La frontera salvaje.

sábado, 27 de mayo de 2023

Ucrania: después de la batalla de Bajmut


Después de 224 días de los combates más brutales que se hayan visto hasta ahora en la guerra de Ucrania, los rusos han conquistado la totalidad de la ciudad de Bajmut. Puede compararse, salvando la escala, con la Batalla de Verdún en la Primera Guerra Mundial: el atacante decidió avanzar sobre un punto que los defensores no podían ceder sin importar el precio a pagar. No obstante, como en el caso de Bajmut no ha habido una Batalla del Somme -una de las batallas más largas y sangrientas de la Primera Guerra Mundial, donde murieron un millón de hombres-, los atacantes han tenido éxito. El grueso de las fuerzas rusas consistió en unidades de mercenarios de Wagner y su CEO, Yevgenny Prigozhin, comandó a todo el grupo desde muy cerca del frente. En los próximos días, Wagner en su totalidad va a ser retirada del frente y reemplazada por unidades regulares rusas. Prigozhin emerge de esta batalla como un actor de peso en la política rusa. Mediante la crítica feroz al Ministerio de Defensa encabezado por Shoigu, ha iniciado una campaña política para empujar a Putin a otro nivel de escalada en la guerra. 
 La Batalla de Bajmut es significativa por tres aspectos. Primero, porque ha sido por lejos la batalla más grande y brutal en lo que va, no sólo de la guerra de la OTAN y Putin en Ucrania, sino de todo el siglo XXI. Segundo, porque los ucranianos, aun habiéndose propuesto frenar a los rusos y dedicado enormes recursos humanos y materiales a ello, han sido derrotados decisivamente. Tercero, porque es la primera vez en la historia contemporánea en la que un ejército mercenario derrota a un ejército regular, lo que representa un nuevo hito en el proceso de progresiva privatización de la guerra iniciado desde la desintegración de la URSS. 
 En esta batalla tomaron parte más de 30 brigadas ucranianas más otra gran cantidad de regimientos y batallones independientes. De acuerdo a Prigozhin, en todo momento, el grupo de fuerzas ucranianas en la ciudad y sus alrededores contó con alrededor de 80 mil hombres. Desde diciembre, Ucrania tuvo que rotar las unidades en la ciudad y sus alrededores al menos cinco veces debido al desgaste acelerado que sufrían. Un oficial del ejército de Australia, agregado al comando de la 24ta Brigada Mecanizada ucraniana, reportó que esta unidad había perdido el 80 por ciento de su personal antes de ser retirada para reconstituirse. El mismo oficial también aseguró que las pérdidas de Wagner, aunque significativas, fueron bastante inferiores a las ucranianas. Algo muy similar ocurrió con la 28va Brigada Mecanizada, ya desgastada por participar en la ofensiva sobre Jersón el año pasado, fue transferida al frente de Bajmut en enero donde fue “aplastada” por unidades de Wagner en su marcha desde el sur hacia la ciudad. La brigada tuvo que reemplazar el 80 por ciento de su personal, compuesto de voluntarios y veteranos, por ciudadanos recientemente movilizados, menos motivados y peor entrenados (New Yorker, 29/5). Por lo menos desde febrero, la prensa occidental comenzó a publicar notas alertando sobre el ritmo de desgaste de fuerzas ucranianas en Bajmut, poniendo en duda la capacidad de acumular tropa y material para contraatacar durante la primavera en Zaporiyia, por lo cual estratégicamente recomendaban a la dirigencia ucraniana retirarse de la ciudad y cederla a los rusos. Kiev decidió luchar por la ciudad hasta la última cuadra. 
 Se llegó a una situación tan desesperada que, para preservar a sus unidades mejor entrenadas allí desplegadas, el ejército ucraniano envió a conscriptos con escasos días de entrenamiento como reemplazo. El Wall Street Journal, a modo de ejemplo, relata la historia de un grupo de 16 conscriptos enviados a la ciudad a los pocos días de ser reclutados. Cuando protestaron contra su comandante planteándole por qué enviarlos sin entrenamiento, su respuesta fue “Bajmut los entrenará”. Antes de cumplir dos días en la ciudad, 11 de los 16 ya habían muerto o caído como prisioneros (The Wall Street Journal, 25/5). En los últimos días, antes de que Wagner tomara el control de las últimas cuadras de la ciudad, los ucranianos atacaron los flancos norte y sur de los alrededores, ocupados por tropas regulares rusas, logrando reabrir los caminos entre Bajmut y Chasov Yar para evacuar lo que quedaba de las unidades dentro de la ciudad asediada. En el balance general, Prigozhin reconoció que Wagner perdió el 40 por ciento de su fuerza de hasta 50 mil hombres y aseguró haberle infringido a los ucranianos 50 mil muertos y 70 mil heridos. Por su parte, Mediazona (medio asociado a la BBC) pudo constatar solamente 5.500 mercenarios de Wagner muertos (1). 
 Como Prigozhin ya había declarado varias veces, la finalidad estratégica no era la toma de la ciudad en sí, sino desgastar a los ucranianos al punto de reducir sus capacidades de contraatacar en otros sectores. El desgaste de las fuerzas ucranianas, si bien fue más intenso en la batalla por Bajmut, es una realidad en todos los frentes. De acuerdo a estimaciones francesas, entre el 40 y 60 por ciento de las tropas ucranianas entrenadas por ellos el año pasado ha muerto en combate (Valeurs Actuelles, 21/5). En el resto de los frentes, Rusia avanza con las mismas metodologías sobre las ciudades de Avdiivka, en Donetsk, y Kupiansk, en Járkov. La caída de Bajmut posibilita lanzar acciones ofensivas sobre el conglomerado de Slaviansk-Kramatorsk al noroeste y Siversk al noreste. Donde no hay avances, los rusos continúan con el lento desgaste por efecto de artillería y bombardeos aéreos. Se verá en las próximas semanas el desarrollo de los hechos. 
 Los rusos no cesan en preparar sus nuevas fuerzas para el combate. Putin declaró recientemente que al menos la mitad de los 300 mil reservistas convocados todavía no ha sido desplegado en el campo de batalla y sigue entrenando. Asimismo, Medvedev afirmó que, hasta mayo, un contingente adicional de 117 mil hombres se había alistado en unidades voluntarias. Incluso asumiendo como techo 50 mil muertes, que es lo que aseguran los estadounidenses y como piso el conteo llevado adelante por Mediazona, que tiene nombre y apellido de 23 mil soldados rusos muertos, la movilización ha reducido o incluso eliminado la ventaja numérica ucraniana. No obstante, el ala dura rusa -de la cual forma parte Prigozhin- insiste en la necesidad de enviar nuevas oleadas de movilización adicionales. 

 Producción armamentística

 Por otro lado, Rusia efectivamente logró movilizar su industria militar. Bloomberg reporta un incremento en la producción industrial general, motorizado fundamentalmente por la producción de material bélico (Bloomberg, 26/4). Si esto es sostenible en el tiempo es algo que nadie puede responder, excepto los mismos mandos rusos. El Ministro de Industria y Comercio, Denis Manturov (quien también está involucrado en la organización de la producción militar), declaró que el volumen total de producción de armas aumentó entre 7 y 8 veces. En la famosa fábrica de tanques Uralvagonzavod, en el primer cuatrimestre del año, se produjeron más tanques que durante todo 2022. Así mismo, durante 2022 se habían producido más del doble de tanques del modelo más avanzado disponible (T-90M) que los producidos antes de la guerra. En Kurganmazhavod, donde se producen vehículos de combate de infantería, se produjeron 100 BMP-3 durante el primer cuatrimestre, más que en 2019 y 2020. Hay que tener en cuenta que, en la producción de este tipo de blindados, durante los años recientes se producía por debajo de la capacidad instalada. De acuerdo al ministro, la expectativa es multiplicar por 4 estos outputs para fin de año. 
 Entre las nuevas armas que se empezaron a ver de manera masiva en la guerra (y en cantidades aún crecientes) están las bombas para aviones con kits UMPK, que son los análogos rusos a los JDAM estadounidenses. Se trata de kits que se pueden agregar a todos los millones de bombas “tontas” para lanzar en aviones en caída libre, acumuladas desde la Guerra Fría. Estos kits consisten en alas desplegables y una unidad de guía, transforman a las bombas “tontas “en bombas planeadoras guiadas satelitalmente (por GLONASS, equivalente del GPS) y/o de manera inercial. De esta manera una bomba -cargada con entre media y dos toneladas de explosivos- puede ser soltada por un avión a una distancia de 70 km del objetivo (mucho más lejos de lo que alcanzan la mayoría de los sistemas antiaéreos ucranianos) e impactar en un radio de pocos metros. La producción de estos kits es sumamente rápida y relativamente barata. Estas bombas tienen un impacto muy importante en el campo de batalla, se usan para destruir depósitos de municiones, puestos de mando y fortificaciones. Al igual que los drones kamikaze Geran-2, alivian enormemente el uso de misiles y armamentos más sofisticados y lentos de producir.
 En suma, la cantidad y tipo de armamento que se ve cada vez con mayor frecuencia en la guerra revela, sin el menor atisbo de duda, que la política de sanciones y guerra económica de la OTAN, cuyo objetivo explícito era detener la industria militar rusa, fracasó rotundamente. La guerra de desgaste, con el balance actual de fuerzas y la capacidad de generar nuevas por el momento está favoreciendo a los rusos.

 La ´contraofensiva´ demora 

Además de movilizar a la industria y reservistas, desde septiembre del año pasado, los rusos se han dedicado también a fortificar la línea de frente. Diferentes sistemas defensivos recorren los aproximadamente 1.500 km de línea de contacto, desde Jersón hasta Belgorod. Estas fortificaciones defensivas tienen diferentes profundidades y densidades dependiendo de cada frente. Esto es en anticipación a la tan anunciada ´contraofensiva´ ucraniana, supuestamente inminente (desde hace ya varias semanas). No hay certeza de hacia dónde atacarán los ucranianos específicamente, pero una ofensiva de norte a sur en el frente de Zaporiyia hacia las costas del Mar de Azov, lo cual implica tomar ciudades como Tokmak, Melitopol, Berdyansk o incluso Mariupol, sigue siendo la hipótesis más probable como esfuerzo principal, apoyado de operaciones secundarias o de distracción en los otros frentes.
 En el corredor ruso en Zaporiyia, que corre de Este a Oeste conectando Crimea con Donetsk, los rusos prepararon un denso esquema de defensa en profundidad, o sea, múltiples líneas defensivas que corren paralelamente una detrás de otra. Una defensa en profundidad no tiene como objetivo primario evitar que el enemigo atraviese la primera línea defensiva sino retrasarlo e infligirle la mayor cantidad de bajas mientras que las fuerzas defensivas retroceden a líneas posteriores. En otras palabras, hacerle pagar el mayor precio posible al intentar atravesar cada línea y agotar su potencial ofensivo al menos antes de atravesar la línea final. Este corredor de Zaporiyia tiene unos 100 km de profundidad. Solamente en los 20 km que separan la ciudad de Tokmak con la línea del frente, hay tres grandes líneas defensivas, cada una compuesta por múltiples capas de obstáculos, campos de minas, trincheras, sistemas de fortificaciones, etc. (y cada línea más densa y compleja que la que tiene delante). Diferentes estimaciones calculan que hay unos 150 mil soldados rusos en el frente de Zaporiyia. La fuerza de ataque ucraniana formada especialmente para la gran contraofensiva se compone de 12 brigadas (9 de ellas equipadas por la OTAN), cada una de ellas debería tener al menos en el papel hasta 4-5 mil soldados, totalizando unos 50 mil, que contarán con el apoyo de las unidades ya desplegadas en el frente en donde vayan a atacar. La inferioridad numérica y las posiciones defensivas podrían compensarse con artillería o con fuerzas aéreas, pero son áreas donde los ucranianos están en desventaja mucho mayor. El contraste con la situación de los rusos en la orilla occidental de Jersón y Járkov del año pasado, en oportunidad de los contraataques ucranianos, no podría ser mayor: esta vez los ucranianos se plantean atacar posiciones defensivas fortificadas durante meses, ocupadas por decenas de miles de rusos y con la industria militar rusa funcionando a pleno. 
 El éxito de la ´gran contraofensiva´ en Zaporiyia, de todos modos, no es imposible. No se conocen aún los planes de Kiev, pero por lo menos desde febrero, en la prensa pro ucraniana se vienen bajando las expectativas sobre las posibilidades de un éxito arrollador que expulse a los rusos por fuera de las fronteras establecidas en 1991. Las declaraciones de las propias autoridades ucranianas, cuando se les pregunta por qué no comenzó todavía la ´contraofensiva de primavera´ (ya está por comenzar el verano), contestan contradictoriamente. Algunos aseveran que todavía están esperando que lleguen armas occidentales mientras que otros aseguran que la contraofensiva “ya está sucediendo”, en forma de múltiples operaciones de pequeña escala a lo largo del frente. En los últimos días, las pequeñas formaciones de rusos proucranianas organizadas por Kiev realizaron un par de asaltos terrestres en la región de Belgorod (frente a Járkov), avanzaron unos 10 kilómetros tomando pueblos fronterizos antes de tener que huir a territorio ucraniano después de sufrir cuantiosas pérdidas. Estas formaciones, en las cuales participan neonazis rusos, tienen la finalidad declarada de tumbar a Putin y proceder a una abolición de la Federación Rusa y su división en una treintena de nuevos estados (el ´modelo yugoslavo´ a mayor escala), que es la política estratégica de EEUU hacia Rusia, a la que se refieren con el eufemismo hipócrita de “descolonizar Rusia”. Este tipo de pequeñas operaciones, espectaculares para los titulares, pero militarmente insignificantes, tienen el objetivo de crear en la opinión pública occidental la sensación de que Ucrania tiene posibilidades de ganar la guerra, y que solamente necesitaría tal o cual superarma que todavía no le fue concedida. 

 La OTAN arma a Ucrania 

La última ´súperarma´ suministrada a Kiev son los cazas F-16 de producción estadounidense. Se agrega a los NLAW, Javelins, HIMARS, Patriot y cuánto sistema haya sido promovido hasta el hartazgo, suministrado a cuentagotas (porque no hay suficiente capacidad productiva) y al cual tarde o temprano los rusos se terminaron adaptando y encontrando cómo contrarrestar. Ya hace varios meses que no escuchamos noticias espectaculares de los Javelins o el HIMARS. Los rusos han podido afinar sus sistemas de guerra electrónica para interferir en los sistemas de guía satelital de los misiles guiados del HIMARS y al mismo tiempo las unidades de defensa aérea se han acostumbrado a interceptarlos en vuelo (CNN, 6/5). Es cuestión de tiempo hasta que se adapten de la misma manera a los misiles crucero de largo alcance lanzados desde aviones Storm Shadow, provisionados a Kiev por Gran Bretaña. La campaña ucraniana para conseguir F-16 tiene dos motivos. El primero y más obvio es que Kiev se está quedando nuevamente sin aviones caza. Su flota original de MiG-29 fue prácticamente agotada durante los largos meses de combate y fue reconstituida con repuestos y aviones enteros del mismo modelo suministrados por los ex miembros del Pacto de Varsovia incorporados a la OTAN. Ahora, de nuevo, Ucrania enfrenta una escasez alarmante de cazas, pero ya quedan muy pocos MiG-29, por lo tanto los reemplazos no podrán ser equipos soviéticos. En segundo lugar, Ucrania tiene en paralelo una crisis de disponibilidad de sistemas de defensa aérea, especialmente de los que son móviles. En otras palabras, con pocos cazas y sistemas antiaéreos, Ucrania no tiene manera de proteger a las unidades terrestres que haga avanzar en ofensivas de los bombardeos de la fuerza aérea rusa. 
Si bien contar con F-16 va a simplificar el uso de armamento y misiles sofisticados (aún no se sabe con cuántos contará), este avión presenta nuevos desafíos para los ucranianos. Primero, el entrenamiento de pilotos y equipos de mantenimiento tomará meses. Se trata de un sistema mucho más sofisticado y necesitado de mantenimiento constante que los aviones soviéticos. Segundo, es un avión mucho más restringido en su uso de pistas de aterrizaje. A diferencia del MiG-29, que puede despegar de pistas improvisadas en rutas o incluso desde campos no asfaltados, el F-16 requiere de pistas absolutamente limpias y bien mantenidas, ya que cualquier daño en su motor garantiza un accidente catastrófico. Si bien Ucrania puede mejorar una cantidad de pistas de aterrizaje, los rusos podrán identificarlas y destruirlas de manera regular. El más mínimo daño en el asfalto debería dejar a los F-16 incapaces de despegar, de acuerdo a los estándares de seguridad de los estadounidenses. Dicho esto, un caza poco adecuado, por supuesto, es infinitamente mejor que no contar con aviones caza en absoluto. Su provisión significa otra escalada de parte de la OTAN en lo que va de la guerra, anunciada no por coincidencia el mismo día de la caída de Bajmut. No obstante, EEUU casi ha agotado el monto autorizado de 40 mil millones de dólares en armas para Ucrania aprobado por el Congreso el año. De llegar a tal límite, el Ejecutivo tendrá que pedir autorizaciones por montos extra, que tendrán que volver a ser discutidos en el Congreso con el agregado de la proximidad del año electoral. Trump, que se ha catapultado como favorito en la interna republicana, ha criticado la estrategia de la Casa Blanca de cara a la guerra, proponiendo reemplazar el envío de armas por negociaciones entre las partes. 

Leib Erlej
 26/05/2023

 Notas: 1 Mediazona publica actualizaciones mensuales de su conteo de bajas rusas. Se puede consultar en https://en.zona.media/article/2022/05/20/casualties_eng

viernes, 26 de mayo de 2023

Kim Philby, uno de los grandes espías del siglo XX


El 26 de enero de 1939, un joven periodista británico, Kim Philby, circula por la avenida Diagonal de Barcelona y se dirige hacia la plaza de Cataluña. Ha llegado con las primeras tropas fascistas, que están ocupando la ciudad. 

 Al día siguiente, Philby publica un artículo en The Times de Londres, “The fall of Barcelona. An unopposed entry”. Pero el titular del periódico no reflejaba toda la situación porque algunos grupos de comunistas aún intentaban resistir, desesperadamente, aunque unos días antes el gobierno de la Generalitat ya había abandonado la ciudad; después, lo hizo el de Negrín. Con las tropas fascistas en el sur de la ciudad, el ejército republicano apresura su retirada por la carretera de Ribas para seguir por la costa, donde será bombardeado sin piedad, pugnando por alcanzar la frontera francesa. Es un golpe demoledor para la joven República española; Philby lo sabe y lo lamenta, pero debe mostrar alegría: es un militante comunista convertido en espía soviético, que ejerce de periodista conservador de ocasión que contempla la derrota republicana, mientras recorre la Barcelona triste de enero de 1939, llena de falangistas de correaje, tropas marroquíes y navarras, fascistas sanguinarios de comunión diaria, curas de sotana y de cuartel. 
 Tras la guerra civil, Philby se convirtió en funcionario de la inteligencia británica, y hoy, tantos años después, sigue siendo protagonista de innumerables referencias: Enrique Bocanegra relató su vida durante la contienda española, y Ben Macintyre dio cuenta de sus amistades en Un espía entre amigos, y de su trayectoria en Espía y traidor. Además de sus memorias, My Silent War, la bibliografía sobre Philby es abundante: Patrick Seale, Genrikh Borovik, Phillip Knightley, Anthony Cave Brown, han escrito sobre él, y no hay duda de que seguirán surgiendo informaciones cuando los archivos del KGB, la CIA y el MI6 puedan consultarse. Algunos fondos del MI5 estarán disponibles a partir de 2027. Philby se ha convertido en uno de los grandes espías del siglo XX, pero nunca recibió nada a cambio de su espionaje y sus informaciones a Moscú. Nunca espió por dinero. Todas las fuentes de la época hablan de que Kim Philby era un hombre encantador, atento, educado. Su amigo Graham Greene recordaba las ocurrencias de Philby en el prólogo de My silent war, cuando el espía ya estaba en Moscú. Era, además, capaz de borrar todas las huellas, incondicional con sus amigos, como Anthony Blunt, que también se hizo comunista y espía para Moscú, viendo la resistencia española al fascismo, y como Guy Burgess, otro camarada de Philby.

 * * * 

 En esos días de enero de 1939, Philby callejea por Barcelona, visita el puerto asolado por las bombas fascistas, ve a las chicas de familias pudientes confraternizar con los fascistas, observa los lugares donde se reparten raciones de comida, y va al castillo de Monjuïc, que había servido de prisión durante la guerra. Cuando sale, ve a los soldados de Franco vigilando las laderas de la montaña por donde suben, apesadumbrados y tristes, cientos de republicanos detenidos. Muchos morirán allí. 
 Philby llevaba meses en España. Había conseguido un acuerdo para publicar crónicas en The Times y fue enviado a la península, donde entra en contacto con el aparato de propaganda franquista, mientras mantiene una aventura con la actriz canadiense partidaria de Franco, Frances Mary Hyde Doble, con quien hizo algunos viajes por el país. En marzo de 1937, Philby se encuentra en Sevilla, y decide ir a ver los toros a Córdoba, una excusa para acercarse al frente, pero es detenido en la ciudad y tiene que tragarse el papel con el código secreto que utiliza para enviar mensajes a la red soviética. Consigue salir airoso del trance, pero necesita nuevos códigos: se los facilita Guy Burgess, que ha viajado para ello hasta Gibraltar. Allí se encuentran, y algunos autores creen que Burgess le encarga una misión más importante: matar a Franco, aunque otras fuentes rigurosas mantienen que la propuesta había sido desechada en Moscú. No se sabe a dónde fue Philby después. Corre peligro. Está en Talavera de la Reina, y tal vez intentó llegar a Salamanca y Burgos. No lo sabemos. Sí hay constancia de que, unas semanas después, a principios de mayo, se encuentra ya en Inglaterra. 
 En junio de 1937, Philby llega a Bilbao, que las tropas franquistas habían ocupado el día 19, y asiste a la misa en la plaza del Arenal, con Franco y miles de soldados fascistas en un ambiente de exaltación religiosa y patriótica. El general le concede dos entrevistas, que publica en The Times, y ese verano Philby visita el frente de Madrid, Brunete, contempla la caída de Santander. Con la batalla de Teruel en marcha, se instala en Zaragoza con su amante, la actriz Frances Doble, y viven en el Gran Hotel. El último día de 1937, Philby resulta herido en Caudé, un pequeño pueblo turolense, en un ataque donde mueren sus amigos periodistas: Dick Sheepshanks, corresponsal de Reuters, Bradish Johnson, enviado de Newsweek, y Edward Neill, de la Associated Press. Después de recuperarse, Philby es recibido y condecorado en Burgos por Franco. Mientras tanto, sigue enviando mensajes a la Unión Soviética, a través de sus enlaces: contacta mensualmente con Alexander Orlov, responsable del GPU en España. El 3 de marzo de 1938, Philby es recibido por Franco en Burgos: el general va a condecorarlo por haber salido con vida de la explosión que mató a sus compañeros periodistas en Caudé, el 31 de diciembre de 1937. Franco cree que Philby es un periodista conservador, que ya lo había entrevistado dos veces. No sospecha que sea comunista y agente de la Unión Soviética. 
 La guerra civil española termina. El 28 de marzo de 1939, Philby acompaña a las tropas franquistas que entran en Madrid, como había hecho en Barcelona, y pasa los primeros meses de posguerra en la nueva España fascista: hambre, represión y muerte. En agosto, vuelve a Londres. 

 * * * 

 Kim Philby había nacido en el Punjab indio de la colonia, donde su padre, Harry St. John Bridger Philby, era un relevante funcionario del imperio británico que, años después, se convirtió en asesor de Abdulaziz bin Saúd, el guerrero que con la ayuda británica consiguió ser el primer rey de Arabia. St. John Philby, reputado arabista, acabó convirtiéndose al Islam y casándose con una mujer musulmana, Rozy al-Abdul Aziz. Por su parte, Kim Philby se había convertido en comunista durante sus años de estudiante, con Maurice Dobb, y se incorporó al espionaje soviético tras un viaje a Viena, en 1933, cuando solo tenía veintiún años. En Viena, bajo la tapadera de estudiante, colabora con la izquierda durante los primeros meses de 1934, se enamora de una comunista judía, Litzi Kohlman, con quien se casó, y se afilia al partido comunista en mayo de 1934.
 Arnold Deutsch, el hombre con quien entra en contacto en 1934 en Londres, le enseña a Philby los recursos para espías, y captan también a Donald Maclean y Guy Burgess. El nombre de Philby para el NKVD será Söhnchen; después, ingresa en 1940 en el MI6, algo que será de gran utilidad para enviar información a Moscú. Philby escribiría muchos años después que supo entonces que dedicaría su vida al comunismo. Según diría décadas después su amiga Flora Solomon (hija de un financiero judío ruso y mujer de izquierda que le presentó a quien sería la segunda mujer de Philby), éste la había intentado captar para el espionaje soviético ya en 1937. El MI6, esa peculiar organización de espionaje que no existe, competente y llena de borrachos, era la poderosa agencia británica donde sus responsables conspiraban y se insultaban entre sí: Trevor-Roper (el historiador que en 1983 tomó por verdaderos los diarios de Hitler, cayendo en el timo) decía del teniente coronel Claude Dansey que era “un perfecto mierda y un corrupto”, opinión que compartía Nicholas Elliott, según aseguraba John Le Carré. A grandes rasgos, puede decirse que el MI5 británico es análogo al FBI estadounidense y el MI6 a la CIA. Philby adopta el disfraz de un conservador, escribe en la Anglo-German Gazette e ingresa en la Anglo-German Fellowship, una sociedad que fomentaba la amistad con la Alemania de Hitler. En el verano de 1936 Philby visita con frecuencia Alemania y se encuentra con funcionarios nazis: tiene la cobertura de trabajar con una asociación angloalemana. 
 A finales de septiembre de 1939, el Times lo envía a Europa, a cubrir la guerra que ha empezado pero que no contempla batallas, y se instala en Arrás, Francia. El ejército británico ha seleccionado a quince periodistas para que acompañen a las tropas, y Philby es uno de ellos. El 17 de noviembre de 1939, Times publica sus palabras: “Muchos se muestran decepcionados ante el lento inicio del Armagedón. Esperaban peligro, pero encontraron humedad.” No pasa nada en la Segunda Guerra Mundial hasta que el 10 de mayo de 1940, Alemania invade Holanda, Bélgica y Luxemburgo. Esa primavera el periódico lo envía de nuevo a Francia, aunque apenas estuvo unas semanas: Philby embarca desde Boulogne hacia Inglaterra y el 23 de mayo de 1940 llega a Londres. En junio, la operación Dinamo desde Dunkerque retira la expedición británica ante el avance alemán. Después, Philby deja The Times e ingresa en el MI6, que lo destina a una discreta escuela de espionaje en Brickkendonbury Hall: allí encuentra a holandeses, belgas, noruegos e incluso españoles, que se preparan para ejecutar operaciones secretas. 
 El riesgo siempre acecha. Walter Krivitski, un hombre nacido en la Galitzia austrohúngara que dirigía desde La Haya la inteligencia soviética para Europa occidental, deserta del NKVD en octubre de 1937 y se pasa al bando británico y norteamericano llevando consigo la identidad de decenas de espías soviéticos destinados en Europa, y en 1940 revela al MI5 que un periodista inglés había sido enviado a España por el espionaje soviético para matar a Franco. Por fortuna para Philby, nadie en el MI5 lo relacionó con ello. 
 En 1941, con Philby ya en el MI6 británico, la guerra asola Europa: son los meses en que frecuenta la casa del curioso Tomás Harris, un marchante de orígenes españoles que ya trabajaba en el MI5 y que captaría a Juan Pujol, Garbo. Harris reunía en su casa de Chesterfield Gardens a gente como Guy Burgess, Nicholas Elliott, Anthony Blunt, Guy Liddell y Victor Rothschild, todos agentes del espionaje, en un ambiente de risas, discusiones y alcohol. Harris tuvo un final desgraciado: se estrelló con su coche, acompañado de su mujer, Hilda, en una carretera mallorquina en 1964, accidente del que, como era de esperar, muchos en Occidente hicieron responsable al espionaje soviétivo.
 Philby vive con Aileen Furse, con quien se casa en 1946; trabaja en Londres, lo envían a la sección V del MI6, en Saint Albans, que se ocupaba de combatir el espionaje de otros países y de la contrainteligencia, y vigilaba también la acción de los partidos comunistas en el mundo. Allí iban a visitarlo colegas y amigos como Graham Greene, que en 1942 estará destinado por el MI6 en Sierra Leona. Con la guerra, la sección tuvo que centrarse en el espionaje alemán, italiano y otras potencias fascistas. En 1943, trasladan la oficina a Ryder Street.Philby es muy competente: envía información a Moscú sobre operaciones encubiertas, agentes, líneas de actuación.
 Philby recorre Europa para orientar a los grupos que el servicio secreto británico tiene en Francia, Italia, Grecia, Alemania, Suecia. Después, trabaja en Estambul, aquella ciudad cosmopolita y exótica donde todos los espías se conocían hasta el punto de bromear en público: según el finado escritor israelí Barry Rubin, una canción, Boo, Boo, Baby, I’m a Spy, que había escrito un agente de la OWI (United States Office of War Information), se tocaba cada vez que entraba algún espía en los salones del Hotel Park.
 La guerra no se detiene, y Stalingrado es un mazazo de muerte para Hitler, y un aviso para Washington y Londres. Según cuenta Philby en sus memorias, en 1944 los servicios secretos británicos, el MI5 y el MI6, empezaban a prepararse ya para el enfrentamiento con la Unión Soviética. Él mismo propuso la creación de la Sección IX para desarrollar trabajo de contrainteligencia y le encargaron su dirección: así, Philby pudo informar a Moscú de las operaciones anticomunistas que la Sección del MI6 organizaba. Philby ya no era Söhnchen: era el agente Stanley. Y de nuevo acecha el peligro: el diplomático soviético Konstantin Vólkov deserta en 1945, en Estambul, y promete que revelará la identidad de centenares de espías soviéticos a cambio de dinero y de asilo político, pero exige una respuesta en veinte días. El MI6 decide enviar un emisario a la ciudad turca para intervenir y, en los preparativos de la operación, Philby fuerza con habilidad que le encarguen la misión: teme que Vólkov revele datos que descubran su actividad y, tras informar del asunto a Moscú, retrasa deliberadamente su llegada a Estambul para dar tiempo al NKVD a detener a Vólkov e impedir que Londres se apodere de la información que ofrece el traidor. Con increíble competencia y habilidad, en el filo de la navaja, Philby desmontaba las operaciones de la Sección que él mismo dirigía. Cuando la Segunda Guerra Mundial termina, Philby ha conseguido la orden del Imperio británico, que se añade a la medalla que le otorgó la España franquista y, en secreto, la orden de la Bandera Roja soviética que le concede Moscú. 
 Su amistad con James Angleton (que dirigía en Roma la OSS, Office of Strategic Service, antecedente de la CIA) le permitió recibir en 1946, durante una visita a Roma, su confidencia de que la OSS había logrado introducir micrófonos en las oficinas de Palmiro Togliatti que grababan las conversaciones del dirigente comunista. Philby comunicó el hecho a Moscú que, con toda probabilidad, advertiría a Togliatti. De hecho, Angleton desempeñó un importante papel en la manipulación de las elecciones italianas de 1948 para arrebatar la victoria al Partido Comunista Italiano, y tras la fuga de Philby a Moscú en 1963, cuando Angleton ya desempeñaba sus funciones en Langley, creyó que la CIA estaba llena de espías soviéticos y que Moscú controlaba a Olof Palme y Willy Brandt; llegó a sospechar de Henry Kissinger. Lo expulsaron de la CIA en 1974: fue forzado a renunciar. Angleton, un rabioso anticomunista, había tenido lazos con la mafia italiana, perseguido a los comunistas, organizado grupos terroristas, preparado atentados sangrientos.
 En 1947, Philby va a a trabajar a Estambul. La misión del MI6 en Turquía (en colaboración con la CIA, creada ese mismo año) era vigilar los grupos de espionaje de otros países, sobre todo de la Unión Soviética y, principalmente, infiltrar agentes en Ucrania y en el Cáucaso soviético para crear núcleos de oposición y estimular protestas y revueltas contra el gobierno de Moscú. La CIA había iniciado ya lo que denominaría la “guerra secreta” contra la Unión Soviética. Dos años después, le proponen a Philby trabajar en Estados Unidos, en contacto con el FBI y la CIA. Acepta, se embarca en el transatlántico RMS Caronia y llega a Nueva York el 7 de octubre de 1949, instalándose en Washington, donde es recibido calurosamente por los responsables de la CIA y el FBI. Siempre perspicaz y preciso, Philby juzga a jefes del espionaje norteamericano con dureza: a Allen Dulles, entonces subdirector de la agencia, que llegaría a ser responsable de la CIA, lo considera un incompetente. 
 A inicios de los años cincuenta, la caza de brujas del senador McCarthy y la guerra de Corea hacían irrespirable el ambiente en Estados Unidos, y el miedo atenazaba a la izquierda: la policía persigue con saña al Partido Comunista estadounidense. Los servicios secretos británicos empiezan entonces a sospechar de Burgess, aunque su alcoholismo y peculiar forma de vida lo protegían: muchos lo consideraban un excéntrico, incapaz de formar parte del espionaje soviético. También recaen sospechas sobre Maclean, que precipitan planes para su detención. Ante el inminente peligro, la red soviética prepara un plan de evasión: el 25 de mayo de 1951, Maclean y Burgess viajan en secreto a Southampton, toman un barco hacia Saint-Malo, desde allí llegan a Rennes, después van en tren a París, y finalmente a Berna. En Suiza, la embajada soviética les facilita pasaportes falsos y suben a un avión con destino a Estocolmo, aunque ellos descienden en la escala de Praga. Están a salvo, Checoslovaquia es ya el mundo socialista. Unos días después de la fuga, convocan a Philby a Londres para discutir la fuga de Maclean y Burgess: el 11 de junio abandona Estados Unidos, adonde nunca volvería, para responder a las preguntas del MI6. Ellos tres, Philby, Maclean y Burgess, junto a Anthony Blunt y John Cairncross, eran los “cinco de Cambridge”.
 El espionaje británico no tiene pruebas contra Philby, pero le vigilan, e incluso el primer ministro Churchill ordena que le interroguen. Después, llegan sospechas firmes contra él: Donald Maclean y Guy Burgess han huido, se sabe ya que a la Unión Soviética, y Philby es interrogado en Londres. Lo despiden: hasta la CIA prohíbe que vuelva a Estados Unidos. Su vida en Londres se quiebra cuando tiene que aceptar la salida del MI6, aunque las pruebas en su contra eran débiles. Pero el MI5 no suelta el hueso: Milmo, un abogado que había participado en los juicios de Núremberg, lo interroga durante horas con dureza, y después lo hace un viejo sabueso, William Skardon, con quien tiene que hablar durante semanas y que no encuentra pruebas, aunque el MI5 llena más de treinta volúmenes con la transcripción de sus conversaciones telefónicas intervenidas. A inicios de 1952, sin trabajo, Philby no sabe qué puede hacer con su vida. Ha pasado, en apenas seis meses, de estar destinado en Estados Unidos con una importante responsabilidad a verse en la calle. Consigue un empleo mal pagado en una empresa que importa naranjas de España, pero la compañía quiebra y se ve obligado a depender de sus amigos y del dinero que le envía su padre desde Arabia. 
 En mayo de 1952, Philby va a Madrid durante varias semanas. Cuando regresa no sabe que nunca volverá a España. En Londres, los servicios secretos británicos lo espían y siguen a todas partes, controlan todos sus movimientos: hasta el punto de que durante cuatro años le es imposible entrar en contacto con los soviéticos. Tiene serios problemas económicos, pero el KGB conoce su situación y consigue hacerle llegar a través de Anthony Blunt cinco mil libras en junio de 1954, una cantidad muy respetable. Ha podido resistir cuatro años desde los interrogatorios de 1951, sin que puedan demostrarle nada. Pero Philby está ya al final de la escapada. 
 El 23 de octubre de 1955, el Sunday News neoyorquino publica que Philby es el “tercer hombre”, tras Maclean y Burgess. La noticia ha sido facilitada por el director del FBI, el siniestro J. Edgar Hoover. Dos días después, Philby mira el diario Evening Standard que lleva un pasajero que se sienta a su lado en el metro londinense y ve su nombre escrito. El periódico le identifica también como “el tercer hombre”, tras la desaparición de Guy Burgess y Donald Maclean. Le han descubierto, aunque no tengan pruebas, y su casa en Crowborough se llena de periodistas. El ministro de Asuntos Exteriores, MacMillan, que dos años después será primer ministro, asegura en la Cámara de los Comunes que Philby no es un espía, en medio de un tenso ambiente parlamentario, y al día siguiente él declara que todo es falso, con un impresionante aplomo ante la prensa que ha convocado en casa de su madre. Incluso sus detractores tienen que retroceder, como el severo coronel Marcus Lipton, diputado laborista. El contacto soviético celebra su declaración y su seguridad. Parece que Philby se ha salvado, aunque obligado por su mala situación económica vive en Irlanda durante varios meses para escribir un libro sobre la historia de una imprenta, y vuelve a Londres en abril de 1956, cuando Jruschev visita Gran Bretaña.
 Philby ha conseguido salir airoso, y tras tantos años de seguimiento estricto sus vigilantes constatan que no ha podido tener contacto con los soviéticos. Así, su amigo Elliott, que siempre lo había defendido, consigue su reingreso en el MI6, hasta el punto de que en agosto lo envían como corresponsal de The Economist y The Observer a Beirut como tapadera para seguir actuando para el servicio secreto, en el momento de la crisis de Suez. Pasa unos años tranquilo en Beirut, se enreda con la esposa del corresponsal del New York Times en la ciudad. Beirut es un nido de espías, y los tentáculos británicos y norteamericanos llegan muy lejos, hasta el punto de que controlan incluso los números de serie de los billetes que los bancos entregan a los diplomáticos soviéticos, obviamente con la complicidad de las entidades. 
 Su segunda mujer, Aileen Furse, había muerto a finales de 1957, y Philby vuelve a casarse por tercera vez, ahora con su amante de Beirut, Eleanor Kerns, en enero de 1959. Vive tranquilo, feliz, cocina de vez en cuando, lee poesía alemana a su esposa. Cuando su amigo Elliott se hace cargo de la estación del MI6 en Beirut, Philby aumenta su actividad. Viaja a Siria, Jordania, Iraq, Egipto, Yemen, Arabia, conoce la identidad de los políticos de la región que son sobornados por los servicios secretos británicos; mientras los hombres de la CIA trabajan para consolidar a la familia Saúd en Arabia, para derrocar al gobierno sirio, para comprar incluso al presidente libanés y pagar los servicios de anticomunistas en toda la región. Pero en 1961, el descubrimiento y condena de George Blake lo conmueve: ha sido condenado a cuarenta y dos años de prisión por espionaje a favor de la Unión Soviética. En esos años, Philby bebe más de la cuenta. 
 En octubre de 1962, Elliott había dejado Beirut para volver a Londres, ascendido en la jerarquía del MI6. Es el momento de la crisis de los misiles o del Caribe, y de la detención de Oleg Penkovski, un coronel del GRU soviético que espiaba para el MI6 y la CIA y que había revelado al espionaje estadounidense la instalación de los misiles soviéticos en Cuba. La situación es muy tensa, y los sabuesos del MI5 vuelven a acosar a Philby gracias a las informaciones de aquella amiga de juventud, Flora Solomon, que le había presentado a quien sería su segunda esposa. Solomon declara que Philby había intentado captarla en 1937, y su testimonio renueva las sospechas sobre él. El asunto llega incluso al primer ministro Macmillan: es un asunto grave, y los servicios secretos británicos barajan también la opción de matar a Philby, pero optan por ofrecerle un trato: inmunidad a cambio de una confesión completa y de la revelación de los espías soviéticos que conoce. Encargan a Elliott la misión de hablar con él, y llega a Beirut el 10 de enero de 1963. 
 Dos días después, su íntimo amigo del MI6, Nicholas Elliott, le abre la puerta de una casa de Beirut donde Peter Lunn, jefe de la estación del MI6, ha citado a Philby. Ligan una extraña y tensa conversación de viejos amigos y camaradas de francachelas. Elliott había pasado por Eton y por el Trinity College de Cambridge y se incorporó al espionaje en busca de emociones; desde entonces son íntimos amigos, habían hecho juntos guardias nocturnas en el centro del MI6 y fiestas llenas de risas y alcohol, compartido muchas cenas y fines de semana, y Elliott había defendido con pasión a Philby ante los responsables del espionaje británico cuando lo interrogaron en Londres. Pero ahora están en dos trincheras enfrentadas. Elliott le dice que saben que trabaja para la Unión Soviética. Hablan durante horas. Philby, según las palabras de Elliott, “se derrumba” entonces, y tras cuatro días de conversaciones, el espionaje británico le ofrece el pacto de que revele todo lo que hizo, todo lo que contó a Moscú, a cambio de inmunidad. Philby duda. Cuando abandona la casa, tras varios días de conversaciones, acude a una cita con su contacto del KGB que le transmite la opinión de Moscú: debe abandonar rápidamente Beirut. El 23 de enero, sin decir nada a su mujer Eleanor, embarca en secreto en el carguero soviético Dolmátova y llega a través del Bósforo a Odessa. Ya está en la Unión Soviética. Dos meses después, obtiene la ciudadanía y aparece en la portada de Izvestia. Ese verano, muere Burgess en Moscú. Se ha terminado para siempre una etapa de su vida. Por su parte, Elliott acabaría asesorando a Margaret Thatcher. 
 Donald MacLean y Guy Burgess ya habían huído a la URSS en 1951. Anthony Blunt siguió en Inglaterra, hasta que Margaret Thatcher lo denunció en la Cámara de los Comunes, aunque permaneció allí. Philby vive en Moscú, adonde viaja su mujer Eleanor en septiembre de 1963. Después, se separa de ella, y en 1970 se casa con Rufina Ivanovna Pujova, una soviética de origen polaco. Philby murió en 1988 en Moscú, y fue enterrado en el cementerio de Kuntsevo, junto a Malenkov y Morris Cohen: como él mismo dijo, la Unión Soviética era su verdadera patria, y el estado soviético le honró con la Orden de Lenin. En sus memorias, Philby escribió que tenía confianza en que “los principios de la revolución sobrevivirían a las aberraciones de los individuos”. 

 * * *

 En aquellos años en que los agentes secretos británicos todavía llevaban sombrero de fieltro y gabardina, el padre de Philby acabó facilitando la entrada norteamericana en el petróleo de Arabia y sellando una alianza política que llega hasta nuestros días. Las vueltas de la vida. Cuando Philby entró en Barcelona con las tropas fascistas de Franco no podía imaginar que al año siguiente ingresaría en el servicio de inteligencia británico, ni que acabaría viviendo en Moscú. Tampoco, que algunos de sus camaradas tendrían un futuro arduo, y algunos, escaso. En 1942, desaparece Arnold Deutsch, el comunista que le había enseñado las cautelas del espionaje. Algunas fuentes creen que fue asesinado por los nazis; otras, como el propio Philby, que se ahogó cuando su barco (que, casualidades de la historia, se llamaba Donbass) se dirigía a Nueva York y fue hundido por un submarino: nunca pudo iniciar en América la misión que le había encomendado Moscú. Alexander Orlov, un antiguo responsable de Philby, desertó en 1938 y huyó a Estados Unidos: allí, colaboró con la CIA y escribió por dinero sus libros de denuncia. Vivió así más de treinta años, pero el final de su vida, ingresado en un hospital, le sorprendió leyendo Por quién doblan las campanas, la novela de Hemingway que recoge la lucha antifascista. Seguro que Orlov pensaba en los viejos tiempos de la guerra civil española.
 Walter Krivitski murió en un hotelucho de Washington en 1941. El FBI descartó que fuera asesinado. Había desertado en 1938, tras el asesinato de Ignace Reiss en septiembre de 1937 y la ejecución de Theodore Maly. Publicó después artículos denunciando a Stalin y la política soviética, y el 5 de noviembre de 1938 sube al Normandie con rumbo a Nueva York. Allí, se encontró con el comité Dies (el comité de McCarthy), escribió más artículos y un libro, In Stalin’s Secret Service, y colaboró con los servicios secretos norteamericanos y británicos para descubrir a los agentes soviéticos. Viajó a Londres en 1940 para entrevistarse con el MI6 británico, y delató a más de cien personas. Pero no pudo resistir el remordimiento. El 10 de febrero de 1941, lo encuentran en su cama del hotel, ensangrentado; con tres notas manuscritas en la mesa, en inglés, ruso y alemán. Había comprado horas antes una pistola del calibre 38, y poco después se suicidó en el hotel. El día anterior, el matrimonio Dobert, amigos suyos que habían huido del nazismo a Estados Unidos, se encontraron con él, y lo vieron nostálgico: añoraba los viejos tiempos, explicaba historias de la guerra civil española, hablaba de la República de Azaña y de Negrín, cantaba en ruso canciones del Ejército Rojo. 
 “Hablas de mí como si hubiera muerto”, escribió Harold Pinter en Viejos tiempos. Viviendo ya en Moscú, algo parecido debió pensar Philby cuando comprobó que su amigo Elliott no le contestaba tras haberle propuesto reunirse en Helsinki o en Berlín. Tal vez Philby solo quería hablar de eso, de los días de Beirut, de las risas y el fulgor de la vida entre las copas de whisky en la casa londinense de Harris, del bullicio de una noche que no terminaría nunca, de los viejos tiempos en que sonreía cuando brotaban en el Hotel Park de Estambul unas notas de piano, Boo, Boo, Baby, I’m a Spy.

 Higinio Polo | 22/05/2023

jueves, 25 de mayo de 2023

El acuerdo de seguridad entre Estados Unidos y Papúa Nueva Guinea


Papúa Nueva Guinea está ubicada al norte de Australia 
El imperialismo avanza en un cerco contra China.

 Estados Unidos y Papúa Nueva Guinea, un empobrecido Estado insular ubicado en el Pacífico, suscribieron esta semana un acuerdo de defensa que apuntala el cerco de Washington contra China. Aunque han trascendido pocos detalles del mismo, versiones periodísticas indican que permitiría a las fuerzas yanquis el acceso al espacio aéreo y marítimo del país oceánico, incluyendo sus buques, puertos y aeropuertos. 
 Para sellar el compromiso, el secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken se trasladó hasta la isla y se reunió con el primer ministro James Marape, en vísperas de un encuentro de naciones del Pacífico que se llevó a cabo en la capital, Port Moresby, en el que también participó la India. 
 El pacto, que aún debe ser ratificado por el parlamento local, desató protestas del movimiento estudiantil universitario en Lae y otras ciudades. Papúa Nueva Guinea es un destacado productor minero y cafetero, en el que un tercio de la población está sumergido en la pobreza extrema. Marape intentó despejar los cuestionamientos señalando que el convenio no pone en peligro las relaciones con Beijing. Y se atajó, diciendo que su nación no será la plataforma “para lanzar una guerra”. 
 Sin embargo, el acuerdo se inscribe en una avanzada norteamericana en la región. En febrero, Estados Unidos y Filipinas firmaron un pacto que refuerza la presencia militar yanqui en el archipiélago.
 En Corea del Sur, la Casa Blanca tiene casi 30 mil soldados desplegados. Hace pocas semanas, Joe Biden y el primer ministro surcoreano, Yoon Seok-Yeol, oficializaron la “declaración de Washington” que establece, entre otros puntos, la visita periódica de un submarino nuclear a aguas surcoreanas. 
 En la misma línea, Japón estudia la apertura de una oficina de coordinación con la Otan, la alianza militar atlántica encabezada por Estados Unidos, y puso en marcha un plan de rearme, con aliento estadounidense. 
 En septiembre de 2021, a su vez, el Pentágono selló una alianza militar con Australia y Reino Unido, el Aukus, que debutará con la construcción de un submarino nuclear en la nación de los canguros. Otra alianza con la que Washington busca impulsar su agenda en la zona es el Quad, en el que participan Japón, Australia y la India (que, sin estar 100% alineada con la Casa Blanca, comparte la animadversión hacia China). 
 A la par del acuerdo con Papúa Nueva Guinea, el imperialismo quiere disputar la influencia sobre los pequeños estados insulares de Oceanía. En ese camino, abrió embajadas en las Islas Salomón, Tonga y Kiribati, y entregó fondos de asistencia a la región. Las Islas Salomón, previamente, habían sido noticia por la firma de un acuerdo de seguridad, pero con China. 
 En resumen, el imperialismo libra su partida de TEG para acorralar al gigante asiático, como parte de su tentativa de colonización económica. 
 El resultado es un incremento de las tendencias bélicas, como se ve en el punto más caliente de la zona, que es Taiwán, donde se multiplican los ejercicios militares. La extitular de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, llevó las tensiones a un nuevo nivel el año pasado al visitar la isla. 
 La movilización de la juventud en Papúa Nueva Guinea, al igual que las recientes manifestaciones en Japón contra la reunión del G7, marca un camino para enfrentar el belicismo imperialista. 

 Gustavo Montenegro

La cultura del colonizado


Lava Jato en Uruguay

Una justicia ciega, inoperante y protectora 

 En un continente convulso, donde la coyuntura no da tregua y las emergencias obturan el análisis, el caso Lava Jato sigue pariendo consecuencias.

 En Uruguay, el caso pasó sin pena ni gloria. No hubo grandes construcciones donde se pudieran desarrollar tramas de corrupción y sobornos, pero este pequeño país siempre esconde grandes infiernos por destapar: Uruguay era la guarida del lavado de Odebrecht.

 La trama 

 El caso Odebrecht se destapó tras una investigación de corrupción de Petrobras en Brasil, llamada Lava Jato, que desembocó en la detención de Marcelo Odebrecht, presidente de la empresa que lleva su nombre, en la que se descubrió que había un “departamento de sobornos” desde donde se dieron recursos a funcionarios en varios países a cambio de contratos para obras públicas. 
 El escándalo se destapó a fines de 2016, cuando Odebrecht se declaró culpable ante la Corte Federal de Nueva York, Estados Unidos, de haber pagado sobornos a funcionarios de al menos 12 países. La constructora aceptó pagar multas por unos 3,500 millones de dólares por su sistema de sobornos que incluyó a una docena de países latinoamericanos, así como también Mozambique y Angola.
 Lava Jato o la causa Odebrecht trajo mucha cola en su momento ya que implicaba a muchos altos funcionarios de gobiernos varios, entre ellos del ala progresista. Entonces la prensa hegemónica concitó toda su atención allí. Uno de los mayores golpeados fue el actual presidente de Brasil, Lula Da Silva. 

 Nuevos (viejos) involucrados 

 La lista de involucrados en esta ingeniería de lavado se amplió recientemente y ahora cuenta en su haber con el empresario y economista Eduardo Ache. Este fue imputado por la causa Lava Jato en Perú y está investigado por lavado de activos y blanqueo de capitales en la causa que indaga el pago de millonarias coimas a ex y actuales funcionarios de gobiernos de la región por parte de la constructora brasileña Odebrecht. Por este delito Ache enfrenta una pena de hasta 15 años de prisión. Ache actualmente es asesor económico del senador Guido Manini Ríos, líder del partido ultraderechista Cabildo Abierto, y fue designado por el gobierno para dirimir controversias en el Puerto de Montevideo y representante de la AUF (Asociación Uruguaya de Fútbol) en la Comisión Organizadora del Mundial de Fútbol 2030. 
 Vale recordar que venimos de antecedentes como el FIFAgate o el escándalos en la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) que implicaron a varios uruguayos. El mundial 2030 es otro apetecible banquete para blanquear. 
 Ache no es outsider ni un novato en la política y cuenta con varios antecedentes. En 1994 fue candidato a Vicepresidente por el Partido Colorado en la fórmula Pacheco – Ache. Pacheco Areco fue presidente de la República entre 1968-1972, en un gobierno inundado de autoritarismo, represión, persecución, censura y muertos. La antesala del golpe de Estado de 1973. 
 Ache militó en el Partido Colorado y llegó a ser Senador, pero también fue presidente de la estatal hidrobargurífera ANCAP en el gobierno del Partido Nacional de Luis Alberto Lacalle (1990-1995), padre del actual mandatario. 
 Además fue presidente del Club Nacional de Football en dos ocasiones. Ache tiene un vínculo muy cercano con Alejandro Balbi, otro dirigente del club Nacional y a su vez, abogado del narcotraficante Sebastián Marset, quien mantuvo una reunión clave con la exvicecanciller para acceder al pasaporte que finalmente liberó a Marset. Dicha funcionaria es nada más y nada menos que Carolina Ache, sobrina de Eduardo Ache.
 La causa contra el economista Ache está a cargo de la fiscal peruana Geovana Mori Gómez, responsable del segundo despacho del equipo especial de fiscales del caso LavaJato y figura en la carpeta fiscal con el número 09-2021. La Fiscalía peruana también investiga en la misma causa a otras dos ciudadanas uruguayas (María Gazzo y Mercedes Araujo) que cumplían funciones administrativas para Ache. 
 Según la Fiscalía de Perú, Ache participó de la maniobra de facilitación de la apertura de las cuentas para el pago de coimas a través de la filial uruguaya de la Banca Privada de Andorra (BPA) y obtenía ganancias de 1% del total de los giros realizados.
 Ache fue hasta el año 2011 presidente de la filial del Banco Andorra en Uruguay. El 31 de marzo de 2011, el Banco Central (BCU) retiró la licencia a BPA para operar en Uruguay, después de que la entidad comunicara su liquidación. Sin embargo, siguió operando bajo otra denominación, Noswey SA Asesores de Inversión, en la misma dirección del BPA en el World Trade Center de Montevideo, hasta el año 2014. 

 Betingo 

 El otro convidado al lavadero es Andrés Norberto Sanguinetti Barros más conocido como “Betingo” Sanguinetti, medio hermano del dos veces presidente de la República por el Partido Colorado, Julio María Sanguinetti. Formó parte de la directiva del Club Atlético Peñarol, y trabajó como gestor de cuentas en la sede montevideana de la Banca Privada d’Andorra (BPA), donde llegó a ocupar una de las vicepresidencias. 
 Este último empleo fue el que lo llevó a estar en 2018 en una cárcel de aquel pequeño principado europeo, donde fue procesado por el delito de lavado de activos por la jueza Canòlich Mingorance. Logró que el exdirectivo de Odebrecht, Luis Eduardo Da Rocha Soares, se convirtiera en cliente del banco y utilizara la sucursal uruguaya como vehículo para el lavado de cientos de millones de dólares entre los años 2006 y 2015.
 Da Rocha Soares, en una de sus confesiones, nombró al abogado hispano-brasileño Rodrigo Tacla Durán como uno de los operadores de Odebrecht. Justamente Tacla Duran confirmó a “Betingo” dentro de la trama. Falleció el año pasado y dejó muchas interrogantes sin respuestas. 

 Maya

 La tercera en esta trama es la contadora Maya Cikurel, pareja del actual Ministro de Educación y Cultura Pablo Da Silveira. En febrero de 2020 Interpol detuvo a la contadora cuando intentaba cruzar a Buenos Aires junto a su pareja. Cikurel funge como la encargada de manejar la cuenta de Arcadex Corp., una offshore con sede en Belice que aparece en los dos primeros niveles del esquema de lavado de la constructora brasileña, con transferencias por decenas de millones de dólares.
 Panamá pidió su extradición en 2018 por su documentada participación en el pago de sobornos a la familia del presidente Ricardo Martinelli. Sin embargo, también consiguió que los tribunales uruguayos rechazaran el pedido. En 2020 llegó a estar unos días detenida, pero la justicia uruguaya volvió a rechazar el pedido de extradición. 

 PPV

 Otro apellido ilustre de la oligarquía mafiosa de este país es el de De Posadas. El estudio encabezado por el ex ministro de economía en el gobierno de Lacalle Herrera en los 90, Ignacio De Posadas, está involucrado en esta causa. El firma – Posadas, Posadas y Vecino (PPV)- aparece como asesor y administrador de bienes obtenidos gracias a la corrupción. E
El estudio asesoró a la trama Odebrecht para crear empresas, tanto en Panamá como Uruguay e Islas Vírgenes en un esquema de muñecas rusas, sociedades fantasmas que aparecían y desaparecían como los hongos. 
 Como detalle, Ache Eduardo y De Posadas fueron funcionarios del mismo gobierno: el del padre del actual presidente en los años 90. Actualmente De Posadas asesora económicamente a la Iglesia Católica liderada por el Cardenal Daniel Sturla. 

 Ciega, sorda y muda 

 Al igual que en todos los casos anteriores, la justicia uruguaya se abstuvo de investigar la participación del estudio PPV en la corrupción que financió Odebrecht, aunque la Secretaría Nacional Contra el Lavado de Activos y Financiamiento del Terrorismo (Senaclaft) abrió una investigación sobre esta y otras firmas. 
 Al final, sin embargo, la pesquisa se demoró tanto que cambió el gobierno y asumió un director al frente de la Senaclaft, Jorge Chediak, quien no dudó en archivar el caso. Chediak fue miembro de la Suprema Corte de Justicia y su nombre sonó para ser candidato a la Intendencia de Montevideo por la coalición multicolor gobernante. 
 Somos un país pequeño, apenas pasamos los tres millones de habitantes y parece que las mismas familias y los mismos apellidos se repiten en deja vú eterno de saqueo, lavado y corrupción. Los ricos no piden permiso: se creen dueños de todo.

 Nicolás Centurión. Licenciado en Psicología, Universidad de la República, Uruguay. Miembro de la Red Internacional de Cátedras, Instituciones y Personalidades sobre el estudio de la Deuda Pública (RICDP). Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)