lunes, 29 de octubre de 2007

La palabra de orden en Cuba es: ¡Coraje!




Declaración oficial del Gobierno de Cuba al discurso de Bush

Conferencia de prensa concedida por Felipe Pérez Roque, Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba, a la prensa nacional y extranjera, efectuada en el MINREX, el 24 de octubre del 2007, "Año 49 de la Revolución."

(Versiones Taquigráficas-Consejo de Estado)

Karina Soto (Moderadora).—Muy buenas tardes a todos.
Tenemos aquí la presencia de todos los medios de la prensa nacional y de 61 corresponsales de 45 medios de prensa de 17 países. Sin más...
Felipe Pérez.—Buenas tardes.
Les agradecemos a todos los corresponsales de la prensa nacional y de la prensa extranjera, acreditada aquí en La Habana, su presencia.
Los hemos convocado para dar respuesta, a nombre del gobierno y del pueblo de Cuba, a las declaraciones realizadas por el presidente Bush, hace apenas un par de horas.
Nosotros apreciamos que las palabras del Presidente de Estados Unidos anuncian una escalada sin precedente en la política del gobierno de Estados Unidos contra Cuba, de más bloqueo, más subversión, más intento de aislamiento de Cuba, y nuevos y renovados esfuerzos para intentar rendir por hambre y enfermedades al pueblo cubano.
Apreciamos las palabras del Presidente como una confirmación de que la política en vigor, en el régimen de Bush, es el cambio de régimen en Cuba, incluso por la fuerza. Sus palabras de hoy vienen a confirmarlo.
Lo que el Presidente de Estados Unidos ha llamado "acelerar el periodo de transición", en el que según él está Cuba, equivale —y quiero recordar aquí las palabras de Fidel de hace apenas dos días— a la reconquista de Cuba por la fuerza. Ese es el plan que ha quedado hoy mejor delineado y al desnudo ante la opinión pública.
Quiero subrayar una frase del discurso del Presidente de Estados Unidos, dijo: "La palabra de orden en nuestros tratos futuros con Cuba no es estabilidad, la palabra de orden es libertad."
Cuba entiende estas palabras como un acto irresponsable, que da una idea del nivel de frustración, de desesperación y de odio personal del presidente Bush contra Cuba; una invocación a la violencia, un llamado, incluso, al uso de la fuerza para derrocar a la Revolución Cubana e imponer sus designios en Cuba.
Cuba rechaza categóricamente la estimulación de la violencia, la evocación, incluso, del uso de la fuerza, que da razón todavía mayor a la alerta de Fidel a la comunidad internacional, a la opinión pública, que refuerza nuestra razón y la veracidad de nuestras palabras, cuando nos preparamos continuamente reforzando nuestra defensa, la preparación de nuestro pueblo para enfrentar los planes más aviesos y peligrosos de este régimen.
El Presidente, además de, en lenguaje amenazante y altanero, delinear incluso la opción del uso de la fuerza, el escenario incluso de la ruptura de la estabilidad en Cuba para dar paso a lo que llamó la "libertad", que es el cambio de régimen, que es el derrocamiento de la Revolución y la reconquista de Cuba por la fuerza; al hacerlo, el Presidente de Estados Unidos dejó abierta las opciones de si eso sería el resultado de un hipotético y fantasioso levantamiento interno en Cuba, que Estados Unidos apoyaría, lo cual cualquier persona medianamente bien informada y con dos dedos de frente sabe que no es políticamente posible, que la Revolución Cubana tiene un apoyo abrumador y mayoritario del pueblo; pero dejó también abierta la idea de que esa estabilidad pueda ser vulnerada desde fuera, con una nueva guerra de conquista y anexión, como la que lanzó contra Iraq, y como la que amenazó con lanzar contra 60 o más oscuros rincones del planeta, entre los cuales, por supuesto, estaba Cuba.
Debemos advertir que un escenario como ese no solo significaría la ruptura de la estabilidad de Cuba, sino también de la estabilidad de Estados Unidos, y pondría en peligro también al pueblo norteamericano, cuyos hijos serían enviados a matar y a morir en una guerra en Cuba que duraría 100 años, y que no terminaría sino con la victoria de nuestro pueblo, a un costo tremendo, es lógico, en vidas de sus hijos, destrucción material; pero cuyo único resultado posible es la preservación de la independencia y la soberanía de Cuba. Y debo decir que aquí la reacción es de serenidad y firmeza.
La palabra de orden en Cuba no es ni la estabilidad, ni nada de eso, la palabra de orden en Cuba es: ¡Coraje! Y es nuestra respuesta; serenidad absoluta y confianza en nuestra fuerza y en la solidaridad que el mundo dispensa hoy a Cuba, y en la admiración que la resistencia de Cuba levanta en el mundo.
Así que si el objetivo de las palabras del Presidente de Estados Unidos es intimidar al pueblo, asustar a su Dirección, debo decirle desde ahora que es un completo fracaso el resultado de sus amenazas contra Cuba; pero hay, y tomamos nota de ello, una evolución de la agresividad del tono de su lenguaje hacia Cuba.
En enero del 2004, el presidente Bush había dicho que había que "trabajar por una transición rápida y pacífica en Cuba", eso fue en enero del 2004. En febrero del 2004 repitió otra vez que el objetivo de su política era "la transición rápida y pacífica a una democracia". En mayo del 2004 habló de que había que "acelerar", ya no era esperar o trabajar, sino "acelerar el día en que Cuba sea un país libre", dijo. Ya para octubre del 2004 decía que "el pueblo cubano debería ser liberado", cosa que nadie aquí le pidió, ni le pide, ni le va a pedir, pero ya evolucionó la idea, no de esperar o de desear, sino a decir que ese pueblo "debería ser liberado".
En agosto del 2006, prometiendo la futura "liberación" de Cuba, aseguraba que cuando eso suceda "los cubano-americanos, decía, podrán lidiar con el tema de la confiscación de propiedades", es decir, "podrán entonces, una vez que nosotros liberemos a Cuba, ocuparse de recuperar allí sus antiguas propiedades", los batistianos, los torturadores, los asesinos, los terratenientes ligados a la dictadura de Batista, que retornarían aquí a recuperar las propiedades, que es casi siempre el leitmotiv de toda esta política.
Sin embargo, ya para junio del 2007, decía: "Continuaremos presionando por la libertad de Cuba". En junio del 2007, a una pregunta improvisada en un encuentro con militares norteamericanos, dijo: "Algunos dirán que el problema es la estabilidad en Cuba. Yo considero que tenemos que presionar duro por la democracia." Fue una frase donde ya enseñó la idea de que la estabilidad no era lo más importante.
Bueno, ha continuado su catarata de amenazas y frases contra Cuba, que ha desembocado hoy en este nuevo paso, que ya no es esperar, desear, sino asegurar que la palabra de orden, en este momento, no es estabilidad, que la palabra de orden es libertad.
Nosotros estamos claros de qué significa la "libertad" que el presidente Bush promete a los cubanos, y nos tomamos en serio la evocación de nuevos y renovados esfuerzos del gobierno de Estados Unidos para cumplir su política de cambio de régimen en Cuba, que es, por demás, ilegal; es una política violatoria del derecho internacional. El Presidente de Estados Unidos no tiene autoridad moral, ni potestad legal para proponerse cambiar el ordenamiento jurídico, político, que los demás pueblos de la Tierra, soberanamente, han decidido darse. Es una violación de nuestros derechos como pueblo independiente, como nación soberana. Es una conculcación de nuestro derecho a ejercer la libre determinación.
Nosotros sabemos qué vendría detrás de la "libertad" traída en los bombarderos y las armas del ejército de Estados Unidos: los grupos terroristas, sedientos de sangre, que todavía hoy se entrenan en Florida con total impunidad, permitidos y tolerados por el gobierno de Estados Unidos, con los cuales, hace unos días, se reunió el presidente Bush en Miami, para prometerles y conversar con ellos sobre esta presentación, y para recordar que él les prometió que "él resolvería el tema de Cuba", él sabía —dijo— cómo resolverlo; esos grupos, uno de cuyos voceros dijo que lo único que reclamarían al Presidente en ese momento serían tres días de licencia para matar en Cuba. Pero, bueno, hay que saber que no van a encontrar aquí a un pueblo poniendo otra mejilla; hay que saber que encontrarán a millones de combatientes, armados y entrenados, y a un pueblo preparado y fogueado, después de casi medio siglo de Revolución victoriosa, en defender sus conquistas y su derecho a la libertad y a la independencia.
Entonces, en adición a este anuncio, a este preludio de una escalada de más bloqueo, a estas amenazas, en adición a esto, el Presidente hizo una descripción mentirosa y ridícula de la situación en Cuba. Nunca vi a un político destilar más odio y más frustración. Fue una cosa patológica. Hizo una descripción de Cuba que únicamente la ceguera, debido al odio y la impotencia, puede llevar a caer en esos extremos.
No voy, por supuesto, a emplear tiempo en rebatir las mentiras; pero solo, como botón de muestra, voy a comentar algunas.
Dijo que en Cuba era ilegal reunirse más de tres personas sin autorización, nosotros que hemos visto a más de un millón reunirse en la Plaza, por su propia voluntad, para reclamar el enjuiciamiento o la extradición a Venezuela del terrorista Luis Posada Carriles, o la liberación de nuestros Cinco Héroes, o el cese del bloqueo contra Cuba. Dijo que era ilegal cambiar de trabajo en Cuba, que era ilegal mudarse de casa.
No sé, quiénes le han preparado estos discursos, estos párrafos, me imagino que son de los viejos dinosaurios de Miami que nunca más han tenido contacto con la realidad cubana.
Dijo que Estados Unidos es el mayor proveedor de ayuda humanitaria a Cuba y que el año pasado fueron 270 millones de dólares; que es el país que más ayuda, dijo, a Cuba.
Estos extremos de hipocresía, de falta de elemental respeto a la verdad, realmente han sido escasos. Esto es un nuevo récord, vamos a decir, de la impudicia.
Averigüé, por curiosidad, sobre los 270 millones... El año pasado a Cuba entraron desde Estados Unidos 5 millones de dólares en materiales, donativos, computadoras de uso, ómnibus de uso, lo que han traído los Pastores por la Paz, los grupos religiosos de Estados Unidos, las organizaciones no gubernamentales, en abierto desafío a las prohibiciones y a la persecución del régimen de Bush. Es lo que muchos de los mejores hijos del pueblo norteamericano, a riesgo de enfrentar penas de prisión, multas, la persecución de su propio gobierno, han hecho llegar a Cuba por vías disímiles; 5 millones, que nosotros apreciamos como símbolo y expresión de los mejores valores del pueblo norteamericano.
El Presidente de Estados Unidos dice que, el año pasado, ellos son el gobierno que más ha ayudado a Cuba; en el año, precisamente, cuando más bloqueo, más persecución ha habido, cuando han multado a los grupos religiosos que venían a Cuba, a las instituciones religiosas, cuando han llevado su persecución al punto de la esquizofrenia.
Esas han sido algunas de sus palabras para describir la realidad cubana, como ya dije, en un discurso que provoca realmente aversión de solo escuchar estas frases.
Ha hecho, por otro lado, un llamado desesperado a otros países para sumarse al bloqueo y a la subversión contra Cuba, para sumarse a esta política fallida que nadie en el mundo comparte.
Cuba considera que las palabras de hoy reconocen explícitamente que el gobierno de Estados Unidos se encuentra solo en su política hacia Cuba. Ha habido una apelación reiterada y desesperada para que otros gobiernos se sumen; incluso, les ha dictado el decálogo de las cosas que, a su juicio, deberían hacer esos gobiernos, sus embajadas en La Habana. Prueba de que no tienen apoyo ni reconocimiento en el mundo, porque debo recordar aquí, que se puede ser el más poderoso, pero no el más respetado; se puede tener la capacidad de destruir a un país con un ataque nuclear, pero no de levantar simpatía; se puede ser temido, incluso, pero eso no quiere decir que se sea querido o apoyado. Y lo que ocurre es que el Presidente de Estados Unidos choca con el hecho de que la comunidad internacional no sigue su política, de que hay un rechazo casi universal al bloqueo genocida que impone contra el pueblo de Cuba, que crece la admiración y el reconocimiento a Cuba.
Aquí tengo una noticia de hoy, solo una. Mientras el Presidente de Estados Unidos leía la diatriba anticubana que allí le prepararon, Cuba resultaba elegida en París miembro del Consejo Ejecutivo de la UNESCO, por 157 votos, de los 175 posibles; el país con más votación de todo el Tercer Mundo para integrar el Consejo Ejecutivo de la UNESCO; el país que más votos obtuvo en el Hemisferio Occidental, incluso, más votos que Estados Unidos; como expresión del reconocimiento a Cuba, que se eligió miembro del Consejo de Derechos Humanos con más de dos tercios de los votos, en la misma elección a la que el gobierno de Estados Unidos no concurrió por temor a no ser elegido; el país que preside el Movimiento de Países No Alineados, y cuya batalla el año pasado fue apoyada en Naciones Unidas nada más y nada menos que por 183 de los 192 miembros de las Naciones Unidas.
Está solo el Presidente de Estados Unidos. Está furioso, además; está desesperado. Es comprensible, prometió resolver la situación de un plumazo a aquellas mafias cubanas en Miami, que lo llevaron a la presidencia de modo fraudulento, que aplicaron las mismas tácticas que aplicaban aquí antes del triunfo de la Revolución, y que permitieron que, después de una controversial y polémica elección que tuvo durante un mes al mundo viendo aquel espectáculo deprimente, finalmente fuera proclamado por la diferencia de un voto en la Corte Suprema.
¿Con qué autoridad usted se erige en juez de los derechos humanos y la democracia en los otros países? Usted no tiene autoridad moral, señor Presidente; usted no tiene credibilidad. Dos tercios de los norteamericanos sienten vergüenza de usted. Usted tiene menos de 25% de apoyo de la opinión pública de su país. Usted está —como se dijo en estos días por el compañero Alarcón— empacando para irse. No lo subestimamos, por supuesto, usted es peligroso, usted tiene poder; pero usted no tiene apoyo, usted no tiene credibilidad, usted no tiene autoridad; nuestro pueblo lo sabe; ha lidiado, además, antes de usted, con otros nueve presidentes de Estados Unidos, y está aquí y va a seguir aquí.
Entonces hay, además, una clara frustración en las palabras del Presidente de Estados Unidos. El hecho de que Cuba ha derrotado todos sus intentos, sus planes anunciados en estos años, todas sus iniciativas, que la Revolución sigue aquí, enhiesta y firme, lo obsesiona. Estamos ante un Presidente con una obsesión: la bandera que flamea aquí victoriosa y que ellos no han podido arriar ni van a poder.
La economía cubana se fortalece, los esfuerzos de nuestro pueblo van fructificando. La Revolución es ahora más fuerte, ha resistido nuestro pueblo con ejemplar madurez política y unidad los duros años de periodo especial que ha tenido que vivir.
El bloqueo está aislado, es más claro que nunca para nosotros que es insostenible esa política y que es una cuestión de tiempo; es una política, además, que no levanta simpatía dentro de Estados Unidos, cuyos ciudadanos son víctimas también de toda esa política de persecución y agresiones contra Cuba.
Crece la unidad de nuestro pueblo; pero, además, acabamos de tener una prueba: unas elecciones ejemplares en su transparencia, en su organización, en la masividad de la asistencia popular, sin que el voto fuera obligatorio. Más del 95% de asistencia, con más de 8 100 000 cubanos participando en esas elecciones, en una muestra ejemplar de civismo, de cultura política, donde no se dio un escándalo, nada parecido a lo que ocurrió en Miami cuando a usted lo eligieron Presidente fraudulentamente. Unas elecciones que cualquier observador honesto tiene que reconocer que han transcurrido en un ambiente de normalidad y de participación popular; en medio de un debate popular ejemplar, en Cuba, sobre nuestras dificultades, sobre nuestros problemas, estimulado por la Dirección de nuestro Partido, a partir de la discusión del discurso de Raúl el pasado 26 de julio.
Nosotros entendemos esta reacción de hoy, como otro acto fruto de esa desesperación. El Presidente ve que se le acaba el tiempo, que no puede cumplir su promesa, y eso no lo hace menos peligroso, por supuesto. Pero, además, hay, en su discurso hoy, un intento vano y ridículo de reclutar, para seguir su política contra Cuba, a los militares cubanos, a los integrantes de nuestras Fuerzas Armadas Revolucionarias, del Ministerio del Interior. Les promete perdonarles la vida después que tome el control de Cuba, si ahora, a tiempo, se arrepienten de servir a su pueblo, de defender la Revolución.
Oiga, un mensaje tengo para el Presidente de Estados Unidos: Usted delira, está delirando. Usted le está hablando a un ejército libertador. Usted olvida que en Cuba el ejército es el pueblo uniformado. Usted olvida que más de 350 000 cubanos vistieron voluntariamente ese uniforme para ir a enfrentar al régimen del apartheid que Estados Unidos y otros países occidentales apoyaban, y que hicieron posible con su victoria la liberación de Namibia, la preservación de la integridad territorial de Angola, la liberación de Mandela, la legalización del ANC, el surgimiento de una Sudáfrica sin apartheid. Usted olvida eso.
Usted les promete a los combatientes de la seguridad cubana, si no reprimen el alzamiento que dice usted que va a haber en Cuba, perdón para el futuro. Usted olvida que esos hombres y mujeres llevan medio siglo derrotando los más de 600 planes que ustedes organizaron para tratar de asesinar a Fidel, que derrotaron la guerra sucia y las bandas armadas que ustedes organizaron y suministraron en las montañas de Cuba, que han derrotado los planes de terrorismo contra Cuba. Usted olvida que los hombres y mujeres que llevan ese uniforme son el pueblo en el poder, porque aquí hay una Revolución victoriosa que ustedes no han podido derrotar. Usted se equivoca.
Les propone, les promete a los funcionarios del gobierno que si traicionan a su pueblo y se pasan de bando y se presentan allí ante usted, usted les perdonará en el futuro la vida. Usted se equivoca, usted no conoce a este pueblo. Usted cree que este pueblo son gente de la categoría de los mercenarios que ustedes pagan aquí.
Por cierto, que los mercenarios, pagados aquí por los servicios especiales y el gobierno de Estados Unidos, a quienes el año pasado les dedicaron 9 millones, pero en este año les van a dedicar 45 millones de dólares, esos estaban allí, en la Sección de Intereses norteamericana en La Habana, viendo en vivo, junto a los diplomáticos norteamericanos, el discurso del presidente Bush, y aplaudiendo —puedo imaginar— las amenazas proferidas contra su pueblo. Por eso reivindicamos hoy aquí el derecho de la Revolución a defenderse y a emplear todos los recursos a su disposición, dentro del respeto a nuestras leyes, a nuestra ética, para defender a nuestra Patria.
Por otro lado, ha habido el intento en ese discurso de justificar su política hacia Cuba en una supuesta defensa de la democracia, de los derechos humanos, y nosotros respondemos que el presidente Bush no tiene autoridad moral para dictarles a los cubanos lo que deben hacer. Usted no es un libertador, señor Bush; usted es un brutal represor. Su régimen ha invadido, ha masacrado, ha torturado en nombre de la libertad. Usted avergüenza a sus compatriotas.
Usted autorizó la existencia de cárceles secretas, de vuelos clandestinos. Usted legalizó el uso de la tortura, del vejamen a los prisioneros. Usted mantiene el centro de torturas en la Base Naval de Guantánamo, que ha sido mundialmente repudiado. Usted autorizó la invasión y la ocupación de Iraq que ha costado más de medio millón de vidas de civiles inocentes. ¿Con qué moral usted puede venir a dictarles a los cubanos pautas sobre su futuro, su concepto de respeto a los derechos humanos o su sistema democrático?
El Presidente anunció tres nuevas iniciativas sobre Cuba, prueba ya de que casi no queda nada que ensayar contra Cuba; ya no queda prácticamente nada que emplear. Dijo que estaba dispuesto a considerar el otorgamiento de licencias a organizaciones no gubernamentales y a grupos religiosos para que suministren computadoras a los jóvenes cubanos y al pueblo cubano y acceso a Internet, si el gobierno cubano les permite el acceso a Internet. Un anuncio ridículo, que movería a la risa si no estuviera insertado en este recrudecimiento de la política contra Cuba, en un país que, pese al bloqueo y las prohibiciones y haciendo enormes esfuerzos —porque no se pueden comprar computadoras que tengan componentes norteamericanos o de origen norteamericano en el mercado internacional para Cuba—, tiene ya más de 500 000 computadoras instaladas, que el año que viene instalará otras 150 000 y que a partir del año que viene podrá ya ensamblar y producir aquí en nuestro país 120 000 nuevas computadoras por año; donde funcionan hoy 602 Joven Club con más de 7 000 computadoras que dan acceso gratuito a Internet a más de 2 millones de cubanos por año, que han graduado 1 300 000 jóvenes cubanos en estos años, que imparten 32 tipos distintos de cursos de computación gratuitamente, operando las 24 horas del día, que incluyen programas especiales para proveer acceso a la computación a los ciegos, a las personas con discapacidades, a los ancianos. Y usted le ofrece unas computadoras que serían traídas por unas ONG, que serían organizaciones pantalla del gobierno de Estados Unidos. Es una oferta ridícula que nuestro país rechaza, lógicamente, y no se toma en serio.
Además, anunció invitar a jóvenes cubanos, hijos de sus contrarrevolucionarios en Cuba y de sus mercenarios, a un programa de becas que han implementado para América Latina, por tres años; a un país que tiene 65 universidades, donde se imparten 99 carreras universitarias y donde estudian hoy 730 000 jóvenes cubanos, 69 de cada 100 jóvenes cubanos que están en la edad de ir a la universidad, la más alta tasa entre los países del Tercer Mundo, y que compite favorablemente y, cuidado si no somos, el país donde mayor proporción de jóvenes en la edad de 18 a 24 años pueden ir a la universidad. Un país que tiene en este momento 30 000 jóvenes de 120 países del Tercer Mundo becados gratuitamente en sus universidades, 23 000 de ellos estudiando la carrera de Medicina.
Hablarle de unas becas a un país donde estudian hoy 70 000 jóvenes cubanos totalmente becados en las universidades, no solo estos jóvenes de otros países, sino también más de 40 000 jóvenes cubanos, que reciben la alimentación, el alojamiento, estipendio, libros, atención médica gratuita; un país que ha universalizado el acceso a la educación, que tiene hoy 3 millones de estudiantes, cuyos logros en esta materia son reconocidos mundialmente.
El Presidente se aparece anunciando un programita para formarle cuadros a la contrarrevolución y a los grupos mercenarios que ellos pagan. Incluso, esos mismos familiares de los mercenarios que ustedes pagan en Cuba para que apoyen su política, para que los ayuden a aplicar el bloqueo, no tienen vedado su acceso ni a la educación ni a la salud ni a los servicios que Cuba garantiza a todos los ciudadanos. Nadie les niega el ingreso, incluso, aun siendo gente que no comparta las ideas de la Revolución, los sueños de justicia y libertad de su pueblo.
Anunció la creación de un llamado Fondo Internacional para la libertad de Cuba, que dice que ayudaría a buscar no sé qué créditos para Cuba, para que Cuba pague no sé qué deuda y, sobre todo, con la intención de que otros países pongan dinero, porque él quiere derrocar a la Revolución, pero que otro lo pague, y de paso aprovecha para tratar de "pasar el cepillo", como se dice en Cuba, y lograr que otros pongan dinero, como vimos en su guerra en Iraq y en otras guerras.
Esas son las tres medidas concretas que adelantó, pero anunciando que ha llegado, que está llegando ya el momento en que él va a venir a liberar a los cubanos.
Quisiera, finalmente, explicar lo que nosotros creemos, realmente, que el presidente Bush debería proponerse como agenda para Cuba y que son estos 12 puntos que voy a decir ahora:
Primero: El gobierno de Estados Unidos debe respetar el derecho de los cubanos a su independencia y a su soberanía, el derecho de los cubanos a la libre determinación. Hay que respetar el derecho de los cubanos a tener sus instituciones, su sistema político, sus leyes. No es competencia del gobierno de Estados Unidos, por poderoso que sea.
Segundo: El gobierno de Estados Unidos debe cesar de inmediato su política de agresiones y amenazas contra Cuba, por demás, inútiles. Se estrellan contra nuestro coraje y nuestra determinación de ser un pueblo libre.
Tercero: Debe dejar de intervenir groseramente en los asuntos internos de Cuba. Debe renunciar a la idea fallida de fabricar una oposición interna en Cuba con dinero de Estados Unidos. El gobierno de Estados Unidos debe dejar de financiar a sus grupos mercenarios en Cuba.
Cuarto: El régimen de Bush debe poner fin a las acciones subversivas contra Cuba y a la guerra radial y televisiva contra nuestro país. Debe desmontar las mal llamadas Radio y Televisión "Martí", que son una ofensa al pueblo cubano, que ensucian el nombre del Héroe Nacional de Cuba en trasmisiones de radio y televisión que alientan la violencia, el asesinato político, el sabotaje económico.
Quinto: El Presidente de Estados Unidos debe levantar de inmediato y sin condiciones el bloqueo genocida contra Cuba, para lo cual tiene que derogar varias leyes y tiene que lograr que el Congreso lo haga; porque hay que recordar que, aunque él habló de que podría tomar medidas para levantarle el bloqueo a Cuba el día que haya derrotado a la Revolución, según la ley norteamericana, porque todo el bloqueo está codificado, los Presidentes de Estados Unidos no podrán levantar el bloqueo a Cuba, y el Congreso no los autorizará, hasta que no se devuelvan todas las propiedades, no solo de los que eran norteamericanos, y no tanto de aquellos, como las de los batistianos, los torturadores y los ladrones que se fueron después y se hicieron ciudadanos norteamericanos. Debe derogar la Ley Helms-Burton, debe derogar la Ley Torricelli y todas las demás leyes de ese engendro que es el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba.
Sexto: Debe eliminar la prohibición de los viajes a Cuba de los norteamericanos, que es la violación de un derecho plasmado en su Constitución, y debe eliminar la prohibición de las visitas familiares a los cubanos que viven allí, a los cuales, usted, señor Presidente, les impide venir a ver a sus familias a Cuba, violando sus derechos.
Séptimo: El gobierno de Estados Unidos debe dejar de estimular la emigración ilegal desde Cuba. Debe eliminar la criminal Ley de Ajuste Cubano y la política de pies secos-pies mojados, que estimulan el tráfico de personas, la comisión de actos violentos con el fin de emigrar.
Usted, señor Presidente, es el responsable de los que todavía mueren en el mar, incluidos niños, mujeres, tratando de emigrar ilegalmente desde Cuba; usted es el responsable del tráfico de personas. Usted debe cumplir los acuerdos migratorios. Usted debe cumplir el número de visas, para que puedan emigrar legalmente de Cuba las personas, como ustedes se comprometieron y como han incumplido este año. Y ustedes deben cumplir su compromiso de que a los que intercepten en el mar los devuelvan a Cuba, para desestimular estas prácticas.
Octavo: El gobierno de Estados Unidos debe cesar las agresivas campañas de propaganda sucia, de mentiras contra Cuba, que emplean cuantiosos recursos, como no hubo nunca antes dedicados a esta actividad.
Noveno: Ustedes deben liberar a los cinco luchadores antiterroristas cubanos, presos políticos en las cárceles norteamericanas.
Y me detengo aquí, para subrayar que se encuentran hoy aquí especialmente invitados por nosotros en la Cancillería, la compañera Elizabeth Palmeiro Casado, esposa del compañero Ramón Labañino Salazar, Héroe de la República de Cuba, preso político en las cárceles de Estados Unidos, condenado a cadena perpetua y 18 años por haber luchado contra el terrorismo allí en Estados Unidos. Te damos la bienvenida, Elizabeth. Te reiteramos todo nuestro apoyo y simpatía.
Está también la compañera Magali Llort Ruiz, madre del compañero Fernando González Llort, Héroe de la República de Cuba, preso político en las cárceles de Estados Unidos, condenado a 19 años de prisión, cuyo único delito fue luchar contra el terrorismo, prevenir planes que, de haber sucedido, habrían también asesinado a ciudadanos norteamericanos y de otros países.
Está con nosotros también el compañero Cándido René González Castillo, padre del compañero René González Sehwerert, Héroe de la República de Cuba, condenado a 15 años de prisión, preso político en las cárceles de Estados Unidos.
Recordamos aquí en este momento a Olga Salanueva, la esposa de René, impedida de visitarle durante más de nueve años, a la que se le ha negado la posibilidad siquiera de ver a su esposo en todos estos largos años de cautiverio duro y cruel.
Está con nosotros también el compañero Roberto González Sehwerert, hermano de René, y dedicado, como los otros familiares, a hacer conciencia sobre esta batalla por la liberación y el retorno a su patria de nuestros Cinco Héroes.
Y está con nosotros la compañera Isabel Hernández Nordelo, hermana de Gerardo Hernández Nordelo, Héroe de la República de Cuba, preso político en las cárceles de Estados Unidos, condenado a dos cadenas perpetuas y 15 años.
Recordamos ahora a la compañera Adriana Pérez O’Connor, esposa de Gerardo, a la que el régimen de Bush impide también ver a su esposo desde 1998, a quienes impide, incluso, concebir un hijo, sueño de su unión.
Recordamos también a Antonio Guerrero Rodríguez, Héroe de la República de Cuba, preso político en cárceles de Estados Unidos, condenado a cadena perpetua y 10 años.
A todos les damos nuestro mensaje de aliento y de solidaridad y nuestra certeza de que finalmente ellos volverán y que todo el odio descargado sobre ellos no doblegará su voluntad ni la nuestra hasta que se haga justicia.
Décimo: El presidente Bush debe extraditar a Venezuela o enjuiciar en Estados Unidos al terrorista Luis Posada Carriles, libre hoy por las maquinaciones de las más altas autoridades norteamericanas; que se pasea libre en las calles de Miami, llevando sobre su conciencia la muerte de decenas de civiles inocentes cubanos y de otros países; autor intelectual de la voladura del avión cubano, junto a otro terrorista, Orlando Bosch, perdonado y dejado libre también en Estados Unidos por el padre del actual Presidente de Estados Unidos, ambos, antiguos agentes de la CIA, terroristas entrenados por la Agencia Central de Inteligencia en los años en que el padre del actual Presidente de Estados Unidos era el Director de la CIA. El gobierno de Estados Unidos protege a estos terroristas porque teme que revelen los secretos que conocen sobre los planes contra Cuba y contra otros países, sobre todo, lo que se hizo en la Operación Cóndor.
El Presidente debe eliminar la impunidad de los grupos terroristas, que todavía hoy aparecen en los canales de televisión de Miami entrenándose con armas pesadas para el día en que vengan a Cuba junto a las tropas norteamericanas, o amenazando con actos terroristas.
Undécimo: El Presidente de Estados Unidos debe cerrar de inmediato el centro de torturas que creó en la Base Naval de Guantánamo y cuya existencia defiende todavía hoy pese a la repulsa mundial. El lugar donde se aplican las prácticas ya prohibidas por convenciones internacionales de tortura contra los prisioneros, como el sometimiento de los presos en los interrogatorios a altas temperaturas o muy bajas temperaturas, la simulación de la asfixia, los castigos, los tratos crueles, inhumanos y degradantes.
¿En nombre de qué derechos humanos usted habla, cuando todo el mundo sabe que usted lleva sobre sus hombros la muerte y la tortura de presos muchas veces inocentes? Usted debe devolverle a Cuba el territorio que ocupan ilegalmente, en contra de nuestra voluntad, en la Base Naval de Guantánamo.
Duodécimo: Usted debe cesar las presiones contra la comunidad internacional para que apoyen la política de su régimen contra Cuba. Usted fracasará, usted no tendrá el apoyo de la comunidad internacional. Usted puede encontrar unos pocos aliados que, por interés o por falta de valor, lo secunden; pero usted no tiene apoyo para esta política y usted va a fracasar, se lo decimos hoy, y usted no va a lograr sus designios de derrotar a la Revolución Cubana y de reconquistar a Cuba. Como dijo Fidel: ¡Ustedes a Cuba no la tendrán!; ustedes tendrían que exterminar a un pueblo entero. Y en Iraq se ha probado, y en Viet Nam se probó, que ningún ejército es invencible cuando pelea contra un pueblo dispuesto a defender su soberanía y que tiene causas y razones fundadas para luchar por su patria.
Sus planes van a estrellarse. Cuba, señor Presidente, no negocia su soberanía; Cuba no será puesta de rodillas. Usted no va a rendirnos a nosotros con su bloqueo y su intento de rendirnos por hambre y enfermedades. Usted se estrella contra nuestro coraje.
Cuba no podrá ser amedrentada ni nuestra unidad podrá ser vulnerada. Nuestro pueblo se une más ante la amenaza y la prepotencia del imperio que no ha podido doblegarlo.
Para el pueblo de Estados Unidos tenemos también un mensaje. Para el pueblo de Estados Unidos tenemos un mensaje de respeto y de amistad. No los culpamos a ustedes, al pueblo norteamericano, del sufrimiento que el régimen que ustedes también padecen causa a nuestro pueblo.
Nosotros estamos seguros de que un día no habrá bloqueo, que un día ustedes podrán tener relaciones normales con un pequeño país vecino, cuyos médicos estuvieron dispuestos a ir allí cuando el huracán Katrina a llevar alivio y cura a los enfermos, a los damnificados, y este régimen que ahora amenaza otra vez a Cuba lo impidió y los condenó, porque eran negros y eran pobres, a morir allí sin asistencia médica. Un día eso no será así.
Nuestro mensaje también de aliento, de condolencias a los ciudadanos de California que están padeciendo en este momento los incendios forestales. Un día, cuando haya desastre natural, en uno u otro país, se impondrá el ambiente de cooperación, como ha actuado siempre el pueblo cubano, que ha ido a cualquier lugar adonde han sido necesarios sus esfuerzos, su ayuda. Pero hoy el régimen que gobierna a Estados Unidos impide que eso ocurra.
Un mensaje tenemos para el pueblo de Estados Unidos, de amistad. No nos confundimos, somos un pueblo con cultura política, somos un pueblo con principios y decoro y sabemos que ustedes son víctimas, como nosotros también, de esta política, y sabemos que un día ustedes también se van a librar de esta tiranía que les ha sido impuesta, que manda a sus hijos, por ser pobres, a luchar en tierras lejanas, a matar y a morir, para robarles a otros pueblos sus recursos naturales, para favorecer los intereses mezquinos de una oligarquía o una cúpula de intereses, tras el petróleo y los recursos naturales.
Nosotros reaccionamos con indignación; pero con serenidad. No amenazamos, nos preparamos. No alardeamos, no nos jactamos, mantenemos nuestro rumbo. No hay —y lo repito aquí hoy— fuerza humana ni natural en el mundo capaz de hacer desistir a los cubanos de sus sueños de justicia, de libertad y de independencia. Somos una Revolución victoriosa, hay que respetarnos, nos hemos ganado el respeto del mundo.
En estos días, en que se cumplen 45 años de la Crisis de Octubre, y cuando estamos a pocos días de la próxima votación que habrá en la Asamblea General de Naciones Unidas sobre el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba, quiero subrayar que hay en este momento en el pueblo cubano la misma serenidad, la misma entereza, el mismo sentimiento de unidad nacional y de orgullo patrio que en aquellos días luminosos y tristes, como los llamó el Che, en que el pueblo cubano estuvo dispuesto a enfrentar, incluso, el holocausto nuclear antes que renunciar a sus principios y a su soberanía, y esa es la determinación que hay ahora en Cuba.
La Revolución Cubana no podrá ser derrotada, y se lo decimos aquí al Presidente del imperio que amenaza a Cuba; tenemos el apoyo del pueblo, el apoyo consciente, voluntario y libre de un pueblo que sabe bien lo que se juega en esta hora crucial de su historia y que no podrá ser ni engañado, ni comprado, ni amenazado, ni rendido.
Así que rechazamos, una por una, cada palabra de amenaza y de chantaje contra Cuba, cada frase llena de odio, y le decimos al Presidente de Estados Unidos que lo que está llegando es el día en que el pueblo de Estados Unidos y el mundo se libren de él, y lo que está llegando es el día en que nosotros logremos que se levante el bloqueo, y que sus amenazas no nos sacarán de nuestro curso de construcción de una sociedad más justa, más humana, más libre, de más socialismo y de más Revolución en este país.
Ese es el mensaje que tenemos para el Presidente imperial que amenaza con guerras en las que él no va a participar, que amenaza con invasiones que él ordenará desde la retaguardia de su confortable refugio; pero que nosotros, si llega el momento, enfrentaremos en la primera trinchera junto a nuestro pueblo.

Muchas gracias (Aplausos).

miércoles, 10 de octubre de 2007

Trabajar con inteligencia y tesón para vencer las dificultades




Ramiro Valdés

Discurso pronunciado por el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez en el Acto Central Conmemorativo por el aniversario 40 de la caída del Che, que tuvo lugar en la Plaza de la Revolución que lleva el nombre del Guerrillero Heroico en la ciudad de Santa Clara

Compañero Raúl, Compañeros del Partido y el Gobierno, Familiares del Che y demás combatientes internacionalistas caídos en Bolivia, Combatientes de la Revolución, Villaclareños, compatriotas:
Han pasado ya 40 años desde la caída gloriosa del Che y sus hermanos de lucha en Bolivia, y 10 años desde aquellas jornadas memorables en que todo el pueblo de Cuba, y en particular los hijos de esta heroica ciudad, recibimos y depositamos en este monumento los restos de los guerrilleros caídos.
Nuestra Patria, en 1997, atravesaba todavía circunstancias muy difíciles del Periodo Especial, muchas de las cuales, o sus secuelas, persisten hoy, porque no se pueden eliminar a corto plazo, y Fidel, desde esta misma tribuna, al concluir aquel acto, nos decía que teníamos que recibir al Che y a sus compañeros como a un destacamento de refuerzo, como combatientes que venían a fortalecer nuestra moral, nuestra conciencia, nuestra determinación de vencer cualquier obstáculo, y a sumarse con su ejemplo a la batalla colosal en que estaba enfrascada la Revolución.
Fidel, con su capacidad para ver mejor y más lejos, nos estaba advirtiendo entonces que se abría por delante un esfuerzo largo y difícil, y que las ideas del Che, el legado de sus compañeros, no eran una página de la historia que dejábamos atrás, sino un elemento vivo que debía estar presente en nuestras tareas actuales, en cada paso que damos, en cada posición que adoptamos.
¿Ha cambiado el escenario que el Comandante en Jefe divisaba hace una década?
¿Vivimos acaso hoy unas circunstancias muy diferentes, en las que ya aquellas palabras han perdido actualidad?
Esas son las primeras preguntas que como revolucionarios leales y sinceros debiéramos hacernos en este día tan lleno de historia, tan lleno de recuerdos, que se asocia en nuestra mente a la figura entrañable y extraordinaria del Che y a aquel grupo selecto de veteranos del Ejército Rebelde, que unidos a luchadores bolivianos, peruanos, y a la argentina-alemana Tamara Bunke "Tania la Guerrillera", protagonizaron uno de los capítulos más heroicos de la historia de este continente.
La respuesta es que no, que todo lo previsto por Fidel, todo lo que él nos pedía, no solo se mantiene aún, sino que nuevas circunstancias han surgido para complicar y tornar mucho más difícil y peligroso aún el panorama.

NO ES ESTA LA HORA DE DERROTISMOS, NI DE OPORTUNISMOS NI DE ESPERAR A QUE VENGA ALGUIEN A PERDONARNOS LA VIDA

En 1997 no teníamos en la Casa Blanca a Bush y a su camarilla fascista y rabiosamente anticubana.
No habían ocurrido los acontecimientos del 11 de septiembre y la justificación patriotera que ellos brindaron para que el Gobierno de Estados Unidos declarara la amenaza de guerra sorpresiva y preventiva contra 60 o más oscuros rincones del planeta.
No se había disparado a los niveles actuales la loca escalada de los precios del petróleo, que encarece los precios de alimentos y mercancías de todo tipo, y virtualmente arrasa con las economías de los países más débiles.
No había surgido el nefasto proyecto de los biocombustibles y el impacto que este trae para países que, como el nuestro, tienen una alta dependencia de las importaciones de alimentos.
Teníamos la política hostil de Washington, y esta no ha dejado de recrudecerse un solo instante en estos 10 años.
Teníamos el bloqueo, y este no ha dejado de hacerse más intenso y más cruel cada día en este periodo.
Teníamos la guerra ideológica y psicológica, y el imperio en estos años no ha hecho otra cosa que tratar de refinarla para penetrar y desarmar moralmente nuestra causa.
Teníamos las leyes Torricelli y Helms-Burton, y ellas no solo no han sido levantadas sino fortalecidas con nuevas enmiendas, campañas y medidas.
Teníamos un mundo ya complejo, inestable, ingobernable, pero hoy tenemos además un mundo en guerra, con Iraq y Afganistán como escenarios del intervencionismo más descarado y el genocidio más brutal.
El gobierno de Estados Unidos, en alianza con la mafia batistiana y terrorista, no renuncia a su política obstinada de destruir la Revolución, aplastar la independencia de nuestra nación, implantar un régimen de tipo colonial en Cuba, y para lograr esos objetivos esgrime un abanico de medidas en el que no faltan los planes de contingencia de tipo militar. Altos funcionarios de la administración Bush han declarado públicamente que no tolerarán una transición revolucionaria en Cuba, aunque no han podido ni podrán crear las premisas que pudieran servirles como pretexto para lanzar semejante aventura.
Nuestra defensa es hoy más fuerte, está más alerta que nunca, y el país no escatima ni escatimará los recursos materiales y humanos que requiera su constante elevación.
Si esas son las circunstancias, no es esta la hora de derrotismos, ni de oportunismos ni de esperar a que venga alguien a perdonarnos la vida.
Si somos los revolucionarios cubanos que somos, los que hemos resistido rodilla en tierra a doce administraciones yankis, los que rechazamos y derrotamos a los ejércitos del Apartheid, nuestro único deber es luchar, trabajar con inteligencia y tesón para vencer las dificultades y seguir adelante.

ESTAMOS EN UNA HORA DE COMBATE, Y ESTA TIENE QUE SER POR TANTO LA HORA DEL CHE, LA HORA DE CAMILO, LA HORA DE TODOS LOS QUE CIMENTARON CON SU SACRIFICIO EL DURO CAMINO DE LA REVOLUCIÓN

Hace 10 años no habíamos sufrido el duro golpe de la enfermedad de Fidel, nuestro guía, el jefe capaz de atender al mismo tiempo un cúmulo enorme de tareas. Él hoy se recupera y desarrolla un papel insustituible de orientación con su experiencia y sus ideas. Pero ante esta situación, como él mismo reclamó en su Proclama, nuestro único deber es unirnos más, trabajar mejor y redoblar junto a Raúl y al Partido todos los esfuerzos que tenemos ante nosotros.
Estamos en una hora de combate, y esta tiene que ser por tanto la hora del Che, la hora de Camilo, la hora de todos los que cimentaron con su sacrificio el duro camino de la Revolución.
En las Reflexiones de Fidel, y en el discurso de Raúl el pasado 26 de Julio, están las claves de lo que podemos y debemos hacer.
Todo el país es en estos días un hervidero de ideas. Se debaten muchos temas. Los planteamientos del Comandante en Jefe y lo señalado por Raúl en Camagüey han estimulado un amplio intercambio en el seno del Partido, de los colectivos de trabajadores, de todas nuestras organizaciones políticas, de masas, juveniles y estudiantiles.
Lo que estas discusiones abiertas y francas pueden darnos como saldo principal es una mayor comprensión de los problemas, la búsqueda colectiva de soluciones, que no podrán ser nunca mágicas, que tienen que basarse en el trabajo, en la capacidad del país para generar recursos, y que tampoco pueden ignorar el bloqueo, sus costos y las posibilidades reales que este nos deja.
Lo que esperamos de este debate es que nos ayude a romper con la inercia, el dogmatismo y el estilo burocrático, a desarrollar el enfoque creador, a liberar donde estén trabadas las fuerzas productivas y a lograr que nos acostumbremos a revisar y actualizar críticamente las fórmulas que aplicamos en la economía y en las distintas esferas de nuestra vida, para que ellas se correspondan con las realidades cambiantes del país y del mundo.
Los problemas se resuelven con ideas, con organización, con conciencia, pero también con recursos. Todo no se podrá hacer de una vez. Todas las necesidades que se planteen no podrán ser resueltas de forma inmediata o simultánea.

LA DISCUSIÓN ES ABIERTA, Y LOS REVOLUCIONARIOS, COMO NOS ENSEÑÓ EL CHE CON SU EJEMPLO, TENEMOS QUE DISCUTIR ABIERTAMENTE

Nuestra agenda es hacer cuanto resulte sensato y posible, eliminar lo que sea absurdo, consolidar cada logro, asegurar cada día más la plena soberanía del país, el socialismo como fundamento de la independencia, y el desarrollo material y moral que sirva de base al bienestar, la justicia y la dignidad a que es acreedor nuestro pueblo, y que jamás podrían siquiera concebirse bajo las reglas del neoliberalismo ni mucho menos bajo la bota yanki.
Hay una agenda revolucionaria, pero seríamos ingenuos si no viéramos que el enemigo trata desesperadamente de introducir su propia agenda en esta discusión y, en general, en todo el tema cubano.
Hay quienes de modo consciente o inconsciente estimulan el desaliento, promueven teorías peregrinas para la solución de complejos problemas económicos y, peor aún, crean la ilusión de que el conflicto histórico entre Cuba y Estados Unidos pueda resolverse por la vía de las concesiones unilaterales o la espera de favores.
Habría que recordarles a algunos que al parecer tienen poca memoria que, a lo largo de doscientos años, y sobre todo a partir de 1959, siempre las acciones que crearon ese conflicto, o lo agudizaron, provinieron de las ambiciones y el afán de dominación de la clase gobernante de Estados Unidos, y nunca de las aspiraciones legítimas de independencia y libertad del pueblo cubano.
No hubo una sola ocasión en que la moral, la verdad y la justicia estuvieran de aquel lado, sino del nuestro, como hoy lo vuelven a estar en el caso de los 5 heroicos compatriotas condenados por combatir el terrorismo dentro de los propios Estados Unidos.
La discusión es abierta, y los revolucionarios, como nos enseñó el Che con su ejemplo, tenemos que discutir abiertamente.
Revolución socialista o caricatura de revolución, dijo el Che en uno de sus trabajos, y señaló de ese modo que en nuestra época, frente al poder del imperio, no hay otra alternativa posible. La Revolución la tenemos que hacer en lucha a muerte contra el imperialismo, desde el primer momento, le expresó a un compañero con el que discutía en los últimos meses de la lucha insurreccional. Luchar contra el imperialismo dondequiera que esté, fue el mensaje a Fidel en su carta de despedida. No darle al imperialismo ni un tantito así, es otra de sus más conocidas advertencias.
Esa claridad política, esa intransigencia, es lo primero que todos debiéramos recordar cada día, aunque lo cortés no quita lo valiente ni renunciemos por eso a la posibilidad del diálogo, si un día aparecen en ese país gobernantes más realistas. Y resumir esa actitud, para ahora y para siempre, en la frase de Fidel: ¡Jamás tendrán a Cuba!

UN PARTIDO DE PENSAMIENTO CREADOR, UNIDAD COMBATIVA Y CAPACIDAD DE ACCIÓN: ¡ESE ES EL PARTIDO DEL CHE!

El Che tiene que estar en nuestro esfuerzo sostenido, incansable, capaz, dirigido a lograr que la empresa socialista, sobre todo aquella que abarca a los grandes medios productivos y de servicios del país, alcance los niveles de eficiencia y gestión que necesitamos.
El Che y su sentido práctico, antidogmático, tienen que ayudarnos a seguir buscando soluciones socialistas, o compatibles con el socialismo, para promover la producción de alimentos, el empleo máximo del fondo de tierras, todas las fórmulas sensatas que se puedan hallar para el acopio, la comercialización, el aseguramiento de los recursos productivos, en las condiciones en que los elevados precios internacionales de importación convierten a la agricultura en un factor clave para el balance de la economía.
El Che tiene que estar en el empeño por devolver a la condición de cuadro la jerarquía moral, la autoridad política y administrativa, la capacidad de decisión técnica y las condiciones humanas que lo conviertan en espina dorsal de la Revolución.
El internacionalismo se expresa hoy de nuevas formas, no por ello menos generosas, valientes y meritorias que las que tuvieron lugar en otras épocas. Esa política no es dar lo que nos sobra, sino compartir lo mucho o lo poco que tengamos con aquellos que lo necesitan más que nosotros. En ella se forjan los valores y los principios que definen el perfil de nuestra sociedad. No renunciamos ni renunciaremos nunca al ideal comunista. No tenemos la menor duda de que nuestro camino al futuro no está en alentar egoísmos, desigualdades injustificadas o mezquindades. Ese es el camino del capitalismo, que no tiene futuro.
Seguir el ejemplo del Che, inspirarnos en su espíritu revolucionario, compenetrarnos a fondo con sus ideas, significa hoy mirar hacia delante.
Un Partido de pensamiento creador, unidad combativa y capacidad de acción: ¡ese es el Partido del Che!
Una Juventud que sea arcilla fundamental de nuestra obra, promesa de futuro y realidad presente: ¡esa es la Juventud que quería el Che!
Combatientes que no bajan la guardia ni dejan de prepararse un solo día para la defensa y la seguridad del país: ¡ese es el ejército del Che!
Un pueblo siempre con Fidel; Fidel siempre en el corazón y en la voluntad de lucha de nuestro pueblo: ¡esa fue ayer, es hoy y será para todos los tiempos la Revolución del Che!

¡Gloria eterna al Guerrillero Heroico y a sus compañeros de batalla!
¡Vivan la Revolución y el internacionalismo!
¡Vivan Fidel y Raúl!
¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!
¡PATRIA O MUERTE! ¡VENCEREMOS!

domingo, 7 de octubre de 2007

El Che es un ejemplo, una fuerza moral indestructible.



Fidel habla sobre Ernesto Che Guevara

EL CHE y EL MOVIMIENTO ANTIMPERIALISTA - LA CARTA DE DESPEDIDA - EN LAS GUERRILLAS DE ÁFRICA - REGRESO A CUBA PREPARANDO LA MISIÓN EN LOS ANDES - EL ÚLTIMO COMBATE LA LECCIÓN DEL CHE

Después de la Crisis de Octubre, el peligro de una agresión norteamericana se aleja. La Revolución prosigue su consolidación. El Che Guevara empieza a recorrer el mundo. Parece que él se interesaba mucho por lo internacional, por el movimiento antimperialista, ¿no?
Era bastante observador de la situación del Tercer Mundo. Se preocupó por los asuntos internacionales, por la Conferencia de Bandung, el Movimiento de los No Alineados y otros temas. Él se marcha en 1965, había recorrido el mundo, sostuvo reuniones con Zhou Enlai, con Nehru, con Nasser, Sukarno, porque tenía en realidad mucha vocación internacionalista y mucho interés por los problemas del mundo en desarrollo.
En relación con China, recuerdo que el Che habló con varias personalidades chinas, hizo contacto con Zhou Enlai —como ya dije—, se reunió con Mao, se interesó por el pensamiento revolucionario chino. No tuvo conflictos con los soviéticos; pero es obvio que él era más partidario, o veía con mayor simpatía a China.
Incluso visitó Yugoslavia, a pesar de la autogestión y todas esas cuestiones que a mí, realmente, no me agradaban mucho. Porque una cooperativa tenía hoteles y otras actividades que la apartaban de su objetivo original, y ya yo había visto algunas en Cuba que, a veces, en vez de dedicarse a la agricultura, se dedicaban al comercio y al turismo.
Él, en diciembre de 1964, estuvo en Naciones Unidas, luego en Argelia, y estuvo viajando por África también en los primeros meses de 1965.
Sí; pero ya después, eso fue una estrategia, en la fase final del desarrollo de su misión, cuando ya se había tomado la decisión de que él fuera a Bolivia. Estaba bien, con un entusiasmo tremendo, y tenía el propósito de contribuir a la revolución en Argentina. Iba creando condiciones, porque entonces todos nos querían destruir y la respuesta nuestra era cambiar lo que existía. Esa fue la gran verdad. Siempre nos atuvimos a ese principio.
Usted me dijo una vez: "Ellos internacionalizaron el bloqueo, nosotros internacionalizamos la guerrilla".
El caso de Trujillo, contra quien un grupo de dominicanos armados partió de Cuba en julio de 1959, lo cual se constituyó en el primer movimiento de apoyo a la lucha contra una dictadura —en ese caso se trataba de un viejo compromiso con los dominicanos que luchaban con nosotros—, fue una excepción. Trujillo había suministrado armas a Batista, allí se refugió este al finalizar la guerra y desde allí partieron acciones armadas contra nuestro país.
Con respecto a los demás países en similar situación, la norma era el respeto, acogernos al derecho internacional, a pesar de que ninguno de ellos podía tener mucha simpatía hacia nosotros. Pero existían distintos matices, algunos con más independencia respecto a Estados Unidos, otros menos. Claro que los más incondicionales rompieron relaciones de inmediato con Cuba, otros resistieron; Brasil resistió, Uruguay resistió, Chile resistió. Venezuela, en cambio, no resistió nada, porque estaba allí Rómulo Betancourt, quien fue de izquierda un tiempo y más tarde un saco de rencor reaccionario. De este modo un grupo de países latinoamericanos mantuvo relaciones con Cuba durante un tiempo, y México todo el tiempo.
Los Estados Unidos les reprocharon a ustedes ayudar en todas partes a la subversión.
Las exigencias de los norteamericanos a Cuba han sido de distintos tipos; han ido variando, a cada rato añadían otras nuevas.
Primero, teníamos que renunciar al socialismo; luego, había que romper los vínculos comerciales y de todo tipo con la URSS. Siempre han planteado alguna demanda, después de condenarnos y de aislarnos; después de Girón, después de la Crisis de Octubre; cada vez surgían nuevos problemas. Más adelante fueron las luchas revolucionarias en América Latina: al estallar éstas Cuba debía cesar todo apoyo a esas luchas —le estoy citando algunas de las demandas—; más tarde Angola, cuando fue atacada por Suráfrica en 1975, todo el mundo conoce lo que pasó: había que retirarse de Angola, si nos retirábamos de Angola se resolvían los problemas con Cuba, eso nos decían..., y así por el estilo.
Después hubo más problemas aún, porque había surgido, en 1974, la revolución en Etiopía, y por la situación creada allí nos vimos en la necesidad de cooperar en 1977 con los etíopes y de hacerlo también con otras causas. Éramos un país aislado y, mientras más Estados Unidos intentaba aislarnos, más nos relacionábamos con el resto del mundo.
Pero a ustedes se les siguió acusando de "exportar la revolución".
Para aquella época, en los años 60, ya nadie en América Latina tenía relaciones diplomáticas con nosotros; excepto —como dije— México. Nosotros en aquel momento nos atuvimos a las normas internacionales. Sí queríamos la revolución, la deseábamos, por doctrina, por convicción; pero respetábamos el derecho internacional. Yo sostengo, además, que la revolución no puede ser exportada, porque nadie puede exportar las condiciones objetivas que hacen posible una revolución. Siempre hemos partido de ese criterio y seguimos pensando así.
Después del triunfo de la Revolución, yo estuve, en mayo de 1959, en Buenos Aires. Esa visita coincidió con una reunión de la OEA [Organización de Estados Americanos], y allí planteé una especie de Plan Marshall para América Latina —como el famoso plan de ayuda a la reconstrucción de Europa—, y estimé su costo en 20 mil millones de dólares. Bueno, no contaba con la experiencia de ahora ni mucho menos. Pero sí tenía algunas ideas: experiencia internacional no mucha, excepto todo lo que había leído a lo largo de mi vida y las meditaciones sobre el tema. Mi experiencia concreta sobre América Latina tampoco era mucha. No obstante tuve la iniciativa de plantear en Buenos Aires la cuestión del desarrollo. ¿Sabe cuánto debía América Latina en aquella época?
No.
Cinco mil millones de dólares.
Comparada con la deuda que tiene hoy —850 mil millones de dólares— no es gran cosa.
América Latina tenía entonces la mitad de la población, eran menos de 250 millones de latinoamericanos; hoy cuenta con más de 500 millones de habitantes. La deuda externa —no hablo de deuda interna, que es también deuda de la nación con los que tienen mucho dinero— es deuda que el país tiene que pagar al extranjero con intereses. Esto no comprende fuga de capitales, intercambio desigual, la fuga de capital hacia países de moneda fuerte y economía más sólida, los privilegios que Bretton Woods concedió a Estados Unidos, los derechos de quien imprime el dólar en el mundo. Ya el refugio del papel moneda no es el oro, porque el presidente Nixon, en agosto de 1971, suspendió unilateralmente la conversión del dólar en oro y no quedó más que el dólar, la única divisa existente en este hemisferio; todas las demás variaban mucho y ninguna era segura. Entonces todo el dinero de todos los países latinoamericanos, bien o mal habido, tiende a fugarse, y se fuga hacia Estados Unidos.
Ese plan que propuso usted en la OEA fue rechazado, me imagino.
Con aquel plan se hubieran evitado muchas tragedias en este continente. Y dos años después, ya se lo mencioné, Kennedy retornó la idea y planteó una suerte de Plan Marshall para América Latina, la Alianza para el Progreso: reforma agraria, reforma fiscal, construcción de viviendas, etcétera.
Lo cual no le impidió seguir hostigando a Cuba.
Sí, en aquel entonces ellos nos liberaron de compromisos. Pienso que existían condiciones objetivas, y que lo hecho por el Che fue absolutamente correcto, no hubo ni la menor discrepancia. En ese momento ya se habla de la política intervencionista de Estados Unidos, y el presidente John Kennedy, realmente un tipo con talento, tuvo la desgracia de heredar aquella expedición de Playa Girón contra Cuba, y la recibe y asimila. Es valiente en la derrota, porque asumió toda la responsabilidad y dijo aquella frase: "La victoria tiene muchos padres, la derrota es huérfana".
Kennedy se entusiasmó mucho con los "boinas verdes", las tropas especiales, y las envió a Vietnam. Él había sido combatiente en la Segunda Guerra Mundial, se portó bien, según se afirma, pero se compromete irresponsable e injustificadamente con la atroz e ignominiosa guerra en Vietnam, da los primeros pasos y comienza a enviar refuerzos. Por ahí empezó todo. Los vietnamitas, que en 1954 ya habían ganado una guerra contra Francia, a su vez —según nos han contado ellos—, viendo la victoria de la Revolución Cubana en Playa Girón, se sintieron inspirados, siempre han dicho que lo nuestro ejerció influencia, y tuvieron confianza en que podrían luchar. Tal vez fuera cortesía. Ellos siempre mantuvieron su combativa organización en el Sur.
También Vietnam los inspiró a ustedes. El Che decía: "Hay que crear dos, tres, muchos Vietnam".
Yo le doy toda la razón, y afirmo que doce años después de su muerte, en 1979, ya se había acabado la guerra de Vietnam, y triunfa el movimiento sandinista en Nicaragua, con un tipo de lucha como la que nosotros llevamos a cabo y como la del Che. También se desarrolla el movimiento salvadoreño con temible fuerza, uno de los que más experiencia adquirió.
Ustedes ayudaron bastante a los salvadoreños, ¿verdad?
Ofrecimos nuestra modesta cooperación. Los vietnamitas, a raíz de su victoria en 1975 sobre Estados Unidos, nos entregaron muchas armas norteamericanas recuperadas por ellos después de la caída de Saigón; nosotros las transportamos en barco, pasando por el sur de África, y una parte se las entregamos a los salvadoreños del FMLN [Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional].
¿Ustedes estimaban que las condiciones estaban dadas en América Latina para que pudiese repetirse otra experiencia revolucionaria como la de Cuba?
Mire, hay factores de orden subjetivo que pueden cambiar la historia. A veces existen condiciones objetivas para los cambios revolucionarios y no se dan las condiciones subjetivas. Fueron los factores de carácter subjetivo los que impidieron que realmente, en aquella época, no se extendiera la revolución. El método de la lucha armada estaba probado. Ya le digo, Nicaragua triunfa doce años después de la muerte del Che en Bolivia. Es decir que las condiciones objetivas en muchos países del resto de América Latina eran superiores a las de Cuba. Aquí existían muchas menos condiciones objetivas, pero eran suficientes para hacer una, dos o tres revoluciones. En el resto de América Latina las condiciones objetivas eran mucho mayores.
Debo decir que nosotros contribuimos mucho a la unidad de aquella gente en Nicaragua, en el Salvador, en Guatemala. A los sandinistas, que estaban divididos; a los salvadoreños, divididos en no menos de cinco organizaciones; a los guatemaltecos, igualmente fragmentados. La misión nuestra fue unir, y realmente logramos unirlos. Hemos sido solidarios y hemos dado alguna modesta cooperación a los revolucionarios de Centroamérica. Pero ser solidario y dar alguna forma de cooperación a un movimiento revolucionario no significa exportar la revolución.
Pero ustedes ayudan al Che a llevar la revolución a Bolivia.
Sí, cooperamos con el Che, compartíamos sus puntos de vista. Che tenía razón en aquel momento. Entonces se habría podido extender la lucha, lo creo con franqueza. En aquella época, 1968, todavía no había surgido Torrijos en Panamá. Se producen igualmente otros fenómenos, el triunfo de Allende en Chile en 1970, y comienzan a restablecerse las relaciones con Cuba.
En Colombia ya existía la guerrilla, desde 1948, desde antes que nosotros libráramos la lucha en Cuba. Pero esa es otra historia más complicada, porque allí durante bastante tiempo la guerrilla fue vista un poco como el Movimiento 26 de Julio lo era en Cuba. Surgieron después una serie de factores colaterales. No quiero hacer análisis sobre el tema, algo siempre muy delicado.
¿Che le cuenta a usted, le dice cuál es su proyecto con respecto a Bolivia y Argentina? ¿Usted comparte con él eso?
Él estaba impaciente. Lo que se proponía hacer era difícil. Por nuestra propia experiencia, le digo al Che que podían crearse mejores condiciones. Le planteamos que hacía falta tiempo, que no se impacientara. Deseábamos que otros cuadros menos conocidos adelantaran los pasos iniciales y crearan las mejores condiciones para lo que él quería hacer. Él sabía lo que es la vida guerrillera, sabía que se necesitaba una resistencia física, una edad determinada. Y aunque él se sobreponía a las limitaciones y tenía una voluntad de acero, sabía que si esperaba más tiempo no estaría en las mejores condiciones físicas.
Llegó el momento en que él ya está preocupándose por esos factores, aunque no lo exteriorizaba. Había otras consideraciones de gran peso en él: haber enviado, casi en los primeros años de la Revolución, a un periodista, Jorge Ricardo Masetti —que estuvo con nosotros en la Sierra, después fue fundador de la agencia Prensa Latina, Che y él eran muy amigos—, a organizar un grupo guerrillero en el norte de Argentina. Y Masetti murió en aquella misión. El Che era además una persona que cuando enviaba a un hombre a una misión y ocurría la tragedia de la muerte, eso le impactaba considerablemente. Le dolía cada vez que se acordaba de los compañeros que murieron. Eso puede observarse en el diario que escribe en Bolivia, cuando se lee lo mucho que lo impactó, por ejemplo, la muerte del compañero Eliseo Reyes, el "Capitán San Luis", y él lo escribe en su diario: "Hemos perdido al mejor hombre de la guerrilla, y, naturalmente, uno de sus pilares".
Uno de los que estuvo allí, en Bolivia y en el norte de Argentina, en 1962, es nuestro actual ministro del Interior, Abelardo Colomé Ibarra, "Furry", que tenía entonces 22 años. Ya había muerto Masetti. El Che estaba pensando en su plan, desde luego, plenamente apoyado por nosotros, de acuerdo con la promesa contraída.
Cuando el Che, impaciente, quiere ir a cumplir su misión, le digo: "No están preparadas las condiciones". No quería que él fuera a Bolivia a organizar un grupo pequeño, sino que esperara a que estuviera organizada la fuerza. Habíamos vivido en nuestro caso toda la epopeya de la etapa inicial de nuestra guerrilla. Yo decía: "El Che es un jefe estratégico, debe ir para Bolivia cuando ya esté desarrollada una fuerza suficientemente sólida y probada". Él estaba impaciente; pero no existían aún las condiciones mínimas imprescindibles. Tuve que convencerlo: "No están creadas las condiciones". Porque él era un cuadro estratégico, con una experiencia grande y condiciones de estadista, no debía arriesgarse en esa etapa inicial.
Nosotros estábamos ayudando en el Congo a la gente de Lumumba. Ya habíamos cooperado con los argelinos en su guerra de 1961 contra la invasión marroquí. Che estaba impaciente. Pero como África y su lucha lo atraían mucho, le propongo ir al África para una importante tarea, mientras se creaban las condiciones mínimas en Bolivia para iniciar una lucha, cuyo objetivo fundamental era su patria: Argentina, para lo que después sería una lucha más amplia en la región. La tarea en África era muy importante por la necesidad de dar apoyo al movimiento guerrillero en el Este del Congo belga contra Tshombé, Mobutu y los mercenarios europeos.
¿El movimiento que dirigía Laurent-Désiré Kabila en esa época?
No, en ese momento era Gaston Soumialot quien estaba de jefe, vino a Cuba y le ofrecimos ayuda. Se la ofrecimos también a través de Tanzania, con el consentimiento de Julius Nyerere, presidente entonces de aquel país. El Che y los cubanos que fueron con él cruzaron el lago Tanganyika. Allí sí enviamos, en abril de 1965, un buen destacamento con el Che. Alrededor de 150 hombres bien armados y con una experiencia grande. En aquel movimiento revolucionario africano estaba todo por hacer: la experiencia, la preparación, la instrucción. Fue una tarea dura. En esa actividad transcurrieron varios meses de la vida del Che.
En su diario de África, el Che es muy crítico con los jefes de aquella guerrilla.
Él era muy crítico, de aquellos jefes o de cualquiera. Tenía esas características, el hábito de ser muy crítico y autocrítico. Era duro en las críticas de los demás y con él mismo.
¿Era duro consigo mismo?
Sí, era muy exigente con él, ya le conté lo de México y el Popocatépetl. Incluso, a veces, por cualquier bobería en que él se hubiera desconcertado un segundo, se criticaba a sí mismo. Pero era también muy honesto y muy respetuoso.
Se topó obstáculos muy grandes en África cuando llega allí en abril de 1965. Es maravillosa la historia. En un momento dado intervenían mercenarios blancos, surafricanos, rhodesianos, belgas y hasta cubanos contrarrevolucionarios que trabajaban para la CIA. Las fuerzas africanas no estaban suficientemente preparadas. El Che quería enseñarles a combatir, explicarles que podía haber una variante u otra. Porque cuando adquieren una experiencia, una cultura de guerra, aquellos congoleños son soldados temibles. Les faltaba esa cultura, y cuando la adquirían se volvían extraordinarios soldados, soldados temibles. También tenían esa característica los etíopes; y los namibios, y los otros, los angolanos, cuando adquirían la cultura de guerra, eran igualmente soldados extraordinarios.
Esa cultura de la guerra no había sido adquirida todavía por los combatientes que estaban en el Este del Congo. Se lo dijimos al Che. Enviamos desde La Habana compañeros nuestros para analizar la situación, y dispuestos a apoyarlos. Si hubiera habido que enviar más tropas, lo habríamos hecho, pues disponíamos aquí de voluntarios de sobra; pero realmente aquella lucha no tenía perspectivas, no había condiciones para su desarrollo en ese momento, y le pedimos al Che que se replegara.
Él se quedó alrededor de siete meses en el Congo. Y de ahí va a Tanzania, está un tiempo allí, en Dar-es-Salaam.
A todas estas el Che se ha despedido, y, como es lógico, se ha marchado —se puede decir—clandestinamente de Cuba. Entonces comenzaron las calumnias, comenzó a decirse que el Che había "desaparecido".
La prensa internacional decía que había una ruptura entre ustedes, desacuerdos políticos graves, se decía que aquí lo habían encarcelado y hasta que lo habían matado...
Nosotros soportamos silenciosamente aquella sarta de rumores y calumnias. Pero él, al marcharse, a finales de marzo de 1965, me había escrito una carta de despedida.
¿Usted no había hecho pública esa carta?
No. Yo tenía la carta en mi poder, y la hago pública el 3 de octubre de 1965, en el acto en que se anuncia la constitución del Comité Central del nuevo Partido Comunista de Cuba, porque había que explicar la razón de la ausencia del Che en ese Comité Central. Entretanto, la calumnia andando, el enemigo sembrando la cizaña y la duda, difundiendo el rumor de que el Che Guevara había sido "purgado" por discrepancias con nosotros.
Había toda una campaña de rumores.
Él me hace aquella carta espontáneamente, creo que hasta con mucha franqueza: "Me arrepiento de no haber creído suficientemente en ti... ". Y habla entonces de la Crisis de Octubre y otras cosas. Yo pienso que él no creía en mucha gente, porque era muy crítico.
Un día había escrito unos versos para mí. Yo ni siquiera lo sabía. Siempre fue conmigo muy afectuoso, siempre fue respetuoso y siempre acató mis decisiones. Yo no me le imponía, yo discutía, no suelo dar órdenes; suelo persuadir de lo que debe hacerse. Muy rara vez tuve que decirle: "Tú no vas a hacer esto", prohibirle algo.
De África, él se va a Checoslovaquia, a Praga, en marzo de 1966; una situación complicada; está allí, de hecho, clandestino. Como ha escrito la carta de despedida y como él tenía un pundonor tremendo, no le pasaba por la mente, después de haberse despedido, volver a Cuba. Pero los cuadros para lo de Bolivia ya estaban escogidos y se preparaban. Entonces yo le escribo una carta en la que le razono, apelo a su deber y a la racionalidad.
¿Para que regrese a Cuba?
Sí. Creo que la familia ha publicado esa carta. Le hago una carta y le hablo así, serio. Lo persuado de que regrese, le digo que es lo más conveniente para lo que él quería hacer: "Desde allá es imposible hacer esto. Tienes que venir". No le digo "tienes que venir" como una orden; lo persuado, le digo que su deber es regresar, pasar por encima de cualquier otra consideración, y terminar la preparación para el plan en Bolivia. Y él regresa clandestinamente. Bueno, nadie lo conoció en ninguna parte. Tampoco durante el viaje. Volvió aquí en julio de 1966.
¿Estaba disfrazado?
Mire, estaba tan disfrazado que una vez yo invité a unos cuantos compañeros de la Dirección, les dije que quería que conocieran a un amigo muy interesante. Estuvimos almorzando, y ninguno lo reconoció. Fíjese si estaba de verdad disfrazado.
¿Raúl estaba frente a él y no lo reconoció?
Raúl se había despedido de él unos días antes en el centro donde se entrenaba, y el día del almuerzo se encontraba de visita en la URSS. Ninguno de los que estaban conmigo se dio cuenta de que era el Che. Indiscutiblemente, nuestra gente fue muy capaz al disfrazarlo, transformarlo. Él fue a un lugar de Pinar del Río, en una zona montañosa, donde hay una casa, la finca de San Andrés. Allí organiza la fuerza, pasa meses preparándose con los quince hombres que iban a acompañarlo. Él escogió a la gente que deseaba. También fue donde vio las últimas veces a su esposa y a sus hijos. Y allí yo lo visitaba.
¿Para llevársela a la guerrilla de Bolivia?
Algunos eran guerrilleros veteranos de la Sierra, otros habían luchado con él en el Congo. Él conversó con cada uno de ellos.
Yo le puse algunas objeciones con algunos compañeros. Le dije: "Mira, no hagas esto". Iba a separar a dos combatientes, dos hermanos que habían estado muy unidos, y le digo: "No separes a estos hermanos, déjalos", eran buenos. Sobre otro, de quien yo conocía mucho sus características, muy buen soldado, pero a veces era un poco discutidor.
Le advertí en algunos casos. Todos los que fueron a Bolivia eran excelentes; entre ellos Eliseo Reyes, el "Capitán San Luis", de quien él escribe cuando muere: "Tu figura pequeña de capitán valiente..."; de Neruda saca aquella frase —él leía mucho a Pablo Neruda—, un verso muy bonito, está en su diario de Bolivia. Él lo quería entrañablemente. El Che era ese hombre también.
Él escogió a todos, y lo discutimos. Le hice algunas sugerencias, y él defendió a aquel que tenía grandes cualidades, pero a quien yo conocía y tenía temor a alguna indisciplina, y eso era muy importante. Yo hablé mucho con él hasta cuando se fue, en octubre de 1966. ¡Con qué entusiasmo se fue!
Se ha discutido mucho sobre la región de Bolivia, Ñancahuazu, en la que el Che instala la guerrilla. ¿Usted qué piensa?
Cuando él fue para Bolivia, eso no tenía otra alternativa, porque en aquella situación, con los hombres que llevaba de su plena confianza, su experiencia... Bueno, él conocía aquello. Debray había ido, había prestado algunos servicios como periodista, reunió mapas. Yo le di esa tarea.
¿Usted manda a Régis Debray a Bolivia?
Yo lo mando a recoger información y mapas de aquel territorio.
Che no está allí todavía. Cuando él llega, en noviembre de 1966, empieza a organizar a la gente.
Al final —eso es lo que pienso, y yo lo conocía muy bien— estaba haciendo un excelente movimiento y ya tenía cuadros bolivianos, como Inti Peredo y otros. Él conocía bien a los bolivianos, su carácter, y me lo dijo. Inicialmente se instalaron, por lógica precaución, en una zona donde existía una base campesina. En el lugar escogido por él, mientras hace una excursión entrenando a la gente, que se prolongó, surgen problemas. Realiza una breve incursión a una zona más poblada y, cosa increíble, por tercera vez —ya le hablé de las dos primeras— el Che no llevaba los medicamentos.
¿En Bolivia, él no tenía medicamentos para su asma?
Se queda sin medicamentos, es la tercera vez. Él sale a hacer una excursión, una larga excursión que se prolongó mucho, estuvo casi cuarenta días. Sale de nuevo en breve incursión, y la medicina para el asma queda en el campamento, que fue ocupado por el ejército boliviano. De esto se derivaron serias dificultades.
¿Cómo explica usted la muerte del Che?
El Che, cuando regresa de la excursión prolongada, se encuentra ya problemas, se produce una bronca entre el dirigente del Partido comunista boliviano, —Mario Monje, que tenía gente allí, y uno de los dirigentes de la otra línea anti Monje, llamado Moisés Guevara. Monje pide mando, y el Che era muy recto, rígido... Yo pienso que el Che debió hacer un mayor esfuerzo de unidad, es una opinión que le doy. Su carácter lo lleva a ser muy franco y entabla una áspera discusión con Monje, muchos de cuyos cuadros habían ayudado a la organización, porque Inti y los demás eran de ese grupo. Lo que Monje reclamaba era imposible: ser jefe de aquella fuerza, una ambición indignante e inoportuna.
Ya había algunos problemas, y algo que no se ha mencionado o apenas se menciona, y que hizo mucho daño al movimiento revolucionario en América Latina: la división entre prosoviéticos y prochinos. Eso dividió a toda la izquierda y a todas las fuerzas revolucionarias en el momento histórico en que existían las condiciones objetivas y era perfectamente posible el tipo de lucha que el Che fue a promover allí.
¡Los esfuerzos que tuvimos que hacer cuando sabemos que se produce esa ruptura! En diciembre de 1966 Mario Monje viene aquí. Viene luego el segundo jefe del Partido, Jorge Kolle. Yo los invité y les expliqué lo que había pasado. A Juan Lechín, un líder obrero conocido, lo invitamos también, y estuve como tres días con él por la zona oriental para persuadirlo de que ayudara al Che. Lo prometió.
¿Usted invita a Lechín aquí en La Habana?
Sí, porque estaba muy preocupado con la ruptura. Pienso que realmente no había ninguna razón para exigir aquel mando, simplemente tal vez hubiera hecho falta un poco, digamos, de mano izquierda. Porque, en realidad, si Monje lo pide, el Che le podía dar el título de general en jefe, de lo que quisiera, sin mando de tropa. Había un problema de ambición, la aspiración era un poco ridícula. Monje no poseía las condiciones para dirigir aquello.
¿El Che pecó por rigidez?
Lo del Che era superhonradez, era superhonradez, y el término diplomacia, no engaño, el término astucia, posiblemente le repugnaba.
Pero, óigame bien, si en nuestra propia Revolución ¿cuántas veces descubrimos nosotros ambiciones en los hombres? ¿Quién podía sustituir? ¿Quién tenía prestigio y talento para ocupar una determinada responsabilidad? Majaderías. Más de una vez nosotros tuvimos que entregar mandos y hacer concesiones. Hace falta un cierto tacto en determinadas condiciones en que si tú vas directo no encuentras solución. En aquel momento esa ruptura entre Monje y el Che hacía daño.
¿Perjudicaba?
Perjudicaba mucho. No se sabe los esfuerzos que hicimos nosotros por impedir el daño.
Para conciliar.
Usted no se imagina aquí, incluso, algunas cosas que toleramos, errores grandes. iErrores grandes! Cometidos a veces por uno o por otro. Hicimos siempre, por encima de todo, una crítica al hecho, pero con el espíritu de unidad.
Claro que Monje actuó mal, y después, ya le digo, vino el segundo del PCB, Jorge Kolle, y lo convencí de que, a pesar de la disciplina partidista, no podía dejar abandonada a aquella gente. Llamé a Lechín, conversé con él, lo convencí de que apoyara al movimiento guerrillero.
Pero ya, cuando apenas el Che llega de su recorrido, después de esa excursión —que se extendió, porque él sometía a prueba a los hombres, los entrenaba a partir de la propia experiencia que habíamos tenido en las montañas—, entonces se encuentra aquellos problemas allí, y casi inmediatamente hay una fuerza enemiga que está entrando y la guerrilla cae en una emboscada del ejército.
En un momento, sufren una traición. Y ya el ejército sabe que hay una fuerza guerrillera en la zona. Es cuando, digamos, prematuramente, se desarrollan los combates, y lo que no queríamos se produce; queríamos que, antes del primer combate, estuviera organizado un frente, y había fuerzas con qué organizarlo.
Sin embargo, los factores políticos vinieron a influir. En su diario el Che lo explica todo. Se produce lo siguiente: se divide el grupo. Él trata todo el tiempo de buscar el contacto con "Joaquín" y el grupo de "Joaquín", en el que estaba Tania. Invierte todo ese tiempo y se producen una serie de combates en el recorrido tratando de reunirse con "Joaquín". Es cosa curiosa, el Che llevó meses buscándolo, ¡meses! Él creía que era una mentira cuando escuchó por radio la noticia de la destrucción de aquel grupo.
Pero, en un momento dado, se convence de que ciertamente es real el aniquilamiento del grupo de "Joaquín", que se había producido bastante tiempo atrás. Él marchaba con Inti Peredo y los demás guerrilleros hacia una zona donde Inti tenía contactos e influencia; pero recibe aquellas noticias. Eso lo impacta mucho y creo que, en ese momento, reacciona con cierta temeridad. Él va, además, con algunos compañeros que no están en buenas condiciones, casi no pueden moverse, eso retrasa, pero va avanzando; ya tiene cuadros bolivianos.
Todavía ese grupo, si llega a aquella zona, prospera; pero él mismo cuenta en el diario cuando llega a una tienda, y escribe: "Vamos precedidos por radio ‘Bemba’, todo el mundo nos está esperando"; pero sigue. Llega por el mediodía a una aldea, está vacía. Aldea vacía es señal de cosas extrañas, de la posible presencia de una fuerza, y él a esa hora continúa su marcha, en pleno día. Va a la vanguardia Inti. En ese momento, una tropa, una compañía que está observándolo todo, mata a un miembro boliviano de la guerrilla, a algunos otros; rechazan la pequeña fuerza guerrillera, y el Che tenía enfermos y unos pocos compañeros en condiciones de luchar cuando cae allí en una zona sumamente difícil, la quebrada de El Yuro, donde combate y resiste hasta el momento en que una bala lo deja sin arma.
El Che no era hombre que pudiera caer prisionero; pero una bala le obstruye su fusil, y, ya muy cerca, lo hieren. Está herido y sin fusil, así es como lo apresan y llevan a un pueblito cercano, La Higuera. Al día siguiente, el 9 de octubre de 1967, al mediodía, lo ejecutan a sangre fría. El Che sí que no habría temblado jamás, porque, al contrario, cuando tenía una situación de peligro era cuando más se crecía.
¿Usted piensa que él se hubiese inmolado?
Bueno, yo antes de caer prisionero me hubiera inmolado. Es seguro que él lo habría hecho también; pero es que él no tiene alternativa, está combatiendo, que es lo que tiene que hacer. El Che era el hombre que luchaba hasta la última bala, y que no tenía ningún temor a la muerte.
¿Cómo se entera usted de la muerte del Che?
Aunque consciente de los peligros que él estaba corriendo desde hacía meses, y de las condiciones extremadamente difíciles que enfrentaba, su muerte me pareció algo increíble, un hecho, no sé, al que uno no puede acostumbrarse fácilmente. Pasa el tiempo y, a veces, uno sueña con el compañero que murió, y lo ve vivo, conversa con él y, de nuevo, la realidad nos despierta.
Hay personas que, para uno, no murieron; poseen una presencia tan fuerte, tan poderosa, tan intensa, que no se consigue concebir su muerte, su desaparición. Principalmente por su continua presencia en los sentimientos y en los recuerdos. Nosotros, no solo yo, sino el pueblo cubano, sufrimos de manera extraordinaria con la noticia de su muerte, aunque no fue inesperada.
Llegó un cable noticioso informando lo que había ocurrido en la quebrada de El Yuro el 8 de octubre de 1967. En la mayoría de los cables lo que se anunciaba era mentira, pero ese cable narraba algo que había ocurrido realmente, porque aquella gente no tenía la imaginación suficiente para inventar una historia ajustada a la única forma en que una guerrilla podía exterminarse. Para mí la conclusión fue instantánea: vi que era una noticia veraz.
El hábito de estar siempre interpretando cables, en que tú ves mentiras, mentiras y mentiras, sin ninguna imaginación, y de repente te das cuenta de que no podían inventar la historia de la única forma como pudieron liquidar a ese grupo.
Ahora, lo interesante no es leer solo lo que escribe el Che en su diario, sino lo que escribieron los jefes que combatieron contra él. Es impresionante la cantidad de combates y de éxitos que tuvo aquel puñado de hombres.
Nosotros sufrimos mucho —era lógico que sufriéramos cuando llega la noticia de su muerte, comprobada. Fue por eso que, en el dolor de la muerte, por aquellos días pronuncié un discurso en que pregunto: "¿Cómo queremos que sean nuestros hijos?", y respondo: "Queremos que sean como el Che", y eso se convirtió en una consigna de nuestros pioneros: "Pioneros por el comunismo: Seremos como el Che".
Después llegó el diario; no se sabe lo que vale, para conocer todo lo ocurrido, su idea, su imagen, su entereza, su ejemplo. Un hombre de un pudor, de una dignidad y de una integridad enormes, es lo que es el Che y lo que el mundo admira. Un hombre inteligente, un visionario. El Che no cayó defendiendo otro interés u otra causa que la causa de los explotados y de los oprimidos de América Latina. No cayó defendiendo otra causa que la causa de los pobres y de los humildes de la Tierra. La causa del Che triunfará, la causa del Che está triunfando.
Su imagen está en todo el mundo.
El Che es un ejemplo. Una fuerza moral indestructible. Su causa, sus ideas, en esta hora de lucha contra la globalización neoliberal, están triunfando. Y luego, en junio de 1997, ¡qué mérito el de los que encontraron su cadáver y el de otros cinco compañeros! Hay que agradecer, incluso, a los bolivianos, a las autoridades; cooperaron, ayudaron.
¿Para encontrar sus restos?
Ese hombre, Jorge González, que hoy es rector de nuestra Facultad de Ciencias Médicas, ¡qué mérito!, cómo lo encontraron, eso es milagroso.
¿Cuál es la gran lección que deja el Che?
¿Qué queda? Yo pienso que lo más grande son realmente los valores morales, la conciencia. El Che simboliza los más altos valores humanos, y un ejemplo extraordinario. Creó una gran aureola y una gran mística. Yo lo admiraba mucho, y lo apreciaba.
Siempre produce mucho afecto esa admiración. Y le expliqué la historia de por qué yo me acercaba mucho a él.
Son muchos los recuerdos que nos dejó, imborrables, y por eso digo que es uno de los hombres más nobles, más extraordinarios y más desinteresados que he conocido, lo cual no tendría importancia si uno no cree que hombres como él existen por millones, millones y millones en las masas. Los hombres que se destacan de manera singular no podrían hacer nada si muchos millones, iguales que él, no tuvieran el embrión o no tuvieran la capacidad de adquirir esas cualidades. Por eso nuestra Revolución se interesó tanto por luchar contra el analfabetismo y por desarrollar la educación, para que todos sean como el Che.