domingo, 26 de marzo de 2017

Montevideo, la ciudad más cara de América Latina




Según el ranking que elabora la revista The Economist, la capital de Uruguay es la más cara de la región y ocupa el lugar 62 en el mundo.

El ranking costo mundial de vida confirma la percepción que todos los montevideanos (y uruguayos en general) tenemos cotidianamente.
El estudio analiza el precio de un conjunto de 160 productos y servicios (entre los que se incluye por ejemplo el valor de un café, un litro de leche, el precio de un refresco o el costo de alquiler de un apartamento) para concluir que Montevideo es la ciudad más cara de Latinoamérica y supera al resto de las capitales de la región.
El lugar en el ranking de The Economist es el mismo que ocupa Montevideo en relación al costo del transporte colectivo ya que es uno de los más caros del continente según datos divulgados en el año 2016.
Aunque otros estudios ubican a nuestra ciudad como una de las que tiene mejor calidad de vida en estos casos se toma como variable principal el acceso a los servicios básicos y la seguridad.
Que los precios sean caros o haya una buena calidad de vida en la ciudad no son datos que se pueden analizar aisladamente; dependen del poder adquisitivo de la persona y de sus posibilidades reales. Como expresa el demógrafo Juan José Calvo “A 20 minutos de distancia de ómnibus en Montevideo tenemos una ciudad que se parece a Suecia y otra que se parece al África subsahariana”. Mientras que en el Barrio Marconi más del 60% de sus habitantes tiene al menos una necesidad básica insatisfecha, en barrios acomodados de la ciudad ese valor se reduce sensiblemente (alrededor del 4% en Carrasco o Punta Gorda).
Claramente Montevideo, y todo el Uruguay, es un lugar muy caro para vivir y en especial para los trabajadores y sectores populares ya que sus ingresos no acompasan el costo de vida ni los precios.
Tres periodos de gobiernos frenteamplista, con una situación económica internacional favorable al Uruguay por el precio de los commodities, no han logrado cambiar esta tendencia sino más bien todo lo contrario. Los bajos salarios del “modelo” no permiten a la mayoría de la población satisfacer las necesidades mínimas para vivir dignamente.

Hernán Yanes

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