jueves, 20 de octubre de 2016

Estados Unidos: Elecciones en medio del tembladeral




En vísperas del último debate presidencial

El último tramo de la campaña electoral norteamericana se ha visto sacudido por una guerra de “carpetazos” y nuevos datos que arrojan una sombría perspectiva económica.
La Reserva Federal ha rebajado sus proyecciones de crecimiento del PBI para 2016 al 1,8% anual y estima que “la tasa de crecimiento potencial de largo plazo (5/10 años) ha caído en una proporción similar” (Clarín, 9/10). Pese a la activa intervención estatal, a la crisis de 2008 le siguió la recuperación más débil desde la década del ’30. Las empresas concentran sus fondos en el mercado financiero y se está creando una nueva burbuja (Prensa Obrera N° 1424).
La crisis industrial, en tanto, se refleja en la pérdida de cinco millones de puestos de trabajo en los últimos 15 años.

Retroceso estratégico

Trump, que explota en su favor el malestar por la situación económica, ratificó en los debates sus planteos de barreras a las importaciones y de oposición a los tratados de libre comercio.
Pero también Clinton ha debido recoger planteos proteccionistas, reflejando no solo un accionar demagógico sino también la presencia de un debate de fondo en el imperialismo ante el impasse de la economía.
En perspectiva, este escenario siembra dudas sobre el futuro del Tratado TransPacífico (TTP), que debe ser refrendado a fin de año por el Congreso. No es un hecho menor: el TTP es uno de los recursos del imperialismo para cercar a China. La crisis ha hecho naufragar, por lo pronto, las negociaciones por el TTIP (tratado de libre comercio entre la Unión Europea y Estados Unidos).
El proteccionismo, sin embargo, presenta sus propios límites y despierta el resquemor de los sectores de la burguesía que tienen deslocalizada parte de su producción en el extranjero y explotan la mano de obra barata de otros países (como la industria automotriz con México). Esto explica, en buena medida, la oposición mayoritaria del establishment, incluyendo sectores del Partido Republicano, a la candidatura de Trump, que expresa más consecuentemente estos planteos proteccionistas.
Pero la diatriba nacionalista de Trump ha engendrado un temor adicional, que puso por escrito el derechista Andrés Oppenheimer. Según éste, una coronación del magnate belicista y de constantes improperios contra los extranjeros desataría una nueva ola antiimperialista en la región. “Sería el presidente ideal para aquellos que aducen que Estados Unidos es un imperio racista, y que usan el ‘antiimperialismo’ como excusa para agitar a las masas” (El Nuevo Herald, 10/9).
Si Trump ha sabido explotar en su favor la crisis económica, también lo ha hecho con el empantanamiento yanqui en Medio Oriente y Asia Central, aunque sin más propuestas que un “plan secreto” para eliminar a Estado Islámico. Su rival defendió en el segundo debate la estrategia de los bombardeos aéreos y el armamento de los kurdos del norte de Siria y de Irak. Los yanquis dependen de todo tipo de pactos políticos -muchos de ellos contradictorios- en la región.
La crisis económica y el empantanamiento miliar revelan un retroceso más general del imperialismo.

Carpetazos

Así las cosas, la profundidad de la crisis norteamericana impide dar por muerto al outsider Trump, aun cuando muchas encuestas lo dan por acabado. The Washington Post, que difundió el lascivo audio contra el candidato republicano, asegura que la filtración no movió el amperímetro en las encuestas que realiza y que sus números arrojan un resultado parejo.
Trump, emergente derechista y fascista de la crisis, apuesta a canalizar el malestar popular para ganar aún con el establishment mediático e incluso con buena parte de su propio partido (que se ha concentrado en tratar de preservar sus posiciones en el Congreso) y de la burguesía en su contra. Para hacer creíbles las denuncias de fraude que agita ahora podría recurrir al antecedente concreto del escandaloso fraude en la elección presidencial del año 2000.
La campaña es brutal: Wikileaks aseguró que tiene aún decenas de miles de mails por filtrar y los demócratas denuncian que detrás de las filtraciones contra su candidata se encuentra Rusia, cuyo líder Vladimir Putin ha sido elogiado por Trump. Ahora, además, el FBI lanzó otra tanda de acusaciones contra la candidata por el uso negligente de su correo privado.
Las filtraciones expresan tal vez un agrietamiento del aparato estatal y muestran indudablemente la putrefacción de un régimen social personificada en sus candidatos y sus “atributos”: abuso sexual, encubrimiento de abusos, discriminación racial y duplicidad, entre otros.

Régimen político

Clinton no despierta entusiasmo alguno e intenta ganar denunciando a la bestia que tiene enfrente. “Soy la última cosa entre ustedes y el apocalipsis”, declaró a los votantes (La Nación, 12/10). Para levantar su campaña, han metido en las recorridas a Michelle Obama y sobre todo a Bernie Sanders, el emergente por izquierda de la profunda crisis yanqui.
La crisis que envuelve a republicanos y demócratas astilla ambas formaciones políticas (sobre todo a los primeros) y plantea una reconfiguración del régimen político bipartidista. Plantea un interrogante sobre los niveles de abstención en noviembre y la performance que puedan tener los terceros candidatos, la "verde" Stein y el "libertario" Johnson.
El trasfondo de los comicios norteamericanos es explosivo.

Gustavo Montenegro

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