domingo, 2 de octubre de 2016

La crisis del PSOE y la debacle de la socialdemocracia europea




El PSOE estalla y suma a la crisis de los socialdemócratas en Europa. Del hundimiento del PASOK en Grecia al fenómeno Corbyn en el Reino Unido. Crisis abismal del socioliberalismo europeo.

El Partido Socialista Obrero Español, que de “socialista” y “obrero” no tiene nada, afronta su mayor encrucijada desde 1979, cuando en un Congreso histórico la dirección logró imponer el abandono de toda referencia al marxismo, movimiento preparatorio para los años “dorados” en el poder como gestores del capitalismo español.
El artífice de aquel “giro” era el joven Felipe González, entonces con chaqueta de cuero y discursos de tribuna. El mismo que casi 30 años después, desde los despachos de los barones socialistas y las editoriales de El País, urde el “golpe de mano” para cortar la cabeza de Pedro Sánchez.
El objetivo de la jugada: apoyar mediante la abstención un gobierno del Partido Popular, como reclaman desde el establishment del IBEX35. Punto final para el papel histórico del PSOE como sostén del bipartidismo español, un rol que ya de por sí estaba muy degradado.
En estos días se define el futuro del PSOE, con la posibilidad de grandes rupturas, o, de mínima, el desencanto en cascada de gran parte de sus votantes que, según algunas encuestas, se inclinaban en un 70% por no apoyar un gobierno del PP.
Demás está decir que Sánchez no representa un proyecto político, social y económico muy diferente en lo sustancial, pero intentaba preservar al PSOE como "oposición" para evitar el hundimiento, de su partido y de sí mismo.
La crisis de los socialistas españoles agrava la hecatombe de la socialdemocracia europea, y se explica con ella.

El éxito del socioliberalismo en el poder preparó su ruina

La “edad de oro” de la socialdemocracia en el poder alcanzó su cenit desde fines de los ‘70 y durante los ‘80, llegando a sus máximos electorales en Europa a mediados de los ‘90. Pero, paradójicamente, fueron estos años “exitosos” de los partidos socialdemócratas en el poder los que forjaron su crisis actual.
Durante este período se produjo el giro neoliberal y su conversión en “socioliberalismo”, subordinados al capital financiero en el marco de la consolidación de las reglas del juego de la Unión Europea.
Felipe González fue un pionero en esta cruzada con desregulación de la economía y un proceso de “reconversión industrial” que dejó un tendal de cientos de miles de despidos. Los sucesivos gobiernos del bipartidismo PP-PSOE profundizaron esa línea.
Aunque el caso paradigmático que marcó la época fue la “Tercera vía” de Tony Blair. En palabras del intelectual anglo pakistaní Tarik Ali, el laborismo se transformó en un “thatcherismo por otros medios”. Ahondó las políticas neoliberales, en una sociedad marcada la derrota de la huelga minera y el aplastamiento de los sindicatos. Siguieron los recortes al gasto público, impuestos regresivos, desregulación sistemática y beneficios sin igual para la “City” de Londres. El nuevo laborismo de Blair fue también el partido de la guerra de Irak y la OTAN, aliado clave de Estados Unidos.
En Alemania esta política fue encabezada por el canciller Schroeder del SPD: con su “Agenda 2010” se modificaron leyes laborales para permitir la expansión de los trabajos parciales y precarios, uno de los “secretos” del “milagro alemán” de las últimas décadas. Junto con el aumento de las exportaciones alemanas y la utilización de mano de obra barata en el Este, este éxito permitió la estabilidad del gobierno de Merkel.
A fin de cuentas, los socialdemócratas de la “tercera vía” fueron la vía más eficaz para el neoliberalismo, desarmando o enfrentando a los sindicatos y a su propia base social, mientras fortalecían a una burocracia sindical adicta que cosechó –y sigue cosechando- las migajas del pastel.

Crisis económica y crisis política

La crisis económica capitalista abierta en 2008 ha acelerado, como un líquido revelador, esa crisis profunda de la socialdemocracia europea.
El hundimiento del PASOK en Grecia tuvo tal magnitud que el término ‘pasokización’ se transformó en la definición de todos los miedos para la socialdemocracia. Especialmente en el sur de Europa, donde la crisis golpeó de forma más directa y con mayor impacto social. En España, Grecia y Portugal, la crisis de la socialdemocracia abrió espacio a la irrupción de alternativas políticas reformistas a su izquierda, como Podemos, el Bloco o Syriza.
En este último caso, sin embargo, la voracidad de la crisis se “comió” no solo al PASOK, sino que logró la asimilación de Syriza como un partido socialdemócrata más en tiempo récord. Un partido que asumió el poder con un discurso a favor de un “gobierno de izquierda”, para convertirse en un eficiente aplicador de los recortes y ajustes contra el pueblo griego que exige la Troika.
En el otro polo, el territorio de la estabilidad germana, los gobiernos de “gran coalición” ubicaron al SPD en un papel estratégico de gobierno en común con los conservadores de Ángela Merkel, responsables de apretar la soga en favor de las políticas “austeritarias” para el resto de Europa. Las últimas elecciones regionales en Berlín, aunque mantuvieron a la socialdemocracia como el partido más votado, mostraron sin embargo que su caída sostenida de los últimos años no se detiene.
Entre estos dos extremos, transcurren múltiples expresiones de la crisis. Está el caso de Austria: allí los socialdemócratas también gobiernan en gran coalición con los conservadores, pero las últimas elecciones fueron un golpe potente, ya que ninguno de los dos partidos tradicionales logró pasar a la segunda vuelta, donde emergió un candidato de la extrema derecha frente a un candidato independiente ligado a los verdes.
En el Reino Unido, en una situación política marcada por la polarización y el brexit, la crisis del laborismo se manifestó de manera completamente distinta. La emergencia del “fenómeno Corbyn” y la afiliación masiva de miles de jóvenes para apoyar su candidatura, ahondó las divisiones internas del partido entre su ala más conservadora ligada al grupo parlamentario y la nueva dirección del partido, apoyada por la base juvenil y de los sindicatos. No hubo hundimiento como en Grecia, ni la emergencia de un Podemos a su izquierda como en España: lo que se produjo fue una “podemización” del laborismo desde su interior, aumentando la tensión interna que aún no está resuelta.
Por último, la situación del Partido Socialista en Francia es significativa. El gobierno ha enfrentado un movimiento de protesta profundo contra la reforma laboral, uno de los más largos y persistentes de los últimos años. En este marco, la caída sin fin de la popularidad de Hollande, expresa la ruptura de la base social tradicional del PS con ese partido. Un proceso que avanza sin que haya emergido hasta el momento una alternativa política importante por izquierda que pueda capitalizarlo. En cambio, se mantiene el ascenso de la extrema derecha del Frente Nacional, que seguramente disputará con Sarkozy las presidenciales, en un giro a la derecha del escenario político por arriba.
En toda Europa podemos ver las consecuencias de la crisis de la socialdemocracia -y también de los conservadores- con la emergencia de nuevos fenómenos políticos por derecha y por izquierda. Aunque estos últimos, como ya se ha mostrado en Grecia, Portugal y España, buscan clonar los modelos de la socialdemocracia para ganar a su electorado, asimilando su discurso y su programa.
La crisis del PSOE, que en estos días se ha precipitado hasta poner al partido al borde del abismo, es expresión de estos movimientos profundos, la desafección entre sectores de masas con sus antiguos representantes y el descontento social con las políticas austeritarias de los últimos años. Las consecuencias de esta crisis todavía están por verse, pero está claro que serán profundas.

Josefina L. Martínez
Historiadora | Madrid

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