lunes, 12 de septiembre de 2016

Los comunistas no buscamos extender la vida del capital ni oxigenarlo.




XXIII entrega

Este material o documento data del año 2001 a muy pocos días del “supuesto” atentado contra las torres gemelas, fecha que coincide con aquel ataque real del terrorismo fundamentalista e integrista al pueblo chileno, a la clase obrera chilena, al gobierno socialista de Salvador Allende (11 de setiembre 1973). En aquel momento (11/9/2001) la maquinaria propagandista del enemigo de clase busco hacer un haz de condena al terrorismo en general y levantar un canto de paz y de plegaria a la no violencia. Violencia que por cierto el enemigo emplea cotidianamente contra los pueblos del mundo y visto esto en particular y concreto, es tambien el grito histérico de las patronales y cámaras de industria, comercio y asociaciones de bancos contra los trabajadores. Desde luego que cuentan siempre con el ESTADO de CONSENSO-CONTROL-REPRESIÓN, el ESTADO de clase que el reformismo y revisionismo oculta, unos de puros ignorantes y funcionales que son y otros a sabienda de lo que dicen y hacen. Cómplices ambos y esto pasa aún hoy con los llamados gobiernos “...populares, de izquierda del sistema, reformistas y conciliadoras...”
Quienes lean este material tendrán que hacer el esfuerzo de ubicarse en aquel contexto que por otra parte no es muy diferente a este. En realidad aquella fecha significó taxativamente todo lo que hoy es parte de la escena mundial. regional y nacional.

El final de la guerra fría, significó un reordenamiento en el orden mundial, un cambio de la correlación de fuerzas a escala planetaria. Al mismo tiempo el papel hegemónico del Imperialismo marca la impronta de la época, sin poder por ello ocultar su profunda crisis, esta de carácter terminal.
El criterio belicista de los EEUU es una necesidad existencial, que sufren los pueblos del tercer mundo y todos aquellos que se oponen a su política anexionista. A poco menos de un año de comenzado el nuevo milenio, la orientación en la Casa Blanca cambiaría radicalmente. Con el gobierno republicano asciende al poder el “integrista y fundamentalista” George W. Bush, con él los “halcones” y el fascismo. A partir del 11 de setiembre del 2001 el gobierno de EEUU, ha lanzado entre otras medidas, una profunda ofensiva ideológica y política, tendiente a crear el máximo de confusión, sobre los métodos y formas de lucha, que en el curso del desarrollo de los mismos, van poniendo en práctica los pueblos, sus clases oprimidas y las organizaciones que lo representan. Esta campaña tiene como objetivo principal, desacreditar la lucha revolucionaria de los trabajadores y los pueblos, aislar a las vanguardias que se van conformando durante las luchas, crear las condiciones políticas para poder reprimirlas y llegado el caso, eliminarlas físicamente. Estados Unidos y quienes lo acompañan se plantean elevar al terrorismo como política mundial con el fin de asegurar su dominio a escala planetaria. Esta descomunal campaña política ideológica, reproducida por la mayoría de los medios masivos de comunicación, arrastra también a buena parte de los sectores democráticos y antiimperialistas y a un considerable número de fuerzas de izquierda, que desde una condena general del llamado terrorismo, no se preocupan de esclarecer frente a las masas, las formas y métodos de la lucha de clase, su desarrollo, la vinculación dialéctica entre los mismos, contribuyendo de este modo a generar confusión y parálisis en el movimiento popular, a privilegiar el pacifismo, el parlamentarismo y toda otra forma de lucha que de hecho, rechazan los métodos y formas de lucha, en donde los pueblos y sus organizaciones despliegan la violencia revolucionaria en combinación con otras formas de lucha, con el objetivo de poner fin a la explotación, el hambre y la miseria de millones de personas. Objetivo que no se puede lograr sin derrocar a la burguesía del poder, poner fin al capitalismo y sus consecuencias, y abrir paso a la construcción del socialismo.
En este cuadro, se hace imprescindible reafirmar que la lucha antiimperialista se hace extensiva al oportunismo y a la conciliación, de lo que se deduce la importancia de fijar posición. 1) La burguesía considera toda acción de lucha de los trabajadores y los sectores populares como actos subversivos violentos, que atentan contra sus leyes y orden. En determinadas ocasiones, llegan al extremo de considerar a las más elementales formas de lucha como las huelgas, cortes de rutas, piquetes, etc., como una forma de terror que se ejerce contra una parte de la población. 2) Al tiempo que difunde esta opinión, intenta ocultar que desde el aparato del estado, - que no es otra cosa que el aparato de dominio de una clase sobre otra, - y a medida que crecen las luchas de los trabajadores y el pueblo, la burguesía, profundiza todos los mecanismos de represión utilizando la justicia, las cárceles, los servicios de información, los grupos parapoliciales, hasta llegar a la aplicación lisa y llana del terrorismo de estado. 3) Para enfrentar esta política, los trabajadores y las fuerzas populares, van ampliando y profundizando sus formas de luchas, combinando unas con otras, reemplazando las anticuadas y ahora inservibles, por otras más efectivas para la nueva situación dada. Desde esta perspectiva afirmamos que es un deber de las fuerzas revolucionarias, organizar, alentar y contribuir a desarrollar todas las formas de lucha que las masas desarrollen para conquistar sus objetivos, tanto los inmediatos como los históricos. No hacerlo, es apartarse del camino revolucionario, es claudicar política e ideológicamente frente al enemigo, es arrastrar a los trabajadores y al pueblo a la confusión y la parálisis. 4) Que en este sentido el marxismo-leninismo, hace ya mucho tiempo que delimitó su posición frente a otras corrientes del campo popular, que negando el papel de las masas en los cambios históricos, empujadas por la desesperación, la inmadurez política o ideas falsas sobre la lucha de clases, emprenden acciones al margen de las mismas, renunciando al trabajo paciente de educación en las ideas del socialismo, a desarrollar el espíritu, la disciplina y la organización revolucionaria en el seno de la clase obrera y los sectores oprimidos por el capital, e intentan reemplazar a las mismas por la acción individual o de un grupo. 5) Que si bien los marxistas rechazan el terror individual como forma apta para la lucha de clases, por su carácter desorganizador de las masas, que reduce a las mismas a simples espectadoras y en definitiva porque resulta inocuo frente al enemigo; al mismo tiempo considera, que en el marco de las luchas de las masas y en función de las necesidades de esa misma lucha, es un deber de los revolucionarios llevar adelante medidas de castigo contra los elementos provocadores, los contra revolucionarios, los torturadores y toda clase de elementos que se ensañan contra los trabajadores y el pueblo. 6) Que considerar actos terroristas estas y otras acciones que en el curso de las luchas los pueblos y sus vanguardias ponen en práctica, no solo es hacerle el juego a la burguesía y confundir a los trabajadores, sino también, constituye una claudicación en el terreno ideológico y práctico que facilita la labor del enemigo en su política por aislar y exterminar a la vanguardia revolucionaria. 7) Estos problemas, de enorme importancia para contribuir al avance del proceso revolucionario, deben ser planteados con la máxima claridad, en momentos en que el Imperialismo yankee se plantea extender a nivel mundial su guerra contra los pueblos e impedir por todos los medios a su alcance la formación de una organización revolucionaria capaz de desarrollar todas las forma de lucha. América Latina es considerada por los yankees como parte del teatro de operaciones en donde Cuba, las FARC, Venezuela, Bolivia han sido incluidas como parte de los movimientos “cuasi” terroristas. En nuestro país, en complicidad con el cogobierno del NM-EP-FA-Partido Colorado y Blanco, se plantean introducirse como “cuña”y romper todo intento de Unidad de los pueblos. De todas formas, es utilizar a nuestro país como una base desde donde controlar todo el Cono Sur. Esta situación nos plantea a los trabajadores, campesinos pobres, a los pueblos indígenas, a los jóvenes, mujeres y a las fuerzas antiimperialistas y revolucionarias de toda América Latina, tareas que tendremos que saber cumplir con responsabilidad, serenidad y la firmeza, que la situación requiere. 8) Que teniendo en cuenta la experiencia vivida en nuestro país, todos tenemos la obligación de no repetir los errores y aprender las lecciones de la historia. En la década de los 60-70 muchas organizaciones fueron caracterizadas como terroristas, porque en sus accionar supieron combinar las distintas formas de lucha, desde lo electoral, hasta la armada. Esta caracterización, en su momento fue amplificada por distintas organizaciones, incluso de izquierda, que hoy, 30 años después, reivindican a muchos de estos compañeros como verdaderos revolucionarios. 9) Que desde esta perspectiva manifestamos nuestra más amplia solidaridad, con todos los pueblos del mundo que luchan por su liberación, por la independencia, contra el imperialismo y por el socialismo.
A modo de síntesis, se hace necesario aclarar y afirmar un aspecto que nos parece central: el imperialismo le a declarado la guerra a la humanidad, entendiéndose esta, por los pueblos que luchan contra la explotación y el saqueo, entre otras cosas. Por lo tanto conviene precisar que, estamos en guerra, y que la guerra, a pesar de los escandalizados “pacifistas”, es violenta. Guerra, violencia y terrorismo, reinstalan un debate que no es nuevo, que en el fondo intenta justificar la violencia de arriba, el terrorismo, la guerra que desatan los enemigos del pueblo, de la clase obrera, de los sectores expulsados y cantegrilizado por las ortodoxas políticas imperialistas que ejecutan la derecha y para no ser menos, también el “progresismo”. Quienes dicen defender la vida en general, que están contra toda guerra o contra la guerra en abstracto, detrás de esas orientaciones, se esconde siempre el interés de clase funcional al imperialismo. Es esta también una forma de deslegitimar toda actividad de resistencia violenta a la opresión, por parte de los pueblos o de cualquier sector oprimido o sojuzgado en el mundo. En principio, no repudiamos al terror en abstracto, ni descartamos a priori ningún método de lucha que puedan utilizarse los pueblos contra sus agresores y opresores. Mucho menos estamos dispuestos a sumarnos en estas condiciones concretas, a sostener el paraguas del antiterrorismo, con que el imperio pretende oxigenar su campaña neocolonialista en Oriente, Asia, en fin, en todo el mundo. Frente a este tipo de hechos hay que realizar un análisis de clase. En cada caso delimitar quien ejerce el terror, la violencia o el método que sea. En el contexto de una guerra que está en curso ¿qué intereses concretos de clase la promueven- cual es el contenido de esos intereses y que es lo que se debe repudiar?. Lenin dijo a este respecto en su momento “...que al terror blanco había que oponerle el terror rojo...”, y esto es olvidado habitualmente, aun por los que se dicen Leninistas.

Por la Unidad Obrero -Campesino
Por la Unidad Latinoamericana
Por la Unidad Antiimperialista
Por la liberación y el Socialismo.

Osbaldo Zuñiga

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