viernes, 6 de abril de 2018

El juicio a Lula y las arbitrariedades de la Corte Suprema golpista




La decisión de ayer del STF indica un nuevo episodio en una serie que deja corto a lo mejor de House of Cards en cuanto a chicana y arbitrariedad para atender intereses políticos, económicos y personales.
La noticia de la negativa de la Corte Suprema (STF) de Brasil en conceder el habeas corpus a Lula, autorizando el encarcelamiento de quién está primero en las encuestas hacia las elecciones presidenciales, recorrió el mundo. La decisión del miércoles es un nuevo episodio del clímax en una serie que deja corto a lo mejor de House of Cards en cuanto a chicana y arbitrariedad para atender intereses políticos, económicos y personales. Pero el proceso de conjunto va mucho más allá de las habilidades de sus actores: muestra la creciente división de la Corte Suprema como parte de la polarización social y política del país, y como actúa esa institución, en medio de esta división, como una palanca crucial en el golpe institucional.
El proceso contra Lula es autoritario y arbitrario, pero no es un punto fuera de la curva. Ejemplifica, en su diferencia con otros procesos, cómo el STF y el poder judicial brasileño sentencia según los intereses golpistas y su continuidad.
La decisión del STF, completamente contraria a las decisiones de la misma corte en relación a Aécio Neves, excandidato presidencial del PSDB (el partido del expresidente Cardoso) o del oligarca Renan Calheiros del PMDB (partido del actual presidente Temer), tuvo un objetivo: continuar la obra golpista iniciada en 2016. En aquel momento se trataba de sacar a Dilma Rousseff para garantizar ataques más duros y rápidos a los trabajadores que los que ya venía aplicando el PT. Ahora se trata de garantizar mejores condiciones para candidatos que defiendan la profundización de la agenda de privatizaciones, reforma previsional y otros ataques en la contienda de octubre de 2018. Para ese objetivo quieren impedir que la población brasileña pueda votar a quien quiera, incluso a Lula, aunque este sea el agente de la conciliación con la misma burguesía y burocracia estatal que hoy lo persigue, y a pesar de que los gobiernos del PT hayan garantizado un crecimiento inédito de las multimillonarias ganancias capitalistas.
De paso, en medio de toda la operación judicial Lava Jato, son destruidas empresas estatales y “gigantes nacionales” privadas para abrir camino a empresas imperialistas.
La decisión en contra de Lula es muy distinta de cómo el STF y especialmente la jueza Cármen Lúcia trató casos cruciales para la agenda del golpe institucional
El juicio contra Lula, al igual que toda la operación Lava Jato, está viciado de autoritarismos: con magistrados que decían “no tener pruebas pero tener convicciones” (Dallagnol), otros diciendo “que no leí la primera instancia y no leí la segunda instancia” y votaban por la “refundación del país” (juez Barroso), o por innovaciones en el pensamiento sofístico como la producida por el juez Moraes “reconozco los derechos fundamentales, pero son relativos”. O aun la jueza Rosa Weber, que votaba por la estabilidad de la decisión de una mayoría que solo existió porque ella no votó según lo que declaraba que tendría que haber sido su voto. Algo verdaderamente interesante. Con la decisión de Rosa Weber se demostró victoriosa la táctica de la presidenta de la Corte, Cármen Lúcia, de votar sobre el habeas corpus de Lula pero no sobre la revisión de las dos acciones de interpretación constitucional (llamadas ACDs, Acciones Directas de Constitucionalidad) que tiene en su cajón desde diciembre, la cuál se niega a poner en el orden del día del Tribunal. Tal revisión impediría cualquier prisión antes de una sentencia firme de tercera instancia. Rosa declaró que si se pusiera a consideración la revisión de la interpretación constitucional votaría junto con los otros cinco jueces que defendieron el habeas corpus de Lula, lo que hubiera invertido la apretada mayoría de ayer a favor del expresidente, garantizando su libertad.
La autorización para la prisión de Lula fue aplaudida por la Red Globo y todos los grandes diarios del país, ni hablar por la cúpula del Ejército que lanzó diversas amenazas de uso de la violencia para chantajear a los jueces.
Pero esta decisión, con todas las maniobras del orden del día del Tribunal por parte de Cármen Lúcia, es completamente diferente de como ella misma actuó en el juicio a Aécio Neves, preservando este importante actor de uno de los más tradicionales partidos burgueses del país. Ella se reunió repetidas veces con el senador, como documentó la prensa brasileña, y profirió el voto decisivo para desempatar la votación, garantizando que no podría ser separado del Senado sin que el mismo Senado lo autorizara, lo que nunca pasaría, y nunca pasó.
Más aun, el propio procedimiento con Aécio, cuyo mandato fue salvado en octubre de 2017, fue radicalmente distinto del adoptado en junio de 2016 por el mismísimo STF en lo refiere a otro golpista, Eduardo Cunha. Primero el STF se rehusó por meses a pautar las diversas acusaciones, con hartas pruebas, de los crímenes cometidos por él, garantizando su papel de conductor del impeachment. De repente, aprobado el impeachment en la Cámara de Diputados con extrema rapidez y sin consultar a la Cámara fue apresado y sacado de la Cámara. Cunha ya no era más necesario y todavía podría darle una cara de “neutralidad” al poder judicial que, al final, no perseguía solo al PT.
Se puede hacer una lista interminable del doble estandar del STF. Impidieron por vía de una orden judicial del magistrado Gilmar Mendes (ahora defensor del habeas corpus) que Lula fuese jefe de Gabinete de Dilma mientras solo estaba acusado y no tenía ninguna condena, y al mismo tiempo, autorizó a Temer a nombrar a diversos personajes que también se encontraban acusados, como ministros.
Otro caso completamente dispar de la actuación de Cármen Lúcia fue cuando Renan Calheiros fue alejado de la presidencia del Senado en diciembre de 2016 por orden judicial de un juez del STF. Renan y el Senado se rebelaron y no cumplieron la orden, Cármen ayudó a calmar los ánimos en diversas reuniones hasta que el STF inventara un nuevo procedimiento para que el acusado pudiese permanecer en la Presidencia del Senado, sin al mismo tiempo, ser parte de la sucesión presidencial. Esta maniobra tenía un objetivo golpista mayor que dejar fuera de juego a Renan: garantizar que él presidiese la cercana votación de la enmienda constitucional que congeló los gastos en salud y educación por 20 años.
Más golpismo y mayor división en la Corte Suprema como parte de la polarización social y política
La lista podría seguir casi infinitamente. Más allá del uso arbitrario y golpista del STF como un gran garante de los ritmos de cómo se desarrolla el golpe institucional, de cuándo y cómo se pautan las cosas, y de qué innovación jurídica es alcanzada conforme las necesidades, hay algo nuevo en las maniobras de los últimos días. El nivel de polarización de la Corte, con improperios, ironías, discursos que acusaban de haber sido maniobrados, muestran que el papel de gran árbitro desempeñado por la institución está dividiéndola, haciendo que exprese en su interior distintas alas del régimen político.
Esta división es expresión de la creciente división que se ve en todo el régimen, dividiendo el poder judicial (en guerras de petitorios pro y anti Lava Jato), la Cámara de Diputados y el Senado, así como los diversos partidos. Una división que, a pesar de los altos índices electorales de Lula, aun no estalla en los lugares de trabajo por la sistemática actuación de las centrales sindicales (en especial de la CUT) de impedir que la oposición se exprese con métodos de la lucha de clases contra los ataques de Temer y de los empresarios y contra esas embestidas autoritarias a derechos políticos elementales como el del sufragio.
Esto porque prefieren canalizar toda la bronca existente hacia los votos al candidato petista que indique Lula en octubre, que solo podrá ser el representante tradicional de la conciliación de clases del PT, en lugar de que las masas emerjan como factor independiente en medio de la polarización política y social creciente en el país.
La batalla de las togas de los últimos días anuncia nuevas tensiones en otras esferas.

Leandro Lanfredi
Trabajador petrolero | Rio de Janeiro

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