domingo, 2 de junio de 2013

La maldición de Lasalle. A propósito de los 150 años de la socialdemocracia alemana (SPD)




La semana pasada se reunió en Alemania la alta alcurnia del socialismo (o, dicho con más precisión, el social-liberalismo) globalizado; estuvieron desde el apático Binner, el impopular presidente francés Hollande, hasta la patrona de la Eurozona Ángela Merkel. Todos tenían mucho que agradecerle a la socialdemocracia alemana, después de todo ella, sobremontando todas las catástrofes del siglo XX europeo e ingresando con renovada fuerza al siglo XXI, llevó adelante el más audaz plan de flexibilización del trabajo de todo el continente. Sobre esa enorme expropiación a la clase trabajadora se posicionó a la cabeza del proceso de unificación de la zona Euro, amplificando así sus propias contradicciones catastróficas, las actuales y las del porvenir.
Era una reunión espantosa, todos aprovecharon para felicitar al SPD por sus “logros”. Binner saludó en el SPD las “aspiraciones del pueblo alemán” y recordó al “visionario” Juan B. Justo. Merkel, en nombre del gran patronato de la industria y la banca, le agradeció haber derrotado a la clase obrera antes de que ella continuara con mano de hierro el “milagro alemán”. Por ultimo, Hollande fue a pedir recetas útiles para combatir el desempleo… y se las dieron. Una semana después, como el ave fénix, se reflotaba el proyecto de un “new deal” juvenil que pretende extender el “milagro alemán” a toda la zona euro, o, con menos eufemismos, pretende utilizar a los jóvenes desempleados de España, Italia, Francia entre otros como semi-esclavos en la pequeña y gran industria en apuros, y sobre todo nutrir de más mano de obra (ultrabarata) a la gran industria alemana.
La historia, decía Isaac Deutscher, tiene su ironía, a veces la imagen reflexiva muestra lo contrario a aquello que estuvo en su origen. El devenir es tempestuoso y a diferencia de la afirmación hegeliana no todo está en el principio. La burguesía es metódica en esta tarea de vengarse contra los partidos que surgieron para desafiar el orden dominante. La “herencia radical” es una mercancía útil y el ejemplo del SPD es un hito de esta dialéctica que va de sus orígenes revolucionarios a la traición de la primera guerra y las revoluciones de los años ´20, de la derrota sin luchar frente al fascismo, pasando por la unificación alemana, hasta la imposición de la más flexibilizada y globalizada ley del capital contra el trabajo a principios del siglo XXI.
Cuando en 1863 Ferdinard Lasalle fracasó en su intento de convencer al partido progresista de avanzar en la unificación alemana sobre la base del sufragio universal, lo que hubiese implicado un desafío al “pacto” entre la burguesía reaccionaria y la monarquía, dio el “salto táctico” que lo llevó a ser parte de la fundación de la Asociación general obrera de Alemania. Este “salto” aprovechó las divisiones de la clase dominante para fundar un partido obrero. Fue un mérito de Lasalle, a pesar de que su concepción del Estado distaba mucho de la de Marx y que por ese motivo éste cruzó lanzas contra sus herederos en el Congreso de Erfurt. Escribía Lasalle en 1863, un año antes de su muerte:“Puede suceder que por una contingencia internacional, por ejemplo una guerra, se avance en una revolución político-nacional y espero y creo en esta posibilidad: va a pasar tarde o temprano. Pero esta revolución se convertirá efectivamente, será enérgica y razonable, si usted tiene a sus espaldas el aguijón del núcleo consciente del partido de los trabajadores. Si no vamos a terminar incluso en la impotencia política, en la reacción… La base sólida de un partido obrero, un partido consciente, revolucionario, por razones sociales, que empuje e inste a seguir: que pueda asegurar una revolución que ha nacido por la guerra, un campo fructífero y lleno de energía, incluso desde el punto de vista de la política nacional. De lo contrario tendremos nuevas confusiones, la oscuridad y la reacción”.
La historia siguió su curso y cuando las tropas de Bismark sitiaban a los comuneros de París, la burguesía alemana tenía tras sus espaldas un “aguijón” que llamaba a tomar los palacios de los aristócratas y bismarkianos en apoyo a los obreros franceses. Luego vinieron las leyes antisocialistas a las que el SPD escapó a través de la clandestinidad y el exilio. Hasta nuestro país tuvo en la década de 1880 su Club Vorwärts fundado por su diáspora…
Los saltos no fueron abruptos, tomó años el trabajo de acumular las bases de su pasaje al otro lado de la barricada. Ya en 1898 Rosa Luxemburg le escribía a Tyzka: “Hoy estuve en una conferencia con los fundadores, son gente de lo mas despreciable, cuando terminó la reunión me dieron unas enormes ganas de volver a mi pequeña cueva de laucha”. El SPD había comenzado la transformación que lo llevaría, tras varios lustros de rutinarismo sindicalista y parlamentario, a la “bancarrota” de la Primera Guerra Mundial y a la complicidad con las Freikorps de Pabst en el asesinato de la propia Luxemburg en enero de 1919. Ese “aguijón” ya no estaba detrás de las espaldas de la burguesía reaccionaria sino de la clase obrera alemana y europea. Era un Lasalle a la inversa.
Hoy solo observamos la profundidad con la que se puede llevar adelante esa inversión. De ser el partido organizador internacional del primero de mayo, con su reclamo de 8 hs y leyes sociales en defensa del trabajo, a ser la nave insignia de los planes de flexibilización del empleo, del ataque a las conquistas obreras como la 8 hs de trabajo, de la receta de los minijobs donde casi 7 millones de trabajadores alemanes cobran por hora de trabajo casi 0,55 euros, trabajan de manera intermitente y de acuerdo a las necesidades de los empresarios, y no posee ningún tipo de beneficio social.
Pero el plan lanzado por el SPD en 2003 alcanzó su éxito en el momento que estallaba la crisis internacional, y el mismo Schöder pagó con la derrota electoral del SPD el brutal ataque que había llevado adelante contra los trabajadores; e incluso surgió un nuevo partido de su “ala izquierda”, el Die Linke de Lafontaine, que terminó siendo otro “atajo” en pos de crear partidos-movimiento “amplios” y “antineoliberales”.
Perry Anderson observó el paralelo entre la transformación socialdemócrata y la del laborismo inglés, sacó la conclusión de que el neoliberalismo tatcheriano y su continuidad en el nuevo laborismo de Tony Blair “a la alemana” había llegado demasiado tarde, dos década parecen poco, pero en la longevidad capitalista cuentan como medio siglo. Los resultados del más ambicioso plan neoliberal impuesto por el SPD contra la clase obrera llegaba en el momento en que la crisis internacional estallaba. La historia tiene sus ironías, se venga metódicamente de los desafíos del pasado, pero nada hay en ella que la proteja contra los del presente, ni nada indica que un ejercito que ha sufrido derrotas no puede levantarse y preparar nuevos combates.
Sin duda es una nueva clase trabajadora, con sus trabajadores industriales agrupados en los aún poderosos sindicatos (unos 7 millones de trabajadores están en la DGB), con sus jóvenes precarizados, con sus trabajadores inmigrantes, y ahora con el nuevo afluente de jóvenes desempleados de los países latinos “movilizados” hacia la industria y los servicios alemanes. Nada dice que esta clase que ha protagonizado la historia del siglo XX no vaya a cumplir ningún papel en los acontecimientos que se precipitan en Europa.

Cecilia Feijoo

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