miércoles, 5 de diciembre de 2012

Militares uruguayos en el Congo



Con Susan Rice en escena, un segundo genocidio se avecina en el Congo

Por Glen Ford, Black Agenda Report-.

Susan Rice es una mujer que persigue terribles objetivos: ocultamiento del genocidio en el Congo, y jefa de la escalada militar de los EE.UU. en África. Los políticos Afro-Americanos salieron en su defensa como modelo para los jóvenes Negros, especialmente para las mujeres.
La invasión de la República Democrática del Congo en 1996 por parte de los aliados de los EE.UU., Ruanda y Uganda, motorizó un genocidio que se ha cobrado la vida de 6 millones de congoleses. Otra ola de asesinatos masivos asoma con la reciente ocupación de Goma, ciudad de un millón de habitantes ubicada en la región este del Congo, por parte de los “rebeldes” controlados por Ruanda y Uganda.
“Todos deben tener bien en claro contra quién estamos peleando en el Congo”, aseguró Kambale Musavuli, integrante de Amigos del Congo. “Estamos pelando contra los poderes occidentales, los Estados Unidos y el Reino Unido, quienes están armando, entrenando y equipando a las fuerzas militares de Ruanda y Uganda”.
Susan Rice, embajadora de los EE.UU. para las Naciones Unidas (ONU), es la figura clave en el ocultamiento del rol de Ruanda y Uganda en el genocidio del Congo.
Rice ha sostenido una batalla en dos frentes para proteger a sus clientes asesinos: retrasando la publicación del informe realizado por un grupo de expertos de la ONU sobre las depredaciones de esos clientes de Washington en el Congo, y subvirtiendo, desde el Departamento de Estado, todo esfuerzo para frenar a Uganda y Ruanda.
Días atrás, Rice bloqueó en el Consejo de Seguridad, la posibilidad de demandar explícitamente a Ruanda un cese inmediato del apoyo a los rebeldes del M23, quienes prometieron marchar hasta Kinshasa, la capital congoleña.
Susan Rice incitó el genocidio en el Congo durante gran parte de su carrera política. En 1993, a la edad de 28 años, fue destacada por Bill Clinton como responsable del Consejo de Seguridad Nacional, y pronto fue ascendida al cargo de Secretaria Asistente de Estado para Asuntos Africanos en 1997, mientras Ruanda y Uganda avanzaban sobre la región oriental del Congo y tomaban el control de sus recursos minerales en medio de un mar de sangre. Se conoce su amistad personal con los líderes de la minoría Tutsi de Ruanda, incluyendo al presidente Paul Kagame, un implacable soldado entrenado en la Escuela de Comando y Estado Mayor de la Armada de los EE.UU. en Fort Leavenworth, Kansas, bajo la tutela de Yoweri Museveni, hombre fuerte de Uganda (y favorito de la administración Reagan), considerado el pionero en el empleo de niños soldados en los modernos conflictos de África.

Coltan es el motivo.

Durante el gobierno de Bush, Rice se transformó en una férrea defensora de la intervención militar “humanitaria” en África, impulsando ataques aéreos y desde el mar contra Sudán, y defendiendo la invasión de Etiopía sobre Somalia en el año 2006, auspiciada por los EE.UU. En 2008, un asesor principal de la campaña de Obama sobre asuntos de política internacional, declaró que Rice buscaba llegar al cargo de Secretaria de Estado. Como embajadora ente la ONU, Rice representa la espada principal de la administración Obama para los asuntos de África, objetivo de sus desproporcionadas agresiones. Se cree positivamente que Rice convenció a Obama para lanzar la campaña de bombardeos de la OTAN sobre Libia. Repitió hasta al hartazgo ciertos informes de prensa falsos que aseguraban que las tropas de Muammar Gaddafi estaban violando mujeres con la ayuda de grandes dosis de Viagra. Se negó a retractarse incluso a pesar de que oficiales del ejército y de los servicios de inteligencia norteamericanos expresaron ante la cadena de noticias NBC que “no hay evidencia de que las fuerzas militares libias hayan recibido Viagra y que se hayan involucrado en violaciones sistemáticas contra mujeres en las áreas rebeldes”. Sin embargo, Rice no dijo ni una palabra acerca de la limpieza étnica y los pogroms raciales contra libios negros y migrantes subsaharianos, incluyendo el bien documentado caso de la limpieza étnica en la ciudad negra de Tawergha.
Los instintos “humanitarios” de Susan Rice, como el de sus jefes, son altamente selectivos –al punto de que un genocidio igual o mayor que aquel cometido por los nazis sobre la población judía de Europa es invisible a sus ojos. Más exactamente, Rice trabaja con dedicación para borrar el genocidio en Congo, invisible ante el mundo, suprimiendo la publicación o la discusión en torno a los crímenes cometidos por Ruanda y Uganda.
El primer documento, un “Informe de Mapeo”, describe las violaciones a los derechos humanos en la República Democrática del Congo desde 1993 hasta 2003. Finalmente publicado en octubre de 2010 por la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU, y luego de un gran retraso, el documento responsabiliza puntualmente a las tropas de Uganda por asesinatos masivos, “crímenes que pueden ser clasificados como genocidio”. Un informe más reciente, elaborado por un grupo de expertos de la ONU concluye que la organización M23, el grupo de “rebeldes” congoleños que tomaron la ciudad de Goma, es “una creación de Ruanda”, alimentada con soldados de Ruanda bajo las órdenes militares de Paul Kagame. Uganda también apoya al M23.
Susan Rice, como enérgica protectora y facilitadora del genocidio, debería ser llevada a prisión de por vida (dado que la pena de muerte ya no es sancionada internacionalmente). Lo mismo debería aplicarse a sus superiores directos, Hillary Clinton y Barack Obama. Podría considerarse que el Grupo de Congresales Negros debería estar preocupado por la amenaza de una segunda ola de asesinatos masivos en el Congo. Pero no es así. Toda búsqueda en Google fracasará si pretende revelar una sola palabra de reclamo mundial de parte de los legisladores negros sobre el genocidio en el Congo o sobre la ocultación de la documentación del genocidio –o cualquier otra cosa sobre África que se quiera saber, desde la muerte de Donal Payne en marzo del presente año, representante por New Jersey y prestigioso integrante del Subcomité en Asuntos Africanos.
En cambio, la nueva integrante del Grupo de Congresales Negros, Marcia Fudge (Cleveland) realizó una conferencia de prensa junto al resto de las mujeres integrantes de ese grupo de congresales para defender a Rice las críticas del Partido Republicano por sus manejos ante el asesinato del embajador norteamericano en Libia, diciendo que se trata de “una persona que ha servido a este país con distinción”. “No permitiremos que esta brillante servidora pública, con tan importante historial, sea atacada para coartar sus posibilidades de convertirse en Secretaria de Estado”, afirmó Fudge.
Según el Grupo de Congresales Negros, el “historial” de Rice como jefa de la escalada militarista en África y principal encubridora de los hechos de genocidio en el Congo, hace de ella un modelo para los Afroamericanos, especialmente para las mujeres negras jóvenes.
Su relación con las mujeres del Congo es más problemática. Kambale Musavuli, integrante de Amigos del Congo, organización que trabaja para las víctimas de las violaciones masivas en la región oriental de ese país declaró: “¿Por qué desearías ayudar a las mujeres congolesas violadas, cuando el dinero de tus impuestos está respaldando a aquellos que están llevando adelante las violaciones? Ahí la contradicción”.
En la Era de Obama, la relación entre la Norteamérica Negra y África está repleta de ese tipo de contradicciones.

Glen Ford, Editor Ejecutivo de Black Agenda Report, puede ser contactado en: Glen.Ford@BlackAgendaReport.com.

Traducido del inglés al castellano por PIA Noticias
Texto original en: http://blackagendareport.com/content/second-wave-genocide-looms-congo-susan-rice-point

El Congo en conflicto

Las fuerzas de paz del ejército uruguayo operan entre guerrillas y señores de la guerra en un zona rica en recursos minerales y devastada por el conflicto

Militares uruguayos haciendo los mandados de la ONU controlan el aeropuerto de Goma

+ Ricardo J. galarza, especial para El Observador - 01.12.2012

La República Democrática del Congo es el arquetipo de lo que en ciencia política se conoce como Estado fallido. El ineficaz gobierno de Joseph Kabila, con asiento en Kinshasa, no controla la mayor parte del territorio; y las Fuerzas Armadas de la República Democrática del Congo (FARDC) distan mucho de lo que normalmente se tiene por ejército. Según todas las versiones de la prensa internacional, se trata de una fuerza corrupta, con escasa disciplina y adiestramiento, cuyos efectivos muchas veces actúan por la libre y dividen lealtades entre el gobierno y diferentes grupos armados que operan en el territorio congoleño.
Y es que desde 1998, un complejo entramado de guerrillas, milicias y fuerzas rebeldes —tanto locales como extranjeras— asuelan el Este del Congo en permanente estado de conflicto interno. En la extensa frontera oriental que separa al país de Uganda, Ruanda y Burundi, opera cerca de una decena de grupos armados irregulares: guerrillas tutsi del temido M23, sus rivales hutu del Frente Democrático para la Liberación de Ruanda (FDLR), varias milicias locales, como los Mai-Mai y el Frente de Defensa del Congo (FDC); así como grupos armados burundeses y ugandeses, entre los que figura el Ejército de Resistencia del Señor, liderado por Joseph Kony, de reciente notoriedad por sus prácticas brutales y crímenes de guerra.
En esa zona devastada por el conflicto, ubicada entre las provincias congoleñas de Kivu del Norte y Kivu del Sur, es donde se encuentran destacadas el 94 % de las fuerzas de paz de la ONU, que actúan en el Congo con el mandato de proteger a la población civil.
Entre todos esos señores de la guerra locales y extranjeros, los que normalmente se imponen son los tutsis, que actúan en el Congo con la protección de los gobiernos de Ruanda y Uganda, explotando los ingentes recursos minerales de la zona ante la indiferencia —a veces, con la complicidad— del ejército congoleño.
Sin duda el factor étnico ha sido determinante en el conflicto. Estos grupos tutsi aun persiguen hutus en venganza por el genocidio de Ruanda de 1994, cuando el gobierno hutu de ese país desató una limpieza étnica que acabó con la vida de por lo menos medio de millón tutsis.
La llegada al poder de Laurent Kabila (padre del actual presidente) en el Congo, en 1997, fue la chispa que encendió el conflicto en las provincias de Kivu. Kabila padre, quien en los años sesenta había sido señalado por el Che Guevara como “un guerrillero poco serio”, más dado a la juerga que a la revolución, se alzó a fines de los noventa contra la larga dictadura de Mobuto Sese Seko con el apoyo de los Tutsis. Pero una vez en el poder en Kinshasa, los abandonó; lo que desató la guerra civil en el Este del Congo con la participación de todos estos grupos armados y de los países limítrofes.
Sin embargo, el principal fogonero de este prolongado estado de beligerancia en el Congo son sus riquezas minerales, en particular el codiciado coltán, un mineral de enorme valor estratégico para la industria de la tecnología. El Congo posee cerca del 80 % de las reservas mundiales de coltán, que Occidente usa para sostener su estilo de vida y, muy especialmente, su cultura del móvil, ya que se utiliza en la fabricación de casi todos los dispositivos electrónicos portátiles, desde teléfonos celulares y tablets, hasta laptops y netbooks.
Pero los países exportadores de coltán son Ruanda y Uganda, que compran a la guerrilla tutsi el mineral que extraen a sangre y fuego del Congo.
En medio de ese caos de grupos armados, señores de la guerra y violencia indiscriminada, se desempeña el Batallón Uruguay, un contingente de 748 efectivos que reviste como reserva de las fuerzas de paz de la ONU. Son precisamente los efectivos uruguayos los que han logrado la mayor simbiosis con la población civil del Este del Congo, que los ve como una fuerza amiga. Soldados uruguayos han salvado varias vidas allí; y su apoyo y buen trato a los congoleños —además de su propia idiosincrasia— les ha ganado un lugar de confianza entre una población demasiado acostumbrada a las masacres y los crímenes de guerra.
Una milicia rebelde tomó ayer la ciudad congoleña de Goma, donde hay 650 soldados del Ejército uruguayo. Un sector del aeropuerto también habría caído que estaba bajo contro de las tropas uruguayas
La semana pasada, los tutsis del M23 tomaron la ciudad de Goma, capital de Kivu del Norte, donde el Batallón Uruguay controla el aeropuerto y el cuartel de las fuerzas de paz. Sin embargo, los uruguayos mantuvieron sus posiciones en el aeropuerto y el cuartel a salvo sin disparar un solo tiro.
El líder del M23 es el despiadado Bosco Ntaganda, conocido como Terminator y buscado por la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra y lesa humanidad. Pero no es la intención de estos grupos armados enfrentarse con las tropas de la ONU destacadas allí; incluso, por lo mismo, últimamente procuran no atacar a la población civil.
Según el coronel Gustavo Sosa, jefe del Cecope (Centro Coordinador de las Operaciones de Paz del Ejército) uruguayo, quien entre 2003 y 2005 estuvo destinado en el Congo, las guerrillas ahora se cuidan mucho de no caer en las llamadas “reglas de enfrentamiento”, según las cuales los cascos azules deben intervenir, como es el caso de un ataque a la población civil.
Esto no sucedió tampoco la semana pasada durante el avance del M23 en Goma y otras localidades de la triple frontera. Por eso, a pesar de la peligrosidad que consignaban los reportes de prensa, la realidad es que en el campo no hubo ni siquiera enfrentamientos.
También, la ausencia o indiferencia del ejército congoleño en la zona, permitió a los hombres de Ntaganda tomar la ciudad sin enfrentar resistencia. Y es que muchos de los soldados congoleños deben lealtad o han sido combatientes en estos grupos guerrilleros; y es difícil que disparen contra sus propios excompañeros.
“Al otro día de la toma de Goma, las escuelas y todo estaba funcionando normalmente”, me dijo Sosa. La situación, de todos modos, continuaba inestable, ya que el M23 amenazaba con marchar hacia Kinshasa y derrocar a Kabila.
El jueves, finalmente, los rebeldes llegaron a un acuerdo con la Conferencia Internacional de los Países de los Grandes Lagos para retirarse de Goma y deponer su amenaza de avanzar hacia la capital del país.
Algunos mandos y combatientes aun se resisten al repliegue en Goma; pero cuando esta edición se iba a máquinas, la mayoría de los informes de la prensa internacional apuntaban que la situación tendía a normalizarse.
En el Congo rico, de donde proviene la materia prima para las comunicaciones que rigen el mundo moderno (y que paradójicamente es considerado el país más pobre del mundo según el Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas), el estado de beligerancia interno y el dominio de los señores de la guerra no tiene, empero, miras de ceder.
Desde la época de la colonización belga en la primera mitad del siglo XX, pasando por el posterior gobierno de Patrice Lumumba —asesinado un año después de tomar el poder con el Movimiento Nacional Congoleño—, la dictadura de Mobutu hasta el conflicto desatado tras el alzamiento de Kabila padre, la población civil ha sido objeto de todo tipo de vejaciones y masacres que solo ha podido atenuar en parte la presencia de las fuerzas de paz.
Pero el mundo seguirá consumiendo el coltán que sale de la guerra y que además la alimenta. Así, todo parece indicar que el Batallón Uruguay permanecerá en el Congo por varios años más.

Blog El Muerto

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