sábado, 13 de mayo de 2017

Francia: la elección de Macron, otro paso en la crisis europea




La burguesía francesa y mundial respiran aliviados luego del triunfo de Macron, el pasado domingo en Francia. Los analistas financieros afirman que todos los indicadores están en verde. En el fondo, sin embargo, nadie se engaña. La crisis política en Francia y la desarticulación de la Unión Europea se agravan día a día, por más que se proclame que el país ha dado un paso adelante. Esta crisis estará marcada en las próximas semanas por la campaña legislativa. En Francia, se eligen diputados un mes después de la elección del presidente. Macron no está seguro de obtener una mayoría parlamentaria para afrontar la tormenta. Pero el curso de la crisis depende ante todo de la respuesta obrera y popular al terrible plan de ajuste que va a aplicar Macron.
La prensa burguesa insiste en que Macron obtuvo el 66% de los votos en la segunda vuelta, contra 34% de Marine Le Pen y que es, por lo tanto, un presidente “muy bien electo”. Pero es una presentación engañosa.
En primer lugar, el resultado de Marine Le Pen, aún lejos del 40% deseado, no deja de ser significativo para un partido neofascista. Son más de 10 millones de votos, un progreso de 3 millones en relación a la primera vuelta y un porcentaje que casi duplica el que había obtenido su padre en el 2002, cuando Jacques Chirac fue electo con más del 80% de los votos y un “frente republicano” efectivo.
Luego, la abstención fue muy elevada, más del 25%, de 5 a 10 puntos más de la habitual. Por primera vez desde 1969, fue más elevada en la segunda vuelta que en la primera. Resultó del 30% entre los obreros y del 36% entre los jóvenes. Pero aún más importante es que el voto en blanco (y nulo) resultó superior al 10%, cuando habitualmente alcanza un orden del 2%. Se puede decir que estas cifras traducen un 15% -sino más- de oposición popular, juvenil y obrera a Macron, y es un golpe a la encerrona de los que llamaban a votar por Macron para “frenar” al fascismo de Le Pen.
En resumen, y si tomamos en cuenta los franceses no inscriptos en las listas electorales, junto a la abstención de los inscriptos y el voto en blanco, resulta que Macron fue electo por el 40% de los votantes posibles. Casi 50% de sus votantes afirman que lo votaron por oposición a Le Pen y sólo el 16% por su programa. En términos puramente políticos, es un candidato “mal electo”. El desastre del gobierno de François Hollande y el derrumbe del PS, sumados al caos de la campaña de François Fillon, permitieron que un candidato que se lanzó un año atrás sin partido, rodeado por algunos popes del gran capital, políticos de segunda y jóvenes tecnócratas que sueñan con servir al capital desde el aparato del Estado, explican que Macron haya podido llegar al Eliseo. Una salida de crisis que a su vez amplifica la crisis.
Le Pen, por su parte, concentró su campaña en la denuncia de la inmigración y el “extremismo musulmán”. Reclamó la ruptura con la UE pero al final retrocedió en lo relativo al Euro. La “solución” Le Pen ha progresado políticamente, pero no tiene el apoyo de ninguna fracción significativa del gran capital.

La respuesta del movimiento obrero

El movimiento obrero, los jóvenes, la población oprimida, se vio enfrentada a una segunda vuelta con dos personajes y dos programas de sometimiento a una política capitalista de crisis. Claro que Le Pen y Macron no son lo mismo. Le Pen propugna por ahora la represión en la inmigración y los barrios populares y llama a la “mano dura” contra el “extremismo musulmán” y los jóvenes. Agita el espectro de un capitalismo francés de pequeña y mediana empresa. Macron se concentra en un programa de ajuste y austeridad para el conjunto de los trabajadores y el reforzamiento del dominio financiero y de las instancias europeas. Cuenta con obtener el apoyo, o al menos la neutralidad cómplice, de las direcciones sindicales y ya obtuvo el acuerdo de la central sindical CFDT con su programa.
En esta configuración, el mayor error político fue postular que el peligro inmediato era el “fascismo de Le Pen” y que la forma de pararlo era votar por Macron. Fue la posición, por supuesto, del Partido Comunista, de la dirección de la CGT, y de los progresistas profesionales.
Jean-Luc Mélenchon optó por la política del avestruz: no llamó a votar por Macron pero afirmó que iba a votar y no lo iba a hacer por Le Pen. Sus lugartenientes se cansaron de decir el domingo a la noche que ellos también habían votado por Macron. La ex mayoría del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) adoptó la misma actitud. Su posición final fue que había que enfrentar “ahora” el peligro máximo, que era el de Le Pen. Después, nos ocuparíamos de Macron “en la calle”. Lutte Ouvriere, fracciones minoritarias del NPA, otras corrientes como los anarquistas y diversos núcleos de activistas sindicales, llamaron en cambio al voto blanco y/o la abstención.
Algunos de los capituladores no se privaron de citar abundantemente al Trotsky de los años 30 -cuando enfrentaba a la burocracia stalinista y en particular a la direeción del PC alemán con su política criminal del “tercer período”- y la cita según la cual “en la lucha contra el fascismo estamos dispuestos a pasar acuerdos con el diablo y con su abuela”. Simplemente se olvidaron de señalar que el “voto a Macron para detener a Le Pen” no significaba ningún “acuerdo”, con sus consecuencias prácticas, sino una adhesión electoral pero no menos política de la izquierda al candidato del gran capital La política revolucionaria no consiste en decir que 2+2 es más que 2, sino en elaborar y llevar adelante, una política que impulse la movilización y la organización de las masas en forma independiente de la burguesía y sus partidos.
Mélenchon, con su oportunismo habitual, le pidió a Macron que suavice su política antiobrera para poder llamar a votarlo sin pasar mucha vergüenza. Macron, entre otras medidas, se propone nada menos que liquidar por decreto las disposiciones del Código de Trabajo en los primeros meses de su gobierno, luego de obtener su mayoría parlamentaria. Macron le respondió que no se iba a “moderar” porque tenía que defender su credibilidad ante la burguesía.
El lunes 8, varios miles de activistas jóvenes y núcleos de militantes sindicales, se concentraron en la Plaza de la República de París para lanzar la “tercera vuelta” social de lucha contra Macron. Eran los sectores que llamaron al voto blanco. Mélenchon, por su lado, tiene como única preocupación las elecciones legislativas y sus disputas con el PC por las candidaturas y el dinero de las subvenciones del Estado. No llamó a esta movilización. En algunas pocas ciudades de provincia se repitieron estas movilizaciones, llamadas por algunos sindicatos de la CGT y de SUD. Ese es el camino.

Roberto Gramar
París, 8 de mayo del 2017

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