jueves, 10 de mayo de 2012
Capitalismo y ciencia.
Este artículo de Carlos Marx que transcribimos a continuación, lo escribió en el año 1863, hace nada más y nada menos que 149 años, definiendo aquí el papel y la ubicación de la ciencia en la sociedad capitalista.
En este sentido, subraya que en las condiciones del capitalismo, la ciencia, progreso del pensamiento humano, es explotada por la burguesía. El capital, que no crea la ciencia, la utiliza y se apropia de sus frutos.
Es de fundamental importancia la tesis de Marx, plenamente vigente, según la cual en el capitalismo la ciencia, los avances tecnológicos, son hostiles al trabajo, lo sojuzga y contribuye al reforzamiento de la explotación de la clase obrera – que por supuesto no desaparece -, de modo tal que hace aún más necesaria la lucha por su emancipación definitiva, ya que esta no se logrará por medio de una “revolución tecnológica y cibernética”, como algunos intelectuales posmodernos nos prometen.
Por lo expresado, la burguesía tiende justamente a situar el desarrollo de la ciencia en el centro de sus preocupaciones. Cada vez más la producción misma pasa a ser prácticamente un subsistema derivado de la ciencia, comenzando a desempeñar un papel de creciente importancia no sólo los medios de producir productos, sino también los “medios de producir conocimientos científicos”. Se va conformando así una nueva capa social, al servicio del bloque de poder dominante, al que algunos investigadores sociales ya han calificado con el nombre de “burotecnocracia”.
Por cierto que se sigue acentuando con una mayor intensidad la tendencia histórica a desplazar el trabajo manual por el trabajo intelectual, lo cual obliga a estudiar constantemente las modificaciones en la estructura interna y características del proletariado de cada país.
Asimismo, la producción, como fenómeno intrínseco del capitalismo, se va concentrando en un número más reducido de grandes empresas a dimensión mundial, los dueños del planeta, capaces de sobrevivir al desafío competitivo más exigente y feroz, en especial en épocas de crisis como en la actualidad, y determinado también por la necesidad de un muy elevado nivel de inversión.
En definitiva, nuestro deseo es que este texto de Marx, quizás algo olvidado, y su genial visión de futuro, contribuya a reflexionar seriamente sobre la necesidad de estudiar, profundizar y analizar una realidad en permanente movimiento y cambio, con el insustituible instrumento metodológico de la dialéctica revolucionaria, y como única forma de encontrar caminos para poder transformar la sociedad, saliéndole a la vez al paso a todo tipo de desviación oportunista, que niega de una u otra manera la vigencia del marxismo.
Responde a la vez al concepto compartido de que hay que respetar siempre a aquellos en cuyos hombros nos hemos apoyado, y volver constantemente a ellos para proyectarnos, impulsados por su espíritu innovador, con más lucidez, creatividad y firmeza hacia un mundo mejor, un nuevo humanismo, socialista.
Al mismo tiempo, esta es una categórica demostración de que la socialdemocracia, la “centroizquierda” o el progresismo, con su vieja prédica del capitalismo humano o “serio”, no son los sepultureros del sistema sino sus salvadores, en un proceso de continuidad con genocidas golpes cívico-militares, toda vez que sean necesarios para “escarmentar” a los pueblos y terminar con las rebeliones y los “terroristas” que las motivan.
Es ineludible entonces escuchar al Che, cuando nos dice:”Si fuéramos capaces de unirnos, que bello sería el futuro y que cercano”.-
Horacio Rovito, Colectivo Avanzar por la unidad del pueblo
“La producción en masa – o cooperación en gran escala con empleo del maquinismo – comienza por someter en gran escala las fuerzas naturales – viento, agua, vapor, electricidad – al proceso de producción directa: los transforma en agentes del trabajo social (en la agricultura, bajo sus formas precapitalistas, el trabajo humano aparece más bien como auxiliar del proceso natural, al que no domina). En cuanto tales, estas fuerzas naturales no cuestan nada, no son producto del trabajo humano.
Pero su apropiación no se opera sino por intermedio de las máquinas, las cuales sí cuestan algo, por ser el producto de un trabajo anterior. Por consiguiente, como agentes del proceso de trabajo, las fuerzas naturales sólo son apropiadas por medio de las máquinas y por los poseedores de máquinas.
Como estos agentes naturales no cuestan nada, se incorporan al proceso de trabajo sin incorporarse al proceso productor de valor. Aumentan la productividad del trabajo sin aumentar el valor del producto, sin añadir nada al valor de las mercancías. Por el contrario, cada mercancía tomada en particular disminuye, porque la masa de las mercancías producidas en el mismo tiempo de trabajo aumenta y, en consecuencia, el valor de cada parte alícuota de la masa se reduce. En la medida en que estas mercancías entran en la reproducción de la fuerza de trabajo, el valor de esta fuerza de trabajo disminuye; en otros términos, el tiempo de trabajo necesario para la reproducción del salario se reduce y el tiempo de sobre trabajo se prolonga. En este sentido, las fuerzas naturales son apropiadas ellas mismas por el capital. No es que se eleven el valor de las mercancías; al contrario, lo reducen y entran en el proceso de trabajo sin entrar en el proceso creador de valor. El empleo en gran escala de estas fuerzas naturales sólo es posible allí donde el propio maquinismo es empleado en gran escala y donde, por consiguiente, existe la concentración correspondiente de obreros y la cooperación de estos obreros sometidos al capital.
La utilización de agentes naturales – en cierta medida, su incorporación al capital – coincide con el desarrollo de la ciencia como factor autónomo del proceso de producción. Cuando el proceso de producción se convierte en una aplicación de la ciencia, la ciencia, a la inversa, se convierte en un factor o, por así decirlo, en una función del proceso de producción.
Todo descubrimiento sirve de base a un nuevo procedimiento, a un nuevo perfeccionamiento de los métodos de producción. Solo con el modo de producción capitalista se pone la ciencia al servicio del proceso de producción directa, mientras que, a la inversa, el desarrollo de la producción proporciona el medio de dominar teóricamente la naturaleza. La ciencia adquiere, pues, la vocación de ser un medio de producción de riquezas, un medio de enriquecimiento,
Con este modo de producción se plantea por primera vez problemas prácticos que solo pueden ser resueltos científicamente. Sólo entonces, con las necesidades del proceso de producción en sí mismo, se hacen experiencias y observaciones a un nivel tal que permiten, que necesitan incluso, la aplicación de la ciencia, el progreso teórico de la humanidad. Por cierto, el capital no crea la ciencia, pero la explota, la incorpora al proceso de producción. Pero al mismo tiempo se produce una separación de la ciencia, entendida como ciencia aplicada a la producción, y del trabajo directo; mientras que en las etapas anteriores de la producción la suma de conocimientos es reducida , las experiencias están directamente ligadas al trabajo mismo, la ciencia no puede desarrollarse como una fuerza autónoma, separada del trabajo; de modo que en general sólo se extiende muy lentamente y en pequeña escala ( aprendizaje empírico de los “secretos” de cada oficio ). El cerebro y la mano no están todavía separados.
El Sr. Howell (uno de los inspectores de fábricas) dice: “Según las mejores autoridades en la materia, parecería que el trabajo en la fábrica es una especie de trabajo de fuerza inferior que no recurre al ejercicio de las facultades mentales”, y cita en estos términos a los mismos patrones: “Los obreros deberían tener siempre presente que su trabajo es una forma inferior del trabajo especializado, que no por eso es más fácil adquirirlo y remunerarlo mejor por su calidad, una forma que un aprendizaje rápido y poco costoso no pueda proporcionar más rápida y abundantemente… Las máquinas del patrón tienen, en realidad, un papel más importante en la producción que el trabajo y la calificación del obrero, cuya educación se hace en seis meses y está al alcance de cualquier obrero” (Pag. 17, The Masters Spinners and Manufacturers…).
La palabra “fábrica”, tal como ha sido dada en la cláusula de interpretación de la Factory Act de 1884 ( 7mo. Año del reinado de Victoria, art. 15, inc. 73) se define así: “La palabra fábrica será tomada en el sentido de edificios y lugares o en el recinto de los cuales el vapor, el agua o toda otra fuerza mecánica sean utilizados para mover o accionar máquinas destinadas a la preparación ,tratamiento o elaboración final, o para todo proceso que entre en el tratamiento del algodón , etc…(que el objeto que concurre a hacer que una fábrica sea propiamente lo que es, se trate de algodón, crin, seda, lino, cáñamo, yute, hay que atribuirlo, como es evidente, a las condiciones locales: esto no es esencial en la fábrica). Si las máquinas son calificadas aquí de “máquinas del patrón”, si la función de las mismas está asimilada a la función del patrón, en el proceso de producción (the business of production ) sucede absolutamente lo mismo con la ciencia incorporada a estas máquinas, o a los procedimientos de fabricación , a los procesos químicos, etc. La ciencia aparece como una potencia extraña y hostil al trabajo, al cual sojuzga; Por una parte, su aplicación es la concentración ; por otra, la transformación de los conocimientos , observaciones, secretos de oficios trasmitidos empíricamente, en ciencia, en análisis del proceso de producción , por aplicación de las ciencias de la naturaleza al proceso natural de la producción . Su aplicación reposa, pues, en la separación entre las fuerzas intelectuales del saber y los conocimientos y la habilidad del trabajador individual; así como la concentración y el desarrollo de las condiciones de producción y su transformación en capital reposan en el hecho de que el trabajador es despojado, separado de esas mismas condiciones de producción.
El trabajo en la fábrica no deja al trabajador más que el conocimiento de algunos manipuleos; con él quedan anuladas las leyes de aprendizaje; la lucha librada por el Estado, etc., para que los trabajadores jóvenes sepan por lo menos leer y escribir, muestra que esta aplicación de la ciencia al proceso de producción coincide con el sofocamiento de todo desarrollo intelectual en los actos de la fabricación. Es cierto que se educa a un pequeño número de trabajadores calificados, pero esto nada es en comparación con la masa se trabajadores “descultivados”.
Por otra parte, dos cosas resultan claras: el desarrollo de las mismas ciencias de la naturaleza (y estas constituyen la base de toda ciencia), como de todo saber relativo a la producción, se opera a su vez sobre la base de la producción capitalista, que en gran parte les crea, por primera vez, los medios materiales de investigación, observación y experimentación. Los hombres de ciencia, en la medida que la ciencia se utiliza por el capital como medio de enriquecimiento, que por el mismo motivo llega a ser un medio de enriquecimiento para los que la desarrollan, entran en concurrencia entre sí para encontrar su aplicación práctica. Por otra parte, el descubrimiento llega a ser un oficio en sí. En estas condiciones el factor científico halla con la producción capitalista un desarrollo – esta vez conciente - , es empleado y llevado a un grado tal, que en las épocas anteriores no han podido imaginar siquiera.”-
Carlos MARX.
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