domingo, 1 de agosto de 2010

ALFONSO CANO JEFE DE LAS FARC-EP, FUNDAMENTA LA LUCHA ARMADA EN COLOMBIA



El líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia FARC, Alfonso Cano, hizo un nuevo llamado al Gobierno de su país para "buscar a través del diálogo y las conversaciones, propuestas políticas de la diplomacia" que generen una salida negociada al conflicto armado que vive esa nación con la participación "de la mayoría de los colombianos".
A través de un video difundido este viernes por la cadena internacional árabe Al Jazeera, y fechado julio 2010, Cano emitió un llamado a las autoridades gubernamentales de Colombia para que "entre todos ir buscando el punto de confluencia donde con el concurso de la mayoría de los colombianos podamos identificar las dificultades, los problemas, la contradicciones, y generar a partir de allí perspectivas, caminos, salidas, posibilidades" a la situación armada.
Consideró que es necesario construir un sistema democrático que "nos posibilite a todos a participar, beneficiarnos de esa convivencia democrática que impida y cierre absolutamente todos los espacios a esa práctica histórica de la oligarquía colombiana de acometer el crimen como un arma política para silenciar a los adversarios".
Agregó que su lucha por una sociedad igualitaria y verdaderamente democrática, tiene como fin el objetivo "de cerrarles las puertas a la corrupción, que es generadora en absolutamente todas las regiones del país, de actitudes violentas, para cerrarle las puertas definitivamente en el país a todos los nules, a todos los guillo ángel que ordeñan ilegalmente el presupuesto de los colombianos".
Cano recordó que el centro del problema de la lucha armada en Colombia es por las tierras, y por eso instó a que se le regresen a los campesinos e indígenas colombianos todos los terrenos que "le ha arrebatado el latifundismo, los señores de las haciendas por lo menos en los últimos años".
Expresó que el triunfo de Juan Manuel Santos, en las elecciones presidenciales del pasado 20 de junio, le garantiza a la oligarquía colombiana la continuidad de sus políticas y estrategias, vistas en el Gobierno saliente de Álvaro Uribe, al cual acusó "de estar perneado por el narcotráfico, por la corrupción administrativa y la impunidad".
"El triunfo de Juan Manuel Santos el pasado 20 de junio le garantiza a la oligarquía colombiana la continuidad de sus políticas y estrategias, le impone otras tareas inmediatas, la tarea de blindar al alto gobierno saliente", expresó en la grabación.
A su juicio, Santos tratará de blindar la llamada "seguridad democrática de su antecesor y recomponer el régimen político dejado que "está empapado de ilegitimidad y de dar pie a la violencia terrorista".
Cano expresó que el conflicto armado que se vive en Colombia no le alegra al grupo insurgente. "A nosotros no nos alegra la guerra, a nosotros no nos alegra cuando en el campo de batalla hay adversarios nuestros que mueren, nosotros tenemos un sentimiento distinto, nos duelen porque son hermanos y la mayoría de ellos son integrantes de familias humildes".
Llamó a construir un régimen político decente, "nosotros aspiramos a que nuestras luchas, nuestros esfuerzos lleven a Colombia a construir con el transcurso del tiempo con el trabajo y la convivencia un sistema social igualitario".
Por lo que le pidió al Gobierno de Colombia a no agredir, "queremos otras cosas, no nos obligue a empuñar las armas, hoy estamos diciendo lo mismo, quisiéramos buscar las posibilidades de una sociedad igualitaria, por el socialismo que llevamos nosotros impregnados en nuestra conciencia, por las vías políticas".
Indicó que si el Gobierno colombiano continúa con su política militar "no hay otro remedio que la lucha armada continuará en Colombia hasta que no se logren los objetivos que nos hemos propuesto (...) Estamos llenos de dignidad, de dignidad de combate".
El líder insurgente recordó que desde 1964, las FARC "hemos estado planteando la necesidad de conversar para dar salidas políticas a situaciones que están generando los conflictos armados, una y otra vez, de una y de otra manera", aseguró.
También añadió que "en algunos momentos, algunos Gobiernos han posibilitado que demos ese paso a las conversaciones que han fracasado, porque los Gobiernos representantes de la oligarquía colombiana no han ido con la voluntad de encontrar situaciones y salidas democráticas".
Alfonso Cano detalló en el video que existen datos del conflicto armado que arrojan un total de 312 situaciones de guerra en el mes de mayo de este año, es decir, "más de 10 por día".
"Los partes de las FARC en mayo de este año, explicó Cano, dan un total de 304 integrantes de la fuerza pública colombiana muertos en combates y confrontación con nosotros, 312 situaciones de guerra, más de 10 por día, más de 250 heridos, mucho mutilados", dijo.
Agregó que esos números son consecuencia de una confrontación violenta entre las FARC y uniformados del Ejército y las Fuerzas Armadas colombianas "que el Gobierno ha querido ocultarle al país y al mundo para negar que aquí hay un conflicto complejo de características sociopolíticas".
"Estamos planteando una vez más que conversemos, no le oculten al país los costos tan terribles que está teniendo la guerra en este momento, no le oculten al país los muertos que se están presentando, hijos del pueblo colombiano", subrayó.
Cano afirmó que la propuesta del presupuesto del año entrante en guerra va a ser de 22 billones de pesos, cerca de 12 mil millones de dólares, absurdo en un país con 30 millones de colombianos que viven por debajo de los índices de pobreza, por eso seguimos empeñados en buscar salidas políticas a la situación", recordó.
Sigamos ahora entonces con los últimos capítulos del tema sobre “la educación y la lucha de clases”.
Educación siempre ligada estrechamente a la estructura económica de las clases sociales, la educación no puede ser en cada momento histórico sino un reflejo necesario y fatal de los intereses y aspiraciones de esas clases. La confianza en la educación como medio para transformar la sociedad, explicable en una época en que la ciencia social no estaba constituida, resulta totalmente inadmisible después que la burguesía del siglo XIX descubrió la existencia de las luchas de clase. Porque es necesario subrayarlo; el descubrimiento de las luchas de clase fue uno de los aportes más felices de los historiadores burgueses del primer tercio del siglo XIX; de Thierry, de de Guizot, de Mignet.
El concepto de la evolución histórica como un resultado de las luchas de clase nos ha mostrado, en efecto que la educación es el procedimiento mediante el cual las clases dominantes preparan en la mentalidad y la conducta de los niños las condiciones fundamentales de su propia existencia. Pedirle al Estado que se desprenda de la Escuela es como pedirle que se desprendan del Ejército, la Policía o la Justicia. Los ideales pedagógicos no son creaciones artificiales que un pensador descubre en la soledad y que trata de imponer después por creerlas justas. Formulaciones necesarias de las clases que luchan, esos ideales no son capaces de transformar la sociedad sino después que la clase que los inspira ha triunfado y deshecho a las clases rivales.
La clase que domina materialmente es la que domina también con su moral, su educación y sus ideas.
Ninguna reforma pedagógica fundamental puede imponerse con anterioridad al triunfo de la clase revolucionaria que la reclama, y si alguna vez parece que no es así es porque la palabra de los teóricos oculta, a sabiendas o no, las exigencias de la clase que representan.
Para un espectador superficial que ignora el carácter de clase de las luchas históricas podrían figurar seguramente sobre el mismo plano de la “nueva educación” teóricos tan distintos como Wyneken, Gentile y Lunatcharsky. Si nos atenemos únicamente a lo exterior aspiran los tres a formar una “nueva imagen del hombre” . Pero tan pronto abandonamos ese planteo superficial y nos reforzamos por indagar las clases sociales que esos teóricos reflejan, ¡que interpretación más desigual!
“Nosotros queremos en la escuela, dice, Gentile, el espíritu que forma, por decirlo así, la verdadera humanidad del hombre”.
Todo esto no es muy claro sin duda alguna; pero poco más adelante el “espíritu” empieza a precisarse; “Los estudios secundarios son por su naturaleza aristocráticos, en el óptimo sentido de la palabra; estudios de pocos, de los mejores, porque preparan a los estudios desinteresados, los cuales no pueden corresponder sino a aquellos pocos destinados de hecho por su ingenio o por la situación de la familia al culto de los más altos ideales humanos”.
Y como si esto fuera poco, algo más adelante nos dice cuál es el hombre que es necesario formar en toda su plenitud: “El hombre no es el animal bípedo e implume que tenemos siempre bajo los ojos. Ni llega a convertirse en hombre cuando se transforma en el autómata que introducido en un determinado engranaje jerárquico y social, cumple más o menos mecánicamente su misión como para asegurar a él y a sus hijos una vida opaca. A este animal no importará jamás el destino de Prometeo ni el destino del hombre.
Para el ni griego ni filosofía servirán para nada; para él ninguna delicadeza del espíritu turbará la digestión. Pero esta no es la humanidad o por lo menos, no es esa humanidad de que deseamos hablar. El hombre nuestro es el hombre que tiene eso que se llama una conciencia: es el hombre dígase más bien, de las clases dirigentes, sin el cual no es ni siquiera posible el otro hombre de las buenas digestiones porque hasta las buenas digestiones necesitan el apoyo de la sociedad y la sociedad no es concebible sin clases dirigentes, sin hombres que piensen por sí y por los otros. En este hombre creo que piensan todos los que reclaman que la escuela sea para la vida. Si para la vida del hombre, de la conciencia humana.
Por intermedio de un filósofo ilustre, el pensamiento de la burguesía contemporánea sobre la “nueva educación” queda expresado con una nitidez que no se presta a confusiones no arrojar a las masas las margaritas de la cultura y reservar únicamente para el hombre de las clases superiores “el completo desarrollo del espíritu”. Convencida de su propio fracaso, acorralada por el proletariado cada vez más consciente de si mismo, la burguesía fascista que habla por boca de Gentile no sólo declara que se debe impedir a las masas el acceso a la cultura, sino que se debe confiar a la religión el control espiritual de la plebe despreciable. “Estoy convencido, dice, de que para formar un pueblo verdaderamente grande y una nación verdaderamente fuerte es necesario que los ciudadanos tengan, una concepción religiosa de la vida. Para conseguir este resultado es necesario enseñar religión a los niños. Y puesto que estamos en Italia donde la católica es dominante, los niños deben ser instruidos en ésta. Cuando más tarde lleguen a ser hombres, tratarán por ellos mismos, y por medio de la crítica y del pensamiento, de superar esa fase pueril de enseñanza religiosa. Pero ésta es necesaria”.
Observen ustedes de pasada el escaso fervor del reformador; Gentile sabe que la religión católica que él mismo introduce en las escuelas de Italia es una forma de pensamiento subalterno. Pero exige que las masas que pasan por las escuelas y que recogerán en ella toda su cultura, permanezcan impregnadas mientras vivan con esas mismas concepciones que el filósofo desprecia. Para la burguesía que Gentile interpreta, la plebe no merece mucho más. Un educador íntimamente vinculado al ex ministro, como que fue su colaborador eminente en el Reforma de 1923, Giuseppe Lombardo Radice, nos ha dicho en un libro titulado La vida en las escuelas populares cual es el pueblo ideal que esas escuelas religiosas aspiran a formar: Yo quiero un pueblo gentil, meditativo, capaz de escuchar el canto de sus poetas y el concierto de sus sinfonistas y de encantarse frente a un cuadro de su museo o de su Iglesia. No quiero el pueblo torpe de la taberna, sino el pueblo que sabe saludar, que sabe vestirse con respeto de si mismo y de los otros, aunque sea pobremente, que no salive en cualquier parte, que no destruya las plantas, que no persiga los pájaros, que no parlotee demasiado, que no golpee a su mujer y a sus hijos”.
Un pueblo manso y resignado, respetuoso y discreto; un pueblo para quien los amos tienen siempre razón, ¿Cómo no habría de ser el ideal de una burguesía que sólo aspira a resolver su propia crisis, descargando todo el peso sobre los hombros de las masas oprimidas? Sólo un pueblo “gentil meditativo” podría soportar sin “parloteo” la explotación feroz. Y ese pueblo que el fascismo necesita es el que su escuela se apresura a prepararle.
¡Que diferencia entre los niños que Lombardo Radice anunciaba en sus primeros libros y estos niños italianos de aquel momento, tal como Dolores Mingozzi nos lo muestra, adulando a Mussolini y al fascismo en el más repugnante de todos los lenguajes. ¡Que diferencia también entre el cuadro idílico que Wyneken entreveía al escribir, “Sería un gran suceso cultural histórico que un Estado comprendiera la necesidad ideal de la escuela autónoma y con la elevada modestia la fomentara y aun la estableciera dentro de su esfera de dominio. ¿Qué estado alemán será primero? Nosotros los de las comunidades escolares libres que hemos sido los primeros en reconocer las líneas rectoras del desarrollo que hemos proclamado la idea de la nueva escuela estamos a su disposición”, y la brutal realidad de la Alemania de aquel entonces de la que habla Ponce con su escuela convertida en un cuartel!
En manos de la burguesía sabemos qué significan “la libertad del niño”, la “formación del hombre”, “los derechos del espíritu”. La imagen del hombre nuevo que nos prometía es la vieja imagen que nos es bien conocida; la de una clase opresora que monopoliza la riqueza y la cultura frente a una clase oprimida para la cual sólo alcanza la superstición religiosa y el saber bien dosado.
En manos del proletariado, ¿Qué representa la nueva educación?. Desde las primeras tentativas de Owen en sus fábricas hasta las más recientes conquistas en las revoluciones triunfantes la pedagogía proletaria ha aspirado siempre a hacer de sus escuelas, escuelas del trabajo. En una sociedad sin clases, es decir, en una sociedad fraternal de productores que trabajan de acuerdo a un plan, la escuela no puede ser ya ni la precaria escuela elemental ni la cerrada escuela superior.
Para formar los obreros conscientes de una sociedad en que las relaciones de dominio a sumisión hayan desaparecido en absoluto, es menester crear una escuela que fije con extraordinaria precisión el propósito inmediato que le corresponde. Y puesto que la escuela de la burguesía no pronuncia jamás una sola palabra que no sirva a sus intereses, la escuela del proletariado quiere servir también sus intereses propios; con la diferencia evidente de que si aquella correspondía a una exigua minoría, encarna ésta en cambio las aspiraciones de las grandes masas. En el primer Congreso Panruso de 1918 Lenin decía, “Alguien nos reprocha de hacer de la escuela una escuela de clase, Nuestra enseñanza defenderá por eso, exclusivamente, los intereses de la clase laboriosa de la sociedad”.
Y dos años después, en el Tercer Congreso Panruso de la Unión de los jóvenes añadía que la nueva educación ligaba indisolublemente la instrucción y la formación de la juventud con la lucha interrumpida de todos los trabajadores contra el viejo régimen de explotación.
La milenaria separación entre las fuerzas mentales y las fuerzas físicas que apareció en la historia en el mismo instante en que la comunidad primitiva se convirtió en sociedad de clases, desaparece así bajo el impulso del proletariado.
Los niños de los obreros y de los paisanos cubanos, no van ya a la escuela para “sustraerse” a su clase social y adquirir la mentalidad de la clase enemiga; van para unirse a la vanguardia consciente del proletariado y para acelerar de tal manera la construcción del socialismo.
Al comienzo del triunfo de la Revolución Rusa, decía un niño lo siguiente; “Yo quiero trabajar con los obreros y los campesinos; yo quiero ser un colaborador eficaz de mis camaradas adultos; yo quiero luchar con ellos contra los enemigos que nos son comunes,; contra las burguesías extranjeras que nos asedian; contra los resabios del capitalismo que nos traba; contra el egoísmo individualista que nos empequeñece; contra la religión que nos hace dudar de las fuerza del hombre. Y porque yo quiero eso debo aprender a estudiar y a trabajar”. Esto decía un niño ruso y lo que se disponía a realizar para obtener por un lado la victoria económica y política sobre la burguesía, para lograr por el otro el advenimiento de la sociedad sin clases.
En la primera revolución triunfante de obreros y campesinos tristemente traicionada posteriormente desde la escuela del primer grado hasta la Academia de Ciencias sólo había en Rusia en sus comienzos esa misma aspiración tenaz; perfeccionar las técnicas del trabajo colectivo para asegurar a cada hombre que trabaje, una vida digna, liberada y culta. Ningún obstáculo que impida a las masas el acceso a la cultura; ninguna sabiduría monopolizada por un grupo en detrimento de los más. Sin que el obrero abandone la usina o el Koljós; un sistema admirable de enseñanza lo levanta a un nivel tan alto de cultura que puede pasar cuantas veces sea necesario desde el banco del taller a las aulas de la Universidad.
Pero ninguna sabiduría, tampoco que se complazca en la soledad o que vuelva desdeñosa las espaldas a la vida. El investigador más puro, para desplegar los términos burgueses, no se considera como un ser sobrenatural tan colocado por encima de la turba que no llegan hasta él los ruidos de las fábricas. Se sabe él también un obrero de la edificación socialista y no ignora por eso que su ciencia o su cultura lejos de descender trepan todavía más arriba cuando escuchan los reclamos del trabajo. El ambiente de las fábricas, que el capitalismo convirtió en una fuente pestilencial de depravación y servidumbre, se ha transformado bajo el control del poder obrero en una fuente magnífica de desarrollo humano. Mas si la fábrica ha adquirido la dignidad y el ritmo de una escuela, la escuela se ha entremezclado de tal modo a la vida de la colectividad que la teoría azuza a cada instante la marcha de la práctica y la práctica se ilumina sin cesar por la teoría.
Explicaba un profesor de una Universidad Soviética en aquellos primeros tiempos de la revolución lo siguiente; “Las organizaciones de cada usina mantienen con la escuela una especie de contrato de solidaridad y ayuda mutua; la usina se compromete a ayudar a la escuela en la organización del trabajo escolar y en la enseñanza técnica de los alumnos; admite a los alumnos de los grados superiores en sus propios talleres bajo la vigilancia de los ingenieros y obreros calificados; y pone a disposición de los maestros los acontecimientos relativos a la producción. Los obreros de la usina forman parte del consejo de la escuela, contribuyen a educar a la joven generación de las organizaciones escolares. La usina aporta además su concurso material creando y equipando talleres en la escuela y enviando a ella los obreros para enseñar los rudimentos. La escuela asume a su vez, la tarea de liquidar el analfabetismo y la incultura de los obreros adultos y gracias a los esfuerzos de los alumnos y maestros, organiza conferencias y conversaciones y participa en los cursos nocturnos. Los escolares prestan también su concurso en los trabajos de documentación en la organización de los clubs, en la redacción del diario mura, en la lucha contra el alcoholismo. Pero la escuela no se limita a eso solo; activa también la propaganda a favor del plan quinquenal, denuncia a los perezosos y a los saboteadores, organiza campañas a favor de la buena conservación del material y de las máquinas. Este lazo de las escuelas con las fábricas se realiza también en las campañas, con esta diferencia; que es que el Koljós la granja colectiva la que reemplaza a la usina. Si se agrega que los talleres escolares trabajan a menudo a pedido de las usinas, que en aldea los trabajos prácticos se realizan en las granjas, se comprende cómo la escuela se transforma en un taller de la usina y como la usina y el Koljós viven en íntima unión con las escuelas”.

CX36 Radio Centenario

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