viernes, 10 de febrero de 2017

Segunda Declaración de La Habana, 55 años de vigencia




A 55 años de su aprobación en Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba, la Segunda Declaración de La Habana mantiene validez ante la ofensiva de la derecha continental, aupada por Washington, para recuperar espacios políticos.
A través de ese documento, aclamado por más de un millón y medio de personas el 4 de febrero de 1962, en inmediata respuesta a la expulsión del país caribeño de la Organización de Estados Americanos (OEA), Cuba desenmascaró la estrategia divisionista de Estados Unidos y fijó ante el mundo su postura antiimperialista.
No es casual que el texto de esa Declaración leída por el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, en la Plaza de la Revolución José Martí, evoque el ideario de ese prócer independentista cubano, como expresión de la continuidad histórica de las luchas por la emancipación de la isla.
En carta inconclusa a su amigo Manuel Mercado, Martí planteó la necesidad de 'impedir que en Cuba se abra, por la anexión de los imperialistas, el camino que se ha de cegar, y con nuestra sangre estamos cegando, de la anexión de los pueblos de nuestra América al Norte revuelto y brutal que los desprecia'.
La expulsión de Cuba de la OEA fue, de hecho, la antesala del recrudecimiento del bloqueo económico, comercial y financiero, las agresiones, y del accionar de Washington contra las aspiraciones legítimas de los pueblos de la región de superar el tutelaje de la potencia del norte.
Las acciones para subvertir en la región procesos progresistas, antiimperialistas, socialistas, o simplemente reformadores se han mantenido como parte de la estrategia de política exterior de demócratas y republicanos en su afán de preservar la hegemonía estadounidense por cualquier vía.
Golpes parlamentarios, juicios políticos, guerras económicas, apoyos a la subversión interna se suman hoy al arsenal estratégico de Washington para frenar el impulso emancipador en América Latina, y minar sus esfuerzos integradores.
Ante los nuevos desafíos que entraña la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, Cuba reiteró recientemente la voluntad de perfeccionar la vía socialista escogida para su desarrollo, así como su compromiso con el fomento de la unidad y la paz de América Latina y el Caribe.
Al comparecer en el segmento de alto nivel de la V Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, celebrada en República Dominicana, el presidente cubano, Raúl Castro, instó a fortalecer la integración de la región, teniendo en cuenta los numerosos intereses en común.
Trabajar por la unidad en la diversidad constituye una necesidad impostergable para las naciones del área, apuntó.
Afirmó el estadista cubano que para el éxito de este esfuerzo unitario se requiere de un irrestricto apego a la proclama de América Latina y el Caribe como zona de paz, firmada por los jefes de Estado y de Gobierno de la región en La Habana en 2014.
Asimismo, reiteró la voluntad de Cuba de continuar negociando los asuntos bilaterales pendientes con Estados Unidos sobre la base de la igualdad, la reciprocidad y el respeto a la soberanía y la independencia, y proseguir el diálogo respetuoso y la cooperación en temas de interés común.
Cuba y Estados Unidos pueden cooperar y convivir civilizadamente respetando las diferencias y promoviendo todo aquello que beneficia a ambos países y pueblos, dijo; pero reafirmó que para ello la isla caribeña no realizará concesiones en asuntos inherentes a su soberanía e independencia.
Ante el nuevo escenario planteado con el restablecimiento de los nexos diplomáticos entre Cuba y Estados Unidos y el inicio del complejo proceso hacia la normalización de sus relaciones, la nación caribeña enarbola hoy su independencia, latinoamericanismo, y antimperialismo como ejes fundamentales de su política, tal como lo hiciera hace 55 años.

Prensa Latina

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