viernes, 4 de diciembre de 2015

Ante la creación de la nueva central sindical




A comienzos de noviembre se lanzó la Confederación Sindical y Gremial del Uruguay (CSGU), un intento de nueva central sindical que agrupa a 11 sindicatos y alrededor de 500 afiliados.
Según informan sus impulsores integran el nuevo agrupamiento: el Sindicato Ferroviario del Uruguay (SFU), Sindicato del Ministerio de Industria (SIEMEM), Sindicato de Trabajadores Postales (STP), Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza (STE), Sindicato de Trabajadores del Transporte (STT), Empleados de Comag (ECOS), Sindicato de Trabajadores de la Seguridad Privada (STSP), Sindicato de la Industria Mecánica, el Transporte y afines (Simtra), el Sindicato de Trabajadores de Secom (Stsecom) y la coordinadora de jubilados y pensionistas (Cojupe).

Los argumentos: La burocracia del PIT-CNT

Los dirigentes denuncian como causa del nuevo agrupamiento que el PIT-CNT ha tomado “el camino del amiguismo, el oportunismo, la entrega de conflictos, la corrupción y la pérdida de independencia de clase”.
El lanzamiento reactualiza entre los trabajadores y la izquierda el debate sobre la manera de recuperar los sindicatos y expulsar a la burocracia sindical que se encuentra en los puestos de dirección (Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT y de la mayoría de los sindicatos y federaciones), y que en gran medida responden políticamente al Partido Comunista del Uruguay (PCU).

Entre otras organizaciones, el 26 de Marzo es uno de los principales impulsores de creación de una nueva central.

Podemos compartir el diagnóstico presentado por sus fundadores: efectivamente la dirigencia del PIT-CNT conjuga su defensa del gobierno frenteamplista, con su política de administración del capitalismo y la conciliación de clases con posturas burocráticas que no permiten la democracia obrera y van en contra de la independencia política de los trabajadores.
Esta dirección oficialista, como se vio claramente en el conflicto docente de este año (al igual que en el 2013) impide que se exprese la resistencia a las medidas antipopulares que pone en marcha el gobierno y trata por todos sus medios que la bronca no se masifique y ponga en cuestión el curso entreguista y ajustador que viene llevando adelante el FA.
A lo largo de distintos conflictos la burocracia sindical frenteamplista actúa como fuerza disciplinadora de los trabajadores, como se expresa cuando hace de “seguridad” en las marchas para evitar la crítica al gobierno o cuando se propone “mediar” o directamente aconseja levantar medidas de lucha o evitar su profundización. O también cuando Fernando Pereira firma acuerdos con el gobierno incumpliendo el mandato de asambleas masivas de maestras que votaban rechazarlos y continuar la lucha por el 6 %.
Durante la represión del Codicen en el conflicto educativo de este año, se sumó a la campaña criminalizadora de la protesta al acusar a la Plenaria Memoria y Justicia y otros grupos de izquierda de “utilizar las luchas estudiantiles para fines que no son los de las reivindicaciones” justificando indirectamente el desalojo violento del Codicen (aunque posteriormente tuvieron que matizar su discurso macartista cuando se generalizó el repudio a la represión de Bonomi).

¿Qué hacer entonces?

Muchos compañeros honestos, militantes y activistas de distintos sindicatos se preguntan si este no es el momento de crear una nueva central sindical e irse del PIT-CNT.
En las condiciones actuales creemos que aún se puede dar la lucha al interior de las organizaciones que actualmente existen; todavía contamos con espacios para poder expresar nuestras posiciones y la burocracia no puede callar nuestra voz. Todavía es posible revertir el proceso y que las agrupaciones y militantes clasistas se transformen en alternativa de dirección.
Está claro que la tradición y masividad de los sindicatos son un punto fuerte que los trabajadores tenemos que aprovechar ya que permite encarar con más contundencia cualquier conflicto y lucha.
Por otra parte es necesario que los sindicatos sean herramientas al servicio de la lucha de clases y es una muy mala señal que uno de principales impulsores de la nueva central, el 26 de Marzo, haya estado ausente de las grandes movilizaciones de los trabajadores de la educación o en otros conflictos a lo largo de estos últimos años sin aportar y sin participar de la lucha cotidiana contra la burocracia.

Cómo enfrentar a la burocracia

La política que debe guiar a los militantes clasistas que intervenimos en los sindicatos no debe apuntar a la creación de pequeños agrupamientos apartados de las grandes masas de trabajadores, esta postura divisionista es en los hechos una forma de renunciar a la lucha por recuperar los sindicatos para los trabajadores y dar la batalla contra la burocracia, por lo cual es una adaptación al actual estadio de las cosas.
Esta política abstencionista que reniega de la lucha por la expulsión de los dirigentes conciliadores de las organizaciones de los trabajadores deja el terreno libre para un mayor control sobre los propios trabajadores que salen a luchar contra el gobierno y sus planes de ajuste e impide que el activismo y los sectores de vanguardia avancen en construir agrupaciones combativas, clasistas y democráticas a partir de las enseñanzas que dejan las luchas y los enfrentamientos con la dirección que trata de contener y desviar los conflictos.

Lo que dejó el conflicto en la enseñanza

Como vimos por ejemplo en el conflicto docente el odio y descontento que empiezan a expresar los trabajadores contra una burocracia sindical que sufren en carne propia y se pone en contra de las movilizaciones y la lucha debe avanzar hacia un cuestionamiento más “estructural” para avanzar en conciencia y postularse como una dirección alternativa que ponga en jaque a los burócratas.
Cuando la crisis comienza a impactar y la clase trabajadora se pone en movimiento, es necesario construir polos clasistas y antiburocráticos que luchen por desplazar a las direcciones tradicionales y así recuperar los sindicatos para los propios trabajadores. Y no irse a construir organizaciones minúsculas.
Sindicatos que se construyan en base a la más amplia democracia obrera, que rompan con la lógica burocrática y donde los dirigentes trabajen y no tengan privilegios para que no se genere una separación entre ellos y la base, que haya rotación de cargos y se acate el mandato de asamblea. En síntesis, la tarea no es solo cambiar la dirección de los sindicatos, sino transformar la lógica interna de los mismos, para evitar que degeneren en una nueva burocracia.

Hernán Yanes
Claudio Álvarez

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