lunes, 28 de diciembre de 2015

El 20D, ¿ensayo general hacia nuevas elecciones?




El fin del bipartidismo, el giro a izquierda del electorado, la “misión imposible” de Rajoy para formar gobierno, los pactos no menos imposibles, la cuestión nacional atravesando la crisis, las perspectivas de Podemos. Algunas de las claves de un escenario político post 20D que plantea seriamente la posibilidad de que se termine yendo a nuevas elecciones generales.

Tras conocerse los resultados de las elecciones del 20D, la prensa mundial se hizo eco de la “encrucijada” española. En Francia, ’Le Monde’ tituló en su resumen de las elecciones: “Formar gobierno, la misión imposible de Mariano Rajoy”. “Los electores españoles finiquitan el bipartidismo”, escribió el alemán ‘Der Spiegel’. En la misma línea, ‘Repubblica’ analizó las elecciones con una frase: “Es el adiós del bipartidismo, el final de las mayorías absolutas, el inicio de la política ‘a la italiana’”, mientras ‘The Times’ titulaba: “Los mercados acogen el giro hacia la izquierda de España”.
El 20D puso fin al bipartidismo español tal cual lo conocíamos. El giro a la izquierda de una amplia franja del electorado situó a Podemos a tan sólo 1.5% de votos para superar al PSOE y ubicarse en segundo lugar. Entre el PP y el PSOE apenas suman el 50% de los votos, expresión de una rotunda pérdida de base electoral. Si el sistema no se hundió definitivamente ha sido por los favores de una reaccionaria ley electoral que beneficia a los grandes partidos del Régimen. Pero se terminó el mecanismo de alternancia pacífica en el poder de los partidos del “extremo centro”, como los llamó Tariq Ali.
En ese marco, con un nuevo Parlamento sin mayorías y atravesado por múltiples contradicciones políticas, el Estado español parece abocado a nuevas elecciones generales en la primavera. Aun no puede afirmarse, pero los escenarios abiertos tras la apertura de las urnas el 20D no dejan mucho margen.
La nueva aritmética parlamentaria nacida del 20D pareciera construida adrede a la medida de la crisis del bipartidismo. La posibilidad de formar gobierno plantea múltiples escenarios, cualquiera de los cuales resultaría en una mayor crisis de los grandes partidos del Régimen del ’78, PP y PSOE.
En última instancia, la casi imposible investidura de Rajoy recae en el PSOE de Pedro Sánchez y sus 90 escaños, cuya abstención es la única que le permitiría asumir nuevamente la presidencia. Los números no cierran para ninguna otra alternativa.
El PSOE tiene cuatro opciones: abstenerse y dejar gobernar a Rajoy en minoría; pactar una “gran coalición” con el PP; pactar una macro coalición “de izquierda” con Podemos, IU y las fuerzas independentistas; o bien bloquear la investidura con su voto negativo y propiciar la convocatoria a nuevas elecciones. Cada una de estas opciones tiene infinitos problemas:

1) Permitir la investidura de Rajoy mediante la abstención (junto con Ciudadanos), sería una de las preferidas por el establishment, aunque daría lugar a una nueva y débil legislatura del PP. Pero esta salida no cierra por ningún lado. Rajoy intenta endulzar el oído de Sanchez ofreciéndole la presidencia del Congreso –aunque el PSOE podrían obtenerla por sí mismo-, modificar el artículo 135 y hasta reformar la Constitución, como hizo en la reunión que mantuvieron ayer. Pero Sanchez, por el momento, ha dicho que no, adelantando que buscará formar un “gobierno progresista”.
Y aquí el problema viene desde las propias filas del PSOE: Susana Díaz, Felipe González, Page y los barones regionales, presionan para que Sánchez no se apure, no pacte con Podemos y se prepare para liderar la oposición. Una posición que solo puede significar un “no” hasta las últimas consecuencias, o un giro hacia la abstención. Por ello este primer escenario ni siquiera puede descartarse del todo. Las tensiones internas dentro del PSOE, los limites para un posible pacto con Podemos y los independentistas, pueden derivar en una abstención in extremis del PSOE, aunque esto deje campo libre a Podemos para seguir horadando la base electoral socialista. Podemos no permitirá “ni por activa ni por pasiva” un Gobierno del PP y si finalmente se inviste a Mariano Rajoy se deberá a que “el PSOE se bunkeriza en el pasado”, dijo Iglesias al otro día de las elecciones, adelantando su discurso político para un escenario de este tipo.

2) Pero si la primera opción es mala para el PSOE, la variante de una “gran coalición” con el PP sería un virtual suicidio político. Sumando entre ambos apenas el 50% de los votos, los viejos partidos del Régimen atarían sus destinos al dudoso devenir de la recuperación economica, mientras abrirían paso a un mayor ascenso de Podemos. Como dijo Iglesias, parafraseando a Felipe González, a Podemos sólo le faltaron una semana más de campaña y un debate para desbancar al PSOE del segundo puesto.
En el PSOE, el fantasma de la “pasokización” dificulta la hipótesis de una gran coalición. El hundimiento político del partido hermano del PSOE en Grecia, el PASOK, después de su pacto de gobierno con los conservadores de Nueva Democracia, es un espejo en el que temen verse reflejados los líderes socialistas. Aunque tampoco al PP le resultaría el mejor negocio. Simbólicamente, una variante así sería vista como un salvavidas del viejo Régimen y también daría nuevo oxígeno a Ciudadanos. Motivos suficientes para que esta sea la menos querida de todas las salidas posibles. Salvo para Ciudadanos, consciente de que el resultado del 20D lo condena a la irrelevancia política. Y por supuesto, para Podemos.

3) La opción de una “amplia coalición de izquierda”, que ha puesto de los nervios a las fuerzas conservadoras, implicaría un rotundo cambio del tablero político. Pero esta perspectiva tiene igual o más contradicciones que las anteriores. Sanchez le dijo a Rajoy que van a “explorar todas las posibilidades para que haya un Gobierno progresista”, aunque estrictamente hablando, la única posibilidad es un acuerdo con un variopinto abanico de fuerzas que empieza con Podemos, sigue con el sector independentista catalán (ERC) y vasco (Bildu), los nacionalistas conservadores del PNV y termina en Izquierda Unida.
La llave para una política así la tiene Pablo Iglesias. Con 69 escaños y un 20% de los votos, Iglesias se siente el portador de “un mandato para que la constitución garantice la nueva transición”. Y de allí vienen las exigencias para un acuerdo con el PSOE, sus cinco “grandes líneas rojas”: la reforma de la ley electoral, el blindaje de los derechos sociales en la Constitución, la prohibición constitucional de las puertas giratorias, la independencia de la justicia y… el derecho a decidir, el cual incluye la convocatoria un referéndum para que el nuevo encaje territorial en Cataluña. Con estos parámetros, un acuerdo se torna casi imposible de asumir por los socialistas, uno de los partidos garantes del Régimen del ‘78 y padre del Estado de las Autonomías.
Después de reunirse con Rajoy, Pedro Sánchez afirmó que es tiempo de diálogo, pero dejó claro que “la unidad de España” no se toca. Pero incluso si Podemos, y más aún, ERC y Bildu, aceptasen entregar la demanda del derecho a decidir, algo que por ahora parece estar descartado, el PSOE se enfrenta al “fuego interno” del PSOE-A y los barones regionales, que se oponen rotundamente a cualquier pacto con Iglesias. Una oposición que sin duda recrudecerá ante la nueva propuesta de Iglesias de elegir a un “candidato” independiente para presidir un posible gobierno de coalición.

4) Si nada de esto funciona, siempre queda la última opción: el bloqueo de la legislatura y nuevas elecciones. En este escenario quien pagaría el pato de la boda sería Ciudadanos, mientras el PP se jugaría a concentrar el voto conservador azuzando el fantasma del desgobierno y el caos. Pero aquí el principal problema lo tiene el PSOE. Si Pablo Iglesias dice que con una semana más de campaña superaba a Pedro Sánchez, con esta variante tendrá por lo menos tres o cuatro meses para terminar de copar el espacio de representación socialista.
Si el 20D termina siendo finalmente un ensayo general de la cita definitiva en las urnas, aumenta claramente la posibilidad de que la izquierdización electoral que expresó el voto de 5 millones de personas a Podemos dé un nuevo salto. No por nada este escenario no desagrada, más bien parece ser el deseable, para Pablo Iglesias y los suyos.
El resultado de la elección de Podemos fue una expresión distorsionada, a través de una formación con una estrategia reformista y un marcado giro “al centro” en el último período, del rechazo masivo a un régimen asociado al nepotismo y la corrupción y a los años de políticas para que los trabajadores y sectores populares paguemos la crisis.
El proceso de negociación que busca Podemos para dar lugar al surgimiento de un “nuevo pacto” de Estado, sin embargo, tiene el límite de que ninguna salida por arriba en los marcos institucionales del Régimen del ’78 podrá satisfacer las hondas aspiraciones que se expresaron en el masivo voto a Podemos. Una contradicción potencialmente explosiva en el marco de un sistema político que cruje por todos lados.

Diego Lotito
Madrid | @diegolotito

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