sábado, 7 de mayo de 2011

La impunidad se defiende de la caducidad



Sobre amenazas y el miedo militar

En medio de la arremetida de amenazas veladas y otras no tanto desplegada desde fines del año pasado, el argumento de los “defendistas” de la impunidad legalizada penetra inclusive en la esfera pseudo política que parecía estar reservada en exclusividad a los profesionales del verso democrático-burgués. Auténticos dinosaurios del fascismo más bizarro imaginable, se despachan con tremebundos alegatos constitucionalistas y de reivindicación de la sagrada “voluntad popular”, que en realidad han vivido pasándose por el quinto forro durante una docena de años, arrasando con todo lo que el pueblo había conquistado en materia de libertades públicas y derechos humanos elementales…
Los coautores de una impunidad que oficia de prolongación natural del terrorismo de Estado y que sigue amparando delitos que jamás prescribirán, tratan de redimirse en el único idioma que conocen y que dominan como buenos verdugos con diploma: la promesa de volver, el discurso amedrentador, el jugar invariablemente con lo que no siempre se sale ganando: jugar con fuego, aún si éste lo es tan sólo virtual y mediáticamente.
Los maestros del miedo, tienen miedo… Miedo a morir entre rejas (vah, ¡entre inexistententes rejas de inexistentes cárceles para fascistas!), miedo a ver caer sus tristes charreteras ya enlodadas por su propia conducta.
Lo del título:
LA IMPUNIDAD SE DEFIENDE DE LA CADUCIDAD de una ley cómplice que ya cayó aunque unos cuantos no tengan ni el valor ni la vergüenza para voltearla --y redimirse de su traición de octubre-- sencillamente levantando los puños en un parlamento que tampoco es ya el parlamento burgués, sino el parlamento de la cobardía de los que sienten miedo por haberse alejado de un pueblo que, aún sintiendo miedo, no dejará atropellarse ni enredarse las patas engañado, amenazado o, una vez más, estafado.

Gabriel Carbajales

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