miércoles, 18 de mayo de 2011
A cielo abierto y dignidad oriental al viento
Un viernes 13 de resistencia popular renovada y entusiasta
Hacía tiempo, muchísimo tiempo, que la “Banda Oriental” no sentía sobre sus caminos y rutas –bajo un cielo gris y amenazante, pero amigo al fin-- el avance convencido y entusiasta de una multitud de gente de pueblo tan diversa, tan abigarrada y tan resuelta como la que el viernes 13 de mayo de 2011 marchó “En defensa de la tierra y los recursos naturales”, al abrigo del entrañable y severo precepto artiguista de “No venderé el rico patrimonio de los orientales al bajo precio de la necesidad”.
No hubo nubarrones de lluvia ni frío que pudieran detener a las tres compactas cuadras de mujeres, hombres, jóvenes y niños, efusivamente hermanados por la resolución de expresar sin titubeos el creciente repudio popular a la extranjerización destructiva de nuestro suelo y de reafirmar la reivindicación histórica de “tierra para el que la trabaja” sin concesiones ni al latifundismo depredador ni a las políticas gubernamentales de extranjerización y despiadada pauperización social en todo el territorio nacional.
Encabezada por un centenar de “paisanas” y “paisanos” (procedentes de Rocha, Cerro Largo, Treinta y Tres, Florida, Durazno, Canelones, Montevideo, etc.) a caballo y alzando orgullosamente la combativa bandera tricolor de Artigas cual si la escena fuese la primera y la más linda página de un libro de historia que aún se está escribiendo, la marcha fue creciendo sin cesar a su paso por la mal llamada Avenida “Gral. Flores” desde el inmerecido “monumento al ejército” de Avenida José Batlle y Ordóñez (ex Propios) y hasta el frente del quieto y silencioso Palacio Legislativo, a orillas de nuestra querida plaza “Mártires de Chicago”.
Allí,sin campanillas legislativas llamando “al orden” ni interminables y floridos torneos de demagogia profesional, una joven mujer trabajadora y dos jóvenes trabajadores de “tierra adentro”, leyeron a grito pelado y sin gré-gré para decir Gregorio, una sencilla pero firme proclama consensuada sin mucha discusión previa, pero con mucha y muy clara y acuciante sustancia reivindicativa.
La misma estaba rubricada por un amplísimo número de organizaciones sociales y gremiales especialmente amalgamadas para llevar adelante esta jornada de protesta y de lucha auténticamente histórica, desplegada a cielo abierto y con el corazón encendido de razón y un espíritu que viene logrando disipar el engaño de los cantos de sirena del mentado “inversionismo” multinacional alentado por los que reniegan de hecho del “Uruguay productivo y con justicia social” con el que, en vano, se han llenado la boca.
Más allá de que cuantitativamente fue una manifestación popular de enorme importancia en estos tiempos de apatía y desmoralización inducidas “desde arriba” (los cálculos hablan de entre 3.000 y 4.000 manifestantes), lo que rompió los ojos y debería hacer poner las barbas en remojo a los que siguen legislando a favor de plantas de celulosa, minería a cielo abierto y otras incursiones monopólicas de real ataque a nuestros recursos naturales y absoluta falta de respeto por el medio ambiente y la salud popular, es la calidad y la potencialidad ofensiva expresada en esta jornada a la que necesariamente hay que considerar y reivindicar como genuino mojón histórico de la resistencia popular oriental contemporánea.
Lo vivido esa tarde, nos revela un paciente y tenáz trabajo de entrelazamientos sociales previos al 13 de mayo y una valiosísima magnitud de posibilidades esperanzadoras resaltadas por el clima subjetivo percibido a flor de piel a lo largo y lo ancho de toda la marcha.
En ella, por primera vez claramente, estuvo ausente –marcada y afortunadamente ausente-- la clásica y peligrosa demarcación entre “campo y ciudad” y entre “canarios y montevideanos”.
Pero lo estuvo, fundamentalmente, la bifurcación supuestamente infranqueable y reiteradamente propagandeada por el gran capital enajenante y apátrida y su fábrica mediática, entre pequeños y medianos productores de la tierra castigados por los abusos del poder y los demás trabajadores del país ya largamente perjudicados desde siempre, acercados hoy en la práctica concreta por un mismo y único enemigo común: el neo-colonialismo, la usura monopólica, las mega-finanzas, las multinacionales que saquean y matan, y los grupos subalternos que actúan como reales agentes de un imperialismo que únicamente puede ser frenado con la fuerza decidida del movimiento popular, en todas partes, sin que podamos confiar, efectivamente, más que “en nosotros mismos”.
Este viernes 13 –digámoslo sin miedo a optimismos apresurados aunque cuidándonos del triunfalismo fácil-- ha mostrado que nuestro movimiento popular está en condiciones de pegar un enorme salto en calidad que rescate de nuestra propia historia, aquellos principios y valores que hicieron de la resistencia oriental al colonialismo y la oligarquía adulona, un verdadero movimiento revolucionario-emancipador más allá de fronteras, cuya lucha no sólo no ha tenido su punto final, sino que hoy, a la luz de lo que estamos viviendo, vuelve a palpitar con fuerza entre explotados y oprimidos por encima de naturales diferencias que quedan automáticamente relegadas a un segundo plano ante la alarmante y dramática contundencia de la realidad.
El presente vuelve a colocarnos en condiciones de reapropiarnos de lo que también nos pertenece como la tierra misma: el ideario artiguista, la idea principal de que frente a un mismo enemigo opresor que no discrimina entre sus sometidos aunque procure dividirnos, frente a un enemigo feroz y desalmado, no hay más alternativa que la unidad combativa y perseverante del pueblo trabajador y los sectores sociales no necesariamente explotados, pero sí cada vez más oprimidos y desplazados por los pretendidos dueños del planeta que hoy apuntan todos sus misiles sobre los territorios que no han podido saquear y digitar plenamente, todavía.
Sin exageración: el 13 de mayo de 2011 no es un viernes 13 más ni una protesta callejera más, solamente, en el Uruguay post dictadura.
Es el resultado del sacrificio sin denuedo puesto al servicio del entrelazamiento popular social sin tutelajes ni vanos mesianismos, y es también el gran desafío que se impone un pueblo trabajador demostrándonos a nosotros mismos que la urdimbre y la argamasa humana imprescindibles para continuar la obra ejemplar e ineludible del artiguismo, están exclusivamente en nuestras manos.
Su desarrollo y enriquecimiento, dependen de la férrea voluntad de unión y fraternidad apoyada en los pilares poderosos de la organización popular liberada de los caprichos de las cúpulas partidarias, de los caudillismos estúpidos y del fraude de conciliábulos y transas a espaldas de quienes somos la verdadera “voluntad popular” no solamente votando cada cinco años o en algún referéndum estafado.
El 13 de mayo de 2011 será registrado, sin dudas, como la jornada oriental de reafirmación del derecho y el deber moral de no renunciar a un legado histórico que nada tiene que ver con la ritualidad paquetamente tradicionalista de los que conmemoran un bicentenario de utilería que no es el bicentenario de los de abajo con los que Artigas contrajo un compromiso ético del que no se apeó ni en los peores momentos de la lucha, aún inconclusa, aún enaltecedora y aún pletórica de enseñanzas y ejemplos que permiten entrever horizontes de vida humana y social aún lejanos, pero cada vez más sentidos y deseados colectivamente a pesar de las claudicaciones y los claudicantes que nunca faltan.
Este otoñal y cálido fin de semana del tenso amanecer del siglo XXI, ha introducido una aguda cuña de desaliento y alerta en las expectativas vendepatria montadas no en el querido matungo criollo ni portando los estandartes dignos del artiguismo, sino en el triunfalismo arrogante de los que han creído neciamente que todo lo saben, todo lo pueden y que nada ni nadie los detendrá.
¡Ojalá podamos cuidar, mantener y enriquecer el espíritu del viernes 13, y que de a mucho o de a poco, podamos ir venciendo definitivamente las rengueras del divisionismo, de los prejuicios del dogmatismo y de los personalismos y grupismos capaces de contribuir a un naufragio del movimiento popular que únicamente volvería a favorecer a los mismos personalismos y grupismos egoístas y antisociales que conspiran y se confabulan contra el pueblo y esa hermandad insustituible frente al enemigo común, que es lo primero que enseña el ideario y la acción artiguistas desde los primeros minutos de la querida revolución oriental de 1811, aún llena de vigor, razones y sano espíritu de lucha!.
Gabriel Carbajales, Montevideo, 15 de mayo de 2011.-
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