miércoles, 21 de noviembre de 2012

El “golpe desvastador” que Obama no nos quiere dar



A lo largo de más de cincuenta años los medios de comunicación han construido distintos pretextos para justificar el cerco económico, comercial y financiero que Estados Unidos mantiene contra Cuba.
En los años sesenta fueron la alianza con la URSS y el apoyo a los movimentos de liberación nacional en América Latina las razones esgrimidas por Washington para rechazar un cambio de política hacia Cuba. Luego, la presencia militar cubana en África que, como reconoció Nelson Mandela, contribuyó de manera decisiva al fin del Apartheid -monstruosa violación a los Derechos Humanos de todo un pueblo- ocupó el centro de los pretextos norteamericanos, reiterados por la gran prensa internacional.
Tras la desaparición de la URSS, la tesis lanzada por la maquinaria propagandística estadounidense era que se acercaba la “hora final de Fidel Castro”, ¿para qué negociar con un gobierno a punto de caer?
Cuando pasaron los años y el gobierno revolucionario no cayó, Estados Unidos -que apoyó al régimen del Apartheid en Sudáfrica- al que Cuba combatió por décadas, convirtió los Derechos Humanos en bandera para demonizar a la Isla y las cifras en el presupuesto de EE.UU. destinadas a pagar una “oposición”, cuyas provocaciones -al no ser toleradas por las autoridades cubanas- justifiquen el bloqueo, han crecido hasta alcanzar, sólo en fondos públicos, los veinte millones de dólares anuales.
Ya en el siglo XXI, la permanencia en prisión de un grupo de personas condenadas en 2003 por conspirar con la representación diplomática en La Habana de George W. Bush para provocar una intervención militar norteamericana en Cuba era el principal motivo esgrimido por Washington para no modificar el bloqueo que fue recreducido por el invasor de Iraq y Afganistán.
Llegado al poder Barack Obama en 2009, se restablecieron los viajes y las remesas de cubanoamericanos a la Isla, ambos aspectos aprobados por Bill Clinton y limitados por Bush, pero la persecución a empresas y bancos que se relacionen con Cuba lejos de disminuir se incrementó. Con la condena en La Habana del ciudadano norteamericano Alan Gross, por establecer de manera ilegal dentro de la Isla -como parte de un programa gubernamental estadounidense- redes de comunicaciones con equipos de uso militar, Estados Unidos incorporó la libertad de Gross como exigencia para un cambio en su política que acaba de ser condenada por vigésima primera ocasión de manera abrumadora en la ONU.
Ninguno de los condenados en 2003 permanece en prisión y Alan Gross acaba de demandar al gobierno de Estados Unidos por causar el fracaso de su misión en Cuba, al no advertirle de los riesgos que esta implicaba.
¿Qué queda a Estados Unidos para justificar su política? Practicamente nada. En cambio, son muchos los beneficios que obtendría Washington con su modificación. El canciller cubano, después de relacionar los sufrimientos y daños provocados por el bloqueo norteamericanos a la vida del pueblo cubano, lo analizaba así al presentar ante la Asamblea General de las Naciones Unidas la resolución contra el bloqueo:
“Mantenerla no es del interés nacional de los Estados Unidos. Por el contrario, daña los intereses de sus ciudadanos y compañías, en especial en tiempos de crisis económica y elevado desempleo, quienes, según todas las encuestas, demandan un cambio de política. ¿Por qué cercenar los derechos constitucionales, civiles y la libertad de viajar de los norteamericanos prohibiéndoles visitar la isla, si estos pueden ir a cualquier otro lugar del planeta, incluso donde su país libra guerras?
“¿Por qué renunciar a un nuevo mercado de 11 millones de personas? ¿Para qué seguir gastando cientos de millones de dólares, que vienen de los impuestos que pagan los ciudadanos, en la inútil e ilegal subversión contra Cuba? ¿Para qué dañar sus relaciones con otros Estados, incluidos sus aliados, con medidas extraterritoriales que violan el Derecho Internacional? ¿Por qué aplicar el enfoque contrario al que anima sus crecientes relaciones económicas con Estados de sistema político diferente?
“El bloqueo también afecta los legítimos intereses y discrimina a la emigración cubana aquí asentada, que en su gran mayoría favorece la normalización de las relaciones con su Nación. Resta credibilidad a la política exterior de los Estados Unidos, le provoca aislamiento, lo coloca en costosos dobles raseros, no ha sido efectivo durante 50 años para los fines que se persiguen y significa un escollo insalvable en su cada vez más incómoda relación con América Latina y el Caribe. De cesar, evitaría a su gobierno un mayor descrédito de las políticas humanitarias y este dejaría de ser un pertinaz violador de los derechos humanos de los cubanos.”
Son elementos de mucho peso, pero para algunos hay más. El muy premiado analista Rafael Rojas, fabricado por la misma maquinaria que financia la subversión contra Cuba y que tiene el privilegio de publicar en el diario español El País, a pesar del sustancial recorte de plantilla aplicado allí, ha escrito un artículo sobre las relaciones de Estados Unidos con América Latina en el que afirma que tal cambio debe producirse porque propiciaría un “golpe desvastador” al ALBA, “la institución que más firmemente se opone a las instituciones y los principios interamericanos”.
Viniendo de la misma persona que ha dicho que los cubanos debemos olvidarnos de José Martí, no caben dudas de su interés en servir al “Norte revuelto y brutal que nos desprecia” y no al pueblo del país donde nació: Hay que eliminar el bloqueo no porque causa escasez y sufrimiento a los cubanos sino porque, según este lacayo disfrazado de académico, asestaría un golpe a quienes se oponen a la dominación estadounidense en América Latina y constituyen una alternativa de resistencia cubana contra las agresiones norteamericanas. Ojalá Obama escuche a su servidor y nos de el tal gople, que no sería sino un triunfo de Latinoamérica y Cuba frente a un crimen condenado universalmente y encubierto por las mentiras y pretextos de los propagandistas pagados por Washington. La historia dirá.

Iroel Sánchez
La pupila insomne

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