viernes, 2 de noviembre de 2012
Metodología comparada de los clásicos y Marx: Ciencia y filosofía económica.
Introducción
Desentrañar el origen metodológico de las escuelas económicas clásicas y el método dialecto de Karl Marx y Friedrich Engels es más complejo de lo que a priori podría parecer. En el campo economicista existe, inevitablemente, varías analogías que enlazan a los clásicos con Marx. Analogías, como veremos más adelante, que se entrelazan en la teoría del valor-trabajo de Marx, descifrada en el primer volumen de El Capital. Así pues, una simple cronología histórica iniciada en la figura de Adam Smith desnudaría una gran vagueza de método y análisis, arrojando deficiencias metodológicas basadas en simplismos y superficialidades del legado en las ciencias económicas de los autores a los que dedicaremos este ensayo. Por tanto, es vulgar, e inexacto, retrotráenos en la influencia de los fisiócratas franceses en el desarrollo de la obra cumbre de Adam Smith, la riqueza de las naciones, en tanto en cuanto, la transformación intelectual en Europa toma su génesis en un período anterior. Ante las limitaciones materiales, junto a nuestro objetivo por sintetizar, tomaremos como punto de inicio de nuestra argumentación la Inglaterra de finales del siglo XVI y principios del siglo XVII. Mas este desarrollo histórico tocará de manera superficial, y no general, debido al impresionante legado en las ciencias sociales por parte, de los considerados, padres del materialismo inglés. El centro de este origen está en Francis Bacon, quien entiende que la verdadera ciencia es la ciencia de la naturaleza, y la física experimental, su piedra angular. El desarrollo del pensamiento de Bacon está fuertemente influenciado por Anaxágoras y Demócrito, reconocidos por la homeomería y los átomos. Estamos pues ante el método racional, basado en la experimentación, con todo lo que conlleva, es decir, la inducción, el análisis y la comparación que inspirarán a los proto-positivistas franceses del siglo XVIII, quienes a su vez, influirán en Auguste Comte y Émile Dukheim, los grandes exponentes del positivismo y la sociología.
En nuestra perspectiva histórica, no podemos abandonar la percepción que tenía Bacon sobre la materia. Visión no centrada exclusivamente en los mecanicismos y los desarrollos matemáticos de ésta, sino también en la organicidad material. Es el oficial divorcio con la teología y los dogmatismos normativos, que hasta entonces imponía la visión judeo-cristiana en el pensamiento europeo del siglo XVII. El materialismo se aleja de esa visión, en tanto en cuanto, no se centrará en el estudio de antiguos textos, es decir, en la escolástica religiosa que orbita alrededor de la aceptación dogmática de las enseñanzas del maestro. Existe un desarrollo multilateral en el pensamiento de Bacon, que será arrancado por Thomas Hobbes, quien sistematizará el materialismo. Esta sistematización se observará en la unilateralidad de Hobbes, al desplazar la organicidad de la materia, en detrimento de un mayor mecanicismo y matematización, confiriendo mayor estaticidad y abstracción en el método materialista inglés. Esta visión de Hobbes en su interpretación de Bacon, inspirará el método hipotético-deductivo, basado en la abstracción de la realidad que podremos identificar en David Ricardo. No obstante, Hobbes supera las últimas barreras teísticas que aún se apreciaban en Bacon, mientras que John Locke compendió a Bacon y Hobbes para allanar el camino de los empiristas, en especial, David Hume, quien nos legará su teoría cuantitativa del dinero[1], la cual influirá en Adam Smith en su crítica contra el mercantilismo.
De este modo, Bacon, Hobbes y Locke, serán considerados los padres de los materialistas franceses del siglo XVIII. E irónicamente, Inglaterra será el centro económico de Europa, pero no el centro intelectual, aun siendo los maestros del racionalismo el gran triunvirato inglés del pensamiento materialista. Por tanto, no es de extrañar que los pilares del liberalismo económico se encontrasen en Francia. Ni tampoco es de extrañar que el inicio del fin del Antiguo Régimen estalle en territorio francés, y no en Inglaterra o Alemania. Si bien es cierto, el gran centro del feudalismo había sido representado por la figura institucional que constituía la Iglesia romana apostólica. Institución que bloqueaba el desarrollo de la ciencia y el pensamiento racionalista, cercando el tratamiento metodológico y reprimiendo a la clase en auge, la burguesía, dependiente de la ciencia. El primer intento se localizó en Alemania con Martin Lutero y la Reforma protestante. Intento fracasado, debido a la débil correlación de fuerzas manifestada por la indecisión de la burguesía comercial alemana. Así pues, la Reforma luterana tan solo se tradujo en la oficialidad de una nueva religión y el control de la monarquía absoluta. No obstante, la burguesía seguía creciendo a pasos agigantados, y los antiguos terratenientes perdían influencia, condiciones éstas, las que permitieron el triunfo del reformismo de Jean Calvin en la Europa de la segunda mitad del siglo XVI. No es de extrañar, en tanto en cuanto, comenzó un proceso de acumulación de capital por parte de la burguesía comercial europea, auspiciado y favorecido por la masiva entrada de metales, sobre todo plata y oro, permitiendo un proceso inflacionista, que empujó al alza los precios de las mercancías, que en muchos casos llegó a quintuplicar los precios, como fue el caso de Andalucía, en donde se localizaba el principal puerto que unía la ruta comercial entre América, los reinos de la península y el resto del continente europeo. De esta relación entre precios y cantidad de dinero surgió la primera concepción de la teoría cuantitativa del dinero, que desarrollaría más empíricamente David Hume en 1750 y perfeccionaría Irving Fisher en 1911. El alza de los precios y la inflación, empero, tuvieron su efecto inverso en los salarios, es decir, si bien los salarios nominales habían crecido, éstos no lo hicieron tanto como la inflación, por lo que los salarios reales habían caído. Todo aquello se tradujo en mayores márgenes de beneficios para los comerciantes burgueses, así como un mayor ahorro e inversión, facilitando la acumulación de capital comercial, la cual, Adam Smith definió como previous accumulation o acumulación primaria[2]. De este modo surgió el capitalismo comercial en Europa, resultado no del oro y la plata, sino de las consecuencias de la ingente entrada de estos metales, la inflación.
La acumulación de capital de los comerciantes se dirigió al consumo productivo, lo que permitió un mayor producto social y excedente (producto neto), facilitando el proceso de reproducción capitalista. Ante este escenario, los comerciantes burgueses no vieron descabellado desplazar a los terratenientes, y el dogma calvinista encajaba perfectamente en el espíritu comercial. Calvin se mostrará como una gran influencia para Adam Smith, en tanto en cuanto, “conquistó” Inglaterra y Escocia. El calvinismo rompió con la visión aristotélica-tomista del trabajo, desechando la idea del trabajo solo como instrumento que permitiese el consumo y el ocio, enfatizando en el trabajo productivo y el ahorro, desplazando, de este modo, al ocio a una posición de ostracismo. Podría parecer que la concepción calvinista influyó en Adam Smith para desarrollar la teoría del valor-trabajo, empero, la influencia de Calvin se hace notorio en el cuerpo filósofo-moralista de Adam Smith, que marcó su obra. Hasta este punto, observamos el juego irónico de la historia del pensamiento, en cuanto a su desarrollo geográfico. Como hemos visto, el triunvirato inglés del materialismo tendrá por discípulos a los racionalistas franceses, mientras, el reformismo religioso del francés Jean Calvin, impactará con fuerza en el mundo anglosajón. El impacto es tal, que Oliver Cromwell y los puritanos asestarán un duro golpe al viejo orden del pensamiento, hasta aquel entonces, dominado por el dogmatismo y la escolástica. El calvinismo exigía democracia y republicanismo, destruyendo el centralismo católico e intolerablemente cesarista. Cromwell y los puritanos fortalecieron la posición social de la burguesía, pero no en Inglaterra, sino en la Europa continental. El golpe de estado en 1689, denominado incorrectamente como “la revolución gloriosa”, no tendría consecuencias hasta cien años después. Por tanto, es de recibo asignar el siglo XVIII como el siglo de los franceses. El siglo de los discípulos del triunvirato del materialismo inglés. En este siglo, Montesquieu desarrolla el método analítico y “positivo” junto a Voltaire, mientras que al otro lado de los Alpes, en Suiza, Jean-jaques Rousseau construye el Contrato Social. Transversalmente, los fisiócratas franceses comienzan a transformar la economía, dominada cada vez más por la burguesía, pero no representada por el Antiguo Régimen. Esta ausencia de representatividad por parte de las superestructura feudal empujó al fisiócrata Vicent de Gournay lanzar el grito que mejor definirá el capitalismo; “Laissez-faire et laissez-passer, le monde va de lui même”[3].
De este modo, nació el laissez-faire, la máxima expresión del divorcio con el método normativo en la economía. Con esta gran impronta intelectual, la gesta de la revolución estalla en Francia. La razón dominó a los intelectuales. La idea de la propiedad privada en la clase burguesa chocó frontalmente con la de los terratenientes y la monarquía. Solo el antiguo Derecho romano reconciliaba perfectamente los intereses de la clase burguesa con la construcción de un nuevo régimen y un nuevo Estado; el Estado moderno, deudor del pensamiento de Hegel y el idealismo alemán. Así nace el Código francés como cuerpo normativo que garantiza la propiedad privada capitalista, y de este modo, dislocar las arcaicas relaciones y modo de producción feudales. La revolución de 1792 trató de imponer el dominio de la clase burguesa y de la razón, pero tuvo un resultado impredecible. La burguesía se dividió, el materialismo francés se imponía a base de “Terror” y la “reacción” se sucedió el 9 de Thermidor del año III de la nueva era[4]. No obstante, el triunfo de la burguesía fue definitivo. Los años 1830 y 1848 vinieron a confirmar el traspaso hegemónico. Para entonces, en la mente de Adam Smith no cabía construir un marco normativo para las ciencias económicas, pero si daba lugar a un pensamiento enfrascado en el idealismo-metafísico. Mientras, en David Ricardo se impondrá un método deductivo y matemático, centrado en la ley de Say. En cambio, John Stuart Mill, quedó embriago por la filosofía del utilitarismo de David Bentham y John Mill para construir una concepción positivista diferente a la de Comte. En cambio, Marx dio cuerpo a un nuevo método, que en palabras de Engels, es “una guía para la acción”, completamente alejado de la fenomenología de Hegel y el materialismo de Feuerbach.
Adam Smith: La división del trabajo y la riqueza de las naciones
Tradicionalmente, se considera a Adam Smith como el primer economista clásico. “Honor” que recibió de Marx, al definir a todos los economistas británicos de finales del siglo XVIII y principios del XIX, el apelativo de “clásicos”[5]. La teoría de acumulación de capital diseñada por Adam Smith, surge del concepto de excedente o producto neto desglosada por el fisiócrata francés François Quesnay. Siendo, el excedente, el resultado de la diferencia entre el producto social y el consumo productivo, concluyendo de esta relación la primera aproximación a la teoría de la acumulación de capital en Adam Smith. Primeramente, debemos de señalar que el enfoque de Adam Smith sobre el proceso de reproducción y acumulación carece de carácter científico, en tanto en cuanto, acepta dogmáticamente la visión de Quesnay y los fisiócratas. No obstante, desentrañaremos el intento de Adam Smith por aplicar un método inductivo y positivo de análisis, para con ello, contaremos con el siguiente extracto de la riqueza de las naciones:
Parece, pues, evidente, que el trabajo es la mensura universal y más exacta del valor, la única regla segura, o cierto precio, con que debemos comprar y medir los valores diferentes de las mercaderías entre sí en todo tiempo y lugar. Todos conceden que no podemos estimar el valor real de las cosas de un siglo a otro por las cantidades de plata que se hayan dado por ellas; tampoco lo podemos estimar de año a año por las cantidades de grano. Por las de trabajo, sí que podemos computarlo año a año y siglo a siglo con toda la exactitud posible. De un siglo a otro, el grano es mejor mensura que la plata, porque, en este período, iguales cantidades de grano podrán adquirir las mismas de trabajo con una proporción más próxima que iguales cantidades de plata. De año a año, por el contrario, la plata es mejor mensurante que el grano, por igualdad de razón.[6]
Analizando detenidamente el lenguaje que utiliza Adam Smith, podemos apreciar el uso de términos que designan aproximación, tales como; “parece”, “debemos” e “igualdad de razón”. Adam Smith procura acercar a la realidad sus explicaciones, lo que plantea un enfoque inductivo, o método a priori, desnudando una clara influencia del materialismo inglés triunfante en el pensamiento francés del siglo XVIII, que presumiblemente habría inspirado a los fisiócratas. Por otro lado, la cita de Adam Smith nos permite identificar un elemento importante, y es la designación de los factores productivos, es decir, tierra, capital y trabajo. Es un punto elemental el que representan los factores productivos en el pensamiento de los economistas clásicos, al designar un carácter, o categoría, meramente técnica, que alejan de la realidad social a los clásicos en su análisis. La mera visión técnica de los factores de producción desentraña cuál será su teoría de acumulación de capital, desarrollada a través de un método inductivo, por dilucidar el origen de la riqueza de las naciones; el trabajo y el ahorro.
Adam Smith se centrará en la división del trabajo como factor determinante que permitirá la acumulación de capital, y el posterior proceso de reproducción capitalista. Por tanto, la división del trabajo se traducirá en una mayor productividad, y ésta, traerá consigo el aumento de la riqueza. Para apoyar su teoría, forma una conjetura empírica para plasmar a la realidad la división del trabajo; la fábrica de alfileres. De este modo, esta división del trabajo se verá favorecida por el proceso de acumulación de capital, empero, en este proceso los asalariados no participan. La distribución de la renta entre las clases es favorable a los capitalistas y terratenientes, y solo éstos permiten acaparar mayor parte del excedente (producto neto). Este excedente se ve favorecido por la acumulación de beneficios de los dueños de los medios de producción, permitiendo la acumulación de capital para dirigirla al consumo productivo, favoreciendo la división del trabajo (maquinaría) y la riqueza, aunque gran parte de los beneficios deberán ser ahorrados como fondos para la posterior reproducción capitalista. Seguidamente, Adam Smith presenta una relación entre la división del trabajo y la especialización productiva que dotará a las naciones de la ventaja absoluta en el comercio internacional. Con esta premisa, el laissez-faire toma forma, y las naciones comerciarán entre sí, “reguladas” por la mano invisible. Grosso modo, no hay contemplación para un enfoque normativo de la economía y el comercio entre naciones, en tanto en cuanto, el mercado actúa como regulador. Adam Smith cae en una visión metafísica, al conferir a la mano invisible la propiedad absoluta para el funcionamiento de la economía internacional, obviando las relaciones sociales en el proceso de producción y el papel del trabajo productivo en el valor de las mercancías. Ricardo, y sobre todo Marx, criticarán duramente el análisis smithiano de la ventaja absoluta, al no considerar todas las variables y condicionantes del modo de producción capitalista.
David Ricardo y los rendimientos decrecientes: el estado estacionario y la ley de Say
David Ricardo es, posiblemente, el economista clásico más importante en cuanto a los aportes para el desarrollo de la economía como ciencia a lo largo de los siglos XIX y XX. En Ricardo existe la relación más fuerte de los clásicos con Marx, en cuanto al desarrollo de la teoría de acumulación de capital y la teoría del valor-trabajo bajo el enfoque del materialismo histórico. Ricardo desplaza el concepto de Adam Smith de la ventaja absoluta, y lo sustituye por la ventaja comparativa, en un intento por superar la contradicción de Adam Smith. Esta contradicción se hacía evidente en el supuesto de que una nación tuvieses ventaja absoluta en todos los bienes producidos, y por tanto, no existirían incentivos en comerciar con el exterior. Desde este supuesto, Ricardo diseña la teoría de la ventaja comparativa[7] entre naciones, salvando la contradicción de la ventaja absoluta. Obsérvese que nos hemos referido al supuesto de una nación con ventaja absoluta en la producción de bienes, desnudando el enfoque hipotético-deductivo de Ricardo. El enfoque hipotético-deductivo es un enfoque a posteriori, en donde se simplifican al mínimo las variables de análisis económico, derivando de ellas nuevas hipótesis de estudio. De este modo, Ricardo desarrolla la teoría de ground-rent para explicar el proceso de acumulación de capital. Ricardo establece como hipótesis que en los primeros procesos de colonización de la tierra, ésta es abundante y por ende, se explotan las tierras más fértiles. En este estadio la renta no existe y la producción recae en los agricultores. A medida que crece la población y la demanda de alimentos, las tierras fértiles van escaseando, y los agricultores se ven empujados a explotar las tierras menos fértiles, y por consiguiente, más laboriosas de ser labradas. La infertilidad de estas tierras exige un mayor trabajo productivo, determinando a su vez, el valor de cambio (precio), e igualándose con a la última tierra labrada, presumiblemente la más infértil. De este modo surge la renta (ground-rent) y la relación del valor con el trabajo.
Nótese que nos estamos refiriendo a los rendimientos decrecientes de la tierra y a los costes marginales, que posteriormente inspiraran a los economistas neoclásicos de finales del siglo XIX. Así es, el valor de cambio (precio) se iguala con la última tierra labrada, o marginal, de la que se extrae el coste marginal, proporcionado beneficios, o en términos ricardianos, la renta diferencial. De aquí se estableció la relación de que en competencia perfecta, los precios se igualan con los costes marginales. Ergo, Ricardo allanó el camino de los marginalistas y les legó el enfoque hipotético-deductivo. Sin embargo, los neoclásicos vaciaron de contenido la teoría del valor-trabajo de Ricardo, y tomaron literalmente los rendimientos decrecientes de la tierra, aplicándolos en la industria, sector en el que no se cumplía esta relación. De este modo, Ricardo desplaza a los terratenientes como eje de la riqueza de la nación, al observar en los rendimientos decrecientes un obstáculo en el proceso de reproducción capitalista y la acumulación de capital. La relación inversa entre el crecimiento de la población y el número de tierras fértiles, empujó a Ricardo a concluir que el constante aumento de la producción de tierras cada vez menos fértiles afectará negativamente a los beneficios, en tanto en cuanto, los salarios aumentarán y la demanda de fuerza de trabajo hará lo mismo, traduciéndose en un estado estacionario de la economía capitalista.
Esta estrecha visión de Ricardo, queda comprendida en el hecho de que los factores productivos (tierra, capital, trabajo) no incluían la tecnología en la teoría ricardiana y seguían tratándose de meras categorías técnicas. A estas hipótesis, le sucedía la falta de rigor científico al aceptar categóricamente la ley de Say; ley, la cual, incluye varías interpretaciones, y no solo la comúnmente aceptada de que la “oferta crea su propia demanda”. La ley de Say parece establecer que el ahorro es igual a la inversión (S=I), también parece establecer un equilibrio en el capitalismo, y por tanto es una imposibilidad que exista sobreproducción, tal como afirma Ricardo; “Nadie produce si no es con la intención de vender o de consumir, y no vende jamás si no es para comprar otra mercancía que pueda serle útil”[8].
Esta vulgarización de la economía responde a la incapacidad de Jean-Baptiste Say de desentrañar los orígenes de la sobreproducción en los procesos productivos y reproductivos del capitalismo. La ausencia de método científico en Say le obligó a reformular su ley de Mercado, redefiniendo la producción ya no como la producción material de todos los bienes y servicios, sino solo los bienes cuyos costes son cubiertos con la venta (precio de costo). Bajo esta falsa hipótesis, Ricardo siguió modelizando la economía capitalista bajo el “nominalismo”, e ignoró las variables reales. Esto llevó a Ricardo a descuidar el análisis material, y confirió al dinero la propiedad de “neutralidad”. Propiedad que sirvió como atajó para perpetuar la ley de Say. De este modo, la neutralidad del dinero, sirvió como mecanismo de autorregulación, y cualquier modificación nominal entre los salarios y los precios sería temporal, para rápidamente volver al equilibrio. Ergo, no existía la posibilidad de una crisis de sobreproducción o un exceso de demanda, en tanto en cuanto, si existía exceso de demanda en un mercado existiría exceso de oferta en otro. Grosso modo, nos encontraríamos con un equilibrio general walrassiano bajo la interpretación de Bernice Shoul de la ley de Say.
Volviendo a Ricardo, llama fuertemente como plantea bajo estos sofismas las mismas hipótesis en el mercado de fuerza de trabajo. Para Ricardo, el desempleo es una consecuencia de los mismos trabajadores, es decir, el desempleo solo puede ser voluntario a consecuencia de la negativa de los desempleados en rebajar sus pretensiones salariales y aceptar el salario de equilibrio. Ergo, el desempleo es consecuencia de la oferta de fuerza de trabajo por no igualarse con la demanda de oferta de fuerza de trabajo. En conclusión, Ricardo diagnostica la economía solo desde el lado de la oferta al revelar un estado estacionario por las dificultades de la acumulación de capital debido a los rendimientos decrecientes de la tierra. Este desarrollo deficitario en la agricultura, junto al comportamiento de los terratenientes a desplazar el consumo productivo por el consumo de bienes de lujo, auspició a Ricardo como el mayor representante de la burguesía industrial, en quien identificó a la clase social que favorecía un proceso de acumulación de capital a través del ahorro, permitiendo un mayor producto social y excedente en el proceso de reproducción. Como conclusión, observamos en Ricardo, en contraposición a Adam Smith, un análisis de mayor abstracción y modelización matemática, basado en un método hipotético-deductivo, antesala intelectual de las escuelas neoclásicas que surgirán a partir de 1870. No obstante, no podemos pasar por alto el enfoque metafísico y acientífico de Ricardo sobre la ley de Say, aceptando como dogma la imposibilidad de una crisis por sobreproducción a raíz de una insuficiente demanda en el mercado de bienes.
John Stuart Mill y el positivismo utilitarista
En John Stuart Mill no encontramos diferencias substanciales en la teoría económica sobre la acumulación de capital y la teoría del valor-trabajo de Adam Smith y Ricardo. Mas en Mill se condensa el positivismo inglés, contemporáneo al francés, pero con sutiles diferencias. Diferencias moldeadas por la filosofía utilitarista de Jeremy Bentham y John Mill. No es de extrañar pues, que Mill sea considerado el último clásico, puesto que es heredero del legado económico de Ricardo, y en menor medida, de Robert Malthus. Esta herencia se manifestará en la aceptación de la ley de Say, quien solo Malthus puso en duda en el debate con Ricardo. Debemos matizar que el debate Malthus-Ricardo, fue un debate ideológico del que brotaron la animadversión entre los intereses de clase de los terratenientes y la burguesía industrial. Malthus manifestó que la crisis en el proceso de acumulación de capital tendría su origen en una insuficiente demanda agregada en el mercado de bienes. Este análisis, que pudiera parecer la inspiración de los principios de la demanda efectiva de Keynes, tan solo escondía una reivindicación reaccionaria en favor de los terratenientes por seguir consumiendo bienes de lujo, y a los que Ricardo designó como el cuerpo de trabajadores improductivos.
No existió pues un análisis concienzudo de las crisis por la insuficiencia de la demanda en Malthus, pero si arrojó la idea de la existencia de problemas en el equilibrio capitalista. Los problemas a los que podía entrar la economía necesitaban ser depurados, y los utilitaristas fundamentaron el objetivo del “bien común” dentro de las relaciones productivas y el modo de producción en la economía capitalista. El utilitarismo consistía en medir moralmente las consecuencias de nuestras acciones para alcanzar el bien común como objetivo. De este modo, en el utilitarismo todas las ciencias sociales (derecho, economía, política o la moral) aspirarán a tener un enfoque positivo. En Mill esta influencia será crucial para desarrollar su enfoque positivista empírico, alejado del dogmatismo y en donde los hechos del objeto de estudio serán el eje principal, de lo que él llamaría, la ciencia de la etología. Para Mill, todas las verdades son resultado de las observaciones empíricas, y por ello, el mejor mecanismo es la inducción. De esta premisa se pasa del principio de uniformidad al principio de casualidad, y por tanto Mill rompe con el silogismo de las verdades universales. John Stuart Mill defendió el principio de asociación contra las manifestaciones de egoísmo que observaba de las injusticias sociales en el capitalismo, y por tanto, el mejor arma es la educación. Es por ello que a Mill se le considera, erróneamente, el padre de la socialdemocracia moderna, en detrimento de Marx. Ciertamente, el desarrollo de la socialdemocracia moderna, poco, o nada, tiene que ver con Mill, en tanto en cuanto, la evolución del revisionismo socialdemócrata de Eduard Bernstein nació, bajo definición de Rosa Luxemburgo, del enfoque oportunista, éste a su vez, basado en el eclecticismo, que es el resultado de la ausencia de método[9].
La teoría del valor-trabajo de Marx: Las relaciones de producción y la plusvalía
Para poder conocer el método y enfoque de Marx y Engels, es necesario sumergirse en la teoría del valor-trabajo que aparece en el primer tomo de El Capital. Importante es analizar la teoría valor-trabajo, en modo en el que Marx desentraña las relaciones de producción en el capitalismo, relaciones éstas, referidas a la correspondencia de explotación entre el capital y la fuerza de trabajo, puestas de manifiesto por los antagonismos de las clases sociales en el modo de producción capitalista. Así por tanto, antes de adentrarnos en qué es el materialismo histórico, debemos de partir de las tesis de que la producción es la base del orden social, tal como Engels manifiesta:
La concepción materialista de la historia parte de las tesis de que la producción, y tras ella el cambio de sus productos, es la base de todo orden social; de que en todas las sociedades que desfilan por la historia, la distribución de los productos, y junto a ella la división social de los hombres en clases o estamentos, es determinada por lo que la sociedad produce y cómo lo produce y por el modo de cambiar sus productos.[10]
Así entonces, Marx y Engels contemplan la transformación social a través de eliminar las relaciones de producción, y por tanto, esta transformación social no se encontrará en la filosofía, sino en la economía. Existe pues, una concepción histórica en el materialismo histórico sobre las relaciones sociales, y que deben de ser estudiadas para localizar el origen histórico de los antagonismos de clases del capitalismo. Marx se aleja completamente de la visión meramente técnica que otorgaron Adam Smith y Ricardo de los factores productivos que operan en la economía. Para Marx, los factores productivos tienen una categoría social, y por tanto, se referirá a estos factores, como las fuerzas productivas; estas fuerzas se desarrollaron como nunca antes en la historia de la humanidad gracias al proceso de acumulación capitalista y la revolución industrial, junto al nacimiento del Código francés, y el surgimiento de las nuevas instituciones burguesas y el Estado moderno (la superestructura). La categorización social de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, son el resultado del proceso histórico y dialéctico de los diferentes grupos sociales.
Por ello, Marx no toma la limitada teoría del valor-trabajo de Adam Smith como punto de partida, sino que desarrolla su propia teoría del valor-trabajo a partir de las aportaciones de Ricardo. Adam Smith solo contemplaba el capital constante, y mantenía la idea de que la renta era absoluta y constante, mientras que Ricardo consideró que la renta era diferencial, y por tal, existían el capital constante y el capital circulante (o variable). Adam Smith y Ricardo se diferencian en que para el primero el trabajo era invariable, mientras que la visión ricardiana no era así, en tanto en cuanto, la fuerza de trabajo tenía un salario natural de subsistencia (ley de bronce[11]). En cambio, Marx observa que en las relaciones de producción capitalista, la fuerza de trabajo es una mercancía, y que esta fuerza de trabajo genera un valor medido según las horas socialmente necesarias de producción. Como el asalariado no es dueño de sus medios de producción, recibe una parte del valor producido por su fuerza de trabajo en forma de salario, mientras, el resto del valor no retribuido al asalariado es la plusvalía (p). Esta plusvalía es apropiada por el capitalista propietario de los medios de producción. Marx también contempla que el capital puede ser constante (c) o circulante (v), y el capital constante (c) es transformado en consumo productivo (maquinaría). En cambio, el capital circulante (v) es destinado a absorber fuerza de trabajo, fuente de la plusvalía (p). De esta relación se calcula la tasa de plusvalía (p/v), por lo que Marx contradice a Adam Smith, y afirma que el capital no es generador de más capital, sino que es el resultado del valor generado por la fuerza de trabajo no retribuida al trabajador. De ello se concluye que la ganancia se obtiene de la plusvalía tras vender la producción en el mercado.
Marx, por tanto, concluirá que la tendencia de la tasa de ganancia será decreciente debido a la relación entre la plusvalía y el capital total (p/(c+v)), debido a que los ciclos tecnológicos aumentarán la composición orgánica de capital (c/v), al destinar más capital constante (c) a la compra de maquinaría en detrimento del capital circulante (v) que es el generador del plusvalor, y por tanto el capitalista demandará menos fuerza de trabajo. La tendencia decreciente de la tasa de capital pretende desnudar las contradicciones del modo de producción capitalista, y cómo por sí mismo, se plantea su propia destrucción, para dar pasó a un nuevo modo producción basado en unas relaciones de producción superiores. Marx y Engels construyeron un cuerpo teórico científico y analítico, que pretendió desentrañar el comportamiento contradictorio del capitalismo que ellos habían estudiado; el capitalismo del siglo XIX.
La economista post-keynesiana, Joan Robinson, identificó en el análisis económico de Marx una teoría de la crisis por la insuficiencia de la demanda agregada, mucho más elaborada que la que pudiera tener Malthus[12], y criticó el dogmatismo de los discípulos de Marx por no seguir elaborando científicamente el método heredado de Marx y Engels:
Hay efectivamente muchos indicios en El Capital de una teoría de la demanda efectiva. Los discípulos de Marx pudieron haberla formulado antes de que Keynes y Kalecki la aprendieran a partir de los hechos brutales de la gran crisis, pero no lo hicieron. Los marxistas declarados saludaron en Inglaterra la Teoría general con los consabidos motes de finanzas sesudas. El elemento “keynesiano” en Marx era poco conocido.[13]
Materialismo histórico: el método de lo abstracto a lo concreto
Marx y Engels nunca habían nombrado su método como materialismo dialéctico, pero si lo desarrollaron como una ciencia, apartándose de la concepción idealista de Hegel y el materialismo mecanicista de Feuerbach. Existe una controversia, en modo, de que Marx y Engels definieron su concepción filosófica por el nombre de materialismo histórico. Mientras que el término materialismo dialéctico fue acuñado por el padre de la socialdemocracia rusa, Grigori Plejanov. Ante esta disyuntiva, desglosaremos la definición de Engels sobre la concepción del materialismo histórico:
El nombre materialismo histórico para designar esa concepción de los derroteros de la historia universal que ve la causa final y la fuerza propulsora decisiva de todos los acontecimientos históricos importantes en el desarrollo económico de la sociedad en las transformaciones del modo de producción y de cambio, en la consiguiente división de la sociedad en distintas clases y en las luchas de estas clases entre sí.[14]
Engels enfatiza en los procesos sociales históricos y las relaciones de clase en la sociedad bajo el modo de producción capitalista. Anterior a Marx y Engels, existieron corrientes que se procuraron por desentrañar las relaciones sociales, en el cada vez más evidente desarrollo del capitalismo europeo. Saint-Simon, Fourier y Robert Owen habían contemplado la necesidad de plantear un nuevo modo de producción para superar el capitalismo; el socialismo. Pero los primeros socialistas carecían de una concepción filosófica que dotase de un carácter científico que plasmase materialmente la consecución de aquel objetivo. Por ello, Hegel allanó el camino, al considerar todo el mundo de la naturaleza, la historia y el espíritu en constante movimiento transformante conectado con la historia de la humanidad, demostrando que los procesos históricos no son obra del azar. Marx y Engels, empero, rechazaron el idealismo de Hegel por construir falsos detalles para fundar una visión universal de la verdad absoluta.
El materialismo histórico toma al sujeto real, el trabajador, para analizar la formación histórica del resultado de las lucha de clases, en contraposición a Hegel y Feuerbach[15]. El materialismo histórico, es por tanto, dialéctico, y las condiciones materiales objetivas son “ajenas a la voluntad de los individuos”, ergo, son los factores más importantes del cambio social. El materialismo histórico es el método de lo abstracto a lo concreto, asumiendo el caos social para su mejor análisis, empero, no se trata de aislar las categorías, sino desentrañar sus relaciones e interrelacionarlas. Por tanto, lo concreto es la síntesis de múltiples determinaciones y no la simple abstracción. Por ello, Marx planteó el método del viaje de retorno:
Llegando a este punto, habría que remprender el viaje de retorno, hasta dar de nuevo con la población, pero esta vez no tendría una representación caótica de un conjunto, sino una rica totalidad con múltiples determinaciones y relaciones.[16]
Entonces, para Marx la abstracción será el instrumento que favorezca el estudio dialéctico, planteando un análisis estructural, que toma como las abstracciones más importantes el trabajo, el comercio, la organización social, el modo de producción y la plusvalía. El análisis estructural se combina con el historicismo para dar forma al materialismo histórico plasmado en El Capital, pasando de lo abstracto a lo concreto. En tanto, que es importante la distinción entre lo real y lo ideal (pensamiento) y la abstracción será el instrumento analítico de la razón, separando uno a uno los contenidos.
Conclusiones
Desentrañar el cuerpo metodológico de las diferentes escuelas que han definido la economía como ciencia, es, ex-ante, ardo complicado. Mas, ex-post, se muestra aún más complejo, en tanto que las extensas obras de los autores analizados complica nuestra trabajo de síntesis. Se han realizado múltiples interpretaciones del enfoque metodológico de los padres de la ciencia económica, muchos de los cuales, han pecado del absoluto dogmatismo. Dogmatismo éste, que ha degenerado las visiones de todos ellos, como es el caso del legado teórico de Ricardo, sirviendo de pretexto los rendimientos decrecientes para construir la teoría general del consumo neoclásica, vaciando de contenido la teoría valor-trabajo, y desechando la posibilidad de que surja un estado estacionario en la economía. La modelización matemática de la economía, construyó un cuerpo teórico-analítico que orbitó en la acientífica ley de Say, y el idealismo-metafísico smithiano de la mano invisible. Se vulgarizó la económica con el pretexto de demostrar matemáticamente que el laissez-faire y la neutralidad del dinero preservaban el equilibrio del capitalismo, mientras que los sujetos racionales actuarían con el objetivo de maximizar la utilidad, vulgarizando en el camino la filosofía del utilitarismo. Mientras que por el lado de la producción, las empresas competirían en precios y tratarían de maximizar beneficios, facilitando el proceso de acumulación de capital y la reproducción capitalista. Posteriormente, se observó que la vulgarización de las ciencias económicas no respondía a la realidad, y la crisis de las década de los 30 fue consecuencia de la inmadurez de la economía como ciencia.
Por otro lado, las obras de Marx y Engels también sufrieron del mismo problema, el dogmatismo. Los discípulos de El Capital, aceptaron como leyes universales que las contradicciones del capitalismo acabarían destruyendo el modo de producción dominante. Se aceptó sin discusión que la tendencia de las tasa de ganancia era decreciente y junto a ello el desplomé del capitalismo. Los dogmáticos de los textos de Marx y Engels olvidaron que el materialismo histórico era una guía de acción, y no la colección de textos que analizaban el origen de las relaciones de producción, así como el capitalismo que les toco vivir a ambos. Las rígidas interpretaciones de El Capital, hizo aceptar premisas que el propio Marx había rechazado, tales como, que el país más desarrollado iba a ser el espejo del resto de naciones. En conclusión, la metodología, por muy exacta e impecable que pueda parecer, lleva intrínsecamente a interpretaciones, y reinterpretaciones, subjetivas que alejan el objetivo principal del enfoque. No obstante, la capacidad de poder aplicar un método sirve de punto de apoyo para construir una ciencia económica.
Bibliografía
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ROBINSON, Joan (1968): Ensayo sobre economía marxista, México, D.F, Siglo XXI
SMITH, Adam (1983): La riqueza de las naciones, vol. I, Barcelona, Bosch.
[1] David Hume observó una relación directamente proporcional en el aumento del precio y el incremento de la masa monetaria.
[2] Si bien Adam Smith estudió un fenómeno de acumulación capitalista que comenzó en el siglo XVI, fue el economista, Earl J. Hamilton, quien demostró que hubo un proceso inflacionista que favoreció la acumulación de capital en Europa en el período de 1501 a 1650.
[3] La traducción sería; “Dejad hacer y dejada pasar, el mundo va por si mismo”.
[4] El 9 de Thermidor del año III corresponde con el 27 de julio de 1795 del calendario gregoriano. Se le dominó a la conspiración de los monárquicos contra los jacobinos reacción thermidoriano por el hecho de haberse producido el 9 de Thermidor del calendario de la I República francesa.
[5] En cambio, John Maynard Keynes aplicará el término de economistas clásicos también a los economistas neoclásicos. Keynes en su crítica a la economía clásica, situará a los neoclásicos como la segunda generación de los clásicos, debido a la fuerte influencia de Ricardo. Este semblante se materializó en la aceptación la ley de Say, al construir la teoría del consumidor alrededor de esta teoría y los rendimientos decrecientes de Ricardo.
[6] SMITH, Adam (1983): La riqueza de las naciones, vol. I, Barcelona, Bosch, p.78.
[7] Para que el comercio internacional sea posible, las naciones deberán de especializarse en los bienes en donde mayor ventaja comparativa tengan, e importen los bienes en donde no tengan ventaja.
[8] MARX, Karl (2010): Las Crisis del Capitalismo, Madrid, Público, p.14.
[9] “El firme, simétrico y maravilloso edificio del pensamiento marxista queda reducido por Bernstein a un enorme montón de escombros en el que los cascotes de todos los sistemas y las piezas del pensamiento de las grandes y pequeñas mentes encuentran una sepultura común. Marx y Proudhon, Leo von Buch y Franz Oppenheimer, Friederich Albert Lange y Kant, el señor Prokopovithc y el doctor Ritter von Neupauer, Herkner y Schulze-Gavernitz, Lassalle y el profesor Julius Wolf, todos han contribuido con su óbolo al sistema de Bernstein y de todos ha tomado éste algo. ¡No es de extrañar! Al abandonar el punto de vista de clase, ha perdido la brújula política; al abandonar el socialismo científico, ha perdido el eje de cristalización intelectual en torno al cual organizar los hechos aislados en el todo orgánico de una concepción coherente”. LUXEMBURGO, Rosa (2002): Reforma o revolución, Madrid, Fundación Federico Engels, p.91.
[10] ENGELS, Friedrich (1969): Del socialismo utópico al socialismo científico, Madrid, Ricardo Aguilera, p. 64.
[11] Un incremento de los salarios por encima del nivel natural provocará una explosión demográfica, en tanto que las familias decidirán en tener más hijos. Esta relación se traducirá en un incremento poblacional que empujará a que los salarios vuelvan al equilibrio.
[12] Keynes se refirió a Malthus como el gran enemigo de la ley de Say, minimizando las aportaciones de Marx, al considerarlas procedentes del “bajo mundo”; “El gran enigma de la demanda efectiva, con el que Malthus había luchado, se desvaneció de la literatura económica. Ni una sólo vez puede verse mencionado en cualquiera de los trabajos de Marshall, Edgeworth y el profesor Pigou, de cuyas manos ha recibido la mayor madurez la teoría clásica. Sólo pudo vivir furtivamente disfrazada, en las regiones del bajo mundo de Carlos Marx, Silvio Gesell y el mayor Douglas.” KEYNES, John M. (1982): Crítica de la Economía Clásica, Barcelona, Ariel, p.39.
[13] ROBINSON, Joan (1968): Ensayo sobre economía marxista, México, D.F, Siglo XXI, pp.1-2.
[14] Ibíd.,p.19
[15] Para Hegel, el sujeto real es el espíritu. En cambio, para Feuerbach, es el hombre en abstracto.
[16] MARX, Karl (1982): Introducción general a la crítica de la economía política: 1857, México, Ediciones pasado y presente, p.21.
Fahd Boundi
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