miércoles, 14 de noviembre de 2012

Algunas arroceras combinan el uso de una tecnología avanzada con relaciones de trabajo "propias del feudalismo"

    "Acá el que manda soy yo, este pueblo es mío". Con esa frase recibió hace unos meses, mientras se acomodaba el revólver atravesado en la barriga, uno de los gerentes de Arrozal 33 a un grupo de investigadores universitarios.
Semanario Búsqueda, Montevideo, 8-11-2012
"Acá el que manda soy yo, este pueblo es mío". Con esa frase recibió hace unos meses, mientras se acomodaba el revólver atravesado en la barriga, uno de los gerentes de Arrozal 33 a un grupo de investigadores universitarios. La empresa fue fundada en 1934, pero como otras en Uruguay, emplea alta tecnología y al mismo tiempo mantiene relaciones laborales mucho más antiguas, propias del feudalismo, explicaron dirigentes sindicales de los departamentos de Treinta y Tres y Rocha.
El dirigente sindical y edil comunista olimareño Darío Mariño dijo a Búsqueda que las relaciones laborales en algunas arroceras "son más propias del feudalismo que de empresas capitalistas".
El ingeniero Álvaro Platero, gerente de cultivos de Arrozal 33, consultado por Búsqueda reconoció "carencias" porque "cuando los números no dan existen dificultades". Sin embargo, rechazó el tenor de las denuncias sindicales. "Se han reemplazado los ranchos y se procura realizar un mantenimiento adecuado, suministrando agua, luz y pagando parte de la televisión por cable", dijo.
La de Arrozal 33 es una de las chacras arroceras más grandes del país. Explota unas 8.000 hectáreas (7.200 arrendadas al grupo Correa y 800 de productores) y está ubicada a unos 30 kilómetros de Vergara, una ciudad de unos 4.000 habitantes en el este del departamento de Treinta y Tres, que se conoce como la capital del arroz.
Información oficial de la Asociación de Cultivadores de Arroz (ACA) indica que en el país el 60% del cultivo se realiza sobre campo natural o de retorno y sólo el 40% se siembra sobre rastrojo de arroz del año anterior. "Este sistema de producción, sumado a una alta calidad de semillas utilizadas por los productores, le otorga al cultivo de arroz una alta sustentabilidad, con un bajo uso de herbicidas y fertilizantes (.) y una escasa utilización de insecticidas. Esta realidad productiva, prácticamente única en el mundo, es quizás una de las mayores fortalezas del sistema de producción uruguayo, frente a un escenario mundial que asigna creciente importancia a la conservación del ambiente y a la seguridad alimentaria", afirma la gremial de productores.
Taiperos

La realidad vista desde los trabajadores parece bien diferente. El pueblo Arrozal 33 tiene unas 120 casas que son propiedad de la empresa donde viven buena parte de los 330 empleados de cultivos y molino. Una vieja ley vigente dispone que los empleadores deben proporcionar a los trabajadores de las chacras alojamiento en condiciones aceptables, agua y luz.
Algunos de los ranchos de chirca y techo de caña tacuara que Búsqueda visitó en Arrozal 33 son casi tan antiguos como la empresa y hace mucho que nadie les hace el mantenimiento.
Las casas maltrechas en las que viven la mayoría de los trabajadores contrastan con los molinos, los tractores y las cosechadoras de última generación que operan con GPS y otros adelantos.
Ya no se emplea el clásico sistema de pago con fichas que solo sirven en cantinas propiedad del patrón, ni se apaga la luz a la hora de dormir, como ocurría muchos años después que Alfredo Zitarrosa comenzó a cantar "El Taipero", en homenaje a los trabajadores que vivían de construir, a pura pala y cobrando por metro, las taipas, canteros de tierra donde crece el arroz cubierto de agua.
Medio siglo después, muchos están conformes y agradecidos porque les dan trabajo pero otros se quejan de que dejan la vida en las tierras y apenas reciben "unos pocos pesos para malgastar".
Aunque el sistema cambió, en general se pagan las horas extras y se cumple con las normativas de seguridad, los trabajadores se siguen quejando que deben pagar todo más caro en las cantinas. Una garrafa de supergás, por ejemplo, cuesta $ 100 más que en Vergara, donde se vende al precio oficial de $ 379. Algo parecido, aunque en porcentaje menor, pasa con el pan, la carne y las verduras.
La alta tecnología incorporada en la producción arrocera permitió más ganancias a los productores y mejores condiciones de trabajo. Desde 2005, cuando el Frente Amplio reinstaló los consejos de salarios, los trabajadores tienen ciertas garantías, que en algunos casos -no todos- incluyen la sindicalización.
Sin embargo, al mismo tiempo que el trabajo se realiza con más confort y seguridad, en algunos lugares las condiciones de vida parecen haber retrocedido. En Arrozal 33 no existen servicios médicos ni ambulancia. Una vez por semana hay visita de un médico pero cuando un trabajador o su familia se enferman o se produce un accidente de trabajo, son cargados en la caja del primer vehículo a mano y trasladados a Vergara. Hasta hace unos meses en el pueblo funcionaba una policlínica, pero la única enfermera renunció y su puesto aún no ha sido ocupado.
En las polvorientas calles de Arrozal 33 no existe el alumbrado público y además de un solitario agente de Policía, el único representante fijo del Estado es la escuela.
El club social Eslarroz ya no funciona. Antes era escenario de fútbol, bar y sala de baile, sobre todo la víspera de los cinco feriados nacionales. Hasta el medio litro de leche diario que daba la empresa a los niños desapareció junto con el tambo, después de que el sindicato se quejara de las pésimas condiciones de limpieza.
A las 21 cierra el almacén, un rato más queda un pequeño quiosco y no existe otro entretenimiento que la televisión (seis canales de cable) e Internet, que funciona lento. Cada familia está encerrada en su casa y algunas parejas, incluso con niños, deben arreglarse en minúsculos pabellones de solteros con piezas de dos metros por tres sin baño ni cocina, a pesar de que ya la ley 9.941, promulgada en 1940, disponía que las casas donde alojar a los trabajadores del arroz no deberían tener menos de 17 metros cuadrados por persona alojada.
Desde hace unos 20 años, la empresa es propiedad de una sociedad conformada por inversores brasileños. Según relató a Búsqueda el presidente del sindicato, Robinson Castro, hace unos años el principal accionista y uno de los más grandes productores de arroz de su país, Erico Ribeiro, comentó que había sobrevolado el pueblo en avioneta y que le había parecido "una toldería india".
Ribeiro habría dado órdenes a los gerentes uruguayos para que efectuaran mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores. Pero eso ha ocurrido escasamente y la mayoría de las casas siguen en condiciones muy precarias; muchas veces hay mala presión de agua porque las cañerías están completamente herrumbradas.
Además de un mínimo de $ 8.970 por mes y la casa, los trabajadores reciben una canasta compuesta por cinco quilos de arroz, fideos y cinco litros de aceite.
En Vergara, las condiciones de vida son mucho mejores que en el pueblo de la arrocera. Los trabajadores del molino, aunque trabajan para la misma empresa, se rigen por otro convenio y ganan un poco más que en las chacras pero a cambio deben pagar casa, agua y luz como cualquiera.
Juan Carlos Torres nació en Arrocera 33 y trabajó toda su vida en las plantaciones. Ahora vive en Vergara con su familia, en una casa construida gracias al plan Mevir, es edil del Frente Amplio y está jubilado por enfermedad. Tuvo un infarto y varias operaciones en el estómago. El problema coronario podría estar relacionado con el estrés de representar a los trabajadores, muchos de los cuales "tienen miedo de defender sus derechos o se conforman con poco" y la segunda enfermedad a los agrotóxicos y con la quema de cáscaras de arroz con los que tuvo que lidiar casi toda su vida.
Durante muchos años, Torres fue el representante sindical de los trabajadores de Arrozal 33 y ahora dejó el lugar a Castro, con quien mantiene una muy buena relación, a pesar de que uno es dirigente frenteamplista y el otro tiene orgulloso en la puerta de su casa un adhesivo del intendente blanco de Treinta y Tres, Dardo Sánchez.
El representante de los trabajadores en los consejos de salarios es Cristian Rodríguez, quien igual que Torres, también integra el Frente Amplio. Sin embargo, este dirigente y ex candidato a alcalde no está conforme con la gestión del Ministerio de Trabajo: "Es un ente al que vas a pedir limosna", resumió.
También se quejó del papel de las delegaciones departamentales, porque muchas veces están de acuerdo con los patrones y éstos reciben el aviso antes de que se produzcan las inspecciones y así pueden esconder las múltiples irregularidades.
El último ajuste salarial fue de 4,04% (2,5% de inflación y 1,5% de crecimiento).
De acuerdo a este ajuste los salarios mínimos van desde $ 299,03 diarios para un peón común hasta $ 449,45 para un capataz, más $75,85 diarios de ficto por vivienda y alimentación.
Sin embargo, la dispersión geográfica y la especulación llevan a que muchos acepten trabajar, de día o de noche, por jornales de $ 250 y sin respetar las leyes sociales, denunció el dirigente.
Rodríguez afirma que las negociaciones son muy duras porque a menudo los arroceros "están acostumbrados a llevarse a todos por delante y a tratar a los trabajadores como si fueran sus esclavos".
Igual que antes Torres, Rodríguez tiene dificultades para que sus compañeros adopten medidas de lucha para exigir ya no aumentos, sino apenas que se cumpla con las leyes.
A nivel de los molinos, Rodríguez afirma que Saman es la que mejor paga, un 20% por encima del laudo, y además tiene una política de acercamiento a los trabajadores pero algo tensa con los productores, mientras que en las chacras, a menudo las relaciones laborales son mejores en los pequeños establecimientos, donde la relación es casi familiar, que en los grandes.

Rincón de Ramírez

Después de dejar Vergara, camino a Río Branco, la ruta 18 cruza el río Tacuarí. Justo antes de abandonar el departamento de Treinta y Tres e ingresar al de Cerro Largo, sale un camino de balasto que conduce a las arroceras Los Tachos, Pablo Larrosa, La Querencia, Zapata, El Palmar, Stirling, El Tigre, Castiglioni, Los Ceibos, Laminí, Rincón, Gómez Chaga, Santa María, La Teja, Santa Ana, Navarro, San Pedro, La Catumbera y San Fernando.
A diferencia de Arrozal 33, que tiene un ómnibus para trasladar a los trabajadores y a sus hijos liceales hasta Vergara, a esa zona de pequeñas y medianas empresas que se conoce como Rincón de Ramírez o Costas del Tacuarí solo se puede llegar por medios propios.
Hace unos años había una línea de transporte del Expreso Río Branco tres veces por semana pero el servicio duró apenas un año y se suspendió. Una consecuencia de la tecnología que se emplea en la producción de arroz es que bajó drásticamente el número de personas empleadas.
En San Fernando, por ejemplo, en una chacra de la empresa Casarone, donde antes trabajaban más de 100 personas ahora quedan 15, en los picos de trabajo. Antes eran 126 casas y ahora solamente 18.
"Vinieron en las elecciones a prometer una línea nueva de ómnibus pero después nunca más", dice Luis Hernández, el dirigente sindical de la arrocera San Fernando, ante la pregunta acerca de la presencia del Estado.
La chacra pertenece a la agroindustrial Casarone, propiedad de una sociedad de uruguayos y extranjeros que cultiva 1.900 hectáreas en la zona y en total 20.000 en todo el país, sumando José Pedro Varela, Artigas y Río Branco, donde está el molino principal.
Luego de un fuerte conflicto, la empresa se preocupa de que las casas estén en buenas condiciones. Hernández y sus vecinos habitan en viviendas con las comodidades básicas resueltas pero de todas maneras se lamentan de que las cantinas cobran "más caro que en Punta del Este".
Para paliar esa situación, como parte del convenio, además de la "canasta" compuesta por tres productos (arroz, fideos y aceite), la empresa paga una vez al mes un viaje para "bagayear" en Yaguarón. Con la apreciación de la moneda brasileña algunos productos, como los de limpieza, salen más en cuenta en Río Branco, del lado uruguayo.
El viaje a la frontera, alguna escapada a Treinta y Tres o Montevideo o las excursiones a la playa de la laguna Merín, son las chances de emplear el tiempo libre.
A Rincón de Ramírez la televisión uruguaya no llega, así que los vecinos viven incontaminados de los problemas que aquejan a la mayoría de los uruguayos. Escuchan radio, algunos tienen Internet y ven canales extranjeros no codificados gracias a una antena parabólica que por ahora ningún juez se ha atrevido a secuestrar, como sí ocurrió en Vergara. Hasta hace algunas semanas recibían gratis las principales cadenas pero ahora solamente quedaron canales colombianos.
El médico llega una vez por mes (la ley dice que debe ir una vez a la semana y la enfermera residir permanente) y en caso de urgencia la empresa se encarga del traslado, pero tampoco existe ambulancia, salvo el caso de algunas mutualistas con subsede en Rincón, a 70 kilómetros.
Gracias, entre otras cosas, a que Hernández estudia todas las leyes y se ha convertido en un experto en seguridad social, han conseguido mejoras en las condiciones de trabajo. Cobran un 7% por encima del laudo y reciben leña, regalías por producción, dos uniformes al año, zapatos especiales, botas de lluvia, dos remeras y una campera.
"El sueldo es malísimo pero es un paraíso" resumió Hernández, un hombre de más de 50 años que ha caminado por el mundo.

Inscripción pos mortem

El miedo a las represalias, el conformismo y la poco fiabilidad de algunas oficinas del Estado son los principales problemas que enfrentan en las relaciones laborales, relataron a Búsquedasindicalistas de las arroceras de Treinta y Tres y Rocha.
El dirigente de arrocera San Fernando, Luis Hernández, dijo que en muchas chacras sindicalistas y periodistas tienen la entrada prohibida y relató un caso ocurrido hace unos años en Los Ceibos. Se produjo un accidente de trabajo en un silo que terminó con la vida de dos trabajadores. La empresa no dejó ingresar a los Bomberos, porque temía un informe negativo y bonificó con camionetas, motos y un terreno a los testigos para que no declararan en un juicio. La inscripción en el BPS de los dos trabajadores fallecidos, explicaron, se realizó al día siguiente de su deceso.
Hasta hace algunos años era común que las arroceras encendieran un generador de 19 a 22 horas; unos minutos antes la luz hacía una guiñada y todos sabían que poco después se cortaría la energía.
El corte programado dejaba no solo sin luz sino también sin heladera, televisión y otros electrodomésticos, con el consiguiente ahorro para los patrones que por ley deben dar casa, luz y agua.
Con la llegada de la energía eléctrica, las arroceras fueron incorporando, poco a poco, el nuevo sistema. La última de la zona de Rincón de Ramírez en sumarse al adelanto fue la chacra Navarro que hasta el mes pasado seguía explotando unas 800 hectáreas sin luz eléctrica.

"Negros de arrocera"

Durante los primeros tiempos del proceso de sindicalización posterior a 2005, el dirigente de Treinta y Tres Darío Mariño, que es empleado de Antel, llegó a una arrocera para entrevistarse con el gerente y apoyar así a sus compañeros rurales. Después de escuchar el planteo con las reivindicaciones, el hombre contestó serio: "Nos parece bárbaro que se organicen y defiendan sus derechos". Y luego de una breve pausa precisó: "Claro, nosotros acá no lo permitimos."
Un gerente de Arrozal 33 hizo una promesa que quedó incumplida cuando recibió los primeros intentos fuertes de sindicalización: "Si tengo que reconocer todo estos reclamos me voy caminando desnudo hasta Vergara".
En Rocha abundan los productores brasileños que traen gente del otro lado de la frontera. Algunos son menores y otros no tienen cartilla de trabajo en su país y por eso aceptan salarios y condiciones peores.
En Lascano y Cebollatí, explicó a Búsquedael dirigente sindical Luis Ledesma, el nivel de organización es más bajo que en Treinta y Tres y Cerro Largo y por eso se producen más abusos por parte de los patrones.
Hace un año, Ledesma imitó al periodista alemán Günter Wallraff (que en la década de 1970 se hacía pasar por trabajador turco para demostrar cómo los discriminaban en Alemania) y recorrió 1.500 kilómetros en moto haciendo como que buscaba trabajo. A todos los lugares que llegaba decía que tenía cinco hijos y que estaba desesperado por trabajar. Recibió seis ofertas, a cual de ellas peor. "Los trabajadores mismos somos culpables a veces, los que estamos informados, por aceptar malas condiciones de trabajo. Me ofrecieron trabajo en negro y condiciones de vivienda muy malas, a veces en un ómnibus viejo. Hay lugares en los cuales hay tarros de veneno donde viven niños y es muy común que los aviones pasen fumigando por encima de la cabeza de las familias o donde están comiendo los trabajadores. El presidente va todos los años a inaugurar la cosecha acompañado del ministro Tabaré Aguerre, pero sería bueno que recorriera un poco. De todas formas gracias a este gobierno estamos un poco mejor, si no, seríamos negros de arrocera, nomás", concluyó.

Sergio Israel

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