viernes, 10 de junio de 2011
Ramón Peré y la impunidad
El pasado martes 7, el juez Ruben Saravia procesó con prisión al coronel ® Tranquilino Machado por el asesinato de Ramón Peré, estudiante y docente, militante de la FEUU y de la UJC, el 6 de julio de 1973, en el marco de la represión a la huelga general contra el golpe de Estado de Juan María Bordaberry.
Ramón fue el primer asesinado por la dictadura. Saravia tipificó el crimen cometido por el coronel Machado como «homicidio muy especialmente agravado» y afirmó que actuó con «impulso de brutal ferocidad». Empieza a terminarse la infamia de 38 años de mentira e impunidad. La mentira de que la muerte de Peré se produjo en un enfrentamiento armado, sostenida aún hoy por Machado y su defensor, Miguel Langón, fue descartada por la Justicia; en su fallo el juez señala que «los estudiantes estaban desarmados». La verdad es que el entonces alférez Tranquilino Machado, actuando como represor y provocador de los golpistas, disparó por la espalda a un joven desarmado. Así de crudo.
Este caso, además de la consecuencia más importante, permite otras lecturas. La primera, es la perversión de los efectos sociales de la impunidad. La impunidad invirtió los roles. Peré, que luchaba por la libertad y en defensa de la Constitución, era «un subversivo armado y peligroso». Machado, que operaba para los violadores de la Constitución y que disparó a un militante desarmado, era «el héroe».
Desde el fascitoide Foro Libertad y Concordia, que cuenta a Machado entre sus fundadores, se argumenta que es una venganza y se intenta volver a transformar al victimario en víctima. Peré fue asesinado; su compañera y sus dos hijos, muy pequeños entonces, tuvieron que vivir en el dolor y en medio de enormes sacrificios. Machado, amparado en la impunidad y en la mentira, ascendió en el Ejército, llegó a coronel, fue premiado con misiones diplomáticas y en una cruel ironía, él un asesino de estudiantes, fue director del Liceo Militar y responsable de la formación de los futuros oficiales, estudiantes ellos también.
La segunda, es la posibilidad real de llegar a la verdad y a la justicia, sin renunciar ni a una ni a otra. En este caso se juntaron la voluntad inquebrantable de una familia, el apoyo de abogados y organizaciones, la valentía de testigos y la decisión de jueces y fiscales de investigar. Ni los 38 años transcurridos, ni la persistencia en la mentira de los implicados, pudieron impedir que la verdad y su consecuencia, -la justicia-, se abrieran camino.
A Alicia Jaime, compañera de Ramón Peré y a sus hijos, un abrazo solidario de todo el colectivo de EL POPULAR, que desde el día mismo del asesinato, lo denunció y reclamó justicia; y hoy, 38 años después, lo sigue haciendo.
Para todos, el caso de Ramón Peré es una muestra más y en múltiples sentidos de por qué hay que terminar con la impunidad: por el pasado, por el presente y por el futuro.
http://www.militaresycomplicespresos.blogspot.com
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