El aleluya viene de varias partes por estos días. La alta jefatura de la Reserva Federal de los Estados Unidos, por ejemplo, insiste en que la crisis que azota a la gran potencia, y extendida por todo el planeta, está próxima a quedar atrás.
Por supuesto, que lo diga con cara adusta semejante fuente, significa para algunos una suerte de dogma religioso, el cual debe ser acatado sin mayores interrogantes.
Otros, los sempiternos especuladores de las bolsas financieras, entrenados en aquello de poner a rodar cualquier tipo de rumor que les favorezca, no tardan un segundo en hacer suyo semejante pronóstico. Lo requieren para calzar sus operaciones y juegos mercantiles y sacar todas las lascas posibles.
En consecuencia, de inmediato vuelven a la palestra los cálculos y predicciones en todos los terrenos, junto a las ya tradicionales facturas manipuladas, para hacer ver lo que sencillamente no es.
Basta que algún índice económico resulte pésimo, pero menos de lo esperado, para de inmediato hablar: las “cosas marchan bien” y “la luz ya se vislumbra con fuerza al término de la caverna”.
Por ese camino el desempleo puede llegar a extremos récord, pero como “se consideraba fuera mucho mayor”, entonces no hay grandes razones para alarmarse.
O si hay más compras de casas en EE.UU., aunque la cifra esté muy lejos de los índices históricos o de los “buenos tiempos”, entonces debe asumirse que todo marcha perfectamente.
El asunto es poner a soñar a la gente y a las entidades económicas, de manera que, en medio de la tormenta, todavía sea factible colocar un buen monto de monedas en los bolsillos de los tahúres.
No obstante, el mundo real en ocasiones se manifiesta con tal fuerza, que no hay más alternativa sino tomarlo en cuenta.
Así, los precios del petróleo, los cuales en este año han llegado a tocar los 75 dólares el barril luego de la debacle de apenas 30 dólares marcada en diciembre último, se fueron a la baja al abrir la actual semana, porque el peso de inventarios mundiales abarrotados y sin salida pudo más que los cálculos artificialmente enrevesados de los operadores del mercado energético.
De hecho,la Agencia Internacional de la Energía (AIE) dijo que la producción de electricidad en el mundo caería este año por primera vez desde 1945, pues la demanda de combustibles no podrá recuperarse al carecer de un respaldo económico estable y confiable.
Así las cosas, diga lo que se diga por algunos, el planeta sigue sin timón ni esperanzas en medio de la debacle.
Néstor Núñez (AIN, especial para ARGENPRESS.info)
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