sábado, 11 de noviembre de 2017

La fundación Partido Nacional Fascista




El fascismo surgió como consecuencia de la grave crisis del capitalismo italiano luego de la Primera Guerra Mundial. Un movimiento de masas que atacó ferozmente a la clase obrera, al campesinado y consolidó la dominación del capital monopolista.

Fin de la Guerra y el bienio rojo

A la salida de la Primera Guerra Mundial el reino de Italia se encontraba en una situación extremadamente delicada. Miles de italianos habían resultado muertos y heridos, muchas fábricas e industrias habían sido destruidas en el norte del país, numerosos espacios agrícolas habían sido arrasados y como consecuencia se vivía una de las peores crisis económicas de la historia del capitalismo italiano. Ya durante las postrimerías de la guerra el movimiento obrero del norte de Italia había protagonizado importantes acciones reclamando por la jornada de ocho horas y contra el desabastecimiento de artículos básicos de consumo. A su vez la vanguardia obrera turinesa, influenciada por la Revolución Rusa de febrero, el 23 de agosto de 1917 llevó adelante una insurrección obrera armada en Turín, que sí bien fracasó tuvo en vilo durante una semana al gobierno y a sus fuerzas represivas. Este acontecimiento fue el inmediato antecedente del “Bienio Rojo”: una importante sucesión de acciones revolucionarias de la clase obrera italiana entre 1919 y 1920. Durante esos dos años surgieron consejos obreros, inspirados en los soviets de obreros y campesinos que habían posibilitado la realización de la revolución rusa. Los consejos de fábricas promovieron la gestión obrera de la producción, avanzando cada vez más en una línea revolucionaria. El anarquista Enrico Malatesta describió así la situación:
“Los trabajadores pensaron que el momento estaba maduro para la toma de posesión de una vez para siempre de los medios de producción. Se armaron para su propia defensa y comenzaron a organizar la producción por su propia cuenta. El derecho de propiedad fue de hecho abolido… era un nuevo régimen, una nueva forma de vida social que hacía su entrada. Y el gobierno se echó a un lado al sentirse impotente para ofrecer oposición”(1).
Las luchas sociales se multiplicaron tras las elecciones generales de 1919, en las que la coalición liberal gobernante perdió la mayoría en el parlamento. Los trabajadores y braceros reclamaron aumentos de sueldo, reducción de las largas jornadas laborales, reparto justo de las cosechas y división de los latifundios rurales, pero ninguno de los pedidos fue atendido. La clase obrera se veía acorralada por la extrema pobreza (parte del proletariado urbano vivía en las calles), pero a partir del “faro” que significaba la revolución rusa iba tomando una senda de tinte revolucionario. La Confederación General del Trabajo, la Liga Roja y la Confederación Católica Italiana del Trabajo, promovieron agitaciones revolucionarias por todo el país. La más importante fue la huelga de septiembre de 1919 en la cual se produjo la toma de la enorme fábrica automovilística Fiat de Turín. Durante los dos años posteriores a la PGM las huelgas, las tomas de fábricas y las manifestaciones fueron creciendo y la situación fue tomando un carácter prerrevolucionario y, como respuesta, surgieron con una notable fuerza y determinación, para enfrentar las manifestaciones populares, los fasci italiani di combattimento (fasces italianos de combate).

Fasci italiani di combattimento

Italia recién se había constituido como Estado-nación en 1871 y por esta cuestión, además de no ser una potencia industrial, había llegado tarde al reparto de colonias. Sí bien el reino de Italia al comenzar la Gran Guerra formó parte de las potencias centrales, rápidamente, a principios de 1915 cambió de bando y se unió a la Triple Entente a cambio de que al finalizar las hostilidades le fueran entregados los territorios austríacos de Trentino, Istria y Dalmacia2. El acuerdo tuvo marco legal en Tratado de Londres (firmado por Francia, Gran Bretaña, Rusia e Italia) en abril de 1915.
Sin embargo, al finalizar la guerra la propaganda nacionalista italiana consideró que se había obtenido una “victoria mutilada” pues no se habían respetado las promesas territoriales que Francia y Gran Bretaña habían ofrecido al comienzo de la PGM. El surgimiento del reino de los serbios, croatas y eslovenos(3) (luego pasó a llamarse reino de Yugoslavia) implicó que Dalmacia y la ciudad portuaria Fiume (actual Rijeka) no fueran a parar a Italia sino a este país recientemente creado. En ese contexto, los sectores sociales más susceptibles de ser influenciados por la propaganda nacionalista fueron las organizaciones de excombatientes, y en particular los ex arditi (tropas selectas de asalto del ejército italiano), víctimas de la frustración generalizada pero también portadores de un resentimiento provocado porque consideraban que habían obtenido un escaso reconocimiento por los sacrificios y la valentía demostrados durante la guerra.
Los fasci italiani di combattimento, nutridos por buena parte por los arditi y de ex combatientes en general, se dieron a conocer cuando comenzaron a enfrentar y reprimir a las movilizaciones obreras consiguiendo, de este modo, ganarse la confianza de la gran burguesía y de los sectores más conservadores de la sociedad italiana. El 21 de marzo de 1919 Benito Mussolini, veterano de guerra, fundó en Milán el primer fascio di combattimento tomando la simbología y la vestimenta que habían sido utilizadas por los arditi, como por ejemplo las camisas negras y las calaveras.

El movimiento fascista de masas y el Partido Nacional Fascista

Las derrotas de la clase obrera impidieron que triunfara la revolución en Italia. Junto a la crisis económica esto dio lugar a que surgiera un movimiento fascista de masas que comenzó a establecer las condiciones para una dictadura fascista. Así como la derrota de la extensión de la Revolución Rusa a países más desarrollados abrió la posibilidad des ascenso del nazismo en Alemania.
El hostigamiento que comenzaron a llevar adelante los fascistas contra la clase obrera y el campesinado fue constante desde mediados de 1920, pero durante 1921 y 1922 los ataques fueron feroces en todo el centro y el norte de Italia. Incendios, palizas y asesinatos estuvieron a la orden del día. A finales de 1920 había 28 fasci con 20.615 miembros y a finales de 1921 había 834 con 249.036 miembros. Solo desde el 1 de enero hasta el 14 de mayo de 1921 los fascistas asesinaron a 207 e hirieron a 819 obreros y campesinos. El gobierno no solo no intentó evitar el accionar fascista sino que más bien pareció “tolerarlo”.

La marcha sobre Roma

A mediados de octubre de 1922 bandas de fascistas comenzaron a llevar adelante todo tipo de manifestaciones violentas con el fin de desembocar en una gran marcha que iba a concluir en Roma. Armados de manera rudimentaria (pistolas, mazas de acero y armas caseras) pero con una absoluta determinación (alentada por la pasividad del gobierno, la policía y el ejército) miles fueron llegando a la capital amenazando con provocar una guerra civil si las autoridades les cerraban el paso.
Rodeada Roma, el gobierno del primer ministro Luigi Facta pidió el estado de sitio para la ciudad pero el rey Victor Manuel se negó a firmarlo y decidió negociar. Mussolini terminó asumiendo como primer ministro y formando su propio gabinete. El Partido Nacional Fascista (PNF) había logrado así su objetivo: la toma del poder político.
El PNF había sido creado casi un año antes, el 9 de noviembre de 1921, con el fin de unir a los fasci para organizar el avance hacia la toma del poder, siendo clave a la hora de difundir y popularizar la ideología que encarnaba Mussolini. Más tarde, en junio de 1924, luego de que el fascismo asesinara al diputado socialista Giacomo Matteotti, el gobierno de Mussolini fue convirtiéndose en una dictadura, a pesar de continuar con ciertos formalismos parlamentarios, hasta que en 1928 se prohibieron todos los partidos políticos excepto el PNF.

León Trotsky y Ernest Mandel acerca del fascismo

Para Mandel era necesario determinar si el fascismo tendía a mantener o a destruir, si consolidaba o minaba las instituciones sociales basadas en la propiedad privada de los medios de producción y en el sometimiento de los trabajadores obligados, bajo la dominación del capital, a vender su fuerza de trabajo(4). Y para ir al punto y evitar cualquier “confusión” del pensamiento burgués, que trató al nazi-fascismo (luego de la guerra) como un fenómeno único, como una anomalía distante del “verdadero” capitalismo, consideraba que sí bien parte de la gran burguesía estadounidense criticó el New Deal de Roosevelt, e incluso el Fair Deal de Truman ningún analista serio hubiera considerado a los gobiernos de Roosevelt y Truman enfrentados a la lógica del capital. Más bien todo lo contrario, pues fueron herramientas para “capear fuertes tormentas” y salir incluso mejor parados. La misma lógica aplicaba el economista e historiador belga para el fascismo, pues el régimen de Mussolini había llegado para salvar el dominio burgués en la península itálica (como el nazismo en Alemania) y no para combatirlo y destruirlo.
Según Trotsky la dominación más efectiva del capital se ejercía, de manera más “cómoda”, en el seno de la democracia burguesa porque ofrecía esta la doble ventaja de suavizar periódicamente las contradicciones explosivas de la sociedad mediante algunas reformas sociales, y además hacía participar, directa o indirectamente, a un sector importante de la burguesía en el ejercicio del poder político. Pero en ciertas circunstancias, en las que el equilibrio burgués se veía en peligro, había solo una salida: renunciar al ejercicio directo del poder político en pos de poner en práctica una forma superior de centralización del poder ejecutivo con el fin de “pasar la tormenta” y continuar con la realización de los intereses de clase de la burguesía.
El salvataje necesitaba del aplastamiento previo del proletariado, indispensable para el cumplimiento del rol histórico de la dictadura fascista. Por ello antes de la toma del poder los fasci italiani di combattimento inclinaron a su favor y de forma decisiva la relación de fuerzas atacando y masacrando a la clase obrera. Pero sí bien fue un triunfo del capitalismo, este enfrentamiento pudo haber tomado forma de guerra civil con un destino incierto. Mandel reflexionó lo siguiente en relación a esta cuestión:
“Si los fascistas logran barrer a su enemigo, es decir a la clase obrera organizada, paralizarla, desalentarla y desmoralizarla, la victoria les está asegurada. Pero si, por el contrario, el movimiento obrero consigue rechazar el asalto y tomar la iniciativa, el resultado será una derrota decisiva no sólo del fascismo sino también del capitalismo que lo engendró”(5).
Por lo arriba citado es que todas las fuerzas de la burguesía se pusieron del lado y financiaron al fascismo. En una situación de crisis absoluta, no ya de sobreproducción sino de producción, los recursos de la burguesía fueron utilizados por el fascismo para que este pudiera mantener la dominación de clase. Por ello para Trotsky el fascismo era una expropiación temporal de la política a la burguesía, pero para realizar a futuro la continuidad de esta como clase dominante.
En el trabajo de Ernest Mandel “El Fascismo” el autor distingue, a partir de las caracterizaciones que había hecho León Trostsky, seis estadios de este fenómeno histórico: 1) a partir de una grave crisis capitalista el fascismo se pone como fin el aplastamiento del movimiento obrero, y sobre todo de sus cuadros dirigentes más avanzados, 2) luego se produce una burocratización del Estado burgués alejándose de las formas más plebeyas de la demagogia pequeño burguesa, 3) más adelante se realiza una centralización del poder político y una consolidación del capital monopolista, 4) una vez realizadas las transformaciones a escala nacional la burguesía intenta llevar adelante una situación idéntica a escala europea, 5) la pequeño burguesía se va extinguiendo y dejando su lugar a la burguesía, y entonces puede observarse que el carácter de la dictadura poco tiene que ver con el movimiento fascista de masas que la engendró, y 6) la situación va entrando en una etapa de bonapartismo tradicional.
Para Mandel era central esclarecer la verdadera sustancia del fascismo, es decir su defensa del modo de producción burgués más allá de qué ideologías de periodos históricos anteriores, pre-capitalistas, hayan jugado un papel no desdeñable en la psicología de la pequeño burguesía desclazada y atemorizada que formó los movimientos fascistas de masas. Polemizando con la historiografía burguesa, con historiadores de la talla del alemán Ernst Nolte, quien sostenía que el fascismo podía explicarse debido a que había “tendencias agresivas” en la naturaleza humana y que la historia era una prueba de ello, Mandel sostenía que:
“el carácter específico del fascismo no reside en que exprese la agresividad enraizada en la naturaleza humana… sino más bien en el hecho de que sobre esta agresividad encaja una forma particular, social, política y militar que jamás antes había existido. Consecuentemente el fascismo es un producto del capitalismo monopolista e imperialista”(6).

Diego Gómez
Sociólogo

Notas:

1. Malatesta, Enrico. Vida e Ideas, pág. 134.
2. Estos territorios formaban parte del imperio austrohúngaro.
3. Creado el 1 de diciembre de 1918, antes, inclusive de que terminara la PGM.
4. Mandel, Ernest. "El Fascismo" (1974). Editorial Akal, Madrid.
5. Mandel, Ernest. ob. cit.
6. Mandel, Ernest. ob. cit.

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