domingo, 12 de junio de 2016

Zelmar Michelini, la trágica voz de un héroe democrático




Hace algunas semanas se publicó el libro del escrtitor Mauricio Rodríguez, editado por Fin de Siglo, titulado: “La voz de todos, Zelmar Michelini, su vida”; la recepción de la prensa fue masiva y nuevamente se volvió a idealizar y reivindicar al dirigente batllista, como un ejemplo de “democracia y pluralidad” en la política uruguaya, y como “un demócrata ejemplar”.

En la teoría literaria marxista en general, y en la obra del teórico György Lukács en particular, siempre se ha entendido a la tragedia como una expresión literaria de la decadencia y el derrumbe de unas determinadas clases dominantes; y también como la expresión de un momento histórico particular de transición, entre la muerte de la vieja clase y la emergencia de una nueva clase dominante y una sociedad de nuevo tipo. O sea, no se podría comprender a Shakespeare, Claderón y Racine, sin entender la crisis del hombre feudal en Inglaterra, España y Francia ante el advenimiento de la sociedad burguesa.
En este sentido, si ha existido una figura trágica en la historia del Uruguay, esa ha sido sin lugar a dudas la de Zelmar Michelini. Dirigente político del ala izquierda del batllismo y posterior fundador del Frente Amplio en 1971 (junto a otros batllistas como Alba Roballo), Michelini es representativo de ese momento histórico crítico y de transición en el país, del derrumbe de la Suiza “democrática”, de la decadencia del sueño reformista y la ilusoria posibilidad de una democracia burguesa “próspera y estable”. En la misma orientación, la praxis política de Michelini, es la de un héroe trágico que pretende regresar a los tiempos del Uruguay del Estado de bienestar y del proyecto de conciliación de clases “pacífico”, cuando ya ni la burguesía ni el imperialismo lo permiten. Allí reside lo trágico de Michellini, la historia de un hombre que se va radicalizando políticamente cada vez más, cuando ve que es atacado su sueño reformista y democrático.
Nadie discute por otra parte su coherencia y consecuencia política, que le costó la muerte a manos de la reacción, sin embargo quizás sus propias palabras son más explicativas sobre lo que queremos expresar acerca de la trágica contradicción entre sus aspiraciones políticas y la realidad histórica de su tiempo:
“El partido había defendido siempre la posibilidad del trabajador de organizarse(...) Sólo se entendía la sociedad libre viviendo en la coexistencia pacífica, en el mismo momento en que el trabajador tenía la posibilidad de defender con la huelga el fruto de su trabajo, y la posibilidad de lograr mejores condiciones en el mismo.
En el mismo momento, en que el poder ejecutivo rompió con esto, ya estaba creando el clima de la violencia”.

Matías Matonte

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