miércoles, 16 de septiembre de 2015

Grecia y el fracaso del reformismo en el poder




La capitulación de Alexis Tsipras frente a los ajustes exigidos por el imperialismo europeo y el pago de más de 3.000 millones de euros a los acreedores, consumó la traición del gobierno de Syriza (Coalición de la Izquierda Radical) al mandato popular expresado en el referéndum del 5/7 y a sus promesas de campaña.

Su posterior renuncia al cargo de primer ministro y la convocatoria a elecciones (finalmente confirmadas para el 20/9) en las que tratará de conseguir un nuevo mandato, cerró una etapa política que permite sacar importantes conclusiones.
Syriza llegó al poder como una izquierda que no pretendía terminar con el capitalismo sino administrar el estado capitalista. Desde el Programa de Salónica hasta las promesas de campaña electoral, nunca pasó del compromiso de frenar los ajustes salvajes de los gobiernos anteriores, negociar una reestructuración de la deuda externa y poner en marcha planes de inversión para generar empleo. En enero de 2015, durante la campaña electoral y en respuesta a los furiosos ataques de la derecha (tanto de Grecia como de toda Europa) que amenazaba con el caos si ganaba Syriza, Tsipras dejó bien claro que su intensión era llegar a un acuerdo con los acreedores y no salir del euro.
Sin ir más lejos, los referentes latinoamericanos de Syriza son Chávez y Evo Morales, dirigentes que han llevado adelante distintos modelos llámese “socialismo con empresarios” en Venezuela o “capitalismo andino” en Bolivia que lejos de romper con el capitalismo, le incorporan una mayor intervención estatal, subsidios y planes sociales sin afectar seriamente los intereses empresario. Por el contrario les han garantizado grandes negocios no solo a los capitalistas “nacionales” sino a los monopolios imperialistas.
Lo mismo sucedió con los proyectos “nacional y popular” del Kirchnerismo en Argentina, o del “progresismo” lulista o frenteamplista en Brasil y Uruguay. Y hoy, cuando se acabaron los años de bonanza económica y altos precios de materias primas, todo el reformismo latinoamericano está aplicando ajustes vía devaluaciones, inflación, recorte de subsidios y despidos y suspensiones. El ejemplo más drástico lo muestra Venezuela donde tras años de hablar de “socialismo del siglo XXI” hoy el chavismo de la mano de Maduro, descarga la crisis sobre el pueblo pobre.

El reformismo fomenta la resignación al ajuste

Esta estrategia reformista, basada en la falsa ilusión de que es posible conciliar los intereses de las masas trabajadoras con los del gran capital (nacional y extranjero), acaba de demostrar una vez más su total fracaso en Grecia. El gobierno de Tsipras fue cediendo una tras otra a todas las presiones de la Troika y el Eurogrupo y cruzando las propias “líneas rojas” que se había comprometido a no negociar (no recortar pensiones y jubilaciones, no flexibilizar el régimen laboral, no hacer más privatizaciones).
Fue la consecuencia directa de no querer enfrentar a los acreedores y gobiernos imperialistas y tratar de evitar la movilización social, condición indispensable para toserle el brazo a los buitres. Por el contrario, se dedicaron a una gran campaña por convencer a la población de que no había más salida que negociar y aceptar las condiciones que imponía la Troika. Esto es lo más nefasto de la estrategia reformista ya que no solo impuso a las masas el peor ajuste de la historia reciente de Grecia, sino que se apoya y empuja a la resignación y a aceptar que no hay alternativas.
La única vía realista y posible para una salida progresiva a la crisis social y económica es la que Tsipras y Syriza temen como a la peste: desarrollar la movilización y la organización de las masas para que la crisis la paguen los capitalistas.

Unidad Popular, la nueva “izquierda”

Es por eso que la nueva Unidad Popular, surgida del ala ubicada más a la izquierda dentro de la coalición de gobierno (llamada Plataforma de Izquierda), no representa ninguna alternativa ya que es el intento de reeditar una nueva Syriza. Esta nueva formación liderada por ex ministros del gobierno de Tsipras, critica la firma del memorándum como si fuera un parteaguas, pero no dice una palabra de que sostuvieron a su gobierno durante los 7 meses que duró. En ningún momento fueron capaces, ni quisieron hacerlo, de movilizar una fuerza social que enfrentara el nuevo pacto con la Troika. Ni siquiera cuando los manifestantes fueron reprimidos frente al parlamento por el propio “gobierno de izquierda”.
Incluso ahora, la diferencia central que plantean con Syriza es conformar un “bloque anti-memorándum” y la orientación más clara, que ya la anunciaban cuando estaban dentro, hacia una “salida ordenada del euro” (una vez más, garantizando la estabilidad capitalista). Pero ¿qué salida implica romper con el euro si no se parte de tomar las medidas anticapitalistas y antimperialistas elementales que puedan sostener la economía? Ni más ni menos que una devaluación abrupta de la moneda nacional con todas las desastrosas consecuencias sociales que conocemos como la fuga de capitales, una inflación galopante, escasez de productos. Una respuesta “nacionalista”, es decir capitalista, a la crisis. En Argentina ya vivimos una experiencia similar con el fin de la Convertibilidad, sin afectar los intereses capitalistas, durante el gobierno de Duhalde que redujo el poder adquisitivo del salario a una tercera parte de su valor.

Por una salida obrera y popular

No hay lugar para una salida a favor de los intereses populares sin nacionalizar la banca y ponerla bajo control de los trabajadores para evitar la fuga de capitales y la extorsión financiera, sin expropiar a los grandes capitales para evitar cierres y despidos, sin un plan de obras públicas financiado con un impuesto a las grandes fortunas y el no pago de la deuda externa para terminar con la desocupación. Y estas medidas sólo pueden imponerse a través de la movilización obrera y popular que, retomando el camino truncado de las 30 huelgas generales contra los ajustes anteriores, logre derrotar la resistencia de los capitalistas y su Estado represor, es decir una revolución social que por medio de un gobierno de las organizaciones obreras y populares en lucha avance en un programa anticapitalista y antimperialista.
Para esto es indispensable poner en pié una fuerza política enraizada en las fábricas, lugares de trabajo y estudio, capaz de llevar adelante este programa e imponerlo con la fuerza de la movilización en las calles. Un partido revolucionario basado en la lucha de clases y no en el parlamentarismo reformista. Que sea capaz de utilizar el frente único obrero para hacer frente a los ataques de los capitalistas. Que ponga las posiciones conquistadas en los sindicatos y en el parlamento al servicio de preparar las condiciones para pasar a la ofensiva en la perspectiva de la revolución socialista.

Diego Dalai

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