lunes, 21 de septiembre de 2015

Apuntes para un primer balance de la lucha educativa




Hoy vivimos en Uruguay un cambio en la situación política que en los últimos 10 años estuvo marcada por el Frente Amplio en el poder como expresión más general de los gobiernos posneoliberales de la región. Gobiernos que se han venido desgastando producto de la crisis internacional, y por el deterioro en su capacidad de contención debido a la frustración de las ilusiones que las masas han puesto en ellos.
Vemos los límites del reformismo en Uruguay donde se comienza a gestar un profundo proceso histórico que va a desencadenar en la ruptura de las masas con su vieja dirección histórica, y que hoy ese fenómeno se expresa en los sectores docentes y en menor medida estudiantiles y juveniles que están cuestionando abiertamente la política oficialista de las direcciones burocráticas de los gremios de la educación y se desafiaron la autoridad política del Frente Amplio, haciéndolo inclusive retroceder en sus aspectos más reaccionarios (como el decreto de esencialidad). El tiempo del ascenso del FA y las ilusiones gradualistas en mejoras sociales comienzan a mostrar agotamiento, así como el mismo FA como proyecto histórico reformista.
El conflicto aún no ha llegado a su fin, pero las distintas situaciones y hechos acumulados ya hacen de esta lucha un gran proceso sobre el cuál sacar las primeras lecciones. Primeramente hay que señalar la gran movilización y el gran activismo y sensibilidad que despertó este conflicto. Hoy en día es recurrente que los trabajadores protagonistas de la huelga se pregunten cuales fueron los aspectos positivos de esta lucha, y sin lugar a dudas mencionan el nacimiento y la consolidación de instancias de base como los núcleos y zonales en los distintos sindicatos. Es que la intransigencia de un gobierno que tomó a la huelga docente como una lucha testigo, y la esencialidad fueron verdaderos motores de la organización de la bronca por abajo. Y la marcha de 50 mil fue lo que marcó que ya no solo era una lucha de los docentes, sino un pronunciamiento social y político contra el curso derechista de Tabaré Vázquez. Esta ha sido una gran lucha y ninguna maestra, profesor, maestro técnico, o trabajador no docente debería sentirse mal por la pelea que se dio. La manera en que las maestras defendieron la dignidad docente y como trabajadores y estudiantes se enfrentaron y derrotaron la esencialidad en las calles, marca el camino hacia el futuro. Si bien el gobierno terminó ganando algo de tiempo con su declaración de esencialidad, su objetivo primario no era ese. El objetivo del gobierno era derrotar la lucha de la forma más dura posible y marcar una nueva relación de fuerzas a su favor, no solo frente a los sindicatos de la enseñanza, sino como aviso al resto del movimiento obrero. Quisieron sentar un precedente y no pudieron.
La esencialidad y su respuesta marca los contornos de una nueva etapa política donde se redefinirá la relación del Frente Amplio (FA) con su base social histórica. Así como marca los límites estructurales del reformismo frenteamplista y preanuncia otros enfrentamientos. En algunos sectores aún minoritarios ya se marcó un comienzo de ruptura con el FA en el gobierno.
Este conflicto y la masiva movilización abrieron también grietas en el FA. Los posicionamientos frente al decreto “pachequista” de la esencialidad marcan los comienzos de crisis en un bloque gobernante en el que el mote “progresista” ya es insostenible. Aunque Tabaré Vázquez se intente “reubicar” en la discusión del TISA como consecuencia de un posible peligro de que su bancada no le vote el presupuesto.
Las demandas económicas por el momento no se han conseguido, y todo indica que será muy difícil obtenerlas en lo inmediato. Sin embargo, en el camino de la experiencia de muchos trabajadores con “su” gobierno, éstos identifican hoy más claramente quiénes son sus aliados y quienes su enemigos. De un lado, la cuarteta gobierno-empresarios-medios de comunicación-burocracia sindical, del otro los trabajadores de la educación y estudiantes, luchando con la simpatía de miles de trabajadores y capas medias progresistas.
Una vez más queda evidenciada la necesidad de que los trabajadores recuperen los sindicatos para ponerlos al servicio de la lucha. En lo que va de este conflicto hemos visto como dirigentes sindicales que en las asambleas masivas no representaban a nadie, pero sin embargo firmaban actas a sus espaldas. Si son burocracia sindical es porque tienen el poder, entre otras cosas de negociar. La tarea está planteada y los trabajadores deberán organizarse en cada sindicato para sacar a estos dirigentes conciliadores y tomar en sus manos su propio destino.
Párrafo aparte merecen los nuevos sectores del movimiento estudiantil que se plegaron a la lucha. Cientos de estudiantes secundarios de todo el país se pusieron codo a codo con los profesores y en muchos casos fueron los principales protagonistas de las ocupaciones. Decenas de centros de estudiantes que hacía casi dos décadas ya no existían se volvieron a refundar, mostrando la puesta en marcha de esta fuerza social que puede ser imparable. Una clara muestra de que estamos en los umbrales de una nueva etapa política signada por el cambio histórico en la relación del FA con su base social histórica.

La Izquierda Diario

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