lunes, 4 de junio de 2012
A mi amigo y compañero. Ha muerto Helios Sarthou
Se nos fue y se quedó para siempre en muchos orientales, en multitud de corazones, en recuerdos colectivos.
Ha hecho siempre lo que consideraba correcto y justo.
Su dignidad le marcó el camino, dejando al costado, cargos y ofrecimientos que, hoy, harían que estuviese en la primera línea de los medios de comunicación.
En situaciones definitorias, cuando junto a otros compañeros decidimos ir por el sendero que nos habíamos prometido, alguien le dijo : “acá hay un alero para vos”.
Ese alero implicaba senadurías, el abrazo del poder, la tranquilidad del pragmatismo.
Pero ese alero no le interesó porque era abandonar los principios por los que siempre había trabajado. Era olvidar los ideales con los cuales siempre había soñado.
No le importó decir NO, a aquellos que muchos le dicen SI.
Alguna vez me contó que la primera vez que habló en un acto público, fue en defensa de la República Española y contra el franquismo. Parado sobre un cajón.
Tenía once años.
Encabezó juicios en defensa de los trabajadores en aquellos lugares donde nadie se atreve porque el vuelto es no aparecer durante años en las páginas que todos imaginan.
No había conflicto, grande o chico, que eludiera, siempre en defensa de los trabajadores.
El, lo dijo siempre, no defendía empresas y el día que le pregunté cuando y porque había decidido ser abogado, me contestó: "a los siete años decidí que iba a ser abogado para defender a los pobres y a los trabajadores ".
Jamás dejó de lado ese mandato que se impuso.
Cuando llegaba de Buenos Aires lo llamaba, nos encontrábamos y hablábamos de proyectos que siempre le rondaban por la cabeza.
Me pasaba a buscar los domingos temprano para llegar juntos a la radio, a su programa “ Agenda Parlamentaria” y siempre halagaba lo que allí decía. Yo le creía aunque sospechaba que el cariño que me tenía no lo hacía muy objetivo.
Pasional, hablaba con el corazón en la mano y la impotencia por no poder convencer a más y a más personas acerca del camino a recorrer, le recortaba el alma.
Digno, terco, principista, ético, de izquierda, sí, de izquierda en un tiempo que nos dicen que la izquierda gobierna y desde su programa cada domingo desmenuza declaraciones y hechos y se enciende, hay que verlo cuando la luz roja indica que comienza la palabra y terminan los silencios.
Se enciende y las manos comienzan a acompañar las palabras.
Si ese día la penuria le iba ganando el alma, bastaba que leyera alguna declaración disparatada de algún funcionario otrora de izquierda para que su estado de ánimo cambiara en un segundo y desgranaba, una tras otra, las razones por las cuales no había que tolerar tales desatinos.
Hay que verlo, escucharlo como siempre decía Graciela, dando lecciones jurídicas, pidiendo disculpas por leer la Constitución, haciendo docencia de manera admirable todos los domingos, desde hace muchos años, en Agenda Parlamentaria.
Las llamadas de sus oyentes se sucedían, una tras otra, y la hora de la audición siempre le quedaba corta para responder a cada una de ellas.
Para muchos, los domingos a las 9 de la mañana, Agenda Parlamentaria en CX 36 era una cita de honor. Y llamaban los compañeros, los oyentes… vaya si llamaban !
La Pasiva de 18 y Ejido era, al terminar el programa y después de atender los llamados que continuaban viniendo, la cita obligada del café y las medialunas.
Me ponía excusas constantemente cuando le pedía que comenzara a escribir un futuro libro, que no fuese jurídico o técnico, que fuese como era él, político, un libro político que fuese armando el testimonio de tantos años bien vividos.
Que solo él lo podía hacer, porque fueron tantas las cosas realizadas, tantas las causas perdidas, tantas las soñadas, que todos nos merecíamos conocerlas para enriquecer también nuestra alma, mordisqueada siempre por tanta estulticia de este sistema.
Y me decía que si, que terminaba algo que le habían pedido y lo empezaba, que revolviendo en sus papeles, ( dos cuartitos llenos de ellos ) había encontrado tal o cual cosa.
Esos dos cuartitos que cobijan papeles, libros, recuerdos, de décadas de lucha y compromiso.
Que atesoran historia.
Yo le pedía que se hiciera un tiempo para él, para su libro, para su libro que era para todos nosotros.
Durante más de dos años, por teléfono o personalmente, le insistía, siempre, y él me decía que sí…
“ pero vos escribís el prólogo ”me decía para calmar mis rezongos ante la excusa de no haber comenzado ni una hoja.
Y siempre aparecía algo, que relegaba, una y otra vez, el comienzo de ese libro, porfiadamente insistido por mí y continuamente prometido por él.
Siempre aparecía un nuevo conflicto, con obreros casi desamparados y él tenía que estar con ellos. Cotidianamente aparecían y el estudio se poblaba de trabajadores de mano fuerte y con ojos de esperanza, porque Sarthou se iba a ocupar de su problema.
Hace muy poco, llovía fuerte en Montevideo y me comentaba que a la madrugada salía para Artigas, porque tenía que ver a Ney Thedy, el cañero, por el despojo al que estaba siendo sometido. Sabiendo como era, no había duda que en la mañana, el departamento de Artigas contaría con su presencia y Ney Thedy con su abogado.
Cuando la dictadura perdió su primer plebiscito, el de Fucvam, Helios era el abogado.
Aun hoy, en su estudio , un pequeño cuadrito lo recuerda.
La imagen de la ética, de los principios llevados a su grado más elevado. Se podía discutir y de hecho se hacía, su mirada política, que ante tanto requiebro y acomodamiento cotidiano, ante la victoria del pragmatismo, sonaba demasiada inflexible.
La mayoría había asumido lo posible, él seguía pensando en lo necesario.
Etico dije…¿ se acuerdan de la ética ? ¿ de los principios ?
Helios Sarthou no permitía que nos olvidáramos y nos ponía cotidianamente en un compromiso, porque pocos seguramente tienen tan enraizados la ética y los principios en su hacer cotidiano como él.
Quienes lo conocen saben que esto es totalmente cierto, que no es un elogio ante el mal momento, que jamás vendió sus principios por comodidades o cargos.
Y vaya si hubiese podido !
O alguno de nosotros alguna vez no soñó con Helios Sarthou, Ministro de Trabajo… en otras épocas ciertamente, cuando la izquierda no había sentido el calorcito del sistema y no le importaba pasar frío, estar a la intemperie.
Helios prefirió la intemperie, acompañar a los que desde los comienzos de nuestra historia, pasan frío.
Puso la academia, el saber, a sus órdenes y generó bronca en aquellos para los cuales eso era poner una piedra en el zapato.
La vida me dio, entre tantas cosas que te da y te quita, algo muy bueno, conocer a Helios Sarthou, tener el privilegio ( que paradoja decir eso cuando para él esa palabra no debería existir ) de que me considerara su amigo, con el cual conversar mucho más allá de la política, conversar de la vida, de los pesares y las tragedias, de las asignaturas pendientes y las sonrisas, hacer juntos esas treguas de la vida que nos hacen tomar impulso para seguir luchando, cada uno de acuerdo a sus posibilidades por cambiar este modelo infame e injusto.
No se olviden de este compañero y cuando el poder nos quiera encandilar con tantos privilegios como cuenta, pensemos que en verdad, son pocos sí, pero están aquellos que el sistema nunca pudo comprar. No es verdad que todo tiene precio, eso es una mentira que nos dicen para atenuar las culpas de los que claudicaron o se vendieron.
Abrazos de alguien que tiene mucho dolor encima y también el compromiso de seguir haciendo lo que pueda, por pequeño que sea, para cambiar este mundo oprobioso para millones de semejantes.
Eduardo Abeleira
2 de junio de 2012
“ La institucionalidad nos hace sentir de la manera más profunda la contradicción que existe entre la angustia de la gente, esa de la que uno no solo debe ser expresión sino también parte, de su necesidad de cambios profundos, y los elementos e instrumentos que aporta la institucionalidad para regularla. Y las peores trabas son las que surgen dentro de uno y tienen que ver con la tentación que va creando el ejercicio de la institucionalidad. Empieza a pesar la tentación de la propiedad del lugar que uno ocupa, de los cargos, y eso debilita la cuota de idealismo que se precisa en el compromiso con la gente, aun cuando eso signifique sacrificar la propia subsistencia dentro del sistema. Hay que apelar entonces al “ duende rebelde “ , ese insobornable que existe dentro de uno, el de los tiempos de la idealidad, de la juventud, ese que no se compadece con los cargos y el afán de figuración. “
Helios Sarthou
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