martes, 18 de marzo de 2008
RAÚL REYES, PEQUEÑO CAPITÁN VALIENTE
“Tu cadáver pequeño de capitán valiente ha extendido en lo inmenso su metálica forma” CHE.
Con el símbolo de la resistencia, con la imagen de Manuel Marulanda en su pecho, Raúl Reyes ha caído abatido en un rincón de selva de la América Nuestra. ¿Dónde?: Nos han preguntado que si en Colombia o en Ecuador. Ha caído en la Patria Grande, decimos, porque para un genuino bolivariano las fronteras trazadas sobre la tierra de la Awy Ayala no son sino parte de esa maleza anti-bolivariana que poco a poco hemos de arrancar de raíz para que pronto fructifique el sueño de unidad del Libertador.
Raúl, había venido al mundo en el seno cálido y tranquilo de un humilde hogar huilense. En septiembre de 1949, en el municipio de la Plata, nació Luís Eduardo Devia Silva, que era su nombre de pila.
Sus años juveniles pasaron entre el estudio y la militancia política revolucionaria. Desde temprana edad y por su alta sensibilidad social se vinculó a la Juventud Comunista Colombiana, donde fue forjando su conciencia de clase y recibiendo formación ideológica humanista al lado de sus compañeros de filas.
Luego de graduarse de técnico medio con especialización agropecuaria, y con algunos conocimientos de contador también, se vinculó como empleado de una reconocida empresa transnacional de productos lácteos, en la que desarrolló una intensa labor en defensa de los intereses de los obreros. Como dirigente sindical se ganó el aprecio de sus compañeros pero también el odio de la patronal.
Luís Eduardo Devia Silva y el Raúl Reyes, entonces es el devenir del hombre obrero, sindicalista…, luchador que asumiendo altruista causa de los desfavorecidos se hace guerrillero y asume el combate por los pobres de la tierra hasta las últimas consecuencias. Así ha caído nuestro camarada, como insurgente comunista de patria o muerte sobre el bendito suelo de los hijos de Bolívar derramando su último aliento de vida soñando en la emancipación de los pueblos.
Desde esta nueva Higuera, desde aquella inhóspita Santa Rosa de nuestras selvas, desde aquel cobijo de bosques guerrilleros en que se vertiera su sangre y la de sus compañeros, la resistencia, la indignada fuerza contra el fascismo y la opresión palpitan sin que pueda haber quien las detenga. Con el rojo de sus huestes abatidas, el huerto del valor germina para dar el fruto del honor multiplicado, el fruto del hombre con sus sueños, el fruto de los pueblos en su asomo de gritos de victoria redimidos.
Al lado de los suyos, de aquellos partisanos de la rebeldía, de la teoría y de la práctica redentora, sin duda ninguna la fe en los oprimidos era el credo de certeza en la victoria. Y es que el tránsito de lucha del Comandante no le había dado sino la confirmación de que el potencial de emancipación sólo lo poseen los oprimidos. En su época de trabajador, la actividad laboral le había llevado a las fértiles tierras del departamento del Valle del Cauca y luego al rico y hermoso Caquetá. Este último departamento fue transitado por Devia también en aquellas memorables campañas políticas en que desde los sectores revolucionarios se habían propiciado algunas alianzas con sectores liberales como el que conducían Luís Carlos Galán Sarmiento y Rodrigo Lara Bonilla, entre otros. La búsqueda de la apertura democrática era un propósito fundamental en el que por entonces le tocó emplearse a fondo contando también con la compañía de Luciano Marín Arango, en el desenvolvimiento del llamado Frente Democrático que incluía a los comunistas y al Nuevo Liberalismo, en un intento por encontrar opciones de cambio favorables al pueblo, dentro de un ambiente de amplitud, pensando siempre en la necesidad de la unidad nacional y en la paz de Colombia, que en el fondo era la esencia del proyecto pacificador que más adelante asumirá la Unión Patriótica desde su surgimiento. En aquel momento Luís Eduardo había sido elegido concejal en el municipio de Paujil.
Posteriormente el candidato presidencial Galán Sarmiento y el ex ministro Lara Bonilla serían asesinados por especimenes pertenecientes a ese mismo género de criminales que hoy conforman la narcoparapolítica colombiana. Por su parte Luciano Marín debió irse a la montaña; como Iván Márquez se incorporó a la lucha armada en el seno de las FARC-EP que era la única opción que dejaba la guerra sucia, cada vez más encarnizada contra quienes querían un cambio democrático para Colombia.
En su época de militante comunista dentro de las filas del Partido, Devia alcanzó a hacer parte del Comité Central, espacio desde el que con más denuedo siguió combinando su trabajo político, sindical y el de la representación popular que había asumido, dejando su impronta de efectivo y meticuloso organizador, que de una u otra manera seguía haciéndole quites a la muerte. Pero también las circunstancias de represión y guerra sucia no le dejan otra alternativa que la de la lucha armada. No obstante, la persistencia en el ideal de la paz llevan a las FARC y aun conjunto de organizaiones democráticas a reintentar el camino con la fundación de la Unión Patriótica que como proyecto político de pacificación fue también ahogado por una nueva orgía de sangre desatada por el régimen desde mediados de los años ochenta y que cobraría la vida de cerca de 5000 militantes upecistas.
Como contra centenares y miles de militantes revolucionarios, Devia sufrió la hostilidad criminal de los órganos de seguridad del Estado. Pero esta no era una situación nueva para él; ya traía experiencia desde el período presidencial de Julio César Turbay Ayala (l.978-l.982), cuando en carne propia sufrió las atrocidades del siniestro “Estatuto de Seguridad” que legaliza la tortura y desaparición de luchadores populares. Luís Eduardo salvó su vida de varios atentados, escapó de diversos allanamientos que llevaban el propósito de desparecerlo…, hasta que la hostilidad fue tal que no tuvo otro camino que el de ingresar a las filas guerrilleras, ante el acoso de la dictadura turbayista. La decisión de vincularse a las FARC le conlleva la necesidad de separarse de Hilda, su compañera, y de sus pequeños hijos, Robespierre y Lida. Es la década de los ochenta cuando ya transita las trochas de la selva con el nombre que toma para afrontar la nueva etapa de la guerra de resistencia como Raúl Reyes.
Sin duda nuestro camarada será modelo para configurar el guerrillero heroico del Siglo XXI. Un guerrillero colectivo, real, de esos que los oligarcas sólo podrían admitir como mito impotente, como romántico ideal que no alcance a lastimarles su opulencia. Ese guerrillero del siglo XXI que representa la vida y la obra de Raúl Reyes es símbolo del rearme de la utopía que está en desenvolvimiento con la potencia de la resistencia que va, que anda, que avanza con la certeza de que cada paso dado es una siembra que no ha de apagar la muerte.
Para los revolucionarios de hoy, todo lo que la oligarquía pretenda para ensuciar la imagen del insurgente, solo será basura que los condene. Porque nada podrá ocultar las razones que motivan la rebeldía de los guerrilleros de las FARC en su ascensión hacia el objetivo del hombre nuevo, avanzando en la conquista de la revolución colombiana, grancolombiana, de América Nuestra…, bolivariana. Porque es que, nuestros combatientes, como es el caso de nuestro Raúl Reyes, son cada uno y de conjunto la perseverancia de todo el pueblo en armas contra toda claudicación, y esa persistencia se agiganta cuando el alma se mueve con la inspiración que dan los sueños de Patria Grande del Libertador.
¿De dónde el odio de la oligarquía colombiana a Raúl Reyes?, ¿de dónde los ofensas de las grandes cadenas transnacionales de la desinformación que lo ultrajan como queriendo desterrarlo de la memoria en su condición de luchador valiente, o de guerrero de la esperanza?… Pues Raúl sencillamente era un combatiente, un modesto soldado del pueblo oprimido y por siempre vilipendiado, que al brindarse en cuerpo y alma por la causa del nosotros que es la que identifica el pueblo llano, se hace para el opresor más peligroso entre más lo quieran muerto; y es de ahí de donde se deriva el odio de los opresores, en ese mismo aspecto que es el amor de los oprimidos.
La entrega de Raúl y los suyos a la causa de los pobres, la alta disciplina, el talento intelectual, el compañerismo y sobre todo el absoluto y profundo amor al pueblo hacen el cuadro de los revolucionarios integrales, en quienes lo que más reluce es la capacidad de entrega generosa, que para el caso del Comandante se habían puesto de presente con un virtuosismo que es el mérito que precisamente lo instalan en el puesto de Dirección en el Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP que ocupó hasta el día de su deceso. Ese es el sitial que el conjunto de los combatientes preservan a quienes en su praxis revolucionaria van a la vanguardia del sacrificio por los demás.
Como combatiente Raúl ayudó a la creación de varios Frentes Guerrilleros, y con su ejemplo y enseñanzas contribuyó en la formación de múltiples cuadros y nuevos militantes. En cumplimiento de los planes, para ir ejecutando el despliegue estratégico de la fuerza, puso todo su empeño para contribuir en la fundación del poderoso Bloque Sur de nuestro ejército insurgente.
Durante el mandato de Belisario Betancur (l.982-l.986), Raúl participó de los diálogos de paz con el gobierno nacional y es uno de los firmantes de los acuerdos de “Cese al Fuego, Tregua y Paz”, pactados en Casa Verde, municipio de Uribe, Meta, entre el gobierno y la insurgencia. Como consecuencia de estos acuerdos es que surge la Unión Patriótica que sería exterminada a sangre y fuego por el Estado colombiano, en el mayor genocidio político recordado en la historia reciente de América Latina, frustrando así, una vez más, las posibilidades de la paz para Colombia.
Era Raúl un hombre de patria o muerte, de causas insobornables, de entereza y de lealtad a toda prueba. Un hombre que sufría como propio el dolor ajeno, que se sentía por las penas de la América toda y hacía suya cada intención de emancipación de cada pueblo por remoto que fuera. Con la inocencia de un niño a veces, el entusiasmo que le imprimía a cada causa le hacía vulnerable, pero sobre todo cuando el emprender intentos de paz requería de su particular empeño. Pero así era él, un constructor de utopías, un pasajero de lo imposible, un convencido de la necesidad de la lucha por la libertad tanto como de la necesidad de la paz en socialismo, o al menos en las elementales condiciones de la justicia que brindaran siquiera el pan para el hambriento mientras con paciencia y tenacidad se fuera haciendo ya a más largo plazo la construcción del ideal del Libertador. Eso era Raúl Reyes, y no esperemos que lo digan los oligarcas, los imperialistas…, porque raro sería en momentos de fascismo y de exacerbo imperialista hallar algo de dignidad y espiritualidad en ellos que les permita reconocer a su adversario.
Cuando la VIII Conferencia Nacional de Guerrilleros de las FARC-EP ordenó la creación de la Comisión Político-diplomática de nuestra organización guerrillera, él fue elegido como su responsable. Raúl, entonces, al mando de un puñado de guerrilleros se da a la tarea de hacer conocer a las FARC en el mundo llevando la propuesta de paz con justicia social y las denuncias sobre el terrorismo de Estado que azota a Colombia.
Con la solvencia de un hábil mensajero de la paz, pone en jaque las posiciones guerreristas del gobiernos en el exterior. Es a raíz de esta labor que se le conoce, entonces, como El Canciller de las FARC.
En su misión es recibido por jefes de Estado y de gobierno, cancillerías, personalidades, ONG´s, representantes del mundo académico, etc. en tres de los cinco continentes.
En 1.999 es nombrado jefe negociador de las FARC-EP frente al gobierno de Andrés Pastrana Arango (l.998-2002) en aquel escenario colombiano que se llamó “Area Desmilitarizada”, o “Zona de Despeje”, de San Vicente del Caguán. Entonces, otras calidades políticas y humanas se dejan ver en el comandante, quien hace gala inagotable de paciencia para escuchar y debatir, con prudencia suficiente y firmeza revolucionaria en esa trinchera en que se convirtió la mesa de negociaciones. Con un semblante imperturbable en los momentos de dificultades, solía endulzar los momentos álgidos de la discusión con amplias sonrisas muy naturales que solían a menudo sacar de quicio a la contraparte en la medida en que la afabilidad brotaba al lado de sus posiciones tenaces cuando de defender los intereses populares se trataba.
Desde el Caguán la imagen de Raúl Reyes como nunca antes se hizo conocida; saltó a los principales noticieros de televisión, periódicos y revistas del mundo entero. Su rostro se hace familiar para colombianos y extranjeros…, y habría que ver algo que poco exteriorizaban los medios; es decir, los argumentos absolutamente favorables al pueblo que siempre enarbolaba, como el subsidio al desempleo, la redefinición salarial en beneficio de los trabajadores, la discusión a las políticas neoliberales que permitiera llegar a conclusiones que pararan la creciente miseria en que se hundían nuestros compatriotas, la erradicación definitiva del problema del narcotráfico mediante un programa de sustitución y legalización diseñado por el comandante Manuel. En fin, posiciones que permitieran llegar alcanzar la paz instaurando la justicia social. Pero el régimen se obstinó en no ceder, en no privar a los oligarcas de sus excesivos privilegios. En consecuencia los diálogos fueron rotos por el gobierno abruptamente, activando una operación de aniquilamiento que dieron en llamar Operación Thanatos, el Ángel de la Muerte, que fue con la que asesinaron otra opción de paz. Lo que seguiría serían años de aplicación del plan colonialista de Washington, para cuya ejecución habían estado haciendo una reingeniería de la fuerza. Plan Colombia llamaron a su nueva aventura guerrerista que con el disfraz de un plan social desató una operación militar de gran envergadura conocida como Plan Patriota. Pastrana inició la reingeniería y la instalación del Plan, y Uribe la continuó con toda la saña de su particular acento vengativo. Desde entonces y ya en el desarrollo del segundo período de gobierno del narco-paramilitar presidente Uribe, las FARC han resistido y derrotado al plan Patriota, asumiendo ya lo que se conoce como Plan Consolidación; es decir, tierra arrasada contra el pueblo y avanzada militarista para hacer de Colombia la punta de lanza que permita proceder contra el continente.
Raúl no temía a los riesgos que implicaba la tarea que le había asignado el Secretariado. Se había hecho el hombre más vulnerable de nuestra Dirección, indudablemente, porque para llevar a buen término esa laudable empresa había que tomar el riesgo de caer en las trampas que ponen los mismos, a veces, que solicitan o que dicen estar generando garantías para propiciar los contactos. Había una experiencia y él lo sabía. Muchas veces la Dirección guerrillera fue atacada a mansalva cuando se intentaba una búsqueda de relaciones para iniciar algún intento de paz. Pero, porque se trataba de un mandato, de un deber y de una convicción, él había decidido tomar el riesgo. Es más, él lo había asumido desde siempre. Pero en gran medida pudo haberse confiado…; él tenía la tendencia a la confianza, pero no como un asunto de improvisación o de desidia sino como un asunto de sus convicciones; había que comenzar por confiar para poder abrir un espacio de acercamiento, decía. Era como parte de una íntima doctrina esa forma de pensar, y seguramente aquello que ya era parte de su forma de ser se derivaba de su absoluta entrega a la búsqueda de un camino de reconciliación, aún en las peores circunstancias de la confrontación.
Para los combatientes, siempre desconfiados por lo conocedores de la saña y la traición con que el enemigo actúa, la entrega de Raúl a esa tarea podía tener el sino de la desventura o de una tragedia en la persona a la que estimaban y en la que confiaban por su experiencia enorme, pero que consideraban demasiado crédulo por lo bondadoso y tan entusiasta. Pero no, tanta demasía en su convencimiento no tenía fuente en la ingenuidad sino en el convencimiento que se fundía con el anhelo de paz y la abnegación que como revolucionario le imprimía a todo. No hay nada en sus actos que no deba ligarse con su certeza en la revolución continental y en la paz con justicia que favoreciera a los oprimidos, cuando ya sin opresores pudieran catarle a la la libertad.
Para él, efectivamente la Patria es la América. Se solía preguntar cuando podrían acabar las fronteras; se sentía tan ecuatoriano como colombiano, tan venezolano como Peruano, tan boliviano como argentino, tan de todas partes que seguramente se estará riendo de la discusión inicua de si debía estar o no del otro lado de la frontera, más cuando su gestión no era ofensiva sino de paz y de búsqueda incansable de salidas al conflicto colombiano, porque propulsor era también, como el que más, del respeto a la política de fronteras promulgada por las FARC en la Octava Conferencia Nacional: no está permitido hacer operaciones ofensivas fuera de Colombia.
Últimamente el Secretariado le había dado la misión de profundizar, de acentuar, su búsqueda de contactos por la paz; el 29 de febrero del año en curso Raúl Reyes por orden de la Dirección guerrillera se desplazó junto con su guardia personal para atender un encuentro con delegados del gobierno francés que prepararían las condiciones de una posible reunión entre el Comandante guerrillero y el Presidente de esa nación, Nicolás Sarkozy, tratando de dar solución definitiva al caso de retención política de la ciudadana colombo-francesa Ingrid Betancur, y buscar en ese marco una nueva alternativa para iniciar un diálogo de paz duradera. Para tal propósito había improvisado el comandante Raúl un campamento de tránsito, como lo son todos los campamentos guerrilleros, que permitiera en condiciones más o menos tranquilas atender la importante y delicada gestión que incluía además la atención a otros emisarios y personas del continente que deseaban conocer de la realidad de la confrontación desde el punto de vista de la insurgencia. Unas semanas antes había hecho el comandante diligencias en otro país desde donde se venía desplazando por la línea sur de la frontera brasilera-peruana-ecuatoriana- de la Patria Grande, hasta llegar a Santa Rosa, localidad ubicada en la provincia ecuatoriana de la América Nuestra. Hasta allí llegó con sus tropas, y en ese lugar lo alcanzó la muerte, dormido, mientras descansaba luego de recibir a estudiantes y académicos que habían logrado una entrevista tras esperarlo durante varios días. El mando militar del Comando Sur de los Estados Unidos, con sus tropas y con cipayos del ejército colombiano, mediante una oscura operación de guerra, por aire, agua y tierra, hicieron el asalto al campamento. A eso de las 00:25 horas del primero de marzo comenzó la orgía de sangre en la que el imperio y sus lacayos aniquilaron casi completamente a todo el que se encontraba en aquel campamento de paz.
Él estaba ahí, a la espera de los contactos, pues como siempre asumió la tarea con toda su determinación, y no podía ser entonces el Putumayo ni ninguna piedra de camino el límite para sus emprendimientos.
Raúl Reyes había sido destacado también para que atendiera a muchos compañeros y compañeras que desde distintas partes del continente enviaban mensajes para intercambiar, sobre posibilidades de paz para Colombia. Tarea que no le sorprendía en el entendido que él mismo era quien más solía plantear que era necesario escuchar y evaluar las opiniones de quienes en el continente y en Colombia se preocupan por nuestra situación de guerra y por nuestro futuro, que en últimas es un factor de mucho peso en la definición del destino de América Latina y el Caribe. Y claro, esto había que hacerlo en la clandestinidad, para preservar a quienes desean la paz, de la violencia criminal de la jauría imperialista que desea mantener la confrontación como la excusa para asegurar la permanencia bélica en la región.
Raúl había dicho en alguna entrevista, que era probable que él o cualquier integrante del Secretariado muriera en el intento de búsqueda de la paz, más que en el desarrollo mismo de la guerra…; Pero como fuere, aspiraba a que si eso ocurría, para entonces estuviera bastante abierto el camino, o bastante acumulada la experiencia para que otros sigan adelante con tan elevado propósito. Y lo cierto, es que su partida así, de esa manera infamante como los enemigos de las pobrerías lo propiciaron ha sido un atentado que –como lo indicó el Secretariado- lo mató a él y al mismo tiempo hirió de muerte la dinámica alcanzada en la maltrecha senda del intercambio humanitario de prisioneros de guerra, que sin duda era un paso esencial para buscar el diálogo por la paz. Pero por otro lado, “para bien o para mal”, como diría un entrañable amigo, ahí está la práctica que habrá de aconsejarnos sobre los pasos que hemos de dar.
La causa de Raúl tiene millares y millares de doliente; es invaluable la solidaridad expresada por amigos, simpatizantes y gentes desconocidas que han hecho reconocimiento al importante papel de ese pequeño capitán en la conducción del valeroso ejército del pueblo. De tal manera que ha de sobrar quien pueda continuar el camino. De eso no hay duda, así que se equivocan una vez más los esbirros de la muerte y la tragedia nacional si creen que este asesinato es lo que podría poner en jaque a las FARC-EP. Aquí nadie se rinde ni se atemoriza, porque la lucha que hemos abrazado es un compromiso de patria o muerte por todo lo que defendía y hacía Raúl: la denuncia de las injusticias diseminadas por los oligarcas; la lucha contra la guerra sucia desatada por el régimen terrorista; su batallar al lado de la gente más humilde por sus derechos y necesidades más sentidas. Es decir, la entrega absoluta a la búsqueda de la paz sin claudicaciones. Para todo ello se entrevistaba con muchos altos funcionarios de Estado como con múltiples sencillos hombres de la ciudad y del campo de quienes recogía las ideas que constituían su potencial moral de firme revolucionario, ya levantando la voz por los prisioneros del imperio, por Sonia, por Simón, por los cinco cubanos, por Víctor Polay, por Mumia…, por nuestros prisioneros en manos del régimen; por los desplazados, los desaparecidos y los explotados.
Ese es el significado de Raúl, ese es el ideario y la voz rebelde, justiciera, que odian los oligarcas que lo infaman y lo vilipendian aun después de muerto. Quizás porque lo sienten más vivo que siempre. Eso es lo que lo hace prohibido, eso es lo que lo hace indeseado, eso es lo que lo hizo perseguido, pero por los de arriba.
La palabra y la práctica de Raúl Reyes, por todo lo que significaba suscitaba la ira de Uribe Vélez, es decir del fascismo. De tal manera que para abrirse paso no podía ser de otra forma que en la clandestinidad, desde las trochas de la selva como por los caminos del ciberespacio, hablándole al mundo con el mensaje que deseaban ocultar los opresores; burlando cercos, evadiendo persecuciones, inventando rutas, cruzando ríos, deshaciendo fronteras, clandestino actuando, ¡resistiendo!... Siempre dispuesto a caer abatido si necesario era para seguir enalteciendo la causa de la paz digna.
No le inquietaban a Raúl las inverosímiles acusaciones y afrentas difamantes. Con más entusiasmo reiniciaba sus labores cada día, imbatible como militante comunista bolivariano…, como hombre bueno, leal, sacrificado, siempre avanzando hacia ese cielo que continúa buscando en este momento que por aciago que parezca no es más que la crisis que ha de anteceder a grandes definiciones en favor de los oprimidos, con el detalla de que para pesar de la oligarquía y el imperio, Raúl, o mejor dicho Raules habrá para rato. Con seguridad el de este comandante es uno de los ejemplos de revolucionario que deberá estar asumiendo el mundo andando hacia el cielo de la felicidad terrenal sin explotadores ni explotados.
Raúl seguirá en la trinchera de la Patria Grande, con un arma de amor para los pobres, con esa arma que es el ideario bolivariano, revolucionario, fraguando el destino, ayudando de alguna manera, con la paciencia y el cuidado que requiere el vilo de la guerra de resistencia a las tantas infamias de los opresores.
No esperemos que por estas acciones nos canten loas los enemigos, los fascistas… No. si eso ocurriere deberemos extrañarnos, pues sería algo sospechoso. A los revolucionarios nos han de bastar los coros de amor de los oprimidos, esos cantos de amor que aterrorizan a los terroristas del neutrón y la motosierra.
Jesús Santrich y Rodrigo Granda/Especial para ANNCOL
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