jueves, 20 de marzo de 2008
Por Raúl Reyes.., por nuestros muertos, ni un minuto de silencio
Es evidente que todo estaba premeditado por Washington y su perro de presa Uribe para generar la crisis e inculpar a todo aquel que levante la palabra contra él en oposición al guerrerismo del lacayo gobierno granadino.
Cada combatiente fariano es resistencia a la injusticia, nunca ofensa a la paz sin razón. Su guerra justa sólo mana como reacción a la injusticia, a la opresión, a la alienación, a la explotación, en el camino de la construcción del socialismo. Por eso, aunque maten su cuerpo, en ese camino de ideales imperecederos, su ejemplo abrazado a la causa bolivariana si que es difícil de matar.
Seguirá el imperialismo construyendo sus infamias. ¿Pero hasta cuando? Nuestro reino es en este mundo, así que con Carpentier podemos seguirnos preguntando, “Qué es la historia de América Latina sino una crónica de lo maravilloso en lo real?”, pero nuestra fábula, nuestra fantasía tiene similitud ante todo con la utopía bolivariana, con el sueño de la comunión…en este mundo; así entonces, igual nos da que nos llamen ladrones, como a quien crucificaran en vez de a Barrabás; que nos coloquen los INRI que les venga en gana; que nos traten peor que al “sambo” Bolívar, con las mismas leguleyadas y perfidias que las practicadas por el santanderismo en su afán por desmembrar la Patria Grande y asesinar al Libertador y su proyecto… No importa, porque, como expresa el comandante Iván Márquez, “¿de que vale la vida sin causa y sin bandera…?” Al final la historia nos absolverá, reivindicados serán nuestros sueños de Espartacos, de empobrecidos rebeldes tomando las Tullerías.
No podemos aspirar a que nuestros enemigos, que son los mismos enemigos del pueblo, nos traten mejor que a Galán el comunero, que a Policarpa en el cadalso, que Caupolicán en su suplicio, que a Tupac destrozado por los cuatro caballos de la muerte, que al Eloy Alfaro acribillado, desmembrado y quemado en el parque El Ejido; que a Guevara sacrificado en la Higuera, que a Sandino, traicionado, que a Farabundo Martí fusilado, Que a Fabricio Ojeda, que Bishop, que a Julio Antonio Mella, que a Camilo Torres, que Uribe Uribe, que al tribuno Gaitán o que al padre Libertador mismo en su agonía de hombre huérfano de patria.
Todos seremos delincuentes frente a las oligarquías y al imperio… Pero al final, la victoria será de los oprimidos y vilipendiados, porque siempre estaremos sobreviviendo entre las masas oprimidas, armados de sueños y armando con nuestros sueños cada nuevo emprendimiento de libertad; reiniciando cada vez que se requiera, rehaciendo el camino con las certezas que da la historia en su andar ineluctable hacia el estadio del comunismo; levantándonos contra el olvido, contra la estigmatización…, porque la historia no ha llegado a su fin, porque la rebeldía popular no muere con bombas, como no muere el sueño de Bolívar a pesar de las oligarquías; inventando nuevas tácticas para el asalto de los cielos; reintentando sin descanso la emancipación, rearmándonos de dignidad, rehaciendo la utopía. Existiendo en lucha…, siendo.
Ningún enemigo digno habría tratado con tanto desprecio y morbosidad a su opositor; ninguno con tanta saña; ninguno con tanta alevosía como lo hicieron con el comandante Raúl Reyes; pero, que inútil es la muerte por terribles que sean las circunstancia, por grande que parezca el infortunio, cuando la presa de las jaurías abominables que la propician tropiezan contra combatientes que no terminan en su ser mismo, con hombres y mujeres que no pueden ser con la muerte vencidos porque, como Raúl, sobreviven en su organización dando fuerza moral en la batalla.
Honor que nos hace el pueblo al permitirnos morir por su gloria eterna. Honor que nos hace decir, como en el himno de vanguardia: “por nuestros muertos ni un minuto de silencio, toda una vida siempre llena de combate, que el dolor nuestro optimismo no arrebate y sea más bien de la victoria un nuevo anuncio…”
Se solazan en la sangre las abominables piaras apátridas, destrozando con encono cada cuerpo de cada valiente. Pero ninguna muerte ha de instaurar el silencio de los pobres de la tierra…, ni por un minuto, ni por un instante guerrillero, miliciano, partisano... Ni un solo minuto de silencio por estos nuestros héroes que caen para crecer afianzando en la memoria, en la conciencia los ideales. Y, entretanto, los victimarios amorales que no diferencian una muerte de otra porque su descomposición ética no les permite entender que hasta un acto de guerra debe ser un acto moral, seguirán hundiéndose en el marasmo de sus crímenes de lesa patria y de lesa humanidad.
¿Qué simboliza el Raúl abatido, qué simbolizan sus huestes sacrificadas andando el camino de la búsqueda de la paz, entonces? ¿Qué, sino el signo del revolucionario genuino?; de aquél para quien la revolución, si es verdadera, solo tiene el destino del triunfo o el de la muerte. Y ese es el Raúl abatido; es el combatiente multiplicado en dignidad, que no le teme a la muerte porque amaba la vida y solo pensaba en ella.
Lo que por el régimen estamos como Raúl condenados a muerte, ya hemos expresado que nuestro último como nuestro primer y mayor deseo es el de morir con las armas en las manos…, por un futuro mejor para nuestros pueblos. Muerto Raúl, entonces, nuevamente ha fracasado la muerte.
Un escenario fue aquel, donde desde antes de llegar a él ya se habían cebado las fieras lanzando el misil inteligente, desplegando la tecnología de punta, el ojo del satélite, el Plan que va más allá de Colombia con el entramado de la conspiración contra el continente. Un plan, si, un plan para tomar a la América es lo que continúa en marcha. El plan de la recolonización yanqui. Por ello aquí la muerte no es simplemente la muerte. Pues hay muertes viles y crueles, asesinatos, crímenes como los fabricados por los abominables lacayos del imperio que siempre van más allá de sus intenciones aparentes. Así, esta maniobra que consistió en una operación de guerra sucia, sin la dignidad que deben tener los verdaderos actos de guerra por terribles que sean, está inscrito en el desenvolvimiento del Plan colonialista contra Nuestra América. Ya es más evidente su estrategia perversa cuando ha sacado de su sombrero de mago sombrío de la muerte la novela siniestra del computador de las mentiras, supuestamente encontrado en el devastado escenario donde fuera acribillado Reyes, sus guerrilleros y personas que visitaban el lugar. Fuera risible el hecho si no se divisara la perversidad que entraña. En principio los agresores se excusaron con el Presidente Correa que aún, porque no tenía noticia clara de los sucesos, no levantaba su voz por la violación territorial; pero cuando con entereza y decoro su palabra exteriorizó la indignación y la condena a la violación de la soberanía ecuatoriano por las tropas fascistas de Uribe Vélez, del fulano computador sale la prueba documental sobre la supuesta alianza Ecuador-guerrilla; igual o peor ocurre, cuando el Presidente venezolano Hugo Chávez con decoro cuestiona la agresión a Ecuador y toma medidas preventivas respecto al guerrerismo del régimen colombiano contra Venezuela, entonces del mágico computador surge el asunto escabroso e inverosímil de la alianza guerrilla-Venezuela para derrocar Uribe, e irrumpen de inmediato las amenazas y el discurso intimidatorio de Estados Unidos en boca del halcón George Bush.
Es evidente que todo estaba premeditado por Washington y su perro de presa Uribe para generar la crisis e inculpar a todo aquel que levante la palabra contra él en oposición al guerrerismo del lacayo gobierno granadino. Así que no es extraño que este pandemónium esté diseñado además para amedrentar con chantajes a los gobiernos del mundo para que opten por no contribuir en las soluciones al problema del conflicto colombiano, a fin de no resultar involucrados en los improperios de cada campaña difamante de Estados Unidos y del gobierno colombiano como lacayo. Pero principalmente, en conclusión, lo que avanza en su despliegue es un Plan de guerra de recolonización sobre el continente en favor de las trasnacionales. No nos sorprenda que inicien causa por colaboración con el terrorismo contra Venezuela, Ecuador, Nicaragua y todo el que asome la cabeza para buscar una salida pacífica al conflicto colombiano.
Como complemento no menos pavoroso, estaríamos en la situación nefasta en que el famoso computador servirá ahora como la justificación creada por el uribismo para proceder contra toda la real oposición o contra las organizaciones y personas que no quieran plegarse a las políticas del fascismo. Ya veremos que comenzarán a salir inculpadas como terroristas las personas y las organizaciones populares de la Colombia maltratada, vilipendiada y desangrada que estén haciendo oposición al gobierno. No se necesita ser adivino para llegar a ese presagio. Todo aquél que sea considerado elemento incómodo para el régimen será presa fácil del computador que ha surgido como una falaz licencia para reprimir.
Pero bien, la geometría de la lucha por la paz tiene implícita la forma y la dialéctica de las guerras; de ella, en circunstancias de existencia, no pocas veces adversas, como las nuestras, es de donde han de brotar los frutos del mejor vivir para los pueblos; desde donde se mire, desde cualquier vértice o desde su centro, desde su afuera o desde su adentro es la lucha de clases, el signo de sus dimensiones regulares o irregulares, en el infinito devenir de la historia, en la que suben o bajan las líneas de la realidad en que están los recodos de la muerte como parte de la existencia que bien puede aparecer de súbito en la estrada de la confrontación como ahora nos ha asaltado en el seno de la más alta dirección de nuestra organización.
No es un fin en si el acto de morir sino el cumplimiento de un segmento de nuestro discurrir en el universo, que debemos procurar de manera natural, preservándonos al máximo de su aparición temprana. Obligados estamos a tomar las medidas que nos den la mayor seguridad en medio de la confrontación; pero si llegaré a ocurrir, lo cual es una posibilidad constante en el día a día de la guerra deberemos asumirla como una nueva posibilidad real del ser que más allá de lo orgánico suele convertirse en latencia permanente; de la simple caída puede suscitarse una infinita llamarada, y si es la pasión, la entrega con convicciones la que mueve el deseo, estaríamos frente a la conjugación del heroísmo que le dota a la muerte de las circunstancia que configuran la grandeza. Entonces la muerte, compañeros, se ha de convertir en el marco de la denodada lucha de resistencia por nuestro pueblo, en magnífica victoria en tanto su hecho es el ejemplo de lo que habría que hacer en esa estrada que seguimos en post de la liberación. Es así como la muerte puede forjar la permanencia de los hombres por el estremecimiento de la sensibilidad de quienes le contemplan en su causa; y es así que más allá de esa esencial propia grandeza, como los pueblos suelen por las circunstancias en que un revolucionario entrega su vida, dimensionarlos, elevar su imagen hasta el cenit de su valoración. Pero al mismo tiempo, contra esa gracia es que se desbordan los improperios de las oligarquías, siempre prestas a hacer la guerra contra los nuestros aún en sabiéndolos muertos; se ensañan contra sus méritos que pueden ser copiados, contra su ejemplo que puede ser seguido…, y por ello es precisamente que intentan el aplastamiento moral ya queriendo, entonces, como destruir el espíritu del valiente, acabar con sus sueños, con sus ideales. La muerte así, por cuenta de la perfidia de los opresores termina también, como en le caso de Rául Reyes, convertida en consagración de los caídos. ¡Qué ironía!
No se trata aquí, entonces, de analizar sólo el importantísimo hecho de la violación de la soberanía ecuatoriana y de la soberanía de Colombia y Venezuela que indudablemente han sido también mancilladas de cuenta del expansionismo yanqui que violenta al territorio grancolombiano y de América Nuestra. Se trata además y sobre todo de enfrentar la determinación del imperio y las oligarquías de aniquilar la resistencia popular en sus formas diversas y necesarias de lucha mediante la estigmatización que provocan con el epíteto de terrorismo. Tratan estos funestos enemigos de aniquilar el internacionalismo, la solidaridad y el derecho del los pueblos a coordinar y juntar sus causas y sus propósitos, al mismo tiempo que se pretenden establecer como normales los ominosos procedimientos del fundamentalismo imperialista integrados en la doctrina aviesa de la guerra antiterrorista, la guerra total…; en fin las políticas contrainsurgentes que para el caso del contexto internacional latinoamericano, no son otra cosa que doctrinas contra la autodeterminación y la soberanía de los pueblos para hacer el favorecimiento del colonialismo y expolio de nuestras riquezas.
Se ha pretendido afianzar la conceptualización política del imperio, la de justificar contra las luchas de los pueblos el derecho a la “agresión preventiva”, a la “defensa anticipada”, a la “legítima defensa”…, donde de manera insólita el agresor se presenta como agredido.
Afortunadamente muchas voces se han levantado contra esa pretensión llena de mezquindades y descaro. La cumbre de Río, y en especial la declaración de Santo Domingo ha sentado un buen precedente que de alguna manera intenta poner freno a esas justificaciones que el imperialismo viene utilizando para ultrajar, invadir y saquear a los pueblos como ocurre en Irak, Afganistán y el medio oriente en general; o como especialmente ocurre en Palestina, done Israel actúa a manos sueltas mostrando el formato de lo que se quiere hacer en América Latina utilizando al régimen fascista colombiano. De tal suerte que a cualquiera debe satisfacer la forma “cordial” como concluyó el certamen sobre todo por la magnifica intervención del Presidente Chávez y la magnanimidad del Presidente Correa. Pero en todo caso hay heridas que no se curan con abrazos, sobre todo si llevan la carga de hipocresía que se evidencia en Uribe Vélez de quien nadie se debe confiar, pues el seguirá en su escalada de guerra y eso debe quedarle claro al mundo. El fascismo en Colombia y contra el continente tiene un gasto militar directo de al menos 6.5 % de su presupuesto ordinario, descontando que todo el presupuesto nacional colombiano está atravesado por el propósito de la guerra. Y recibe de Estados Unidos, la tercera ayuda militar del mundo no para aplastar la resistencia interna solamente sino, como ya hemos dicho, para convertirse en la punta de lanza del guerrerismo colonizador yanqui que desde hace rato ha estado fraguando la intervención en la Venezuela bolivariana.
Ante tanta afrenta y perversidad no tenemos otro proceder legítimo que el de la resistencia, el de la solidaridad, el del internacionalismo y la lucha en unidad populares. Aquí, ahora, y para siempre no podemos dejar el asunto en la sólo condena al gobierno colombiano por la violación territorial contra Ecuador sino sobre todo deberá continuarse la denuncia y la condena de los pueblos contra el papel que el imperialismo a puesto a jugar a Uribe contra el conjunto del continente. Colombia ha sido puesta por la oligarquía en el poder, en la triste situación de ser la punta de lanza de la recolonización. Hay que denunciar y combatir, también, entonces el intento de Uribe por aniquilar toda opción de pacificación, porque cierto es que al asesinar a Raúl han herido de muerte la posibilidad de una negociación de paz, a fin de mantener la excusa que permita mayor presencia militar yanqui en la región.
Nada le importará a Uribe tomar una posición de ataque a los países vecinos, nada le importará seguir como plataforma de agresión contra los países que le rodean, nada le importará sobre todo si la comunidad internacional sigue guardando silencios de conveniencia diplomática frente al genocidio que el régimen colombiano comete contra su pueblo.
Ahora y desde hace décadas, en América Latina, de manera especialmente brutal y prolongada, el turno de soportar las más indignantes agresiones nos ha tocado a nosotros como fuerza revolucionaria y sobre todo a los sectores más humildes de nuestro pueblo. Hemos tenido que sufrir el vilipendio y la muerte que se derivan del pertinaz terrorismo de Estado. Nos ha tocado sobrevivir y resistir al exterminio de la Unión Patriótica, sobrellevar y resistir todo el peso de la guerra sucia que ha sembrado de fosas comunes con millares de muertos el territorio de Estado; tenemos a cuestas la infausta circunstancia del desplazamiento forzado de millones de compatriotas, el apresamiento y la desaparición de millares de personas; el chantaje de la extradición de los luchadores utilizando las peores calumnias que sólo buscan humillarnos y ponernos de rodillas, tal como lo han pretendido acusando y condenando a combatientes bolivarianos heroicos, valientes, como Sonia y Simón Trinidad (uno de nuestros voceros de paz), a quienes mediante siniestras mentiras pretenden aplastar para cobrarle a las FARC su rebeldía contra las injusticias. Nos sigue tocando el turno, con el acribillamiento de otro gestor de paz, como lo era Raúl Reyes, a quien eliminan para cerrar los caminos de la reconciliación… Ya lo ha dicho nuestro secretariado, mataron a Raúl Reyes e hirieron de muerte el proceso de intercambio humanitario. Pero todo apunta a que en tiempo no muy lejano podría tocarle a otros también recibir el peso de las peores agresiones. Ojalá ello no ocurriera jamás; pero si llegare a suceder, ojalá no se tenga que decir que ya es demasiado tarde para tomar las previsiones contra los planes colonialistas que están en avance. De cualquier manera, nosotros con nuestras humildes experiencias estaremos ahí, solidarios, prestos a entregar la vida por cualquiera de los pueblos de Nuestra América.
La amenaza más evidente es sin duda la que se cierne sobre Venezuela cuyo territorio continuará siendo hostigado de diversas maneras y con infinidad de justificaciones: que se violan los derechos humanos, que es plataforma de envío de drogas narcóticas, que es país que apoya el terrorismo internacional…; su revolución tratarán de minarla inoculando la corrupción, la impunidad, el crimen, penetrando el paramilitarismo, la especulación económica, el desabastecimiento alimentario y de otros productos, poniendo a fondo la guerra mediática de cuarta generación, etc. etc.; hasta que tarde que temprano vendrá la agresión directa si no ha sido posible derribar a su gobierno revolucionario, incluso mediante el magnicidio. Así son las cosas; y esta agresión no depende de que se tengan o no afinidades políticas con las FARC. Este es un plan que trae su despliegue con el desenvolvimiento mismo del Plan Colombia y del Plan Patriota con el propósito de destruir el para ellos inconveniente sueño de unidad bolivariana; el proyecto del Libertador en general. Y solo hay dos maneras de que no llegue a conclusión el vaticinio: arrodillarse y vivir en la humillación del colonialismo, o resistir y preferir morir de pié que mantenerse en la sumisión. La primera es la opción peor que la muerte y la segunda es la posibilidad de vivir con decoro o morir pero como concreción de la resistencia digna que no comulga con la cobardía.
Sabemos que el Bravo Pueblo, no es de los que se arredra, y que la espada del libertador siempre estará empuñada con dignidad.
Jesús Santrich y Rodrigo Granda
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