miércoles, 19 de marzo de 2008

Raúl Reyes, el camino de la vida a pesar de la muerte



Muchos piden liberación de los “secuestrados” pero muchos también olvidan que los nuestros, los hijos de los pobres que han luchado como combatientes del ejército del pueblo en busca de la justicia social, están en peores condiciones que los prisioneros que están en manos de las FARC.

En las aguas del Putumayo…, en las del San Miguel, en la floración silvestre de la amazonía, trepida desde el ayer hasta siempre la creciente guerrillera del amor para los pueblos; húmedas expresiones de vitalidad inmarcesible, tributando sacrificio para hacer la fusión de ese todo que somos como mismo pueblo al que los oligarcas dividen mientras ellos se juntan para agredir nuestros sueños.
Ya la música salvaje de los pájaros en el monte evoca la marcha del guerrillero caído y cuando la tarde vuela en las alas del viento y en el vientre del crepúsculo las sombras del bosque se fusionan hasta volverse oscura ingesta de segundos presurosos, de segundos que se vuelven noche en medio de la selva, Raúl guerrilla y sus huestes de estrellas titilan sobre el mundo alumbrando la piel de los oprimidos, el calor de la caleta, el oculto lugar de la manigua donde en el discurrir del sueño rebelde, pensando en la Patria Grande se anida el anhelo postergado de la Unidad, y su persistencia aunque depende de lo que él es, existe en la gracia de que su permanencia está, en lo que somos como Organización con todos los aportes de nuestros caídos, pero para el caso, con el aporte de él, del Raúl abatido, en esa senda de búsqueda del hombre nuevo y de la sociedad diferente.
La guerra es la vereda de la vida o de la muerte, ha dicho Sun Tzu. Pero la guerra justa no puede ubicarse en el estrecho marco de ese concepto, pues es para el revolucionario el camino de la vida a pesar de la muerte. Y de eso estaba convencido Raúl; por eso su camino es el de la Guerra Justa contra la alienación, contra la explotación, contra la opresión…, por la construcción del socialismo...; es decir, haciendo el camino a pesar de la muerte.
Difícil es la ruta de la lucha revolucionaria, pero una bitácora de certezas nos da el ideario bolivariano para crear, para inventar a fin de no errar, pero aún errando haciéndolo en el camino del intento de una nueva creación que supere el nefasto camino del capitalismo, que no puede ser de otra manera que cambiando de raíz el orden establecido en el que se ha perpetuado la dominación de los opresores.
El enemigo es común a los pueblos del continente, y podríamos decir que para los pueblos del mundo…; ese enemigo es el imperialismo, con toda la carga de su vieja cultura alienante. Sólo revolucionándonos interiormente, en la medida en que revolucionamos el mundo externo al mismo tiempo que nos trasformamos nosotros mismos desde el más profundo interior de la conciencia, sin calco ni copia como decía Mariátegui, apuntalando a la interpretación y creación propia, apuntalando nuestro sentido y valoración de lo que somos nosotros mismos…, hablando y pensando en americano, como decía el mismo Simón Rodríguez; en todo caso si a partir de la propia identidad, retomamos las enseñanzas de los pueblos del mundo que son patrimonio de la humanidad en su afán de emancipación, para avanzar a pesar de las adversidades, estaremos continuando la trocha que iba abriendo Raúl.
Nadie podría dar una fórmula especifica sobre cómo hacer la revolución latinoamericana; muchos podrían cuestionar a las FARC incluso en cuanto a algunos de sus métodos que la resistencia utiliza obligada por el régimen y el imperialismo; pero nadie puede cuestionar la justeza y la legitimidad de nuestra lucha; como nadie puede cuestionar que cualquiera sea la formula entre muchas para la alcanzar la libertad, el denominador común ha de ser el de la unidad, que el mejor medio para alcanzarla es la lucha y que los parámetros bolivarianos como socialistas hacen el obligado camino a tomar en cuenta si no queremos esperar a que se produzca la hecatombe del mundo por cuenta de la insensatez imperialista. Con estas ideas andaba Raúl en cada instante, por cada sendero de su marcha; por ello su muerte nos obliga a preguntar al mundo sobre si lo correcto es dejar de resistir, si lo correcto es guardar distancia de los resistentes por temor a que nos cuestionen y nos llamen terroristas según la conceptualización aviesa, desmovilizante y aplastante del imperio y sus oligarcas; es decir, por ejemplo, no considerar más prisioneros del imperio, luchadores bolivarianos, a Simón y Sonia sólo porque al yanqui y a sus lacayos les da la gana de decir que son narcoraficantes. Si asumimos la vía de la cobardía pronto a cada luchador le darán su respectivo epíteto descalificante para seguirnos aplastando uno a uno como moscas, se sea o no fariano, se sea o no bolivariano. Bastaría, siendo o no revolucionario, no levantar la voz sino apenas hacer algún mínimo gesto de inconformidad contra el imperio y los oligarcas, para sentir el peso del escarmiento.
¿Cómo le vamos a responder al imperio entonces?; ¿con la mansedumbre y la sumisión a cambio de que nos dejen vivir de rodillas?; ¿cohonestando con su depredación a cambio de las migajas que nos permitan ser su mano de obra barata, sus nuevos esclavos? No, así sea con equivocaciones, el ejemplo es el de Raúl porque es que lo que en últimas hacemos es la legítima defensa popular, la resistencia a una agresión que avanza sin cesar sobre los pueblos del mundo.
Se debe ahora más que nunca echar atrás los prejuicios que llevan a muchos a fortalecer el argumento de que hay que estar en contra de cualquier violencia “venga de donde venga”, llegando con esta falacia “equilibrada”, a la condena de la legítima defensa contra el opresor, incluso. Y llegando a la conclusión de que tendríamos que conservar el statu quo de la opresión que es la peor manera de la violencia. ¿Acudimos entonces, en el camino de la emancipación, a la sola alternativa del desarmado voto en blanco del señor Saramago?
Resistir, resistir, resistir en el concepto de la triple audacia, del hacer lo imposible porque de lo posible se encargan los demás todos los días, tal como diría Bolívar; resistir emancipando la conciencia con la moral y las luces, sin que nos anonaden los cantos de sirena de la socialdemocracia falsa, o las ofertas de las Calipsos en este largo camino lleno de peligros hacia Ítaca, en el que los estrigonios oligarcas e imperialistas estarán siempre listos para devorarnos sin compasión ha de ser la premisa. Y de verdad que para nosotros, así fuere en la soledad de la incomprensión de otros, estaremos persistiendo en la lucha, porque consideramos ante una eternidad de anonadamiento, la opción de un instante, así sea un pequeño instante, entre los brazos de la libertad, como en el cuento de Ulises y Penélope.
Sufriendo la sevicia de sus victimarios, Raúl ha logrado que Colombia exista, que sea visible para quienes la ignoran en sus padecimientos y en la soledad de la insolidaridad, que sólo hasta ahora pareciera estarse rompiendo a partir de las voces bolivarianas que claman por una salida política al conflicto que la desangra. Porque, más allá del problema de la violación de la soberanía territorial en Ecuador, está el problema fundamental humano, que no puede quedar oculto por la conveniencia diplomática; en aquella lejanía de la Patria Grande no fueron muertos en combate sino asesinados nuestros camaradas, rematados los heridos y desaparecidos los capturados. No podemos dejarnos engañar por la farsa del humanitarismo de unas tropas que dejan tres heridos en terreno; esa es la coartada para el crimen de guerra cometido. No es más. Pero no nos lamentamos. Asumimos las consecuencias del camino de lucha que hemos tomado; eso sí, tenemos el deber de señalar al tipo de enemigo que combatimos, para así saber de qué manera enfrentarlo. Es al imperialismo criminal y sus lacayos a quienes resistimos; y en esto, no faltan los sectores venales y traicioneros que a veces se ocultan entre las filas revolucionarias de uno u otro lado, los cuales habrá que identificar y también confrontar con firmeza.
Pero bien, más allá de las muertes, siguen vivos los sueños, la ilusión permanente de Raúl de expandir la moral y las luces, el sueño bolivariano, la utopía del Libertador, la explosión de esa mixtura liberadora que es el marxismo-leninismo y el bolivarismo. La siembra que venía haciendo, con sus guerrilleros, con sus mismas necesidades y vivencias, con sus mismos peligros y padecimientos que implican no el escenario para la reflexión sosegada sino el espacio para pensar durante el desenvolvimiento de la acción. Aún en esas circunstancias, estaba presente su deseo constante de aportar a la teorización, recogiendo las opiniones, los puntos de vista de estudiantes, maestros, gentes inquietas por el destino de los pueblos, amigos o no, Raúl buscaba la manera para dialogar, para escuchar y para dar su mensaje. En esta infausta ocasión del primero de marzo varios compatriotas latinoamericanos que le visitaban con ese propósito también murieron o han sido desaparecidos en el marco de la acción criminal de tierra arrasada ejecutada por el fascismo uribista con el concurso de cómplices que deben ser develados para que los revolucionarios de mundo sepan la verdad y hagan justicia.
Esta claro que el camino de la guerra puede implicar la muerte para cualquiera de los guerrilleros que estén en el compromiso real de entregarlo todo por la liberación popular. Eso lo sabía Raúl, y los sabemos todos los que hemos optado por la lucha armada. No obstante habría que mirar que estas muertes son las que tenemos no propiamente en el desenvolvimiento de la confrontación sino en la búsqueda de los contactos para la paz. De tal manera que estas experiencias nos dan la razón sobre la necesidad de exigir cada vez más garantías cuando de encuentros de cualquier tipo se trate. Seguramente nos haremos más exigentes y sólo nos valdrán nuestras propias garantías. No habrá encuentro gobierno guerrilla, por ejemplo, sin la existencia de una zona de despeje.
Por amor a nuestra causa justa, necesaria y sagrada, estas muertes no hacen sino reafirmarnos en nuestras convicciones. Cada día tenemos nuevas muestras de cómo piensa y actúa el fascismo y ello nos da las pistas de cómo es que debemos combatirlo. No encontrarán en nosotros dóciles borregos prestos a entrar en el corral de las claudicaciones. Y de verdad que nos hacemos responsables por todos nuestros actos, que los hacemos por amor al pueblo y con nuestras propias fuerzas. Agradecemos la solidaridad moral de los pueblos del mundo y nos enorgullecemos en decir que nada le debemos a nadie ni nada le deberemos sino a aquellos que con sus palabras de aliento y con su ejemplo también nos dan fortaleza mora. Particular y especialmente, gratitud tenemos con organizaciones como Opror, Fighter and lover, sindicalistas y los antifascistas veteranos de la segunda guerra mundial en Dinamarca, patriotas nórdicos que aman a la América Latina, y en su defensa del derecho a la rebelión popular contra la injusticia, han hecho aportes económicos simbólicos que apreciamos en toda la dimensión de su sentido solidario.
Somos una fuerza revolucionaria autónoma, independiente, insobornable e irreductible que vencerá. Y lo hará combatiendo con dignidad, haciendo saber que no nos arrepentimos de lo que hacemos y de lo que somos. Que nuestra condición de revolucionarios bolivarianos no es cuestionable y menos por elementos inmorales como los que desde el imperio y las oligarquías pretenden juzgarnos. Aquí estamos incólumes en nuestros propósitos, y ahora exigiendo más que nunca la libertad de los nuestros. Sólo como consecuencia de un canje de prisioneros saldrán libres quienes están cautivos en nuestros campamentos. No es admisible que nos pidan más gestos de paz, cuando después de tantas muestras fehacientes de nuestra voluntad política por encontrar salidas al conflicto, se nos responde con infamias y maleficencia.
Muchos piden liberación de los “secuestrados” pero muchos también olvidan que los nuestros, los hijos de los pobres que han luchado como combatientes del ejército del pueblo en busca de la justicia social, están en peores condiciones que los prisioneros que están en manos de las FARC. Quienes claman por la libertad de los que están en nuestros campamentos, con algunas excepciones que se pueden contar con los dedos de las manos, jamás levantan una voz por la libertad de los nuestros. Y aquí que nadie pose de inocente, porque todos quienes están como cautivos son responsables del azuzamiento de la guerra. Desde Ingrid en adelante, y valga decir que ninguno de ellos está en peores condiciones que Simón Trinidad o Sonia, o que muchos de los dirigentes políticos y lideres populares que han sido apresados sin ser guerrilleros, en el desenvolvimiento de esa cacería de brujas que sostiene el gobierno para aplastar la resistencia popular, y que seguramente se apresta a arreciar justificándose en cada nueva mentira que surja de la invención del “computador indestructible” de Raúl Reyes. Con falsas acusaciones han sido condenadas o al menos apresadas esas personas que también son civiles y han sido involucradas en el conflicto. No nos vengan entonces con eufemismos hipócritas sobre todo de parte de quienes desde su posición de “sociedad civil” azuzan la guerra con una culpabilidad y morbo superiores al de cualquier soldado.
Decimos al mundo, compañeros, que Raúl entra en la circunstancia del que se ha ido pero de otra manera se queda, del que ha partido pero de otra forma retorna, del que ya no está pero que de muchos modos permanece, y su permanencia en esa circunstancia donde el hecho de la muerte no es que se pretenda negar pero se supera, es en el canto del hombre nuevo, no del super hombre o de un hombre subjetivo imposible, sino del hombre de carne y hueso, con sus errores y sus pasiones, con una conciencia de profundo amor al pueblo, siempre dispuesto a entregarlo todo por los demás, por el pueblo, por los oprimidos.
Una permanencia es esa, que nada tiene que ver con la muerte como culminación; que nada tiene que ver tampoco con una religiosidad de santos…, sino con un presente de lucha que lleva el avance que él contribuyó concretamente a construir, con una esperanza de paz que Raúl ayudó a forjar, con una convicción que él también fraguó materializando este ejército popular inderrotable que emprende su larga marcha siguiendo las coordenadas que él ayudó a delinear para hacer ese largo y difícil camino de búsqueda de la felicidad humana.
Y el imperio, si de algo puede estar seguro es que con sus infamias no podrá matar la ansiedad de lucha de los pueblos. Será imposible sacar del imaginario colectivo al Raúl que muchos llevan en el alma…o al Negro Acacio, al Martín Caballero, al Cristian Pérez…, al Iván Ríos, y a cada combatiente que llevan los pueblos en lo más hondo de su alma.
En Raúl como en cualquiera de nuestros firmes militantes, nada muere con la muerte de la persona misma; nada de lo nuestro más profundo, nada de la determinación que es lo más sagrado…; por el contrario, todo se revitaliza, se potencia y se radicaliza aún más, porque mientras exista un fariano ninguno de nuestros muertos ha de morir.
El cuerpo de Raúl Reyes ha sido abatido; el de él como el de cada camarada caído en aquel rincón de selva de la Patria Grande, cercano al cause del río Putumayo es el de un mortal, de un hombre de carne y hueso que bien sabía el concepto de Sun Tzu respecto a que la guerra es la vereda de la vida o de la muerte…; pero en su entera visión bolivariana de revolucionario amante de la vida; en su visión de hombre con profundas convicciones fundadas en el humanismo leninista, podría afirmar que la guerra es la política por otros medios, que además son violentos, según el concepto de Clausewitz, complementado por Lenin, pero especialmente la guerra justa es para Raúl, como ya hemos dicho, el camino de la vida a pesar de la muerte.

Jesús Santrich y Rodrigo Granda/Especial para ANNCOL

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