martes, 18 de julio de 2017

Detrás de la “tolerancia cero” de Bergoglio, la irrefrenable pasión por los pedófilos




El autor, sobreviviente de abuso sexual eclesiástico y referente de la red L’Abuso, analiza el discurso y la realidad de Francisco y sus funcionarios. Una acusación irrefutable.

Un nuevo escándalo sacude al Vaticano. Es el turno del cardenal australiano George Pell, Prefecto de la Secretaría Económica, miembro del C9 (el grupo de nueve cardenales que ayudan a Francisco en la reforma de la Curia) y hombre de confianza de Bergoglio, que lo cuenta entre sus leales, hoy acusado por las autoridades civiles no sólo de haber encubierto casos de pedofilia cuando estaba en Australia sino él mismo acusado de cometer abusos.
Aunque hoy desde el Vaticano se grite “conspiración”, intentando amortiguar las incoherentes y difícilmente justificables medidas de Bergoglio, hay que recordar que las acusaciones de encubrimiento contra Pell no son nuevas. En febrero de 2016 declaró ante la Comisión Real sobre Respuestas Institucionales al abuso sexual infantil de Australia. Hoy simplemente se fomaliza también su imputación por pedofilia.
Que se diga que un papa que prometió a los cuatro vientos una limpieza y reformas concretas al grito de la “tolerancia cero” contra los pedófilos y sus encubridores, pero conscientemente se rodea de esos personajes (por decir lo menos), es víctima de una improbable conspiración es un insulto a la inteligencia humana.
Más que un complot contra el Papa, esto es un complot contra el derecho de los ciudadanos a una correcta información.

¿Hablamos en serio de conspiración?

Bien. Hablemos de lo que ha hecho Bergoglio. Porque entre las figuras ambiguas, de las que la prensa habla poco y busca separar los casos para no dar un cuadro completo de la situación, no están sólo Pell y el nuevo Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe Francisco Ladaria Ferrer, otro hombre de confianza personal de Bergoglio y, quién sabe, tal vez futuro objeto de la próxima “conspiración” de la Curia romana para dañar las acciones del Sumo Pontífice.
De Ladaria se informó rápidamente sobre las graves acusaciones de haber encubierto un caso, el de don Gianni Trotta. Sin dudas ése es un motivo más que suficiente, si se quisiera dar al menos una apariencia de coherencia y de seriedad con la aclamada “tolerancia cero”, para no ponerlo al frente del órgano que tiene la tarea, justamente, de juzgar a los curas abusadores. Pero en este caso, incluso, la información es escasa e incompleta porque el pasado de Ladaria no está “valorizado” como se debería.
No se ha dicho que Ladaria no es nuevo en la Congregación de la Doctrina de la Fe, ya que fue su secretario y no fue la primera vez que trataba con silencio casos de pedofilia. Otro caso que pasó por sus manos fue el del sacerdote de la diócesis de Savona, Don Nello Giraudo, del cual Ladaria se hizo cargo en 2010.
En aquella ocación el obispo encubridor se llamaba Domenico Calcagno, hoy promovido a cardenal y más conocido en el ambiente del Vaticano como “el cardenal Rambo”, debido a su pasión por las armas. Él es otro de los leales a Bergoglio y quien continúa estando al frente de la presidencia de la APSA, la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica.
Quién sabe mañana también este tema sea objeto de “conspiración” de la Curia romana para dañar al pobre Francisco. Y sí, éste es un riesgo concreto porque el cardenal no está envuelto solamente en el caso de savonés Don Giraudo, sino que está también imputado por malversación de fondos también en Savona.
Volviendo a don Nello Giraudo, la lista de los nombres involucrados en aquella historia va mucho más allá de Ladaria y Calcagno. Allí también figura el nombre de quien era en 2003 el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de Fe, un tal Joseph Ratzinger. No es un homónimo, es él mismo, el papa emérito.

¿Cómo terminó el caso de Don Giraudo?

Entre palabras, hechos y omisiones el caso terminó en 2005. Pero menos de dos años después del caso tratado, don Giraudo abusó sexualmente de otro niño. Sin embargo, en 2006, un año después del último abuso cometido contra un menor, Calcagno le pediría al entonces Prefecto Charles Scicluna “hacer la vista gorda” y eludir el juicio ante la Congregación para la Doctrina de la Fe que debía tratar la reducción del estado clerical del sacerdote.
Pero esta vez sería denunciado ante el Poder Judicial, en 2012, y negociaría una condena de un año y seis meses (en libertad condicional) sólo por aquel abuso de 2005. Por todos los casos anteriores, gracias a los encubrimientos, imperó la prescripción.
Pero otras opciones recientes de Bergoglio chocan de lleno con la tan aclamada “tolerancia cero”.
Hace sólo unos días, el 7 de julio, fue nombrado en Milán el sucesor del cardenal Scola, monseñor Mario Delpini, al cual en nombre de las víctimas que integramos la Red L’Abuso felicitamos por semejante promoción.
Delpini es otra de las tristes opciones de Bergoglio, ya que también está acusado de haber encubierto a un sacerdote, Mauro Galli, actualmente en juicio bajo los cargos de abusos sexuales de un menor de Rozzano (Milán).
Otra historia que choca con el término “tolerancia cero” es la reincorporación, hace pocos días en Palermo, de don Paolo Turturro, condenado a tres años de cárcel por abuso de un menor. Para una segunda víctima de él no hubo justicia, ya que imperó, nuevamente, la prescripción.

No son sólo opciones arriesgadas de Bergoglio

Francisco también ha hecho de las suyas, por ejemplo, con el caso del cura pedófilo veronés Nicola Corradi, denunciado por estudiantes sordos del Instituto Antonio Provolo de Verona ya en los años 80, ocultado por la Iglesia en Argentina y arrestado en noviembre pasado por haber reiterado sobre decenas de niños sordos los mismos crímenes que había cometido en Verona.
Bueno, precisamente este caso fue señalado en 2014 (cuando ya era Papa) y, disipando el mito de las secretarías que no entregan las cartas al pontífice, una carta que contiene el nombre de don Corradi y de otros 14 sacerdotes que están vivos y acusados de abusos fue entregada directamente en mano al Papa (hay fotos que lo demuestran), quien desafortunadamente no intervino.
Ahora, después de que la Justicia argentina arrestó a Corradi y otras cinco personas y abrió una investigación, Bergoglio mandó a sus inspectores (a Mendoza), quienes guiados por la “tolerancia cero” y buscando “colaborar” con la autoridad judicial pidieron acceder al expediente aunque rechazaron al mismo tiempo los pedidos de la justicia argentina que buscaba la colaboración efectiva de esos inspectores papales.
Pero en la era de la llamada “tolerancia cero” de Francisco, el caso argentino no es el único en el que el Vaticano niega documentación al Poder Judicial. Sin ir más lejos está el caso de don Mauro Inzoli, donde también la mayor parte de los medios de comunicación informaron de forma incompleta.
En este caso se ha dicho que la decisión de Bergoglio es similar a la adoptada en 2012 por Ratzinger, pero no se dice que fue el propio Francisco quien rehabilitó a Inzoli, contradiciendo el decreto de reducción del estado clerical que había emitido anteriormente Ratzinger. Tampoco se recuerda que el Vaticano rechazó en aquel caso los exhortos realizados en 2015 por los fiscales de Cremona.
Leyendo las noticias de los últimos días, poco antes de que, providencialmente, se anunciara que Pell había sido imputado en Australia, casi se dio a entender que Bergoglio, en línea con lo hecho por su predecesor, había actuado con decisión y dureza respecto a don Mauro Inzoli.
Pero la “tolerancia cero” del papa Francisco choca también con otros fallos. Por ejemplo con los requerimientos de 2014 de la Comisión por los Derechos del Niño de la ONU, que recomendaba no solamente cuidar de las víctimas, sino también proveerle a la justicia civil los archivos que contienen los nombres de los sacerdotes denunciados ante la Iglesia, así se les daba curso a los procesos judiciales. También que se instrumenara la obligación de que los obispos denuncien los casos a la justicia civil, para lo cual bastaría un decreto del Papa.
Tal vez algo así era tan simple y resolutivo que Bergoglio prefirió otro “paliativo” e inventó la Comisión Antipedofilia, la que de todos modos, según denunciaron Marie Collins y Peter Sunders (dos víctimas de abusos que se integraron a la comisión pero terminaron renunciando), es totalmente ineficaz y no hace nada concreto en favor de las víctimas.
No sólo es inaficaz la comisión de Bergoglio sino que tampoco existen progresos en la Iglesia en materia de combate a la pedofilia. Son decenas de miles de víctimas en todo el mundo, junto a asociaciones que las representan, con las que más allá de las proclamas el Vaticano se niega a dialogar y ni siquiera responde a las cartas que se le envían.
Unos 17 años después de la investigación del famoso equipo del Boston Globe llamado Spotlight, el mundo ha observado que entre los sacerdotes hay muchos pedófilos y, lo que es peor, que la Iglesia (como confirmó la ONU) tiene procedimientos internos que permiten encubrir sistemáticamente los casos y, así, la comisión de nuevos abusos.
Después de 17 años, estamos en una situación aún peor. No sólo no ha habido un cambio mínimo aunque concreto, sino que al parecer no hay ningún otro equipo como Spotlight que investigue a fondo y dé una información real demostrando todo aquello que en los últimos años no ha cambiado en absoluto.
En cambio, sobre todo en la prensa italiana, leemos continuamente sobre un papa todopoderoso y revolucionario que, pese a que las víctimas de todo el mundo se quejan de la falta de resoluciones, procesa y castiga a los obispos encubridores creando un tribunal revolucionario que, después de dos años de propaganda, resulta que nunca existió. “Era sólo una idea”, dice entre otras cosas el cardenal Gerhard L. Müller, en tanto que las normas para procesar a los obispos ya existen en el Código Canónico.
Un papa todopoderoso que, sin embargo y pese a las alabanzas de todos los medios de información, de repente se transforma en un papa solo, con toda una Curia que lo baoicotea impidiéndole concretar sus buenos propósitos, que hasta el día anterior la prensa vendía como concretos y eficaces.
De repente ya no es capaz de suspender una promoción (al menos hasta que las cosas no se aclaren) como la de monseñor Mario Delpini o como la del cardenal millonario Jean Zerbo. Un papa que ya no tiene el poder de expulsar de su iglesia, que dice que quiere a un ciudadano humilde y pobre en el Vaticano como el cardenal Tarcisio Bertone o que no es capaz de frenar a un pedófilo como Nicola Corradi pese a que ha sido señalado en persona por sus víctimas, reinstalando sacerdotes condenados por pedofilia, como en el caso de don Insomma, un pontífice que de Superman ser vuelve casi incapaz de encontrar la ventana desde la cual dice habitualmente el Angelus...
Una política que en estos 17 años y gracias a los cómplices del papa Francisco no sólo ha facilitado la inmobilidad de la Iglesia para afrontar el problema, pero que peor aún ha sacrificado a otros niños inocentes, es porque mientras hablamos de ello (como se puede ver en nuestro mapa que contiene sólo los últimos 15 años de los casos italianos), parecería que los pedófilos siguen abusando y produciendo otras víctimas.
Escuchar decir que el papa Francisco es víctima de una conspiración de la Curia Romana es francamente inaceptable. Pero podría ser un buen inicio si alguno de los periodistas que tanto alaban a Bergoglio traen a cuento al menos algo de todo lo que se dijo más arriba.

Francesco Zanardi
Rete L'Abuso

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