martes, 15 de enero de 2013

¿Militares o milicias ajenas como Perico por su casa?



El diputado bordaberrista Fernando Amado [2] nos ha revelado recientemente algo que merece dos consideraciones francamente opuestas: periodísticamente impecable, nos ha informado del ejército, semiejército o milicia que la comunidad israelita mantiene en Uruguay; el Bitajon, que Amado asegura nada tiene que ver con el Mossad, juicio este último un poco más duro de aceptar.
Pero lo que resulta periodísticamente destacable se convierte en jurídica, política e ideológicamente inaceptable para un estado, como el uruguayo, que presume de ser democrático y soberano y de tener establecido el monopolio de la defensa, de las estructuras militares y de las armas en el país.
¿Cómo reaccionaría la sociedad uruguaya, si por ejemplo, los tupamaros, que en algún momento construyeron un ejército o un embrión de ejército privado, ajeno a los institucionales, se plantearan su rehechura?, ¿o los nazis, por ejemplo?
En realidad, tenemos antecedentes y seguramente reiterados. Recientemente un equipo SEAL de EE.UU. entró con armas y bagajes para instruir a militares uruguayos. De todos modos, hay en este episodio una diferencia crucial: las autoridades del estado uruguayo conocían y resolvieron sobre el particular. Aunque también hay que consignar que por política de vieja data conocida, EE.UU. no tolera jurisdicción sobre su personal militar en otro país, que no sea la propia. Con semejante estilo, de matón de cuadra pero a escala planetaria, no nos imaginamos que los marines que vienen a pintar hospitales o a realizar alguna otra tarea de filantropía o de inteligencia se desarmen previamente…
Pero más allá de la peculiar relación que se ha ido tejiendo con EE.UU., volvamos a la información brindada por Fernando Amado. No sabemos si la procedencia ideológico-política del mencionado autor no lo invita a “ponerse colorado”, estimando la gravedad del reconocimiento de estructuras armadas ajenas al estado [3] o si existe alguna otra razón para que FA describa con tanta naturalidad semejante presencia en “el paisito”.
Para tranquilizarnos, insiste una y otra vez que Bitajon es auténticamente uruguayo y que no tiene vínculos con la seguridad israelí. Sería un buen chiste, si lo pudiéramos tomar a la chacota. Pero sucede que, como bien se pregunta un analista de la cuestión palestino-israelí, Martín Alonso, [4] hablando del Goliath israelí: “Dos nombres propios dan cuenta de ese poderío destructor: Merkava y Caterpillar, la coalición mllítaro-civil que expresa la inflación del ethos militarista hasta el punto […] que resulta difícil establecer si verdaderamente se trata de un ejército para un estado o de un estado para un ejército.”
Desde ya aclaro que hasta donde he analizado la cuestión, estoy convencido que se trata más bien de un estado para un ejército, basado en la estructura ideológica del sionismo (al que podríamos comparar, por sus rasgos racistas, con el espartanismo o con el nazismo), que se ha valido de una religión, la judía, con una formidable red de vínculos sociales y culturales, casi en los antípodas de una cultura de cuartel. Lo cual ha creado un complejísimo proceso para desplegarse. Por poseer la comunidad judía, fundamentalmente bases religiosas y culturales (con sus preceptos, tradiciones, lengua) la estructura militar hoy dominante en Israel no ha resultado algo prístino ni en estado puro: por el contrario, ha tenido que lidiar con esos otros rasgos propios del judaísmo, ajenos al ethos militar.
Holgada prueba de ello son los análisis de un rabino antisionista como Jakov Rabkin, [5] los planteos de los rabinos de Neturei Karta, la Red de Judíos Antisionistas, en general laicos, el abordaje de un analista como Gilad Atzmon y, sobre todo, el papel de los llamados Nuevos Historiadores, judíos, a menudo israelíes, que han revisado no sólo la historia del Estado de Israel, sino la de lo que se denomina “pueblo judío”, llegando a conclusiones absolutamente arrasadoras para la ideología sionista. [6]
Va de suyo que si el Estado de Israel se caracteriza por tal grado de militarización, algo que me parece casi obvio, a partir del hecho de que Israel es uno de los principales exportadores de armas del mundo entero, pese a sus diminutas dimensiones, que los cruzados sionistas han estado en las últimas décadas en estrecho contacto con las peores dictaduras del planeta, proveyéndolas de armas e instructores, como ha sido el caso con la represión despiadada y masiva sufrida en la década de los ’70 en Centroamérica (donde militares israelíes y argentinos le tomaron” la posta” a los de EE.UU., abocados a otros “frentes”), con el gobierno racista del apartheid sudafricano a quienes durante décadas los proveyeron con armas para reprimir gente no armada, con la dictadura de los militares argentinos a su vez empeñada en una represión también antisemita, y con tantas otras satrapías más actuales en Sierra Leona, Liberia, Myanmar, República Democrática del Congo, [7] lo que suceda con cualquier Bitajon es más grave todavía.
Nos parece importante que las instancias políticas del gobierno tomaran este asunto para mejor ilustrar a la ciudadanía.

Luis E. Sabini Fernández
Periodista, editor, docente en el área de Derechos Humanos. Autor de, entre otros trabajos vinculados con el tema: “Ante el abordaje violento de los barcos a Gaza, palabras insultantes vs. hechos incontrastables”, Fundación Trías, Montevideo, 2010 y El racismo de la “democracia” israelí, Editorial Canaán, Buenos Aires, 2012.
[2] Mandato de sangre, Editorial Sudamericana, Montevideo, 2012.
[3] El diputado autor proviene de un coloradismo de nuevo cuño, que prescinde del adjetivo batllista, que a lo largo de casi todo el s. XX le diera la tónica al Partido Colorado, salvo a un relicto de lo más conservador que se mantuvo en dicho partido, ajeno al “subversivo” batllismo.
[4] Compilador de En pie de paz, coedición española, a cargo del Consell Comarcal del Maresme, Asamblea de Cooperación por la Paz y un “Comité Israelí contra las Demoliciones de Viviendas” [palestinas, obviamente], noviembre de 2007.
[5] Contra el Estado de Israel, Martínez Roca, Buenos Aires, 2008 (original francés, Quebec).
[6] Por ejemplo, el capolavoro de Shlomo Sand, La invención del pueblo judío, Editorial Akal, Madrid, 2008 o el devastador La limpieza étnica de Palestina, del historiador Ilan Pappe, que debió exiliarse –de Israel−, Editorial Crítica, Barcelona, 2008.
[7] Por algo el ya citado Martín Alonso define a Israel como “el subcontratista de armas estadounidenses con el Tercer Mundo” (p. 27, ob. cit.).

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