martes, 15 de enero de 2013

En Uruguay funciona un servicio secreto judío paraestatal y clandestino



Coordina con el Estado, según el libro "Mandato de sangre. El poder de los judíos en Uruguay", de Fernando Amado

El hecho ocurrió hace algunos años; en la sede de la Comunidad Israelita del Uruguay, el ministro del Interior de entonces le preguntó al presidente de la organización judía: "¿Ese es tuyo o mío?". "¿Por qué? ¿Qué precisa?", le preguntó a su vez. "Preciso comprar cigarros", le respondió el jerarca uruguayo. "Es mío, deje que yo le hablo", le aclaró el titular del comité.
La anécdota está relatada en el libro "Mandato de sangre. El poder de los judíos en Uruguay", del politólogo y diputado del Partido Colorado Fernando Amado
El libro, que sale a la venta hoy jueves 22, dedica un capítulo a uno de los temas que menos se conoce sobre la actividad judía en el Uruguay: su propio servicio secreto de seguridad e inteligencia.
La anécdota que se cuenta en el libro demuestra que las autoridades uruguayas están al tanto de la existencia de ese servicio "paraestatal" y "clandestino", dice Amado en el libro, aunque aclara que esta organización coordina con el gobierno.
El nombre de este servicio es "Bitajon" y tiene a su cargo la "seguridad e inteligencia" que se brinda a cualquier institución o familia judía particular que los precise, se indica en el libro.
En Uruguay, Bitajon comenzó a funcionar desde el nacimiento del Estado de Israel, hace 60 años, por una "simple razón", explica Amado: la "desconfianza de los judíos en las Fuerzas Armadas del Estado uruguayo, cuya misión ‘debería’ incluir la defensa de los judíos que son parte de la sociedad".
¿Por qué existe esa desconfianza? Por la "posible presencia de elementos antisemitas en el seno del aparato familiar que pudiera afectarlos directamente como colectividad", señala el autor.
El único lugar del mundo donde no hay Bitajon es Estados Unidos, porque la comunidad judía confía "ciegamente" en los servicios de seguridad de ese país.
Amado aclara que Bitajon "nada tiene que ver con el Mossad" (el Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales) de Israel. Incluso sostiene que en Uruguay no se registra la presencia del Mossad.
Al comienzo, la principal preocupación de Bitajon fue la "seguridad de los movimientos juveniles, las instituciones, la embajada, y la custodia de las personalidades" que visitaban Uruguay, pero luego comenzó a estudiar los focos de antisemitismo.

En el pretil

Bitajon "no figura oficialmente en ningún lado ni tiene personería jurídica. Para el Estado uruguayo no existe, pero las autoridades sí saben de su existencia", informa Amado, quien además escribió libros sobre los militares, la Masonería, el Opus Dei y la vida del dirigente colorado y ex gerente de la Asociación Española Oscar Magurno.
Hasta el gobierno de Luis Alberto Lacalle (1990-1995), Bitajon era una "organización paraestatal y clandestina". Pero durante el mandato de Lacalle, debido a una "ofensiva" por el "control de armas" y tras el atentado que sufrió la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en Buenos Aires, "las autoridades de la colectividad judía decidieron ‘blanquear’ su situación con las autoridades nacionales". Eso se informó en una serie de reuniones, dice el autor.
Desde ese momento comenzó un relacionamiento que se mantiene hasta hoy. "Cuando viene al país alguna autoridad, cuando se celebra el acto de La Noche de los Cristales Rotos en la B’nai B’rith, la recordación del holocausto en la Kehilá o cuando hay grandes aglomeraciones de integrantes de la colectividad como en las sinagogas en Rosh Hashanah o Yom Kipur, Bitajon es el encargado de armar operativos importantes de seguridad en los que colaboran tanto la Policía como personal del Ejército.
El cuerpo de francotiradores de la Policía y el Equipo de Desactivación de Artefactos Terroristas del Ejército coordinan y participan de dichos operativos", relata Amado en el libro.
Una autoridad de la colectividad judía uruguaya explica al autor que trabajan en coordinación con la Dirección de Inteligencia del Estado, la Policía, Bomberos y unidades especializadas del Ejército.
"Otra realidad que se ‘blanqueó’ fue la de la tenencia de armas. A partir de 1994, luego de consultas a distintos juristas entre los que se destaca Gonzalo Fernández, los jefes hicieron los cursos correspondientes, según marcan las leyes vigentes para obtener el porte de armas", dice Amado.
Muchas veces, afirma el autor, Bitajon "no solo se queda en la prevención sino que pasa a la fase de acción". "Un alto dirigente de la colectividad judía explica: ‘Nosotros pintamos, sacamos fotos, hacemos seguimientos, obligamos a la Policía a no hacerse la pelotuda, pero también a veces tenemos que actuar. Hay cosas que son normales en la vida y escapan al ámbito policial y las arreglamos nosotros.
Por ejemplo, hubo una época en que se empezó a dar sistemáticamente que agarraban a chicos judíos en Pocitos y les daban una paliza. Eso lo arreglamos rápidamente. La Policía hace su trabajo, y el Bitajon hace su trabajo también".
Otro caso involucró al ex director de Rentas, Eduardo Zaidensztat, a quien se acusó de "coimero" en unas pintadas. "Bitajon fue quien actuó rápidamente en este caso pescando in fraganti a los autores mientras hacían su trabajo, les tomaron fotografías e inmediatamente el presidente del Comité Central Israelita del Uruguay Ernesto Kreimerman fue informado sobre lo que acontecía", puntualiza Amado en su libro. Kreimerman realizó la denuncia a la Policía.
Un ex jefe de Bitajón, que prefirió que no apareciera su nombre en el libro, dijo que el accionar de su organización actúa en el "pretil" de la ley y que "muchas veces ‘estiran las leyes lo necesario’".

Entrenamiento

Esta organización de seguridad tiene aproximadamente 30 personas contratadas, que trabajan en las instituciones todos los días como personal de seguridad estable y permanente, escribe Amado.
Los contratados son reclutados de manera diferente a los voluntarios, pertenecen a "sectores socioeconómicos más bajos y son de mayor edad. Además, la mayoría viajó a Israel y recibió "instrucción especial". Quienes llegan a las jefaturas de Bitajon son los únicos que portan armas, para lo que recibieron un entrenamiento especial
Son entre ocho y diez jefes que tienen entre 35 y 40 años y se caracterizan por una "gran perseverancia, por tener un coeficiente intelectual superior a la media, por no ser violentos y por tener talento al momento de manejar situación de alta tensión y actuar con tranquilidad bajo presión".
"Todo este entramado funciona como un ejército. Se dan y se reciben órdenes, hay una cadena de mando bien establecida y es fundamental el cumplimiento de las órdenes para que los operativos tengan éxito", apunta Amado.
La cantera para el reclutamiento son los jóvenes judíos que asisten a la colectividad judía o a los movimientos juveniles. Entre los 17 y los 19 años, los jóvenes están pendientes de ser llamados para integrar Bitajon, de lo que los padres no se enteran.
Durante dos años el candidato está a prueba. Recibe entrenamientos físicos y de defensa personal que tiene varias particularidades, escribe Amado en el libro. "En primer lugar, se rota permanentemente de lugar, día y hora de entrenamiento. En segundo lugar, hombres y mujeres entrenan a la par. En tercer lugar, los instructores son muy exigentes y los entrenamientos son violentos y duros", añade.
En las clases teóricas, en tanto, se les enseña estrategia, inteligencia y cómo realizar operativos tanto preventivos como reactivos. Asimismo, se les enseña "cómo disimular y ocultar su pertenencia a la organización. Aprenden rutinas para no ser descubiertos, para que nadie sospeche que integran Bitajon, ni siquiera los padres".

La Haine

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