domingo, 6 de febrero de 2011

La revolución egipcia: "El pueblo quiere el fin del sistema"



Las masas han vuelto a tomar las calles en las mayores manifestaciones vistas hasta ahora en Egipto. Lo llaman el día de la despedida. Ya, esta mañana, Al Jazeera mostró una inmensa multitud de personas entrando en tropel en la plaza Tahrir. El estado de ánimo no era ni tenso, ni de miedo, sino de júbilo. En el mismo instante en que las oraciones del viernes terminaron, las masas irrumpieron con un grito ensordecedor de "¡Mubarak, fuera!". Los pocos partidarios de Mubarak fueron escabulléndose por las calles aledañas a la plaza como chacales impotentes.
En Alejandría hubo una manifestación masiva contra Mubarak de más de un millón. No había a la vista gente pro Mubarak, ni la policía, ni fuerzas de seguridad de ningún tipo en las calles. Hubo manifestaciones el jueves en Suez e Ismailia, ciudades industriales donde abunda la inflación y el desempleo, y aunque todavía hoy no he visto ningún informe, no puede haber ninguna duda de que habrá manifestaciones muy grandes hoy en todo Egipto. El pueblo egipcio ha hablado y el mensaje es inconfundible.

La dinámica de clase de la revolución

Marx señaló que la revolución necesita el látigo de la contrarrevolución. Este es el caso aquí. La embestida brutal de los contrarrevolucionarios ayer creó las condiciones para un nuevo avance de la revolución hoy. Una revolución se caracteriza por cambios violentos de la opinión pública. Lo hemos visto en las últimas 24 horas. Ayer, el estado de ánimo de los manifestantes era sombrío. Hoy, las masas revolucionarias olían el aroma de la victoria en el aire.
Esto representa un giro completo en pocas horas. Pero, ¿cómo se explica esta transformación? Para entender lo que ha sucedido es necesario comprender la dinámica de clase de la revolución. Las diferentes clases se mueven a velocidades diferentes. Las capas más avanzadas –especialmente los jóvenes– son las primeras en pasar a la acción. Sacan las conclusiones más avanzadas. Pero son una minoría. La masa del pueblo va por detrás. Su conciencia ha sido moldeada por las derrotas pasadas. Está abrumada por décadas de rutina, hábito y tradición.
El padre de la física moderna, Isaac Newton, explicaba que los objetos en reposo tienden a permanecer en reposo. El fenómeno de la inercia se aplica no sólo al mundo físico, sino también a la sociedad. Para superar la resistencia de la inercia es necesaria una poderosa fuerza externa. La época actual está preparando choques que sacarán a las masas de su inercia. Pero esto no ocurre todo de una vez. Mubarak ha tratado de jugar con el conservadurismo innato de la población, el miedo al cambio repentino y el peligro del caos.
Mubarak movilizó las fuerzas de la contrarrevolución en un intento de aplastar a la revolución por la fuerza. Al mismo tiempo dio un discurso tranquilizador ofreciendo reformas pacíficas. Este discurso tuvo un efecto en la mente de la masa inerte de la población, especialmente la clase media que tiene miedo del desorden. "Si me quitáis de en medio habrá caos, como en Irak", les dice. Estos argumentos pueden tener un efecto en los estratos más atrasados de las masas. Todavía no han empezado a moverse. No están en las calles. Están mirando los acontecimientos en la televisión y están preocupados. Con la promesa de reformas y un retorno a la normalidad, el presidente le estaba diciendo a esta gente lo que querían oír.
Después del discurso mucha gente que había sido inicialmente favorable a los manifestantes decía: "¡Eso es suficiente! Habéis tenido lo que queríais. El viejo va a dimitir en septiembre. ¿Por qué no podéis esperar unos pocos meses? Estamos cansados de todo esto. Queremos una vida tranquila, con las tiendas y los bancos abiertos y con todo funcionando como de costumbre". Este fue un momento peligroso para la revolución. El estado de ánimo de las clases medias fue girando hacia el presidente. Los contrarrevolucionarios fueron ganando terreno en las calles. El ejército estaba pasivo. En este punto, todo el proceso podría haber empezado a retroceder.
En este punto crítico, el destino de la revolución fue decidido por el coraje y la determinación de la vanguardia. Es cierto que las fuerzas activas de la revolución eran una minoría. Pero es igualmente cierto que las tropas de choque de la contrarrevolución eran una minoría. Con el fin de derrocar a la revolución, Mubarak reunió hasta el último gramo de apoyo. Trasladó en autobuses a gente de las provincias y concentraron sus fuerzas fuera de la plaza Tahrir.
Este fue el punto de inflexión decisivo. Si hubiesen conseguido echar a los manifestantes de la plaza, todo el proceso podría haber vuelto a la inversa. Pero fracasaron. No sólo les hicieron retroceder con la heroica resistencia de los revolucionarios. Después de siete horas de luchar por cada centímetro, los revolucionarios finalmente pusieron a los matones de Mubarak a la fuga. Esto produjo un cambio en la psicología de los elementos vacilantes. La violencia feroz de los contrarrevolucionarios produjo un nuevo giro en la opinión pública que bien puede volverse fatal para la causa de Mubarak.
La batalla fue transmitida en directo por Al Jazeera, y millones de personas pudieron ver lo que estaba sucediendo. Las escenas de una furgoneta de la policía lanzándose por la calle a toda velocidad, atropellando a los manifestantes lo dijo todo. La misma gente que tenía ilusiones en las promesas de reforma de Mubarak ahora podía ver que habían sido engañados. La máscara sonriente del “Padre del Pueblo” cayó para revelar la fisonomía fea de un faraón cruel y despótico.
¡Así que todo era mentira, después de todo! La advertencia de Mubarak sobre el caos si renunciaba, fue contradicha por estas imágenes. El caos existe ya, y el presidente es el responsable. ¡Abajo el presidente! Al Jazeera informó de un caso que explica el proceso por el que la conciencia de las masas se transforma en una revolución. Un hombre llegó a la plaza Tahrir, y dijo: "Yo creía que los manifestantes estaban siendo pagados por potencias extranjeras, pero ahora he venido aquí, he visto por mí mismo y he comprendido que no es verdad". Y este hombre, que hasta ayer apoyaba la contrarrevolución, se unió a la manifestación.

Crisis del régimen

La derrota en la plaza Tahrir ha provocado una crisis en el régimen. En una clara expresión de debilidad, el Gobierno está pidiendo disculpas públicamente por el derramamiento de sangre el miércoles. Hay indicios de divisiones en la cúspide. Ahmed Shafiq, el nuevo primer ministro, dijo que no sabía quién era responsable del derramamiento de sangre. Eso es muy extraño porque todo el mundo sabe que fue el trabajo de la policía secreta. También dijo que el ministro del Interior no debería obstruir las marchas pacíficas del viernes. Por su parte, el ministro del Interior negó que sus hombres ordenaran a sus agentes o policías atacar a los manifestantes, aunque ni siquiera su propia madre le cree.
Hay sospechas de que el presidente de 82 años, que permanece oculto dentro de su palacio, fuertemente custodiado, está cansado y desmoralizado en parte. Ayer le dijo a la cadena de televisión estadounidense ABC News. "Estoy harto. Después de 62 años de servicio público, he tenido suficiente. Quiero irme". Pero de inmediato agregó: "Si dimito hoy, habrá caos".
Hablando en el palacio presidencial, con su hijo Gamal a su lado, Mubarak dijo: "Nunca tuve la intención de presentarme de nuevo [a presidente]", dijo Mubarak. "Nunca tuve la intención de que Gamal fuese presidente después de mí". Y, ya que todo el mundo en Egipto sabe que esas eran precisamente sus intenciones, esto demuestra que por lo menos al viejo no le falta sentido del humor. Luego repitió su afirmación de que los Hermanos Musulmanes podrían llenar el vacío de poder dejado por su ausencia.
El Gobierno da la impresión de estar luchando por recuperar el control de los acontecimientos que se están escapando de sus manos. Tampoco parece saber lo que está haciendo. Mientras Mubarak emite advertencias oscuras acerca de los Hermanos Musulmanes, su primer ministro está invitando a los Hermanos Musulmanes a entablar conversaciones, una oferta muy amable que estos últimos han declinado amablemente. No son tan estúpidos como para ofrecer la mano a un hombre que está ahogándose y cuyo único deseo es tirar de ellos hacia el agua para que le hagan compañía mientras se hunde.
Los estadounidenses están repitiendo constantemente este argumento de que se trata de un movimiento islamista dirigido por los Hermanos Musulmanes, y que si Mubarak se va los yihadistas se harán cargo. Eso es una mentira, aunque los diplomáticos y los políticos estadounidenses son suficientemente estúpidos como para creérselo. Este movimiento no tiene nada que ver con el fundamentalismo yihadista o la política islámica. El New York Times señaló acertadamente: "Para muchos, los propios Hermanos Musulmanes son un vestigio de un viejo orden que cumple poco de lo que promete".
Este gran movimiento revolucionario no fue organizado por los Hermanos Musulmanes o cualquiera de los partidos políticos burgueses. Los Hermanos Musulmanes están bien organizados y tienen un aparato fuerte y dinero. Sus dirigentes están maniobrando entre bastidores. Sin embargo, el movimiento juvenil es el componente más grande y más decidido de la revolución. Es éste quien ha jugado el papel principal del principio al final.
Cuando estos valientes hombres y mujeres jóvenes salieron a las calles el 25 de enero, todos los partidos políticos, incluidos los Hermanos Musulmanes fueron tomados por sorpresa. Los Hermanos Musulmanes no los apoyaron. Los jóvenes del Movimiento Juvenil 6 de abril son los que están llamando a la acción. Ellos son los que convocaron la manifestación de hoy. Y hoy, cuando el pueblo revolucionario marchó en millones, todos los partidos políticos, incluidos los Hermanos Musulmanes, fueron insignificantes.
El pueblo revolucionario no está luchando por el Islam o cualquier otra religión. Están luchando por sus derechos democráticos y por la liberación nacional y social. Bajo Mubarak extremistas islámicos asesinaron a los cristianos. Pero en las manifestaciones cristianos y musulmanes marchan juntos. En la plaza Tahrir hay musulmanes y cristianos, creyentes y no creyentes –todos unidos en la misma lucha contra los mismos opresores–. La revolución ha eliminado todas las divisiones sectarias. Esto constituye su gran fuerza.

Una "transición significativa"… ¿hacia qué?

La amenaza inmediata de la contrarrevolución ha sido derrotada por la valentía y la determinación del pueblo revolucionario. Pero la victoria no ha sido ganada todavía. La clase dominante tiene muchas maneras de derrotar al pueblo. Cuando la violencia del Estado falla, puede recurrir a la astucia y el engaño. La situación es muy clara. Mubarak no puede controlar Egipto. O bien se marcha, o la revolución barrerá todo a su paso. Esta perspectiva es lo que llena de terror a los estadounidenses.
Washington ha perdido el control de los acontecimientos. Tomado por sorpresa en cada etapa, carece incluso de una política coherente hasta en apariencia. La CIA, Arabia Saudita y los israelíes quieren que Mubarak se mantenga, no por algún tipo de lealtad personal, sino para impedir que la revolución se extienda a otros países árabes. Pero los estadounidenses están jugando un doble juego. Obama y el Departamento de Estado pueden ver que los días de Mubarak están contados y están maniobrando en la sombra para mantener el antiguo régimen con otro nombre.
Ha salido a la luz que la Casa Blanca ha estado en conversaciones con el gobierno de El Cairo, acerca de cómo Egipto puede empezar a hacer una "transición significativa". El Vicepresidente de EE UU, Joe Biden, habló con su homólogo egipcio el jueves, un día después de que Suleiman mantuviese conversaciones similares con la secretaria de Estado, Hillary Clinton. Según el New York Times, entre las propuestas había un plan para que Mubarak renunciara de inmediato y entregara el poder a un gobierno interino respaldado por los militares bajo el Sr. Suleiman.
Ni la Casa Blanca ni el Departamento de Estado han negado directamente el informe. Sin embargo, un portavoz de Consejo Nacional de Seguridad del Presidente Barack Obama dijo que era "hora de comenzar una transición pacífica, ordenada y significativa, con negociaciones creíbles y de una composición amplia". Sin embargo, Mark Mardell de la BBC en Washington dice que otros informes sugieren que el plan de EE UU ya ha sido rechazado en Egipto, y que la administración ha sido "sorprendida" por la actitud de los militares y Suleiman.
Los norteamericanos saben muy bien que Suleiman estuvo involucrado en los ataques a la oposición y, sin embargo, le consideran el hombre adecuado para dirigir un gobierno interino. Todo el mundo conoce a Omar Suleiman, es el hombre de la CIA y de Israel. Esto es sólo un medio de mantener el sistema al mismo tiempo que se da la impresión de un cambio. Sería la negación de todas las aspiraciones democráticas del pueblo: una mentira y un cínico engaño.

Lo que la gente quiere

En la plaza de Tahrir hoy había un cartel que decía: "EL PUEBLO QUIERE LA CAÍDA DEL SISTEMA". Nótese con exactitud el mensaje: no solo la caída de Mubarak, sino la caída de todo el sistema sobre el cual se erige. La gente leía en voz alta una lista de los actuales dirigentes políticos y tras cada nombre gritaba: "¡Ilegitimo!". Es una advertencia a los políticos de que el pueblo no aceptará ningún acuerdo que incluya a figura alguna del antiguo régimen. Esto demuestra un instinto político absolutamente correcto.
El problema es de dirección. No puede confiarse en la burguesía liberal. Los individuos que están tratando de usurpar el control son como mercaderes en un bazar y usarán la revolución como pieza para su regateo con el régimen en su afán por ganar posiciones y hacer carrera. Traicionarán al pueblo en provecho de sus intereses egoístas. El partido Wafd y otros liberales aceptaron inmediatamente las "concesiones" de Mubarak y concluyeron su participación en la revolución. Al-Baradei es un títere de los norteamericanos a quien Washington desearía poner en el poder en reemplazo de Mubarak. ¿Cómo podemos poner confianza en gente como esta?
¡Los revolucionarios deben estar alerta! El pueblo egipcio no está luchando y muriendo para permitir que la vieja oligarquía y sus patrocinadores imperialistas permanezcan en el poder. El movimiento no debe desmovilizarse. Debe ser intensificado. ¡La revolución debe ser llevada hasta el final! ¡Ningún acuerdo con Suleiman ni con ninguna otra figura del viejo régimen! ¡No debe quedar ninguno!
El pueblo revolucionario debe coger una gran escoba en sus manos y barrer toda la vieja cúpula. ¡Por una purga masiva y la destitución de todos los viejos oficiales! Los culpables de corrupción deben ser puestos ante un tribunal y su propiedad confiscada y usada en beneficio de los pobres.
Mientras que el viejo aparato de represión estatal permanezca existiendo la revolución nunca estará segura. El pueblo no puede aceptar otra cosa que el completo desmantelamiento del antiguo aparato estatal. ¡Por el desmantelamiento inmediato del aparato represivo! ¡Por la creación de tribunales populares para juzgar y castigar a todos los culpables de actos represivos contra el pueblo!
La revolución necesita organización. Necesita organizaciones estructuradas, democráticas, populares, y una máquina de combate capaz de defenderse de cualquier agresión. ¡Por comités populares para la defensa de la revolución! ¡Por una milicia del pueblo! Una vez que el pueblo estuviese armado, ninguna fuerza en la tierra podría oprimirlo.
El pueblo armado es la única fuerza que puede garantizar las conquistas de la revolución, defender los derechos democráticos y convocar elecciones genuinamente libres a la Asamblea Constituyente.

Un pueblo orgulloso despierta

El New York Times, ayer, publicaba entrevistas que revelaban la esencia real de la revolución: "Le digo al mundo árabe que esté con nosotros hasta que conquistemos nuestra libertad", decía Khaled Yusuf, un clérigo de Al Azhar, la una vez estimada institución de escolarización religiosa ahora perteneciente al Gobierno. "Una vez que lo hagamos, vamos a liberar el mundo árabe".
"Durante décadas el mundo árabe ha estado esperando un salvador –ya fuese Gamal Abdel-Nasser, el carismático presidente egipcio o, incluso, durante un tiempo, Saddam Hussein–. Nadie estaba esperando un salvador el miércoles. Frente a casi tres décadas de autoridad acumulada –el poder de un Estado capaz de movilizar a miles a su antojo– el pueblo esta vez se tenía a sí mismo".
"'Estoy luchando por mi libertad', decía Noha al-Ustaz mientras rompía ladrillos en la acera. 'Por mi derecho a expresarme. Por el fin de la opresión. Por el fin de la injusticia'".
Mubarak es considerado merecidamente como un traidor y un títere de EEUU e Israel. Ese sentimiento es compartido por muchas partes del mundo árabe. Las mismas condiciones que provocaron la revolución en Túnez y Egipto causarán un efecto dominó en otros Estados árabes. Ese es el porqué de que las demandas del pueblo egipcio hayan encontrado un eco en las calles de Argelia a Marruecos, de los campamentos palestinos en Jordania a los suburbios de Ciudad Sadr en Bagdad.
Los cínicos observadores occidentales a menudo han descrito al pueblo egipcio como apático y pasivo. Ahora ese estereotipo, producto de un pensamiento superficial y de sentimientos de superioridad racial, ha sido puesto del revés. ¿Dónde está la apatía ahora? Este es un antiguo, orgulloso y noble pueblo que fue explotado, oprimido, insultado y humillado durante generaciones por amos extranjeros y sus corruptos agentes locales, que ahora está en el proceso de ruptura con el pasado y construyendo un nuevo y mejor futuro.
La revolución ha dado voz a aquellos que no tenían voz, ha articulado el sentimiento de desesperación, la frustración, las humillaciones a manos de la policía y la indignación de la juventud que no tiene suficiente dinero para casarse y crear una familia. Las masas no solo están luchando por pan y los derechos humanos elementales. Están luchando por la dignidad humana. Gracias a la revolución el pueblo egipcio se ha levantado y elevado a su verdadera estatura.
"Oriente Medio, siguiendo minuto a minuto la cobertura de los canales árabes y las conversaciones desde Iraq hasta Marruecos, observó conteniendo la respiración en una situación irresistible, de las que sólo ocurren una vez en toda la vida. Por primera vez en una generación, los árabes parece que están mirando de nuevo a Egipto en busca de liderazgo, y dicha sensación se expresó a lo largo del día".
Estas palabras del New York Times muestran la situación real. Todo esto está teniendo un tremendo impacto que se extiendo más allá del Oriente Medio y el norte de África. El Egipto revolucionario puede comenzar ahora a ocupar su verdadero lugar en la historia mundial.

Alan Woods

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