sábado, 13 de marzo de 2010
Un millonario en La Moneda
La escena transmitida por televisión en que Sebastián Piñera recibe la banda presidencial ha sido para muchos, sin duda, una imagen impensada hasta hace muy poco. El retorno de la derecha chilena al poder Ejecutivo se ha encarnado en éste, un millonario en La Moneda. El nuevo presidente y su equipo deberán enfrentar un momento complejo y difícil para el país, no sólo por el reciente cataclismo y sus repercusiones sino por la mezcla de expectativas que ha generado entre sus simpatizantes y cierta tensa expectación entre sus alicaídos adversarios.
Si bien se hicieron presentes en la transmisión del mando muchas delegaciones diplomáticas del más alto nivel, resultan sintomáticas algunas ausencias. Uno de los ámbitos en los cuales se hará más evidente la “diferencia”, entre a derecha y la antigua administración es, precisamente, en la nueva orientación que ya comienza a insinuarse en el plano internacional. Hay, sin duda, una realineación de Chile en el concierto regional y mundial.
Los recién nombrados ministros y subsecretarios de las diversas carteras indican, también, nuevos énfasis en política interna. Los nombramientos se inscriben en una clara orientación neoliberal que pretende reimpulsar el capitalismo chileno, a partir de un Estado “más eficiente”. Este impulso modernizador anhelado por la derecha ha encontrado un obstáculo en el reciente terremoto, en cuanto posterga muchas realizaciones en aras de la “reconstrucción”. Sin embargo, al mismo tiempo, este evento ha creado un clima emocional y político mucho más propicio al reclamo de “unidad nacional” que ha sido parte importante del discurso oficial desde su triunfo en enero.
En los próximos meses veremos desplegarse en los medios toda la epopeya de la “reconstrucción nacional”, protagonizada por el nuevo equipo de gobierno, y que culminará en el éxtasis de algún partido de fútbol en tierras africanas. Así, una tragedia se transforma simbólicamente en una bandera, consumando la mentada “unidad nacional” y, de paso, limpiando la imagen de nuestra clase empresarial y de la derecha toda. Todo esto ante el silencio de los antagonistas, carentes de medios para expresarse y alejados sideralmente del imaginario social propio de una sociedad de consumidores.
Puede que la llegada de la derecha al poder incomode a ciertos sectores, pero es innegable que la presencia de los “ricos y famosos”, con la promesa fácil de “tiempos mejores”, resulta muy atractiva para el “sentido común” de la sociedad chilena. No olvidemos que durante décadas, nuestra cultura – mediática y publicitaria - ha desplazado el concepto de “ciudadano” por aquel de “consumidor” que transforma, incluso, los reclamos éticos en espectáculo. En una sociedad que ha sido, intencionada y sistemáticamente desmovilizada y desprovista de contenido político, nada tiene de extraño que los ministros sean “gerentes” y el Primer Mandatario, un reconocido multimillonario.
Álvaro Cuadra
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