lunes, 12 de enero de 2009
Relato desde la Franja de Gaza
Pese a los intentos de vender los bombardeos como una operación quirúrgica contra Hamás, decenas de brigadistas contaron el horror vivido por la población de Gaza. Un inmenso estruendo, seco, seguido de varias explosiones. Poco más de cinco minutos y el silencio se inunda de gritos, llantos, bocinas y sirenas.
Los teléfonos empiezan a sonar y las columnas de humo rompen en el horizonte. No por esperado es menos doloroso. Reina la confusión.
La clínica móvil en la que nos habíamos desplazado a la frontera de Khan Younis es inmediatamente devuelta a la ciudad donde parece concentrarse el ataque. Primera parada en Deir al Balad, una estación de policía reducida a cenizas. Junto a ella un parque: los toboganes llenos de sangre, el mercado arrasado, la fruta destrozada, mulas muertas y más sangre por todas partes.
Seguimos nuestro camino y nos dirigimos a un edificio de la protección civil y a la estación de bomberos reconstruida por el Banco Mundial tras otro bombardeo en 2005. Varias personas se encuentran bajo los escombros y sus compañeros se esfuerzan infructuosamente en localizarlos llamando al teléfono de los desaparecidos. Están muertos. Siguiente parada: Hospital Al Aqsa. Los pasillos colapsados de heridos y de sangre. Puedo contar cuatro cadáveres y ninguno de ellos lleva uniforme. Tampoco la niña que veo lleva uniforme. En la playa, la sede de la Presidencia de la Autoridad Nacional Palestina, en manos de Al Fatah, no es más que un montón de humo, así que el ataque no está dirigido solamente contra Hamás, como afirma Israel. Los teléfonos no funcionan. Varios repetidores han sido inutilizados. Están destruyendo indiscriminadamente la infraestructura de la Administración Palestina.
Ya en la sede de Reuters, en el centro de la ciudad, nos confirman las peores expectativas: en ese momento ya eran más de 115 muertos y 200 heridos. La mayor masacre ha tenido lugar durante la entrega de diplomas de la academia de policía. Una promoción de cadetes asesinados y no se trata de miembros de Hamas, sino de jóvenes que ganan el equivalente a 20 euros para alimentar a sus familias.
El sábado a las 11 de la noche la televisión informa de que ya hay 230 muertos y más de 600 heridos. Como su primer ministro, Ismael Haniya, acaba de asegurar en televisión, si en 60 años desde el comienzo de la ocupación los palestinos no se han rendido tampoco lo harán por un bombardeo más. Todos a mí alrededor asienten convencidos. Mohammed, el portero del edificio en el que duermo, ha perdido hoy a tres de sus amigos. En nuestro barrio, Hawa, podemos contar 14 muertos, todos ellos civiles, ya que la estación de policía fue desalojada hace un par de días. Hoy acompañaremos a su familia en el duelo y el funeral de tres hermanas que se dirigían a la universidad. No eran activistas de las Brigadas Al Khassam ni líderes de Hamás, tan sólo tres estudiantes de enfermería que trataban de contribuir a que los hospitales sigan funcionando pese a que el asedio al que está sometida la franja desde hace tres años les priva de la electricidad y de los medicamentos necesarios para su funcionamiento.
Israel continúa bombardeando mientras escribo y los palestinos me preguntan: “¿Por qué vuestros gobiernos les apoyan?”.
Hospitales llenos
“El depósito de cadáveres del Hospital de Shifa no tiene espacio para los cadáveres que van llegando. Hay partes de cuerpos distribuidos por todo el hospital”. (Dr. Haidar Eid, palestino, de Sudáfrica, profesor de Estudios culturales y sociales de la Universidad Al Aqsa de Gaza).
Bombas en escuelas
“Las bombas empezaron a caer cuando los niños estaban volviendo de la escuela. Salí fuera y me encontré una niña aterrorizada de apenas cinco años que saltó a mis brazos”. (Sharon Lock, Australia, brigadista del Movimiento de Solidaridad Internacional).
Socorristas alcanzados
“Había gente intentando socorrer a las víctimas de otro ataque, y el lanzagranadas ha atacado a los voluntarios que socorrían a los heridos. En el depósito de cadáveres no hay espacio. Falta sangre para hacer transfusiones”. (Eva Barlett, de Canadá, del Movimiento de Solidaridad Internacional).
Alberto Arce, Brigadista Internacional -
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