domingo, 2 de febrero de 2020

El impacto político del Coronavirus




Por estos días, algunas de las gigantescas urbes chinas se parecen a ciudades fantasmas como resultado del Coronavirus, que se diseminó desde Wuhan –en la provincia central de Hubei- para alcanzar todo el territorio nacional. Hay 212 muertos y casi 9 mil casos confirmados en todo el mundo, registros que lo colocan -en el último caso- por encima del Sars, la gripe que tuvo lugar en el gigante asiático a comienzos de siglo.

Uno de los aspectos más subrayados de la epidemia tiene que ver con su impacto económico. Wuhan, megalópolis de 11 millones de habitantes, es un centro industrial y tecnológico con la presencia de grupos locales y más de 300 compañías multinacionales. Entre ellos se encuentran Foxconn y Pegatron, ensambladoras del iPhone de Apple. También están instalados allí los coreanos Samsung y LG. Y pesos pesados de la industria automotriz: Toyota, Hyundai, Honda, Nissan, Peugeot, Renault y General Motors.
Hay cierres de fábricas en la región y en otros lugares importantes. Seis provincias han reclamado a las empresas que demoren el reinicio de la producción después de las vacaciones por el año nuevo lunar, lo que incluye dos centros tecnológicos –Jiangsu y Guangdong- “que son cruciales para las cadenas de suministro mundiales” (Financial Times, 30/1).
Starbucks cerró la mitad de sus 4300 sucursales en el país. Las compañías aéreas han suspendido vuelos. El turismo se resiente. Todo esto ha llevado a una caída en las acciones de empresas aéreas y en las bolsas mundiales. A su vez, “se ha disparado la compra de tradicionales activos refugio como el oro o el yen” (El País, 27/1).
La epidemia tendrá un impacto asegurado en el crecimiento económico chino (que podría reducirse en un punto en el primer trimestre), en momentos en que la economía asiática crece a sus tasas más bajas en 30 años. El golpe al consumo es también un mentís a la tentativa oficial de compensar la caída en las exportaciones –como fruto de la guerra comercial- con el mercado interno.
En definitiva, el Coronavirus añade zozobra a una economía mundial en crisis, teniendo en cuenta el impacto de la desaceleración china a nivel global.
Un segundo aspecto del Coronavirus tiene que ver con la crisis política. Las autoridades locales de Wuhan han sido fuertemente cuestionadas –inclusive por la Corte Suprema- por demorar la difusión de información sobre el brote y la detención de los médicos que habían informado sobre el punto hace un mes.
El aislamiento de la ciudad ha generado también un fuerte malhumor popular. El alcalde y el máximo responsable del Partido Comunista local ofrecieron su renuncia, pero el primero acompañó dicho planteo con un dardo envenenado contra la burocracia central, al decir que para difundir la información sobre el virus necesitaban el aval del Consejo de Estado.
La crisis se revela en que se ha filtrado en la hermética prensa local. “Hemos pagado nuestra negligencia local y nacional ante el brote nacional”, editorializó el Global Times, ligado al PCCh (30/1).
Es probable que el régimen de Xi Jinping intente contener esta situación liquidando algunas cabezas locales de la burocracia. Pero este operativo sólo podría tener éxito si la crisis no se profundiza. Algunos analistas alertan sobre un salto en la crisis si el virus se expande en ciudades clave como Beijing o Shanghai.
Además de la burocracia china, la Organización Mundial de la Salud (OMS) también ha sido cuestionada por demorar la declaración de la emergencia global, que recién se produjo el jueves 30. Esto habría dificultado un alineamiento de las medidas entre los distintos países, dando lugar a un escenario caótico donde empresas y naciones implementan restricciones de manera desordenada, de acuerdo a su propia evaluación del alcance de la crisis. O sea, la ausencia total de planificación frente al virus.
Los casos del Sars, la gripe aviar o el ébola, ya habían mostrado la inoperancia política de la burocracia restauracionista y el capital frente a la propagación de las enfermedades. El Coronavirus, ahora, es un nuevo alegato contra ellos.

Gustavo Montenegro

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