sábado, 8 de febrero de 2020

Trump exonerado, Biden en baja y la polarización en aumento




No hay vuelta a la normalidad en EEUU.

En su discurso de “Estado de la Unión” que inaugura el año parlamentario, Donald Trump no se refirió a la reciente exoneración votada en el Senado sobre la acusación de abuso de poder y encubrimiento elevada por la cámara baja. Pero el triunfalismo que proyectó, junto a una demagogia derechista recargada, muestra la tónica con la que Trump encara la elección de este año, ahora que el episodio del impeachment llegó a su previsible final en el Senado de mayoría republicana.
“Hace tres años lanzamos el gran resurgir americano. Hoy estoy frente a ustedes para compartir los resultados increíbles. Explotamos de trabajo, los ingresos están por las nubes, la pobreza está en picada, el crimen está en caída y nuestro país nuevamente es próspero y muy respetado”, se mandó la parte el colorado.
La realidad es que la industria ha estado cayendo, aunque el desempleo sigue bajo. Los sueldos más bajos han subido un 16% en gran medida por un extendido movimiento de lucha por 15 dólares la hora que ha puesto un límite a la superexplotación. La economía más bien tiende al estancamiento, pero se ha logrado evitar la catástrofe que muchos consideraban inminente en el marco de la guerra comercial que ha sido política de Trump promover. Un empate que Trump festeja y factura como un triunfo.
No mencionó en su discurso las superganancias que lograron las grandes fortunas con su medida económica central, los recortes impositivos a los grandes capitalistas, que acumulan cinco billones de dólares transferidos del Estado (Democracy Now, 5/2).
El discurso ha sido una muestra teatral de la profunda polarización y resquebrajamiento de un sistema político de más de un siglo de colaboración bipartidista entre demócratas y republicanos. Trump se rehusó a darle la mano a Nancy Pelosi, la presidenta demócrata de la cámara baja que promovió el juicio político. Al terminar su discurso Pelosi rompió su copia del discurso de Trump delante de las cámaras, diciendo que fue un “manifiesto de mentiras”. Otros legisladores demócratas se ausentaron o se retiraron durante el discurso.
El discurso reivindicó las deportaciones y el muro antiinmigrante, que han dado lugar a la cárcel, la separación de sus familias e incluso la muerte de ocho niños inmigrantes. Se reivindicó la ejecución del general iraní Soleimani que acercó el escenario de Medio Oriente a una guerra generalizada y también la política de golpismo “democrático” en América Latina, con el golpista venezolano frustrado Juan Guaidó, presente en vivo y en directo. Que esta política haya dado lugar a triunfos muy escasos a nivel internacional no quitaba la oportunidad de darle un fuerte tono macartista al discurso presidencial, que hace eje en asemejar al ala izquierda ascendente en el partido demócrata detrás de Bernie Sanders como una “amenaza socialista” contra los EEUU.

Polarización al límite

La popularidad de Trump, en el punto más alto de su mandato (49% según Gallup), ha mantenido unidos a los republicanos detrás de él. Sólo un senador de su partido, Mitt Romney, votó por su destitución junto a los demócratas. Trump ha salido fortalecido de la pelea, y con un mayor control de su partido. El apoyo popular a la destitución se mantuvo de todas maneras alto, alrededor de un 50%. Se trata de una polarización política verdaderamente violenta.
Un vocero del centro liberal-progresista del partido demócrata balanceaba que con el rechazo del juicio político se había desvanecido un canal institucional que pudiera hacer un “reboot” que volviera a Washington a su status quo de normalidad (Vox, 5/2).
Esta ilusión se desvanece también con los primeros pasos de la interna demócrata, donde el centro demócrata no logra instalar un candidato que compita con el ascendente Sanders. Sanders, desde la centroizquierda, es tan outsider del establishment político de Washington como el millonario Trump y su entorno de extrema derecha.

Demócratas a la deriva

La disposición del centro demócrata a manipular el proceso de las primarias y boicotear la candidatura de Sanders tuvo una primera expresión bochornosa en las asambleas partidarias de Iowa este lunes 3 de febrero. Allí, habría fallado el funcionamiento de una aplicación electrónica para recabar el escrutinio instalada por una empresa (Shadow Inc.) contratada por el Comité Nacional Demócrata, vinculada a exmiembros de la campaña de Hillary Clinton y a quienes promueven en la actualidad a Joe Biden y a otro precandidato de centro, Pete Buttigieg, alcalde de la pequeña ciudad de South Bend, Indiana (Jacobin, 6/2).
Mientras se cayeron tanto los canales electrónicos como telefónicos para que el partido recogiera los datos se suspendió el conteo por casi dos días y circulaban resultados divergentes. Buttigieg se proclamó ganador, y Sanders dio a conocer datos que lo daban arriba. Una vez conocida la relación entre Buttigieg y la app que hizo caer el recuento, se hizo tendencia #AlcaldeTramposo, descontando que se está frente a nuevas maniobras contra la nominación de Sanders, como las que dieron lugar a la candidatura de Hillary en 2016.
El resultado final una vez retomado el conteo arroja un complicado empate técnico. Sanders sacó más de 6.000 votos de ventaja en la primera vuelta sobre Buttigieg, que se reducen a 2.600 en la segunda vuelta. A pesar de que gana en ambas rondas, la ingeniería electoral demócrata ha permitido proclamar ganador a Buttigieg, con una leve ventaja en un coeficiente que calcula cuántos delegados se eligen a una representación local del partido. Tercera salió la liberal-progresista Elizabeth Warren, con Joe Biden, el candidato favorito del establishment demócrata y favorito en las encuestas nacionales, en un cómodo cuarto lugar con la mitad de los votos de Sanders.
Todo indica que Sanders puede lograr un triunfo neto para su política de reformas parlamentarias y demagogia en la próxima primaria, en el estado de New Hampshire. Lejos de alarmarse por las muestras de que el establishment demócrata está más dispuesto a un sabotaje (como muchos dicen que sufrió Corbyn de parte de la derecha laborista) que a acompañar una candidatura autoproclamada socialista, la izquierda yanqui se alista entusiasmada en “el ejército de Bernie” (Socialist Alternative, 6/2).
El fiasco de Iowa muestra la verdadera crisis del manejo de la interna del Comité Nacional Demócrata. Biden ha pretendido ser un candidato que puede restaurar la “normalidad” en Washington y restablecer la colaboración bipartidista (The Nation, 5/2). El proceso del impeachment, donde el Partido Republicano respaldó las maniobras de Trump para usar su peso presidencial para que avancen causas de corrupción contra Biden y su hijo, muestran que esto es una quimera.
Pete Buttigieg, otra prueba largada por el mismo sector político, pretende repetir la misma fórmula de Obama, dando un barniz de “política identitaria” a la política neoliberal con su condición de gay (Jacobin, 2/2). El otro anotado para la carrera (aunque no llegó a competir en Iowa) para tratar de lograr un candidato demócrata confiable al estabishment es Michael Bloomberg, octavo hombre más rico del mundo y exalcalde de Nueva York. El Comité Nacional Demócrata, que recibió una donación de 800.000 dólares de Bloomberg en noviembre, modificó los límites a donaciones de un único aportante para que este pudiera competir en la carrera, así como otras regulaciones para que participara de los debates televisados. Bloomberg ha anunciado que invertirá 1.000 millones de dólares en la campaña, lo cual ya le ha conseguido el apoyo de más alcaldes que cualquier otro candidato. Algunos comentaristas ven en estos preparativos el armado de un aparato de ruptura contra una candidatura de Sanders si no lo logran frenar en la convención (Black Agenda Report, 6/2).
Quienes promueven invasiones y golpes en nombres de las garantías democráticas en todo el mundo (Bolivia es el ejemplo más reciente) están hundiéndose en un fango de choques cada vez más violentos y salvajes. La crisis mundial ha colocado a Estados Unidos en un camino de polarización política y social que va a tener consecuencias explosivas.

Guillermo Kane

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