sábado, 2 de marzo de 2013

La Primera Internacional y su lugar en la historia




Con este artículo damos inicio a una nueva serie de formación en Estrategia Obrera. Abordaremos en distintas entregas los principales debates que tuvieron lugar en el seno de las internacionales obreras. Es nuestra intención brindar a las nuevas generaciones de jóvenes y trabajadores que nacen a la vida política, los principales aspectos de lo mejor de la tradición de la clase obrera internacional.

La clase obrera se organiza

Inglaterra, cuna de la Revolución Industrial, fue escenario de los primeros pasos en la organización de la clase obrera, la clase que sólo posee su fuerza de trabajo para vender a los capitalistas, propietarios de los medios de producción. En 1840 tuvo lugar en este país el movimiento cartista (1), el primer movimiento político de los trabajadores donde también surgieron los primeros sindicatos.
Entre los antecedentes de la Primera Internacional, llamada también Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), se cuenta el surgimiento de la Sociedad de Demócratas Fraternales, organizada en 1845 por Julian Harney en Londres, donde se agruparon los refugiados políticos de toda Europa, adquiriendo así un carácter internacional. Allí mismo surgió la Liga de los Comunistas, bajo la dirección de Marx y Engels, que brindó al movimiento obrero internacional su primer programa científico y bases teóricas revolucionarias. El tercer antecedente fue el Comité Internacional organizado por Ernest Jones en Londres, que cultivó el internacionalismo en los negros años de la reacción de la década de 1850, por medio de sus mítines masivos y declaraciones.

Fundación de la Primera Internacional

El internacionalismo, entendido como la solidaridad entre las clases trabajadoras de los distintos países, floreció. El 28 de septiembre de 1864 tuvo lugar un mitin conjunto de representantes obreros franceses e ingleses en el St. Martin’s Hall en Londres. Allí se creó un comité que delineara los estatutos para una organización internacional obrera que deberían ser aprobados en un congreso internacional, citado al año siguiente en Bélgica. Su Discurso inaugural, es, junto con el Manifiesto Comunista, una fuerte denuncia al capitalismo y una exposición de los objetivos de la clase obrera. Afirmaba que los trabajadores “poseen un elemento para el éxito, su número. Pero el número pesa en la balanza sólo cuando está unido en una organización y dirigido hacia un fin consciente”. El discurso concluyó con el inmortal grito de batalla del Manifiesto comunista: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”.
Según Ernest Mandel “La Primera Internacional fue, desde un comienzo, un ”matrimonio de conveniencia” (Franz Mehring) entre las trade-unions británicas y el movimiento obrero continental, mucho más débil, pero mucho más politizado” (2).

Anarquismo versus comunismo

La AIT fue terreno fértil para la popularización de las ideas marxistas. Pero aunque Marx fue su inspirador y dirigente teórico, sus ideas revolucionarias tuvieron que luchar contra la ideología liberal burguesa, evitar las presiones de los líderes sindicales británicos en el Consejo General; combatiendo las diferentes variedades del socialismo pequeñoburgués y el anarquismo, que ha llegado a nuestros días.
Marx consideró al proletariado industrial como fuerza social revolucionaria, partiendo del rol fundamental que juega en la producción capitalista, ya que maneja los medios de producción. La Internacional debía tener, a su vez, una función centralizadora, unificadora y de guía del movimiento obrero. Postulaba la dictadura del proletariado (es decir, un Estado obrero), que desaparecerá en forma gradual para dar paso a una sociedad sin clases. Para Marx, el socialismo debía ser consecuencia de un capitalismo desarrollado y de una clase obrera madura y organizada que bajo la dirección de un partido obrero alcanzaría el triunfo revolucionario. Y consideraba que los trabajadores deben intervenir tanto en los escenarios de la lucha de clases, como los que plantea el régimen democrático-burgués, con independencia política, sin subordinarse a ningún ala de la burguesía. Por su parte, Bakunin –fundador y principal ideólogo del anarquismo– buscó al sector revolucionario en los campesinos, el proletariado desclasado y en los elementos pequeñoburgueses desposeídos y desesperados y concebía a la internacional como una coordinadora de movimientos social-revolucionarios autónomos y sin órgano de dirección común. La oposición del anarquismo a toda autoridad, aunque sea provisional, le lleva a rechazar todo tipo de Estado, inclusive uno de carácter obrero. Creía en la revolución inmediata y espontánea, pero no atribuía un papel central a los trabajadores, y estaba en contra de la participación en las elecciones burguesas. Tras el fracaso de la Comuna de París y la experiencia del levantamiento de España en 1873, las diferencias fueron irreconciliables. La AIT fue disuelta en 1878.

El levantamiento de 1873 y los anarquistas

En febrero de 1873 se proclamó la Primera República en el Estado Español tras la abdicación del rey Amadeo, y el gobierno convocó a elecciones de Cortes Constituyentes. Las masas obreras ardían en deseos de participar. Ante esto, los partidarios de Bakunin convocaron asambleas de la AIT y allí plantearon que la Internacional como organización no debía pronunciarse, pero sí podían hacerlo sus miembros de forma individual. Como resultado, no existió una alternativa independiente de los trabajadores y las masas debieron elegir entre variantes de la burguesía. Engels señala que “sacrificaron su dogma del abstencionismo político y, sobre todo, del abstencionismo electoral. Luego… en vez de abolir el Estado, lo que hicieron fue intentar erigir una serie de pequeños Estados nuevos. A continuación, abandonaron su principio de que los obreros no debían participar en ninguna revolución que no persiguiese la inmediata y completa emancipación del proletariado, y participaron en un movimiento cuyo carácter puramente burgués era evidente. Finalmente, pisotearon el principio según el cual la instauración de un gobierno revolucionario no es más que un nuevo engaño y una nueva traición a la clase obrera, instalándose cómodamente en las juntas gubernamentales de las distintas ciudades, y además casi siempre como una minoría impotente, neutralizada y políticamente explotada por los burgueses… Así, pues, al pasar a los hechos, los gritos ultrarrevolucionarios de los bakuninistas se tradujeron en medidas para calmar los ánimos, en levantamientos condenados de antemano al fracaso, o en la adhesión a un partido burgués, que, además de explotar ignominiosamente a los obreros para sus fines políticos, los trataba a patadas.” (1)

Internacionalismo proletario

La AIT impulsó la organización sindical en muchos países. Buscó elevar el nivel político del movimiento sindical y lograr que los trabajadores fuesen conscientes de su misión histórica. Por eso, la Internacional apoyó las huelgas que se extendieron de un país a otro tras la crisis económica de 1866. La Internacional llamó a los trabajadores a apoyar, en su propio interés de clase, a sus camaradas extranjeros. También expresó su solidaridad activa siempre que las luchas de los pueblos llegaron al extremo de una guerra civil o nacional, como los cuatro mensajes enviados al pueblo norteamericano durante la Guerra de Secesión. La Internacional desató la furia de la burguesía cuando, en dos mensajes escritos por Marx, exhortó a los trabajadores franceses que se sublevaron al final de la guerra francoprusiana en 1871 a tomar el poder y crear la Comuna de París, que luego fue masacrada por las fuerzas de la burguesía francesa, ayudadas por el ejército de Bismarck.
Hoy, a inicios del siglo XXI, el principal legado de la Primera Internacional -la conclusión de que la unidad internacional de los trabajadores es posible y puede fortalecerlos- conserva toda su vigencia y muestra el camino a la juventud y la clase obrera que salen a las calles a luchar.

Bárbara Funes

Notas:

(1) Cartismo: movimiento de trabajadores que surgió en 1838 con la publicación de la Carta del Pueblo, que reivindicaba, entre otras cosas, el derecho al sufragio universal masculino.
(2) Ernest Mandel: “La Primera Internacional y su lugar en la evolución del movimiento obrero”, 1954, versión tomada de Marxist Internet Archive/español.
(3) Friedrich Engels: Los bakuninistas en acción, “Memoria sobre el levantamiento en España en el verano de 1873”, versión tomada de Marxist Internet Archive/español.

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