lunes, 7 de noviembre de 2011

Huellas de la Revolución de Octubre



Siempre habrá razones para conmemorar y meditar acerca del legado de la Gran Revolución Socialista de Octubre, protagonizada por las masas populares de Rusia con el liderazgo de Vladimir Ilich Lenin al frente del Partido Bolchevique que se hicieron del Poder Político el 25 de octubre o el 7 de noviembre de 1917, según el calendario de referencia.
Así, por primera vez las masas populares del antiguo imperio zarista se situaron en condiciones de iniciar la edificación de una sociedad carente de la explotación al género humano, al tiempo que paulatinamente se empeñaban en construir la dignidad, la equidad, la fraternidad y la felicidad de las personas. Entre sus avances se encuentran cómo cada vez más satisfizo racionalmente las necesidades materiales y espirituales de los pueblos que conformaron la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS, 1922); cómo fue el primero en colocar a un hombre en el espacio cósmico…; amén de cómo le extendió la mano internacionalistas a múltiples desposeídos de diversas latitudes —aspecto que muy bien sabemos en Cuba.
También la humanidad le debe al Gran Octubre el hecho de que las pretensiones fascistas no se hicieran realidad con la Segun¬da Guerra Mundial (1939 a 1945). No se olvidará nunca que más de 27 millones de los mejores hijos del pueblo soviético murieron en aras de desaparecer las ínfulas del imperialismo internacional cuya punta de lanza era el maniático de Hitler. Luego alcanzaron toda una hazaña, muy a pesar de obstáculos: la paridad militar con los yan¬quis, fruto de lo cual la ba¬lanza de la correlación mun¬dial de fuerzas llegaría a inclinarse a favor del progreso, evitando el desencadena¬miento de otra conflagración universal y los peores efectos de las maniobras reaccionarias del impe¬rialismo en contra de la lu¬cha liberadora de los pueblos. En este orden de ideas, vale recordar que hasta el destacado economista inglés John M. Keynes se sintió atraído por las profundas y nuevas transformaciones que se realizaban en la URSS en la década del 30 de la pasada centuria. De esto hay constancia en su “Alocución sobre el libro Soviet Communism”. No obstante, simultáneamente emergieron problemas de carácter subjetivo que a la postre condujeron al desmantelamiento de la obra fundada por Lenin.
En un rápido balance, entre los factores que conllevaron a la bancarrota se encuentran la inexperiencia en la construcción del socialismo, las acciones del sistema capitalista internacional y la desvinculación del Partido dirigente con las masas. Pero fue la traición a los postulados fundamentales del marxismo-leninismo lo que en última instancia provocó el derrumbe. A partir del desmontaje de los valores que hasta allí se habían enarbolados, incluida la tergiversación de la Historia; a partir de la apología a las cosas buenas que pudiera exhibir el capitalismo, incluida la crítica desmedida a los errores cometidos en el socialismo; a partir de la Perestroika (supuesta rectificación) y la Glasnost (aparente diafanidad informativa), en la práctica se edificaba la vuelta al capitalismo, a un proceso en el cual el socialismo no murió de muerte natural, sino apuñaleado por la espalda —al decir del compañero Fidel Castro.
Un tristemente célebre pacto devino cierre del capítulo iniciado en octubre de 1917: el fatídico acuerdo de Bioloviezhski, firmado el 8 de diciembre de 1991 por los entonces presidentes de Rusia, Boris Eltsin; de Ucrania, Leonik Kravchuk; y de Bielorrusia, Stanislav Shuhkevich, con el que se puso punto final a la existencia de la URSS. Sobre ello, un cable de la agencia Prensa Latina, fechado en Moscú el 7 de diciembre de 2006, dice: “A 15 años de esos acontecimientos [se trata del acuerdo de Bioloviezhski], el 52,7 por ciento de los rusos opinan hoy que la desaparición de la URSS pudo evitarse, mientras que 56,3 por ciento lamenta la caída del Estado soviético, según un sondeo de la consultora Bashkirov y socios”.Y para ilustrar un tanto más sobre el infeliz episodio, se precisa en el mencionado cable: “Entre ciudadanos de Rusia, Ucrania y Bielorrusia ese sentimiento aglutina a 69 de cada 100 entrevistados por la agencia Monitor Euroasiático”, es decir casi un 70 % de personas lamentando la desdicha.
Como si fuera poco ilustrativa esa información, un lustro después circuló el título “El 80% de los rusos rechaza el capitalismo” con datos como estos: en el país hay cerca de 950 mil empresarios que poseen medios de producción, grandes y medianos, sobre el principio de la propiedad privada; el 0,2% de la población es dueño del 70% de la riqueza nacional; 101 empresarios rusos tienen bienes por valor de más de mil millones de dólares. El 72% ha experimentado en alguna ocasión el deseo de “pasar por las armas” a todos los corruptos y especuladores. Son apenas resultados del estudio sociológico pormenorizado “Veinte años de reformas, a ojos de los rusos” a cargo de investigadores del Instituto de Sociología de la Academia de Ciencias de Rusia.
En medio de este escenario, una y otra vez hay que repasar el devenir de la humanidad y traer a colación una enseñanza: los pueblos que olvidan su Historia, están condenados a volver a ella —y no precisamente en sus mejores aristas. Sirvan, pues, para el hoy el mañana estas huellas de la Revolución de Octubre.

Noel Manzanares Blanco

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