Quizás esta noticia referida a la situación de los evacuados por las lluvias en Centro América sea…, --una más--, dentro del trasiego de información diaria que se origina en todas partes del mundo, sin embargo peligra la vida de miles de personas.
El despacho cablegráfico llega desde Honduras y da cuenta: “Casi 4000 personas damnificadas por las lluvias de las últimas semanas en Tegucigalpa, la capital de Honduras, tendrán que abandonar los albergues y asumir la reconstrucción de sus casas con esfuerzos propios”.
En cambio, vamos a citar el ejemplo cubano donde en los medios nacionales tiene amplia repercusión la visita del presidente Raúl Castro y otros altos dirigentes del estado a los centros de evacuados en la provincia de Las Tunas y Camagüey, afectadas por el huracán Paloma
En el intercambio se dio a conocer que fueron trasladadas a lugares seguros más de un millón de personas (1 200 000) y se utilizaron más de 4000 medios de transporte, en menos de 24 horas.
A la par que se activaron los Consejos de Defensa en los territorios con alerta ciclónica se crearon las condiciones en los centros de evacuación previstos con anterioridad para dar cobertura en alojamiento, alimentación, sanidad y recreación a los albergados.
Se previó el traslado de las personas con sus pertenencias y el cuidado de sus casas por agentes del orden público, así como también el almacenamiento de algunos equipos electrodomésticos. A los animales se les buscaron soluciones alternativas con medios propios.
Son priorizados los niños, las embarazadas, los ancianos, los discapacitados físicos y motores a quines se les brindaron los mejores lugares en los centros de evacuación atendidos por los trabajadores del lugar.
Los centros universitarios de la ciudad de Camagüey alojaron, al paso del huracán Paloma, a más de mil 500 integrantes de las 400 familias que residen en la zona de La Playa del municipio Santa Cruz del Sur y fueron celosamente cuidados por estudiantes (incluidos extranjeros), trabajadores y dirigentes de la provincia. Hasta en el momento en que faltó el fluido eléctrico en la ciudad, estas instalaciones recibían energía a través de miniplantas instaladas al efecto.
Por supuesto, no se pueden pedir peras al olmo, porque estos lugares no son hoteles de lujos y sólo se habilitan en momentos de catástrofes con el equipamiento indispensable para la supervivencia en el espacio de tiempo necesario hasta que dure el meteoro y se vuelva a la normalidad.
La corresponsal para Radio Progreso en la provincia de Camagüey constató en la Universidad el estado anímico de los damnificados y todos expresaron la exquisita dedicación por quienes los atendieron, manifestaron recibir todos sus alimentos y lloraron cuando en la televisión se mostraron las imágenes de sus casas destruidas por el huracán.
Otro modo de evacuación que utilizamos los cubanos es el albergue en casa de familiares, vecinos y amigos que brindan, desinteresadamente, sus moradas en mejor forma constructiva como gesto de solidaridad humana hacia otras personas con menos posibilidades materiales.
Esa acción se realiza sin esperar orientaciones de arriba, y siguiendo el sentido común hacia los más desposeídos. La ayuda solidaria se da también en compartir los alimentos, en socorrer a los desvalidos, en transmitir las informaciones emitidas por la radio cuando no hay electricidad, e incluso por el solo hecho de brindar compañía.
Lo trascendental en todo ello, es que las personas tienen confianza en que el estado le va a reponer sus casas y sus pertenencias porque luego del paso del huracán se cuantifican los daños y en mayor o menor medida aparecen los materiales de construcción, las tejas y hasta los colchones.
No se puede dejar de mencionar el aporte de los artistas que integrados en brigadas se movilizan de una ciudad a otra, duermen en casas de campañas, en portales, no cobran por sus actuaciones y su placer es llevar un poco de arte recreativo a esas personas que lo han perdido todo.
Así lo dijo Raúl, en su visita a la comunidad costera “El Guayabal” en Las Tunas: “Sería una vergüenza para la Revolución que una vida se perdiera por no tomar a tiempo una medida. Lo que nosotros hacemos en ese sentido no lo hacen ni los países ricos”.
Son sabias sus palabras porque después del paso de Paloma no se cuantificó una sola víctima y todos lamentamos las pérdidas, pero en la misma medida estamos dispuestos a cavar una trinchera de combate ahí donde el huracán arrasó.
No es demagogia cuando cantamos: “Yo me quedo, con todas estas cosas, pequeñas, silenciosas…” porque reafirmamos nuestro amor propio hacia Cuba y su Revolución.
Por Nuria Barbosa León
Periodista de Radio Progreso y Radio Habana Cuba
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