martes, 17 de noviembre de 2020

Operación Carlota


Raúl Díaz Arguelles

El final del apartheid 

Gracias a la ayuda solidaria cubana, se consolidó la independencia de Angola, se logró la de Namibia y se le dio el tiro de gracia al régimen racista sudafricano Tras el derrocamiento de la dictadura fascista que hasta 1974 oprimía al pueblo portugués, el nuevo Gobierno de ese país se comprometió a desarrollar un proceso de descolonización en sus posesiones africanas, que incluía el otorgamiento de la independencia a Angola en noviembre de 1975. 
 Para ello, proyectó integrar un Gobierno provisional con las tres fuerzas que reclamaban entonces ser los genuinos representantes de esa nación africana: el Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), dirigido por Agostinho Neto, el cual prácticamente había llevado el peso de la insurrección contra el colonialismo lusitano; el Frente Nacional de Liberación de Angola (FNLA), encabezado por Holden Roberto, con estrechos nexos con el sátrapa zairense (Congo Kinhasa) Mobutu Sese Seko y círculos de poder estadounidenses; y la Unión Nacional para la Independencia Total de Angola (Unita), liderada por Jonas Savimbi, un personaje apoyado por Pretoria (Sudáfrica). 
 Estas dos últimas organizaciones, siguiendo orientaciones de potencias foráneas, boicotearon al Gobierno provisional, rompieron relaciones con el MPLA, torpedearon la convocatoria a comicios con vistas a elegir el gabinete que asumiría el poder tras la retirada de las autoridades portuguesas y comenzaron a prepararse militarmente, con el apoyo de Zaire y el régimen del apartheid, para enfrascarse en una guerra civil contra los partidarios de Agostinho Neto. Además, ya habían comenzado las incursiones de tropas regulares sudafricanas en el sur del país que presagiaban una inminente agresión armada. Ante la situación, este patriota solicitó a Cuba la ayuda solidaria. 
El primer comandante Raúl Díaz Argüelles (héroe de la sierra y el llano durante la insurrección contra la tiranía batistiana y, en 1975, jefe de la Décima Dirección del Minfar) marchó a Luanda, la capital del país, para asumir la jefatura de la Misión Militar cubana, con la tarea de organizar, preparar y armar unas 50 unidades de las Fapla (Fuerzas Armadas Populares para la Liberación de Angola), entre batallones de infantería y baterías de artillería, en escuelas que él ayudó a fundar. 
 Tres buques se encargaron de transportar a la mayoría de los instructores y sus jefes; los otros hicieron el viaje por avión. De acuerdo con lo convenido entre Díaz Argüelles y Neto, partieron hacia la nación africana unos 480 efectivos, entre el 5 y el 11 de octubre de 1975, además de 12 000 fusiles checos R-52, piezas de mortero, antiaéreas y cañones antitanques, así como otros pertrechos. 

 Cuatro centros de entrenamiento 

Para los reclutas de las Fapla se acondicionaron cuatro centros de entrenamiento: uno en N’Dalatando, a 300 km al este de Luanda; otro cerca del puerto de Benguela, a orillas del Océano Atlántico; el de Saurimo, ubicado en la provincia de Lunda Sul, al nordeste de la nación; y el del enclave norteño de Cabinda, territorio separado del resto del país por el río Congo y un corredor zairense de 64 kilómetros de ancho. Entretanto, tropas de Pretoria penetraban en el sur del territorio angolano desde Namibia y avanzaban hacia Luanda. Simultáneamente, elementos del FNLA y soldados zairenses, en el norte, intentaban en dos oportunidades romper la defensa de las Fapla en Quifangondo, situado a 22 kilómetros de la capital. El 2 de noviembre, en Catengue, un grupo de instructores militares cubanos y sus alumnos enfrentaron la ofensiva de tropas regulares del régimen del apartheid, quienes, gracias a su superioridad en hombres y medios, lograron continuar su avance. La contienda “comenzaba a parecerse más sudafricana que angolana”, como afirmaría años después el historiador del país agresor, F.J. du Toit Spies, y por primera vez en ella se derramaban juntas sangre cubana y africana. 

 En homenaje a una esclava rebelde 

Ante esa evidente injerencia extranjera, Fidel, Raúl y la dirección de la Revolución Cubana accedieron a enviar las primeras tropas regulares de nuestro país para enfrentar a los invasores. De esta forma, se inicia la Operación Carlota, que toma su nombre de una lucumí, figura relevante en la formidable sublevación de esclavos acaecida en noviembre de 1843 en Matanzas. Rápidamente los internacionalistas cubanos entraron en acción reforzando a los defensores de Quifangondo, angolanos y cubanos propinaron una aplastante derrota allí a los atacantes el 10 de noviembre de 1975. Luanda estaba salvada. Pasado un minuto de las 12 de la noche de ese mismo día, el presidente Neto proclamó en un mitin multitudinario el nacimiento de la República Popular de Angola (RPA). 
 En Cabinda también se combatía. El 8 de noviembre, a las 11 de la mañana, el sátrapa zairense Mobutu Sese Seko lanzó dos batallones de sus fuerzas regulares apoyados por unos 150 mercenarios blancos y unidades del llamado Frente de Liberación del Enclave de Cabinda (FLEC), aupado y entrenado por Mobutu, en dirección al este de aquella ciudad. Los agresores cayeron en un campo de minas, por lo que detuvieron su ofensiva. Tropas del Frente Sur se trasladan hacia la frontera con Namibia. Al día siguiente reanudaron el avance, pero un pelotón con cuatro bocas 14.5 bien emplazadas, operadas por cubanos, y la Compañía Fapla de personal fronterizo, apoyados por lanzacohetes GRAP-1P acabados de llegar de Cuba, abrieron fuego a ras de tierra y les causaron grandes pérdidas al enemigo, el cual se vio imposibilitado de continuar su ataque. 

 La batalla de Cabinda 

Tras rechazar un intento de desembarco naval de las tropas zairenses que pretendía sorprender por la retaguardia a los defensores del enclave, el comandante Ramón Espinosa, jefe del Centro de Instrucción Revolucionaria de Cabinda, agrupó a más de 1 000 efectivos Faplas, 191 asesores cubanos y unos 40 artilleros de la Isla, para lanzar una contraofensiva el 12 de noviembre, la cual expulsó de ese territorio a las fuerzas invasoras. De ese modo finalizó la batalla de Cabinda, donde en solo 90 horas el enemigo tuvo más de 1 600 bajas. Los racistas sudafricanos, entretanto, no cejaban en su empeño de apoderarse de Luanda. El 10 de noviembre tropas regulares del régimen del apartheid, junto con efectivos del FNLA y la Unita, comenzaron a avanzar desde Lobito hacia Novo Redondo. A pesar de la heroica resistencia del destacamento Fapla y sus asesores cubanos, Novo Redondo cayó en poder de los invasores, por lo que quedó abierto el camino hacia Porto Amboim y la capital. 

 Ebo 

A milla y media al norte de Ebo, en el camino a Gabela, en un puentecito de madera que cruzaba el río Mabasa (estrecho y profundo), la avanzada sudafricana cayó en una emboscada en la mañana del 23 de noviembre. Los RPG-7 de los aliados cubano-angolanos inutilizaron seis blindados del enemigo. La infantería invasora fue diezmada por los certeros disparos de los morteros 120. Las BM-21 abrieron fuego sobre parte de la columna y destruyeron otros dos blindados y un camión. En medio de un aguacero el enemigo se replegó. Las fuerzas revolucionarias lamentaron la muerte del cubano Juan Tamayo Castro; otros cinco habían sido heridos. Las Fapla no tuvieron bajas. Las huestes de Pretoria sufrieron alrededor de 80 o 90 muertos y heridos, y siete u ocho blindados inutilizados, según fuentes sudafricanas. 
 Sorprendidos por esta derrota, el régimen racista decidió hacer una pausa en su ofensiva, lo que aprovecharon los aliados FAR-Fapla para aumentar sus fuerzas y recibir a los buques Vietnam Heroico, Imías y Océano Pacífico, que con 1 253 hombres y armas pesadas arribaron a la nación africana entre el 27 de noviembre y el 1º de diciembre. Estos refuerzos, en opinión del historiador Piero Gleijeses, fueron decisivos para cambiar la correlación de fuerzas en el teatro de operaciones militares y la posterior expulsión de los invasores del sur de Angola. 
 Transcurridos 20 años de la batalla de Ebo, Iko Carreira, quien fuera ministro de Defensa de la RPA, afirmaría: “Resultó decisiva y la victoria se debió, sobre todo, a Díaz Argüelles, quien pasó a ser una leyenda en la historia moderna de Angola”.

 Retrospectiva desde 2020

 Lamentablemente, por limitaciones de espacio no podremos abordar los sucesos que acaecieron después de que en 1976 se retiraran de Angola las tropas regulares de Sudáfrica, aunque en los años siguientes, Pretoria emprendió una guerra sucia contra ese país y su Ejército volvió a hollar el suelo de esa nación. La Operación Carlota en realidad no finalizó hasta 1991, después de que el régimen del apartheid admitiera su fracaso tras la derrota contundente, desde el punto de vista militar, en la batalla de Cuito Cuanavale. 
 Al referirse a ella, Nelson Mandela aseguró: “marca el viraje en la lucha para librar al continente y a nuestro país del azote del apartheid”. A partir de esta acción combativa, se puso fin al régimen racista en Sudáfrica, se logró la independencia de Namibia y se sentaron las bases para el proceso de paz y reunificación del Estado angolano. 

 Unos 360 000 cubanos

 Entre 1975 y 1991, unos 360 000 cubanos (más de 300 000 como combatientes) prestaron ayuda solidaria en la guerra de este hermano pueblo por consolidar su independencia. De ellos, 2 016 cayeron en combate o fallecieron por otras causas. Y la cooperación no fue únicamente militar. En 1977 había más de 1 000 colaboradores cubanos entre médicos, constructores y técnicos. Ese año la representación del país africano a la Asamblea Mundial de la Salud declaró: “la contribución más importante en el campo de la salud ha venido de Cuba sin que nos pidiera nada a cambio. Teníamos solo 14 médicos, ahora tenemos más de 200”. 
 No es de extrañar que en una reunión de líderes africanos, a finales de los 80, se oyeran declaraciones como esta: “Los combatientes cubanos están dispuestos a sacrificar sus vidas por la liberación de nuestros países y, a cambio de esa ayuda a nuestra libertad y el progreso de nuestra población, lo único que se llevarán de nosotros son sus combatientes que cayeron luchando por la libertad”. 

 Pedro A. García 

 Fuentes consultadas: 

Los libros Misiones en conflicto, de Piero Gleijeses, y Secretos de generales, de Luis Báez. Los textos periodísticos Operación Carlota, de Gabriel García Márquez (Tricontinental, 1977); Nace la Operación Carlota, Los rostros de la guerra sucia y Epopeya de millones, todos de María Julia Mayoral (Granma, ediciones del 31 de octubre, 1º de noviembre y 2 de noviembre de 2005, respectivamente); y Angola rinde tributo al internacionalista cubano Raúl Díaz-Argüelles, de Armando Reyes (Prensa Latina, 15 de diciembre de 2008).

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