miércoles, 11 de noviembre de 2020

Florencio Sánchez: el pasado y el presente


A 110 años de la muerte del dramaturgo y periodista anarquista, el director teatral Andrés Mangone reivindica la vigencia de una obra provocadora de "inquietantes alteraciones en las identidades distribuidas por la ideología dominante". 

 Hace 110 años, el 7 de noviembre de 1910, poco antes de cumplir 36 años, murió en la ciudad italiana de Milán “un flojo” llamado Florencio Sánchez, aquejado por la tuberculosis. Vivió poco y mucho. Y todo al mismo tiempo. A Florencio se lo podían llevar puesto todas las corrientes de su época y su territorio. Y se dejó llevar vertiginosamente. Guerra civil, diarios, circo criollo y anarquismo. Todo al mismo tiempo… 
 Ya como periodista en la ciudad de Minas, ante la sublevación del Partido Blanco contra el gobierno uruguayo en 1897, se unió a las filas de Aparicio Saravia (considerado el último gran caudillo) en la guerra civil. Poco duró, y desertó, y fue perseguido y señalado por los de Saravia como un “flojo” -término que, según el propio Florencio Sánchez, era el más denigrante en la cultura de su país. Exiliado en Brasil escribió entonces a sus amigos las Cartas de un Flojo, en las que expresa su hartazgo por el caudillismo y la extendida cultura de la garra charrúa. Dijo Florencio en un pasaje de la primera carta: “Sean ustedes menos guapos. Tengan más amor a la vida, que concluirán por no despreciar tanto la del prójimo. Sean menos localistas. Ningún pedazo de tierra nos ha parido. Ella entera nos pertenece con su oxígeno y su sol, y es dominio que tienen derecho a usufructuar por igual todos los hombres…”. 
 Se pasó al anarquismo, dando en Argentina sus letras al diario El Sol (dirigido por Alberto Ghiraldo, escritor que antes de formar parte de la Federación Obrera Regional Argentina, había participado de la Revolución del Parque con solo 15 años), y al reconocido periódico de combate La Protesta. Cuando pudo regresar a Montevideo, ingresó sin más al Centro Internacional de Estudios Sociales, principal local anarquista del país, en el que brindó numerosas conferencias y desempeñó el cargo de bibliotecario en la Biblioteca Obrera. Desde allí, impulsó el primer diario anarquista uruguayo, El Trabajo. Mientras, escribió las obras de teatro Puertas adentro y Ladrones y pilletes, las cuales más adelante conformarían Canillita –obra que al popularizarse le dio nombre al puesto de trabajo tan reconocido en estas pampas.
 En 1901, prófugo de la policía montevideana por su activismo, llegó a Rosario, donde de inmediato se involucró en la huelga de la principal fábrica de la ciudad, la Refinería de Azúcar, formando parte del cuerpo de delegados del comité de huelga. Fundó aquí el periódico La Época. Consiguió trabajo en el diario La República, y luego, en solidaridad con la huelga de gráficos, lo perdió. Escribió entonces la obra La gente honesta, en la que se burla del dueño del diario, Schniffer. Logró estrenarla. También Schniffer logró que la policía suspenda las funciones. Y también se prohibió por ley la circulación de La Época, dado su evidente crecimiento. Y dado el crecimiento evidente de la figura de Sánchez, el flojo recibió una golpiza estatal en plena calle y a la luz del día. A la luz de los acontecimientos, recaló en Buenos Aires, donde inmediatamente tomó contacto con la Federación Obrera Argentina y se asoció a las huelgas en curso. En 1902, ante la primera huelga general de nuestra historia, se dicta la Ley de Residencia, por la cual la Justicia podía expulsar del país a extranjeros que le resultaran peligrosos. El uruguayo entró en peligro de expulsión. El gobierno asaltó y prohibió La Protesta (y la protesta). Florencio y otros compañeros lograron mantenerla en forma clandestina. 
 Entre 1903 y 1909 su protagonismo en el activismo político disminuyó, aunque se mantuvo siempre vinculado a la FOA (desde julio de 1904, en su cuarto congreso, FORA), participando de las numerosas huelgas de la época. Al mismo tiempo, se expandió con fuerza su obra dramatúrgica. En 1903, su amigo Agustín de Vedia, crítico del diario Tribuna, le acercó su obra M´hijo el Dotor a Ezequiel Soria, director de la compañía de Jerónimo Podestá. El 13 de agosto se constituyó en el fenómeno artístico del momento. Al mes siguiente, Sánchez se casó con Catalina Raventos. 
 El encuentro entre los Podestá y Florencio Sánchez es, para quien escribe, un salto cualitativo hacia la conformación orgánica de una columna vertebral en la historia del teatro rioplatense. El cruce de las poéticas circenses que arrastraban los famosos hermanos Pablo y Jerónimo de su resonante Circo Criollo y la pluma de tendencias clásicas y realistas de Sánchez, con minuciosos desarrollos de los personajes en sus dramas cotidianos y a la vez profundamente vinculados a sus clases sociales, fueron tallando especialmente nuestros sainetes tan particulares. A medida que avanzó en su dramaturgia, Florencio alcanzó también niveles de estructura y ruptura, en una etapa en la que el naturalismo alcanzaba sus sentidos máximos contra los cultos burgueses, provocando inquietantes alteraciones en las identidades distribuidas por la ideología dominante, abriendo sospechas sobre los roles asignados, las condiciones en las relaciones sociales, los valores religiosos, y en definitiva, sobre quienes somos realmente nosotros como pueblo. 
 El año pasado me tocó dirigir la obra Trastorno, versión libre de Pompeyo Audivert de la obra de Sánchez El pasado (1906). Una familia patricia de Buenos Aires guarda un secreto de identidad a punto de desbordarse; las estructuras se resquebrajan y los dominios se ponen en peligro. El pasado familiar, el pasado de nuestra corriente teatral, y el puro presente de la escena, producen esa suerte de contacto íntimo al que nos disponemos actrices y actores con los materiales que nos cruzamos, y del que particularmente vengo por esta experiencia. A partir de la experiencia de El pasado, doy cuenta de que Florencio Sánchez sigue vivo y activo en el presente, por su lucha desde ya, y por el compromiso político con su lenguaje artístico, emancipador de todos los elementos de su entorno en dirección de una composición poéticamente radicalizada. En esta, una pieza probablemente inconclusa, la crisis de identidad estalla de forma prismática en todas las capas del ser, con total actualidad en su núcleo dramático radiante, despertando el febril deseo de actuación, bajo esta coyuntura pavorosamente decadente. 
 En 1909, ya consagrado, y luego de la represión a tiros por parte de la policía de Ramón Falcón, contra los 30 mil obreros movilizados por la FORA el 1° de mayo, y que dejó al menos 8 obreros muertos y más de 100 heridos, el flojo retomó la dirección de la redacción de La Protesta, aún prohibida y clandestina. Al año siguiente, viajó a Italia. Algunos dicen que engañado por un productor italiano, otros aseguran que derrochaba la sorprendente fortuna que generaban sus obras. Para aquellos, murió solo y sin dinero para volver; para los otros, se enfermó por un período de inconductas. 
 Para mi gusto, si me lo permiten, su mejor obra es Los Derechos de la Salud, por densidad, definiciones, intensidades. En el tema aparente, la protagonista sufre de tuberculosis, y la familia hace todos sus esfuerzos para que ella no se entere. Tabúes, intereses, mitos, y los tísicos como prisma. Es la misma enfermedad que terminó con la vida del joven autor. Ambos mueren antes de la aparición de la vacuna BCG (1921). También hoy, los Estados en general tratan de ocultar el alto porcentaje de decesos por Covid-19 por falta de respiradores… como si aún no se hubiesen inventado. 
 En esta etapa, en la cual las y los teatristas hacemos nuestros esfuerzos por retomar el protagonismo de nuestro arte, para devolverle a la escena su encaje fundamental en la actuación por fuera de la hegemonía de autores e incluso directores, sabemos reconocer a las y los artistas que fogonean la teatralidad con sus composiciones. El compañero Florencio Sánchez estaba vivo y activo en la Huelga de Inquilinos de 1907, contra la barbarie habitacional del pueblo trabajador. Su lucha está activa hoy con toda la herencia de nuestra clase que busca su destino, en Guernica y en todas las tomas, contra los Falcón, los Berni, y sus patrones. Sigue vivo también en nuestra escena, poética ocupa de los cuerpos, los espacios y el tiempo, para la composición liberada. 
El compañero está presente con su ejemplo, en nuestras luchas contra la precarización, después de siete meses sin trabajo y sin ingresos.
 ¡Florencio Sánchez presente! ¡Hasta la victoria siempre! 

Andrés Mangone

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