martes, 2 de abril de 2013

Gramsci: De la Contrarreforma a la democracia cristiana




La relación entre filosofía “superior” y sentido común es asegurada por la “política”, así como es asegurada por la política la relación entre el catolicismo de los intelectuales y el de los “simples”. Las diferencias entre ambos casos, sin embargo, son fundamentales. Que la iglesia deba afrontar un problema de los “simples” significa precisamente que ha habido una ruptura en la comunidad de los “fieles”, ruptura que no puede subsanarse elevando a los “simples” al nivel de los intelectuales (la iglesia no se propone ni siquiera esta tarea, ideal y económicamente desproporcionada a sus fuerzas actuales), pero con una disciplina de hierro sobre los intelectuales para que no traspasen ciertos límites en la distinción y no la hagan catastrófica e irreparable. En el pasado estas “rupturas” en la comunidad de los fieles eran subsanadas por fuertes movimientos de masas que determinaban o eran resumidos en la formación de nuevas órdenes religiosas en torno a fuertes personalidades (Domingo, Francisco). (Los movimientos heréticos del Medioevo como reacción simultánea a la politiquería de la iglesia y a la filosofía escolástica que fue una expresión suya, sobre la base de los conflictos sociales determinados por el nacimiento de las comunas, fueron una ruptura entre masas e intelectuales en la iglesia “cicatrizada” por el nacimiento de movimientos populares religiosos reabsorbidos por la iglesia en la formación de las órdenes mendicantes y en una nueva unidad religiosa.) Pero la Contrarreforma esterilizó este pulular de fuerzas populares: la Compañía de Jesús es la última gran orden religiosa, de origen reaccionario y autoritario, con carácter represivo y “diplomático”, que marcó con su nacimiento el endurecimiento del organismo católico. Las nuevas órdenes surgidas después tienen poquísimo significado “religioso” y un gran significado “disciplinario” sobre la masa de los fieles, son ramificaciones y tentáculos de la Compañía de Jesús o se han convertido en tales, instrumentos de “resistencia” para conservar las posiciones políticas adquiridas, no fuerzas renovadoras en desarrollo. El catolicismo se ha convertido en “jesuitismo”. El modernismo no ha creado “órdenes religiosas” sino un partido político, la democracia cristiana.

*Gramsci, Antonio, 1999: Cuadernos de la Cárcel. Edición crítica del Instituto Gramsci. Ediciones ERA, México. IV, Cuaderno 11 (1932 – 1933): “Apuntes para una introducción y una iniciación en el estudio de la filosofía y de la historia de la cultura”, p. 251 – 252. (Enviado por Guillermo Castro Herrera)

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