miércoles, 24 de noviembre de 2010
Guerra de monedas
La decisión de los EEUU de emitir 600.000 millones de dólares para estimular su economía ha hecho estallar lo que ya estaba en curso: un fuerte choque de las políticas monetarias entre los principales países, preanuncio de una guerra comercial en la que los EEUU quiere hacer prevalecer sus condiciones. Por Eduardo Lucita, integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda.
Por ANRed - L (redaccion@anred.org)
En realidad se trata de un nuevo capítulo de la crisis mundial que sin solución de continuidad, se desenvuelve desde mediados del 2007 y que se agudizara un año después. Demuestra la impotencia del sistema, particularmente de los EEUU, para salir de su crisis. Esta nueva etapa se abre sin que las anteriores se hayan cerrado o estén al menos bajo control. Sigue el salvataje de bancos como al principio, claro que en menor escala; en Europa la deuda de los Estados aun está sin solución y se agrava la situación en Irlanda, Portugal y Gran Bretaña; por si algo faltara ahora llegaron las devaluaciones competitivas con las que las principales economías buscan mejorar su posicionamiento comercial en el mercado mundial. Sin embargo en la coyuntura el comercio mundial se ha recuperado y se espera para el año que viene una tasa de crecimiento de la economía mundial del orden del 4.5 por ciento.
Emisión sin límite
En el período que va desde fines del 2008 al primer trimestre del 2010, la administración americana inyectó 1.75 billón de dólares para estimular su economía. Ese esfuerzo dio cierto resultado en sus inicios alimentando el consumo y haciendo que la economía no cayera más de lo que ya lo había hecho, pero en la actualidad aquel impacto da señales de agotamiento. Las encuestas sobre confianza del consumidor anunciaban ya entonces que había que esperar una reducción importante y duradera en los niveles de consumo de la sociedad estadounidense. Es que esta temerosa por el futuro inmediato decidió ahorrar y pagar sus deudas más que consumir. La falta de demanda lleva a la liquidación de los stock y estos a la rebaja de los precios: el temor a la deflación esta en el horizonte.
Conciente de este panorama recesivo es que a principios de este mes la Reserva Federal decidió un nuevo paquete de estímulos. Comprará Bonos del Tesoro, a razón de 75 mil millones de dólares por mes. Inyectaría así 600.000 mil millones en los próximos 8 meses, mientras mantiene las tasas de interés prácticamente en cero. El objetivo no es otro que tratar de reimpulsar su economía, sin embargo en un contexto de fuerte incertidumbre es dudoso que estos programas de estímulo alcancen a resolver la anemia de las tasas de crecimiento (apenas 2 por ciento anual) y ausencia de generación de empleo (la tasa de desempleo se mantiene en el 10%, unos 15.000.000 de personas sin trabajo).
Sin embargo esta decisión oculta una segunda intención, devaluar el dólar, mejorando así su balance de comercio exterior y depreciando su deuda, opera también como una respuesta/presión a la negativa de China de revaluar su moneda. El presidente Obama acaba de declarar que “decidió fijar como objetivo de los EEUU duplicar las exportaciones en los próximos cinco años”, al mismo tiempo que sus representantes en el G-20 propusieron que los países que tienen superávit comercial los limiten a no más del 4 por ciento.
Choque de políticas monetarias
Sobre esta base es que se desenvuelve la actual guerra de monedas que pone en crisis el sistema monetario internacional. En la reciente reunión del G-20 en Seúl, los EEUU acusaron a China de mantener débil el yuan para que sus productos sean más competitivos en el extranjero y proteger así su mercado interno. Por su parte China acusó a EEUU de que la emisión descontrolada encierra una devaluación encubierta del dólar que encarecerá las exportaciones hacia ese país y, dado el peso que estas tienen en la economía mundial, trabará la recuperación global. Al mismo tiempo denuncia que esta emisión desatará una corrida de liquidez hacia los países ahora llamados “emergentes”, lo que llevará a una apreciación de sus monedas.
Es que la política de dinero fácil, la emisión descontrolada, genera una abundancia de liquidez que se derrama sobre los países en desarrollo fortaleciendo sus monedas. Pero esta fortaleza es hoy por hoy una debilidad. Es que estos flujos no tienen como destino inversiones productivas sino que son fondos financieros, es lo que está pasando en Brasil y también en nuestro país, que se ve obligado a comprar grandes cantidades de dólares para que el tipo de cambio no baje y el peso se aprecie demasiado y debilite la competitividad de la economía. Al mismo tiempo lo obliga a emitir pesos, que luego debe esterilizar colocando Letras de Tesorería a tasas elevadas, lo que hace un gran negocio para los bancos locales.
Otras voces
Brasil ha denunciado a ambos países porque “...sus política monetarias son la causa de fuertes desequilibrios en el comercio mundial”. Para su presidenta electa, Dilma Roussef, “...significa que otras economías están cargando con los costos del ajuste estadounidense” y anunció que puede devaluar el real no bien asuma.
Alemania acusó a EEUU de buscar limitar su política exportadora y también la de China, al mismo tiempo que planteó “...la necesidad de reformas estructurales llamando a los países industrializados a ir reduciendo sus déficit y la deuda pública, rebajando los millonarios programas de estímulo económico” al estilo de la Eurozona, donde rige un ajuste fiscal coordinado para generar fondos destinados al pago de las deudas estatales preservando el valor del euro.
Por su parte Cristina Fernández de Kichner señaló “...no se puede pedir a las economías emergentes que frenen su desarrollo”, criticó los ajustes y defendió su modelo de inclusión social.
Japón también se ha sumado a las devaluaciones, mientras que Inglaterra sigue la línea estadounidense de inyectar liquidez y así devaluar la libra esterlina.
Un futuro de inestabilidad
Este fin se semana la reunión del G-20 tuvo como centro este debate que, como no podía ser de otra manera, terminó en un nuevo fracaso, es que todos están lanzados a defender sus políticas exportadoras y a reducir sus importaciones. Que esta "guerra de monedas" derive en "guerra comercial" y luego en ciertas formas de “proteccionismo” no es descartable. Claro que esto no implica que se volverá al hundimiento de los mercados como pasó en la crisis de los años ’30, hoy son otras las condiciones, pero la OMC ya ha lanzado advertencias. Un anticipo: recientemente el Congreso de EEUU aprobó una legislación que autoriza a aplicar aranceles a las importaciones de productos chinos si este país no acepta revaluar su moneda.
Es que lo que subyace es la crisis del capital como sistema, que se expresa con fuerza en los países más desarrollados. Estos están aplicando fuertes ajustes internos mientras que exigen a los países emergentes, particularmente a los BRIC, apertura de sus mercados y dejar librado a la oferta y demanda sus tipos de cambio.
Así el G-20 que nació para ampliar y suplir las carencias del G-7 termina siendo bloqueado por una disputa en el G-2. El llamado “Consenso de Seúl” firmado por los presidentes solo contiene una declaración de buenas intenciones, que recién comenzarán a discutirse en una nueva reunión en... Junio del próximo año. Conviene recordar que salvo en su primera reunión el G-20 logró un acuerdo general: salvar a los bancos, las otras cuatro solo han visto crecer las diferencias entre los principales países. Fidel Castro ha llamado a esta reunión cumbre “Un coro de grillos”.
A pesar de su decadencia, el dólar sigue siendo la moneda de reserva mundial, y lo seguirá siendo hasta tanto no aparezca otra moneda que pueda reemplazarla, lo que por el momento no es previsible. Esta es la fortaleza de los EEUU y el problema para el resto de los países.
En algo todos están seguros: seguirán los desequilibrios y la inestabilidad en el sistema monetario internacional.
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