viernes, 23 de julio de 2010
El tigre de papel
Nos amenaza la embestida imperial. El planeta anda como tratando de que el paso de los días se lleve, como una hojarasca que sopla el viento, este miedo que nos heló la sangre cuando un gigante como Fidel nos despierta temprano y nos dice que el tigre de nuevo acecha y que de sus colmillos gotea la baba asquerosa de la ambición despiadada del rey de la selva. La amenaza, sin embargo, se queda flotando en el silencio de los días, latente atraviesa como un puñal nuestros corazones, se queda allí, como esperando. El silencio de la selva predice inevitable la tragedia final.
Escarbo en el pasado buscando una lanza capaz de atravesarlo y aniquilarlo, del himno que nos una para salir al claro de la selva y poder ir junto a todos y atravesar a la bestia adentrando esta lanza por su boca y partirlo para siempre. El tigre acecha, el tigre de papel.
Fidel se ha levantado, Fidel viene a llamarnos para que abramos los ojos. Nos amenaza un tigre milenario, aquel viejo tigre, que a veces hemos querido ver como un viejo felino desdentado y cansado, Fidel se ha levantado de su ancianidad para aparecerse con camisa de cuadros a pie, en medio del desastre y tintinear con angustia en nuestros oídos la campana de la historia.
¿Qué pasa con China y con Rusia, que no dicen nada? ¿Será que Fidel se nos enloquece en sus días de vejez? ¿Qué pasa que los pueblos se quedan callados? ¿Qué el ser que somos, la humanidad, se queda callada? ¿O será que son cómplices? Decía Fidel que le pregunten a los economistas sesudos como podrá ser posible que siga funcionando el imperio sin mercado, sin dinero. Que terrible pregunta o más bien que terrible la respuesta. Ya había yo quizá paseado por ellas al decir, en anteriores artículos que lo que podría empezar es el imperio del terror, donde la moneda de pago será el miedo.
Es un tigre decía Mao, pero no se asusten tanto que es de papel.
Quizá es que nadie cree que las cosas que nos dice Fidel debieran o pudieran pasar. Como quizá nadie esperó que Adolfo Hitler terminara regando de muerte la tierra, o que las dos bombas terminaran explotando en Hiroshima y Nagasaki. Quizá parece una ficción y quizá esperan muchos que el paso de los días sea suficiente para que todas estas profecías se olviden. Quizá ya está escrito y pactado un nuevo orden mundial entre los tres imperios. Quizá ya existe una estación espacial en donde se vendieron los puestos a los grandes ricos que irán a vivir en Marte luego de la definitiva colonización y esclavización de la tierra.
¿Acaso en la época de esclavismo existía el dinero, el salario, el mercado? Para nada, no es cierto. Había una raza sometida por el látigo como igual se pretende volver a someternos. Solo entre ricos se negociaban los privilegios, el resto era esclavo y destinado a la inopia.
Quizá es que estamos acostumbrados a que pase lo que pase, nada se acaba. El planeta, este noble y hermoso planeta ya también ultrajado por la vorágine imperial, que se siente herido gravemente, que se le acaba el amor por que le empieza el llanto, congela las siembras en los altiplanos de Bolivia y atormenta con un calor infernal las plazas de Italia, y pasa lo mismo cuando habla el planeta que cuando nos habla Fidel: todos se quedan mirando y no hacen nada. Callan.
El tigre acecha y el planeta comienza su agonía. Los ricos se van a los centros comerciales para embobarse con las tenues luces de neón de las vidrieras y seguir pensando que son mentiras, pero la furia acecha, la del tigre y la del planeta son dos fuerzas incontenibles. Solo falta la fuerza más definitiva que aun no se proclama, la fuerza de la humanidad que lucha, que ama, que sueña. Que debe de levantar su fuerza. El primer soplido de la historia derrumbará muros y cristales, quedarán en el piso estos moles imperiales y será la mísera soledad ante el imperio destruido quien termine de abrirle los ojos a quienes se aferran a que nada está sucediendo.
Es un tigre pero es de papel, es un planeta herido pero es un planeta que se sabe remozar, es una especie sometida pero que siempre ha sabido luchar y que seguirá en pie.
Adelante Fidel, adelante humanidad herida, adelante tierra, aunque el rugido infernal de la bestia llene de bombazo las memorias, aunque se derrame nuevamente una pesadilla de muerte, estoy más que seguro que se impondrá esta temible fuerza infinita del amor de todas y de todos. Aunque a veces no podemos predecir como será la batalla, se que mi humanidad amada sabrá vencer este viejo tigre moribundo y curar las heridas de nuestro cielo y poner de nuevo piedra sobre piedra para empezar al fin a cerrar la puerta de la prehistoria y pisar bien fuerte, para hacer honda la primera huella sobre el camino de la nueva era.
¡Venceremos!
Raúl Bracho
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