martes, 8 de diciembre de 2020

Tabaré Vázquez (1940-2020): la institucionalización del Frente Amplio


A los 80 años, como consecuencia de un avanzado cáncer de pulmón, falleció Tabaré Vázquez, dos veces presidente de Uruguay bajo la bandera del Frente Amplio. Su muerte tocó a miles de uruguayos que lo ven como el símbolo de la llegada al poder de su corriente política, y por partida doble: tanto como primer intendente del FA en Montevideo (1989) como en la victoria en las presidenciales de 2004. Además, su impronta moderada fue destacada, con especial énfasis, por sus rivales políticos -burgueses- del último tiempo, como el actual presidente Luis Lacalle Pou, su derrotado contendiente electoral en 2014. ¿Qué puede aportar la trayectoria de esta figura para ayudar a comprender la actual crisis del Frente Amplio?

 Integración al Estado 

 Tabaré Vázquez se sumó tardíamente a la intensa vida política uruguaya del “retorno” democrático. Destacado médico oncólogo y adscripto a la perspectiva de la medicina social, durante los ochentas se destacó como dirigente de asociaciones de médicos y también deportivas. A pesar de contar con su afiliación al Partido Socialista, no ocupó un lugar significativo en la lucha contra la dictadura. Su liderazgo comienza a cobrar más peso durante el fin de la década, como atestigua su rol en comisiones de derechos humanos. Luego de una crisis interna, participa como candidato del Frente Amplio a intendente de Montevideo, cargo que asume a comienzos de 1990. 
 Aquellas elecciones estuvieron signadas por derrotas de importantes huelgas y una baja en las luchas obreras. Contemporáneas de la caída del Muro de Berlín y del derrumbe del “socialismo real”, fueron un importante paso en la voluntad de la dirección del Frente Amplio para terminar de dejar atrás su vieja impronta “combativa” con el fin de obtener un progreso en los marcos más estrictos del régimen, ponderando como primeros puntos la necesidad de respetar los acuerdos con el FMI y la supervivencia del esquema general heredado de la dictadura.
 Declamando estos principios, Tabaré Vázquez se erigió como vehículo para consumar esta política. Así, poco después de su asunción, uno de los gestos más emblemáticos fue la entrega de la llave de Montevideo al entonces presidente estadounidense George Bush (padre). La resonante fórmula del FA, terminar con el bipartidismo de Blancos y Colorados, fue saldada con su integración como tercera pata al Estado -y al rescate de sus crisis. La política de Tabaré y del FA -primero en Montevideo y luego en la presidencia- de gasto social (austera en comparación con otros gobiernos latinoamericanos), los sentidos discursos progresistas, y la regimentación de importantes sectores obreros, operaría como factor de salida ordenada a la crisis uruguaya de los 2000s, sin afectar los resortes del control capitalista. 

 Primera presidencia 

 Como Kirchner, como Lula, la presidencia de Tabaré se benefició del famoso “viento de cola” que impulsó, durante todo un periodo, el aumento del precio de los commodities. Esta situación internacional favorable hizo lo suyo para explicar la caída -tardía- en la desocupación uruguaya, cuyos índices comenzaron a bajar luego de alcanzar los máximos históricos, aunque ahora expuestos los trabajadores a una mayor precarización laboral y elevación del costo de vida. Con la derecha golpeada y deslegitimada, el FA se montó sobre la gestión estatal, lejos de las luchas y las transformaciones sociales de fondo. 
 Desde el inicio, Tabaré Vázquez dejó en claro que el suyo sería un gobierno al servicio del gran capital, de acuerdo con el FMI, y de rescate de la banca y la burguesía damnificada por la crisis -de los dos lados del charco. Así, un elemento importante fue el aumento en la extranjerización de las tierras que llegó, en cifras oficiales luego de 15 años de gobiernos del FA, a 8 de las 17 millones de hectáreas uruguayas. Los sojeros argentinos se cuentan entre los mayores beneficiados.
 A la política de apertura fiscal, que profundizó el lugar subordinado de Uruguay como receptor de la fuga de divisas de las burguesías sudamericanas, se le sumaron las excepciones impositivas al sector inmobiliario y a la industria, incluso extractivista, por la vía de constitución de zonas francas. Uno de los conflictos más sentidos durante su gobierno se ligó a la instalación de las papeleras en los márgenes del río Uruguay. 
Mientras los trabajadores de ambas orillas se unían en una lucha común, Tabaré Vázquez buscaba y recibía el apoyo de George Bush (hijo), cuando este último fungía como presidente de Estados Unidos. Tabaré también garantizaría otros favores a las patronales, como la rebaja a los aportes de previsión social (del 12% al 7%). Mientras tanto, castigó a los trabajadores con la implementación del impuesto al salario. 
 En el terreno social y de derechos humanos, incluso quienes reivindican su gobierno desde un campo progresista no pueden obviar su veto a la despenalización del aborto, a pesar de contar con mayoría en el parlamento y un amplio consenso entre sus filas y en la sociedad. Con respecto a los genocidas de la dictadura, impulsó decididamente la reconciliación. El rechazo a la derogación de la ley de impunidad uruguaya (ley de Caducidad) frustró las expectativas de sectores que veían como un paso adelante algunos tibios procesos judiciales contra represores. Más aún, se rodeó de sujetos y funcionarios con vasos comunicantes con los militares.

 ¿Fin de ciclo? 

 La segunda presidencia de Tabaré Vázquez, luego de la elección de José Mujica, fue una continuidad, en lo esencial, con las anteriores gestiones del Frente Amplio. El cuadro financiero, que avecinaba nuevas turbulencias, le otorgó más primacía al entorno del poderoso ministro de Economía Danilo Astori, del ala derecha del FA. Fue un gobierno marcado por el crecimiento de la pobreza y de la desocupación, en las ciudades y en el precario entramado rural. También, de hechos importantes de corrupción. El gobierno sostuvo esta situación, como su predecesor, apelando a la represión y a la ilegalización de las huelgas, como la importante lucha educativa. En paralelo, los índices daban cuenta del sostenimiento de la rentabilidad empresarial.
 El retorno de la derecha tradicional uruguaya al poder político en las elecciones de 2019 estuvo pavimentado por la integración de décadas del FA, que le dio aire a un régimen en una crisis terminal. El Frente Amplio se dedicó a encauzar las tendencias a la movilización y a la lucha imperantes en los trabajadores uruguayos hacia una domesticación parlamentaria y a una fraseología social.
 El clima de concordia continúa incluso al día de hoy, cuando el FA “opositor” pacta la aprobación de la ley de Urgente Consideración (LUC) o frena cualquier acción sindical. Se trata de una política de fondo, esgrimida por una corriente que se distancia cada vez más de las bases obreras populares -lo cual no borra el hecho de que aún debe ser derrotada y superada por una fuerza obrera. Tabaré Vázquez fue un moderado entre moderados. Pero los nuevos liderazgos que empiezan a asomar en el Frente Amplio, como el intendente de Canelones Yamandú Orsi (el delfín de Mujica) o Carolina Cosse (intendenta de Montevideo, independiente cercana al PC) prometen profundizar todavía más la derechización del FA. Esta crisis está llevando al surgimiento de un incipiente nuevo activismo. También, a la desconfianza -y hasta rupturas- de cada vez más sectores con el FA. 

 Luciano Arienti

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